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TEORIA GENERAL DE PSICOLOGIA


LIBRO:
LAS LEYES DEL PSIQUISMO

Alberto E. Fresina


CAPITULO 9
-(páginas 151 a 206 del libro de 426)


Indice del capítulo:

EL SISTEMA DE BIPULSIONES
1. Las bipulsiones particulares




CAPITULO 9


EL SISTEMA DE BIPULSIONES


Iniciaremos ahora el tratamiento sobre la “deriva” de las bipulsiones. Todo lo que veremos corresponde al plano de los valores absolutos, en el marco de las funciones psíquicas de necesario desarrollo.

Cuando analizábamos la bipulsión moral, en realidad se trataba de algo general; hablábamos sólo de lo bueno y malo de las conductas. Pero existen varias formas de conductas buenas y malas, que motivan la aprobación y desaprobación respectivamente. De tal modo, la bipulsión moral que hemos visto, y que ahora llamaremos: bipulsión moral global, se ramifica, en principio, en las siguientes bipulsiones:


Valor absoluto
. negativo

Valor absoluto
. positivo

- Bip. de la habilidad torpeza acto hábil
- Bip. de la originalidad
. (se refiere a lo que sale
. de lo común o de
. lo acostumbrado)

ridiculez, extravagancia
.
.
.

originalidad,creatividad,
“novedad”
.
.

  - Bip. de la valentía
.
actitud cobarde,
pusilánime
acto de valentía, arrojo,
“valor”
  - Bip. de la humildad arrogancia, soberbia modestia, humildad
 

- Bip. de la reafirmación
. sexual

.
.

expresiones o actitudes
masculinas en la mujer o
femeninas en el hombre
.

manifestaciones de
virilidad o masculinidad
en el varón y de
feminidad en la mujer

  - Bip. de la belleza
. personal

lucir feo, mal aspecto
.

lucir bello, agradable a la
percepción, buen aspecto

  - Bip. propiamente
. moral

hacer el mal
.

hacer el bien
.


Las siete llevan la esencia común de lo bueno y lo malo globales. Por ello, lo que habíamos tratado era la bip. moral global, que es lo general de esas formas particulares. La bip. moral global es como si dijéramos “reptiles”, o sea la esencia general de lagartos, serpientes, iguanas, etc. Tales bipulsiones particulares comparten el mecanismo por el que se tiende al placer de la aprobación y evitar el displacer de la desaprobación. Son siete géneros de hechos buenos y malos o aprobables-desaprobables. La bip. moral global es la esencia común de esas bipulsiones. Todas ellas comparten la cabecera del imp. de aprobación, y del de conservación que evita el displacer de la desaprobación y autodesaprobación. Como el placer y displacer morales son los producidos por la aprobación-autoaprobación y la desaprobación-autodesaprobación respectivamente, todas estas bipulsiones llevan al placer o displacer morales en general.

La bip. ética, por su parte, también se ramifica, dando lugar a tres bipulsiones particulares. Por tanto, lo que vimos anteriormente queda como la bip. ética global:

  Valor absoluto
. . negativo
Valor absoluto
. . positivo
 

- Bip. ética-situación
. de esparcimiento
.
.
.

acto malo ajeno
. . . . . . .
burla, sarcasmo, o mues-
tras de desagrado estético
.
acto bueno ajeno
. . . . . . .
.
gesto de admiración,
felicitación, muestras
de agrado estético
 

- Bip. ética-situación
. de seriedad
x
x
x

acto malo ajeno
...........
rechazo afectivo, repro-,
che, muestras de disgusto
expresiones de enojo
acto bueno ajeno
...........
muestras de gratitud y
conformidad, recono-
cimiento
  - Bip. ética-situación
. de gravedad (grave-
. dad en el sentido de
. mucha importancia o
, gravitación, especial-
. mente social)
acto malo ajeno
...........
condena severa
.
.
.

acto bueno ajeno
...........
honores, distinciones
.
.
.

 

Esas tres bipulsiones, como formas particulares de la bip. ética global, no surgen de un claro límite que las separe, sino que responden a los distintos tipos de situaciones o “climas anímicos” en los que puede tener lugar la conducta buena o mala en general. Por ello, se dan básicamente esas tres formas de aprobación-desaprobación o de respuesta ética.

En base a los elementos que traemos, nos aparece ahora la bipulsión de la responsabilidad social. Sus valores absolutos son: cumplimiento del deber - incumplimiento del deber. Esta nueva bipulsión es producto de la combinación de las bipulsiones propiamente moral, y espiritual. El cumplimiento del deber, como valor positivo, tiene una doble esencia: moral y espiritual. Es simultáneamente un bien moral y algo bueno para el O.M.I.F.. El deber es como un compuesto nuevo, formado por el bien propiamente moral y lo beneficioso para la tribu (u O.M.I.F.). Cuando alguien siente en su interior la obligación de cumplir con el deber, esto es la síntesis de los dos componentes que lo forman. Significa sentirse impulsado a hacer el bien, y a realizar aquello que es bueno para el grupo. Por eso, el sentimiento de honor por cumplir con el deber es una reacción anímica de placer moral y espiritual combinados. Lo moral es la aprobación y/o autoaprobación; y lo espiritual, el placer del imp. fraterno por implicar un hecho favorable al O.M.I.F. Por su parte, el displacer por faltar al cumplimiento del deber es también la síntesis de displacer moral-espiritual: desaprobación social y/o autodesaprobación, y dolor espiritual por algo que es negativo para el O.M.I.F. Estos últimos elementos forman el auténtico sentimiento de culpabilidad, por verse responsable de algo que es moralmente malo y a la vez perjudicial o negativo para el O.M.I.F.

