Una lección de la historia

 


La opinión de los médicos fue terminante: era necesario contar con una droga que, producida y controlada en laboratorios medicinales, sirviera con fines terapéuticos para ser aplicada a casos hasta ahora resistentes a otros tratamientos.

Las investigaciones avanzaron hasta que, finalmente, dieron el resultado esperado, superando incluso las expectativas iniciales. La droga encontrada se insinuaba como un poderoso auxiliar en el tratamiento incluso de adicciones hasta ese momento resistentes.

Se la comenzó a utilizar impulsada por el laboratorio que la fabricaba y pronto su uso se hizo habitual. El laboratorio, de gran reputación, especificaba que la droga no poseía efectos secundarios adversos. En apenas una década el uso de esta droga se instaló en Europa y se extendió otros continentes. Su crédito era ilimitado aunque su uso terapéutico nunca fue bien evaluado.

Hasta que comenzaron a percibirse sus efectos negativos: producía una fuerte adicción que era muy difícil de dominar, de hecho se estaba convirtiendo en un problema de contornos alarmantes. Pero, como la compañía fabricante ocultaba cuidadosamente los resultados negativos, pasaron treinta años hasta que comenzó a ser retirada del mercado farmacéutico y, finalmente, declarada prohibida en todo el mundo. Pero ya era tarde. La masa de adictos crecía incontrolablemente y su uso se convertía en uno de los problemas sociales y de salud más serios en una serie de países.

Esta historia transcurrió entre 1898 y 1930, la droga en cuestión fue llamada por sus descubridores heroína (por poderosa, heroica) y se obtuvo y fabricó en los laboratorios Bayer de Alemania. Su uso pretendía combatir la afición a la morfina y acabó transformándose en el paradigma de las drogadicciones y del narcotráfico.

Es una historia no muy conocida que, no obstante, viene a cuento en momentos en que se escuchan voces proclamando la legalización de las drogas prohibidas o su "utilización con fines médicos". Como nació la heroína, hasta que, como un frankenstein moderno, escapó de las manos de sus descubridores y azotó durante décadas a sociedades enteras.

A veces la historia puede ayudar a evitar la liviandad con que se manejan estas cuestiones. Porque se trata del compromiso social que es preciso tener en cuenta siempre, cuando se debaten asuntos que pueden implicar la vida o la muerte, o la suerte futura de generaciones enteras.

 


Buenos Aires, febrero de 2002.

© Lic. Francisco Ferrara

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