Hay que aclarar que este no es el “falso deber”, como sinónimo del mero hacer el bien. El deber del que hablamos es el sentimiento de responsabilidad social; es el “llamado del deber”. Se trata de aquello que la propia subjetividad concibe como algo que, además de estar moralmente bien hacer, significa un hecho beneficioso o positivo para el grupo y sus intereses.

Antes de perder contacto con los impulsos, veremos cuál es su conexión con los valores absolutos de las bipulsiones. Cuando tratábamos los impulsos, observábamos la diferencia entre el objeto de satisfacción y las metas-medio o metas-fin que éstos se fijan. El objeto de satisfacción no es más que la vía esencial de entrada al placer que tiene cada impulso. Por ejemplo, en el imp. alimenticio el objeto de satisfacción es el acto de comer. Las metas-medio son aquellos objetos o hechos que la T.D. se fija como paso previo al logro de la satisfacción. Y las metas-fin son los hechos buscados como formas concretas del objeto de satisfacción, y que pueden diferir enormemente, ejemplo: ingerir un alimento u otro.

Habíamos dicho que esas metas eran el aspecto flexible de la motivación, es decir, aunque el objeto de satisfacción buscado sea siempre el mismo, las metas podían variar infinitamente. Sin embargo, los valores absolutos de las bipulsiones son metas absolutas de los impulsos que las forman. En otras palabras, del universo de metas-medio y metas-fin, la casi totalidad son adquiridas y variables; pero unas pocas son necesarias y constantes. Entre esas metas necesarias de los impulsos se encuentran los valores absolutos de las bipulsiones. Por ejemplo, el imp. de aprobación tiene como objeto de satisfacción el acto de aprobación social y autoaprobación. Pero la meta necesaria, y que prácticamente va unida al objeto de satisfacción, es la conducta buena. Por su parte, el imp. de conservación tiene por objeto de satisfacción evitar el dolor. Pero evitar el dolor de la desaprobación y autodesaprobación por la propia conducta mala es una meta necesaria y regular del impulso. Luego, como el acto bueno se divide en acto hábil, valiente, original, etc., tales valores son por tanto metas absolutas o necesarias del imp. de aprobación. A su vez, la evitación de los actos de torpeza, cobardía, ridiculez, son metas absolutas o constantes del imp. de conservación. En definitiva, lo que hay que tener en claro es que los valores absolutos de las bipulsiones son metas (principalmente metas-fin) absolutas, necesarias y regulares de los impulsos que las forman. Así por ejemplo, el cumplimiento del deber es una meta necesaria y estructural compartida por los impulsos fraterno y de aprobación.

Estas metas necesarias de los impulsos (valores absolutos), al ser constantes y regulares, dan lugar a la estructura invariable y esencial de las bipulsiones. Por ello, podemos abandonar ya el nivel de los impulsos, y manejarnos con la autonomía del nivel de las bipulsiones y sus propias leyes particulares. De tal forma, utilizaremos conceptos adaptados al nivel. Los nuevos conceptos serán: valor absoluto general y valor absoluto particular de cada bipulsión.

En el caso de la bipulsión moral global, sus valores absolutos generales son lo bueno y lo malo; mientras que sus valores absolutos particulares son: hábil-torpe, el bien-el mal, valiente-cobarde, etc.

Los conceptos: general y particular no son fijos, sino que se “corren” según la bipulsión enfocada. Así, si enfocamos la bip. de la valentía, sus valores absolutos generales son los actos valiente y cobarde. En cambio si los consideramos desde la bip. moral global, los actos valiente y cobarde serán sólo valores absolutos particulares, ya que los generales, aquí, son lo bueno y lo malo. Pero al bajar el “escalón”, y centrar nuestra atención en la bip. de la valentía, esos valores absolutos: valentía-cobardía, pasan a ser los valores generales de la bip. de la valentía.

Retomando la bip. de la responsabilidad social, el cumplimiento del deber y el faltar a su cumplimiento son sus valores absolutos generales. Pero si a dichos valores los miramos desde las bipulsiones propiamente moral, o espiritual, de las que se forma aquélla, veremos que el deber y el faltar a su cumplimiento son valores absolutos particulares para estas bipulsiones. La bip. propiamente moral tiene como valores absolutos generales el bien y el mal; y la espiritual lo positivo y negativo para el O.M.I.F. El cumplimiento del deber y el faltar al mismo son valores absolutos particulares de ambas bipulsiones; son respectivamente formas particulares del bien y el mal, y formas particulares de lo positivo y negativo para el O.M.I.F.

Asentándonos ahora en la bip. de la responsabilidad social, encontramos que el deber y su incumplimiento son sus valores absolutos generales. Pero de esta bipulsión se derivan otras bipulsiones particulares, que son formas necesarias y constantes del deber, o sea, son valores absolutos particulares de la bip. de la responsabilidad social:


  Valor absoluto
. . negativo
Valor absoluto
. . positivo
  - Bip. de la abnegación
x
x
x
x
actitud de vagancia,
haraganería, desinterés
por el bien común, sobre-
cargar de trabajo a los
demás, falta de abnegación
voluntad de trabajo, esfuerzo
abnegado, esmero, espíritu de
sacrificio, acto de entrega y
de servicio
x
  - Bip. de la justicia
x
x
acción injusta, quebrantar
los derechos ajenos,
falta de equidad
proceder con justicia,
equidad, reafirmar los
derechos ajenos
  - Bip. de la lealtad conducta o actitud desleal muestras de lealtad
  - Bip. de la información
x
x
x
ocultar o deformar la
información de importancia
social, no avisar, omisión
deliberada
informar o comunicar
lo que tiene importancia
social, avisar, confesar
x
  - Bip. del cumplimiento
. de la palabra

incumplimiento de lo pro-
metido o de compromisos
adquiridos, faltar a la palabra.
cumplimiento de promesas
o compromisos adquiridos
x


No hay dudas sobre la similitud y conexión entre esas bipulsiones. Muchas veces se juntan en la misma situación. Sin embargo, los cinco pares de valores absolutos cumplen funciones exclusivas. Hay muchas situaciones regulares de la relación social normal en que aparecen solos o aislados en su particularidad.

Recordemos que tales valores son formas de cumplir con el deber o faltar a su cumplimiento. Todos llevan por igual al placer o displacer moral-espirituales.

En base a las dificultades que nos presenta el terreno en el que nos encontramos, deberemos hacer un alto en el camino, y dar una mirada a las brújulas y a los mapas que traemos. Los principios que debemos tener presentes, para evitar pisar en falso y sumergirnos en el caos, son los siguientes:

1- La ley general del psiquismo. Ninguna bipulsión puede existir si no se mueve entre dos hechos contrarios productores de placer-displacer correspondientes. Las bipulsiones funcionan a “base” de placer y displacer. Esta es la esencia más general de la intencionalidad y de toda motivación.

2- Debe estar claro el par de valores absolutos y universales, comunes en toda cultura. Tales valores deben ser nociones indudables de aquello a lo que se refieren. Deben encerrar, además, un claro género de conductas o hechos, puesto que los valores no son solamente fenómenos subjetivos o internos, sino que al mismo tiempo son hechos externos y objetivos. Son fundamentalmente las conductas y actitudes concretas de los miembros de la tribu.

3- No puede haber una bipulsión que no haya cumplido una clara función para la sobrevivencia de la tribu. De ello podemos estar convencidos, porque la selección natural de tribus se encargaba de eliminar a los organismos sociales en los cuales la motivación absoluta de sus miembros no se encontrara plenamente orientada hacia lo útil para la sobrevivencia grupal.

Retomando los pasos que traíamos, y sin apartarnos de los principios señalados, encontramos que siguen apareciendo otras bipulsiones derivadas, con sus respectivos valores absolutos, hasta terminar conformándose el siguiente sistema total de bipulsiones:

  . . Bipulsión Valor absoluto
. . negativo
Valor absoluto
. . positivo
  1- Moral global acto malo acto bueno
  2- De la habilidad conducta torpe acto hábil
  3- De la originalidad
.
ridiculez, extravagancia
.
acto o hecho original,
novedoso, creativo
  4- De la valentía cobardía, pusilanimidad acto valiente, arrojo
  5- De la humildad
.
.
.
actitud de arrogancia,
pedantería, altivez,
soberbia, inmodestia,
altanería, engreimiento
actitud de humildad,
sencillez, modestia
.
.
  6- De la reafirmación
. . sexual
.
acciones o actitudes
masculinas en la mujer o
femeninas en el hombre
manifestaciones de virilidad
o masculinidad en el hombre
y de feminidad en la mujer
  7- De la belleza
. . personal
.
.
lucir feo, desagradable
a la percepción, carente
de atractivo, falto de
"hermosura", mal aspecto
lucir bello, agradable a los
sentidos, belleza en los usos
personales, buen aspecto
.
  8- Propiamente moral hacer el mal hacer el bien
  9- Espiritual
.
hecho negativo
para el O.M.I.F.
hecho positivo
para el O.M.I.F.
  10- Intelectual
.
.
.
.
no entender, no comprender,
desconocer, no explicarse,
confusión, dudas,desorienta-
ción, pérdida del dominio
intelectual
entendimiento, comprensión,
explicación, esclarecimiento,
dominio intelectual,
conocimiento
.
  11- Estética
.
percibir algo feo, repulsivo,
desagradable, detestable
percepción de lo bello,
de algo agradable
  12- Anticipatoria
.
.
fracaso, frustración, error,
desilusión, anuncio de algo
malo (disgusto, amargura)
éxito, logro, acierto,
anuncio de algo bueno
(alegría, júbilo)
  13- Etica global
.

.
acto malo ajeno
...........
desaprobar
acto bueno ajeno
.... ...
aprobar
  14- Etica-esparcimiento
.

.
acto o hecho malo ajeno
...........
burla, muestras de
desagrado estético
acto o hecho bueno ajeno
.... ...
admiración, muestras
de agrado estético
  15- Etica-seriedad
.

.
.
acto malo ajeno
...........
rechazo afectivo, reproche,
crítica, muestras de disgusto
acto bueno ajeno
.... ...
reconocimiento, muestras
de conformidad
  16- Etica-gravedad
.

.
conducta mala ajena
...........
condena severa, repudio
.
conducta buena ajena
... ....
honores,encomio,
enaltecimiento
  17- De la inteligencia
.
.
acto de estupidez, falto de
ingenio, falto de perspicacia,
ingenuidad, tontería
acto inteligente, ingenioso,
perspicaz
.
  18- Del saber
.
.
.
ignorar lo que corresponde
saber, no saber o no saber
hacer determinadas cosas
que se deberían saber
saber o saber hacer lo
socialmente esperable o
deseable, aprender algo
concreto
  19- De la comicidad
.
.
recepción de una broma
de mal gusto, o de mala
calidad, sin gracia
recepción de una broma
o hecho cómicos
.
  20- Humorística
.
.
carecer de gracia en una
salida, realizar una broma
digna de seriedad grupal
emitir una broma graciosa,
festejable para los receptores
.
  21- Artística
.
.
.
.
creación personal, obra o
trabajo mal realizado, carente
de belleza y lucimiento, mala
calidad, desprolijidad en la
realización, falta de armonía
obra bien realizada, belleza
en el trabajo terminado,
lucimiento en la ejecución,
armonía en las formas
.
  22- De la bondad acto de maldad, crueldad acto bondadoso
  23- De la generosidad
.
.
.
acto egoísta, mezquino,
avaricia, negarse a compartir,
falta de renunciamiento
.
acto generoso, altruista
voluntad de compartir,
renunciamiento,
desprendimiento
  24- De la responsa-
. . . bilidad social
cumplimiento del deber
.
incumplimiento del deber
.
  25- De la abnegación
.
.
.
.
vagancia, haraganería, falta de
voluntad de trabajo, dejadez,
desinterés por el bien común,
sobrecargar de trabajo a los
demás, falta de abnegación
voluntad de trabajo,
espíritu de sacrificio,
interés por el bien común,
acto de servicio, abnegación
.
  26- De la justicia
.
.
acto de injusticia, quebrantar
los derechos ajenos, falta de
equidad, ser injusto
acción justa, proceder con
justicia, equidad, ecuanimidad,
reafirmar los derechos ajenos
  27- De la lealtad
.
conducta desleal,
infidelidad
manifestaciones de lealtad,
fidelidad
  28- De la información
.
.
.
.
no informar lo que tiene
importancia social, no avisar,
desinformar, ocultar,
tergiversar, omitir
informar lo que tiene
importancia social, avisar,
dar a conocer, confesar
.
  29- Del cumplimiento
. . . de la palabra
.
no cumplir el compromiso,
convertir en falsa la promesa,
faltar a la palabra
cumplir lo prometido,
confirmar la veracidad
de la palabra empeñada
  30- Del respeto
.
abuso, falta de respeto,
desconsideración
conducta o actitud
respetuosa, considerada
  31- De la expresión
......de la verdad
.
mentir, engaño deliberado,
faltar a la verdad, hipocresía,
falta de autenticidad, falsedad
decir la verdad, ser franco,
sincero, auténtico, "ir"
con la verdad
  32- De la devoción
. . . tribal
.
.
.
ofender, atacar o agraviar
a aquello que es concebido
como sagrado o supremo
.
.
.
honrar, venerar, rendir culto
al honor de lo supremo, ofre-
cer tributos a lo sagrado
(tribu, antepasados, héroes,
símbolos tribales, etc.)
  33- Moral grupal
.
.
.
acto malo o demeritorio del
grupo al que se pertenece,
hecho humillante o des-
honroso para el grupo
acto bueno del grupo, orgullo
por algo meritorio del grupo o
de un representante
.
  34- De la enseñanza
.
.
.
ignorancia específica
ajena, falta de dominio o
incomprensión ajenas de
lo que se intenta enseñar
enseñar, aprendizaje ajeno
.
.
.
  35- Racional
.
.
.
.
.
.
conocimiento falso, equivo-
cación, incoherencia, no
tener razón, contradicción,
insensatez, irracionalidad,
absurdidad, falta de realis-
mo y de lógica en el pensar
y/o en el obrar
conocimiento verdadero,
certeza lógica, claridad en
el pensamiento, coherencia,
tener razón, sensatez, razo-
namiento realista, juicio
crítico, sentido común,
racionalidad
  36- Del heroísmo traición conducta heroica
  37- Del rendimiento per-
. . . sonal (en cualquier
. . . actividad social, des-
. . .
tacándose el trabajo
. . . como actividad so-
. . . cial fundamental)
desempeño ineficaz,
improductivo, inutilidad,
mal rendimiento
.
.
.
desempeño eficaz, produ-
ctivo, buen rendimiento
.
.
.
.
  38- De la lucha moral
.
.
perder, derrota, ser
vencido, ser aventajado,
resultar "peor"
ganar, triunfo, victoria,
vencer, resultar "mejor"
.


El par de valores absolutos generales de cada bipulsión se refiere siempre a hechos concretos. No consideramos todavía las cualidades virtuales, las que serán tratadas luego (cap. 12). Lo que interesa por el momento es, por ejemplo, el acto hábil concreto y no la “habilidad” como condición virtual o posesión estable y continua de un sujeto.


1. Las bipulsiones particulares

En lo que sigue, analizaremos la estructura, la función natural, y demás propiedades de las bipulsiones, en base al orden en que fueron presentadas. Aunque será lo más breve y sintético posible, quizás resulte igualmente “largo” su tratamiento. Pero la “culpa” es de las bipulsiones, de lo numerosas que son esas tendencias esenciales y absolutas de la estructura motivacional humana.

[Pulsar aquí para observar un esquema que sintetiza lo que trataremos seguidamente. Este es uno de los tres casos de gráficos que se recomienda imprimir (en horizontal)]

1- Bipulsión moral global

Esta constituye el mecanismo por el que se busca afirmar lo bueno o aprobable y negar lo malo o desaprobable. La mayoría de las bipulsiones están inmersas bajo el movimiento de este simple mecanismo esencial; es decir, los valores positivos y negativos del conjunto de bipulsiones derivadas de la moral global, a pesar de sus particularidades, no dejan de ser formas de lo bueno y malo en general.

La bip. moral global tiene muy poco campo de funcionamiento fuera de sus bipulsiones particulares derivadas. Existe fundamentalmente como lo general de ellas. Por eso, lo bueno-malo de las conductas se pueden manifestar en los valores: inteligente-estúpido, valiente-cobarde, justo-injusto, etc., como hechos que están bien o mal en general.

Así como todas las bipulsiones e impulsos llevan contenida la esencia de la ley general como mecanismo básico (afirmar el placer y negar el displacer), de igual forma, pero en un grado menor de generalidad, aquellas bipulsiones particulares llevan en común el mecanismo de buscar lo bueno y negar lo malo de la propia conducta. En todos los casos, lo bueno lleva al placer moral (aprobación social y/o autoaprobación) y lo malo al displacer moral (desaprobación social y/o autodesaprobación). Este mecanismo básico, compartido por todas las bipulsiones con motivaciones morales, hace que la bip. moral global sea como una “sub-ley general” para todas ellas. Ninguna escapa al patrón común de afirmar lo bueno o aprobable y negar lo malo o desaprobable.


2- Bip. de la habilidad

La habilidad-torpeza se presentan en la conducta práctica o en la mental. La “porción mental” es la que pasa a formar parte de las otras bipulsiones relacionadas a la función intelectual.

El acto hábil produce placer estético en el observador, lo cual desencadena la aprobación. La conducta torpe es un valor negativo que, paradójicamente, en general produce placer en el observador. Es un placer súbito que desencadena la risa o burla como forma de desaprobación. Todo esto se da de esa forma cuando el producto de la conducta no afecta los intereses del grupo; es decir, lo que determina en última instancia la respuesta de aprobación o desaprobación hacia un sujeto es el beneficio o perjuicio sociales concretos que la conducta tiene como producto. Por ello, si una conducta hábil tiene como resultado un perjuicio para el grupo, será condenada “con habilidad y todo”; mientras que un comportamiento torpe que perjudica al grupo no es burlado sino que se convierte en un mal moral, recibiendo el rechazo o condena de los observadores. Sólo cuando el producto social de la conducta hábil o torpe es neutro, allí asoman en forma “pura” el acto hábil o torpe, siendo respondidos según su calidad estética o “humorística” respectivamente.

El acto de torpeza es un “absurdo material”. El absurdo es aquello que no se ajusta a las exigencias de la realidad circunstancial, convenidas intersubjetivamente en forma implícita o explícita, es algo que sale o contrasta con lo adecuado a esa realidad. La torpeza surge cuando una vez fijada la finalidad, la conducta no se ajusta a lo que la realidad exige para el logro del fin, sino que se desvía de esa dirección. El placer súbito, que genera la risa en el observador, se manifiesta esencialmente en forma de burla, lo cual produce displacer al autor de la torpeza.

La función de tal mecanismo es la de reforzar el sistema de premio y castigo, haciéndolo extensivo a todo tipo de actos y en cualquier situación. En origen, la aprobación-desaprobación tenían lugar en situaciones donde los productos de las conductas eran hechos serios o graves en su significado social. Pero si en una tribu la aprobación-desaprobación continúan aún en cualquier situación de esparcimiento, ello obligará a evitar la torpeza en todo momento. El efecto que esto tiene es un mayor desarrollo de la habilidad para cualquier tarea, por lo que esa tribu tendrá miembros más hábiles en general. Aunque el acto torpe no perjudique a nadie, y se dé sólo en una situación de esparcimiento, la vergüenza, como forma de displacer moral en el autor, tiene la utilidad de fortalecer el interés por hacer bien las cosas. Lo mismo con relación a la aprobación al acto hábil. Aunque su realización no favorezca a nadie, excepto en lo estético, la aprobación de ello hace que se tienda a repetir ese tipo de conductas, lo que terminará siempre en el beneficio para la tribu.


3- Bip. de la originalidad

Aquí se da un mecanismo similar al anterior. La burla es al ridículo y la aprobación a la creatividad u originalidad.

La función de esta bipulsión (y de la respuesta ética correspondiente) está centrada en lo formal de las conductas, en la modalidad de hacer las cosas, en los usos y costumbres de la tribu. Como dichas costumbres se van consolidando principalmente según la eficiencia o la utilidad que tienen, cuando alguien se aparta de esos modos de actuar, es muy probable que se trate de algo menos efectivo que lo que la cultura ya sometió a prueba y convirtió en costumbre. Por ello, el ridículo, como forma insólita de obrar, de pensar, o de usar los elementos, etc., produce también un placer súbito en el observador, seguido por la risa. Esto avergüenza al destinatario de las burlas, quien tratará de ajustarse a los usos y modos de comportarse, que son lo útil y probado por la cultura.*


* Habría otro sentido del concepto: ridículo, y se refiere a lo que entendemos por “papelón” o “hacer el ridículo”. Aquí suelen converger diversos valores negativos (torpeza, estupidez, ignorancia) en una misma situación especial. En este caso el término está más ligado al sentido literal (capaz de hacer reír), y tiene un significado más amplio, como es el de situación vergonzante, absurdo o hecho burlable en general. Pero al hablar de ridiculez como valor negativo de la bip. de la originalidad, se trata de aquellos usos o modos de obrar extravagantes e insólitos que salen de lo común, contrastando con lo acostumbrado o con lo que se considera adecuado o razonable.

El hecho original, novedoso o creativo, es aquel que a pesar de ser distinto a lo usado comúnmente, nace por lo general con la prueba evidente de su ventaja o conveniencia. Tal novedad es del agrado del observador, quien aprueba el hecho. La novedad así surgida se generaliza luego, pasando a ser una modalidad o costumbre de la tribu.

En el caso de la bip. de la originalidad se da una situación especial. Esto es, que la conducta neutra (ni ridícula ni original) a veces no es tal. Cuando la situación exige originalidad, quien no actúa en esa forma es un “falto de creatividad”, “poco original”, “copión”, etc. Aquí es rechazable hacer lo ya conocido. En cambio, en otras situaciones o aspectos de la vida social, hacer lo ya conocido es lo correcto o lo que está bien. Por consiguiente, se superponen dos pares de valores:

 



Hacer lo mismo que otros está bien cuando se trata de las costumbres, hábitos, normas, usos, rituales. Pero cuando la situación exige originalidad (arte, chistes o juegos sociales), allí es desaprobable hacer lo ya conocido. No obstante, a veces se acoplan los dos extremos. En tales casos, cuando la conducta ya se “aventuró”, saliendo de lo común, sólo le queda ser original o ridícula.

El ridículo, la torpeza, etc., necesitaban ser castigados de algún modo, por ser objetivamente perjudiciales a la sobrevivencia de la tribu. Ese es el origen concreto, surgido en la relación social, del absurdo como fenómeno. Se trata de un placer de orientación general, que surge en forma súbita ante la presencia de un hecho que contrasta con lo habitual o con lo que se considera lógico y realista. Lo que orienta este placer, en combinación con el displacer del autor de la torpeza o ridiculez, es la corrección de tales hechos inútiles.

El absurdo, nacido de ese modo, luego se fue separando de la conducta torpe o hecho ridículo concretos. Con el desarrollo del lenguaje y de la capacidad de la representación mental, el humor era algo necesario de surgir. Así por ejemplo, si alguien no pudo ser espectador de una gran torpeza o ridiculez, pero le relatan con detalles lo sucedido, ello desencadenará igualmente la risa en el sujeto, tal como si lo hubiera visto. Luego, al continuar el desarrollo de la capacidad intelectual y de la abstracción, va aumentando el vuelo de la imaginación. Esto hace que la representación mental sorpresiva de cualquier hecho absurdo desencadene el mecanismo. Así, aunque el hecho imaginado no sea una conducta torpe o ridícula, estúpida, etc., sino cualquier cosa que contrasta con lo razonable o esperable, se producirá un placer súbito y risa.

La autonomía de la reacción ante el absurdo es lo que da lugar a las bipulsiones de la comicidad y humorística. En ellas continúa la esencia de la burla ante el absurdo material, pero al volcarse al nuevo contenido de los símbolos e imágenes de la representación, se convierte en una nueva función psicológica, que tiene su propia utilidad para la sobrevivencia grupal, y que enseguida analizaremos.


4- Bip. de la valentía

Es una condición positiva para una tribu el hecho de que sus miembros muestren un suficiente coraje o “valor” para enfrentar los problemas y riesgos. Ello da un margen de seguridad de éxito en lo que se emprenda, al favorecer el uso decidido de las energías individuales en aquello que es útil para el grupo.

Como la selección natural actuó tomando tribus enteras, sobrevivieron aquellas en las que en algunos casos lo útil para su sobrevivencia era la conducta que significaba un alto riesgo para el individuo, y donde éste podía incluso perder la vida. Si gracias a la suma de ese tipo de acciones idividules la tribu en su conjunto obtenía un considerable beneficio, se trataba entonces de algo favorable a su sobrevivencia. Por lo tanto, la bip. de la valentía es producto de las leyes de la selección natural de organismos sociales. En ciertos casos, la decisión de arriesgar la vida, hasta ocasionalmente perderla, era lo útil a la sobrevivencia de la tribu.

Inclusive en situaciones de esparcimiento ocurre la aprobación hacia el acto valiente y la burla o menosprecio a la cobardía. Esto contribuye al seguro desarrollo de una considerable capacidad de arrojo, que impida un desequilibrio perjudicial hacia el temor a la acción, lo cual llevaría a una relativa inmovilización de la conducta y a la pérdida de la voluntad de enfrentar dificultades.


5- Bip. de la humildad

Una importante función de esta bipulsión es la de asegurar que el grupo sea el encargado de evaluar las conductas. El criterio del grupo siempre será más adecuado y realista que lo que el sujeto pueda creer sobre sus propios méritos. La humildad o modestia, como actitud ante la conducta propia, significa dejar en manos del grupo el criterio sobre el valor de lo que se hace. Es aceptar la inseguridad, que siempre existe, sobre la verdadera importancia del papel individual. La centralización en el grupo, como eje de la evaluación de conductas, hace que la magnitud del premio o castigo morales tienda a distribuirse en arreglo a la calidad objetiva de las acciones individuales. Como el criterio determinante de lo bueno o malo de las conductas, y de la aprobación-desaprobación del grupo hacia el autor, es en última instancia el beneficio o perjuicio que las conductas tienen para el conjunto, el grupo es, pues, el que mejor sabe cuánto bien o cuánto mal estuvo lo que hizo un sujeto. De no existir la bip. de la humildad (junto a la correspondiente respuesta ética de rechazo a la inmodestia y aprobación a la modestia), y donde cada uno decidiera el valor de su propia conducta, se haría arbitrario e ineficaz el sistema de premios y castigos morales. Sólo es eficaz cuando la retribución moral es proporcional al valor que tienen para la tribu las conductas de sus miembros.

Aunque es importante esa función de la bip. de la humildad, referida a la distribución de los premios y castigos morales, este es solamente uno de los campos donde se manifiestan sus valores absolutos. Dichos valores abarcan un campo mayor de situaciones. Los elementos centrales que hacen a las actitudes de humildad o soberbia consisten en la mayor o menor importancia o valor que el sujeto da a su persona en relación a los demás. La soberbia, altivez, arrogancia, aparecen cuando el sujeto tiene una actitud que evidencia una autosobrevaloración, inseparablemente unida a la desvalorización hacia los demás, los cuales son “poca cosa” en comparación a él. La actitud de humildad es el quitar importancia a sí mismo y al propio papel individual. Se trata de una actitud en la que el individuo se adapta en los afectos al hecho real de que en última instancia nadie es tan importante como para no poder ser reemplazado con éxito en cualquier cosa de la que se trate.

Para entender la función global de la bip. de la humildad debemos tener presente, en primer lugar, que las bipulsiones están adaptadas objetivamente a lo que exige la realidad para la sobrevivencia de la tribu. El valor positivo implica siempre lo útil para la sobrevivencia grupal y el negativo está relacionado a lo perjudicial para la vida del conjunto. Por eso el valor positivo es productor de placer y el negativo provoca displacer. Esto hace que se tienda a afirmar el primero y se evite el segundo, es decir, hace que la conducta se oriente hacia lo que la realidad exige para la sobrevivencia de la tribu.

Como ya observamos, la selección natural, durante la evolución de la especie, actuó tomando tribus enteras. Por ello, lo más importante para la sobrevivencia era la efectividad de las acciones grupales y el éxito de la tribu en su conjunto. Desde este enfoque objetivo, los individuos son como células renovables de un animal más grande, que es el organismo social. Lo importante en términos objetivos, o a los fines de la sobrevivencia, era el conjunto y no los individuos particulares. Por lo tanto, lo útil a la sobrevivencia era la adaptación de los miembros de la tribu a esa situación de la realidad. Sólo podían sobrevivir las tribus en cuyos miembros existía la mejor adecuación de la estructura anímica a dicha situación objetiva. Por ello, sobrevivieron finalmente las tribus cuyos sujetos se veían motivados para volcar el grueso de la valoración hacia el conjunto, olvidándose relativamente de sí mismos; mientras que las tribus cuyos integrantes volcaran la valoración hacia la propia persona, desvalorizando a los demás, e ignorando el papel del conjunto, debían extinguirse necesariamente por no ajustarse a las exigencias de la realidad.

Es indudable que si una tribu está formada por individuos que son cada uno “el más importante”, por lo que entre todos quitan importancia al accionar del conjunto, tendrá menos probabilidades de sobrevivir en relación a otros organismos sociales en los que los sujetos desarrollan una actitud que expresa la aceptación de que el éxito del conjunto es de lo que se trata. En tal sentido, la humildad significa la elevación del “espíritu de grupo”, del “nosotros”, y restar importancia al “yo”. La soberbia es realzar el “yo” y menospreciar el “nosotros”. Lo primero es lo útil a la sobrevivencia de la tribu. Lo segundo es lo perjudicial para ese fin. Por eso, sobrevivieron las tribus donde se valoraban o reconocían las actitudes de humildad y se despreciaba la soberbia o arrogancia. Así, nosotros, como herederos de esas tribus sobrevivientes, contamos con la bip. de la humildad, más las respuestas estético-éticas de agrado por presenciar una actitud de humildad y la reacción espontánea de desagrado ante la arrogancia o soberbia, cualquiera sea el campo de su aparición.


6- Bip de la reafirmación sexual

Si bien aquí está presente el interés del imp. sexual en sus tareas de seducción, se trata también de la aprobación-desaprobación provenientes de sujetos de ambos sexos. La virilidad y feminidad respectivas son del agrado estético-ético en el observador de cualquier sexo.

La aprobación y desaprobación a los valores correspondientes tienen la función de favorecer y reafirmar la inclinación sexual en el plano psicológico, de modo que corresponda con la sexualidad biológica. Ello asegura la máxima reproducción primaria y secundaria.

Por otro lado, el interés de reafirmar la propia identidad sexual también favorece la efectividad en los roles que la cultura asigna a cada sexo.


7- Bip. de la belleza personal

Sus valores absolutos tienen dos formas de manifestarse. Una es la referida al atractivo en relación al sexo, donde los valores aparecen más marcadamente como “bello”-“feo”. La otra forma trata sobre el “buen aspecto”-“mal aspecto” personales. Aquí, el lucir bien o mal se basan en criterios generales, con cierta independencia en relación al atractivo específico de cada sexo.

El arreglo personal tiene la función de favorecer la atracción sexual y con ello la mayor reproducción. También promueve los hábitos de higiene, que protegen contra los agentes infecciosos. Otra función es la de reafirmar la identidad de grupo, en cuanto a las formas “correctas” de usar el cabello, las prendas, adornos, etc. Los usos y modalidades son elementos que caracterizan a la tribu, y es de mal gusto no ajustarse a ellos. Esa identidad de grupo contribuye a su vez a afianzar la unidad espiritual de los miembros de la tribu.


8- Bip. propiamente moral

El bien y el mal como valores implican siempre hechos serios o graves. La función de la bipulsión se vuelca fundamentalmente a la regulación de las normas de conducta. Tales normas, y la adecuación a ellas, hacen a la existencia de una autodisciplina y la corrección del comportamiento social de los individuos, que son elementos indispensables para el buen funcionamiento del organismo social, y su sobrevivencia.

El bien y el mal se encuentran por lo general formando la esencia de las otras bipulsiones derivadas. Los valores absolutos generales de esas derivaciones (bondad-maldad, lealtad-deslealtad, justicia-injusticia, veracidad-falsedad, respeto - falta de respeto, etc.) son valores absolutos particulares de la bip. propiamente moral; son formas particulares del bien y el mal propiamente morales.


9- Bip. espiritual - 10- intelectual - 11- estética - 12- anticipatoria

Ya hablamos de estas bipulsiones (cap. 8). Las cuatro, junto a las bipulsiones moral global y ética global, forman la esencia de las más nuevas y compuestas. Exceptuando lo humorístico, el placer o displacer surgidos de la actividad del resto de bipulsiones, aunque tengan sus particularidades, no dejan de ser morales, espirituales, intelectuales, estéticos, éticos, o bien diversas combinaciones de ello.

Con respecto a la bip. anticipatoria, se halla siempre presente junto a la actividad de cualquier impulso o bipulsión. El interés por el éxito en el logro de la meta y de evitar el fracaso o frustración constituyen un apoyo general para todos los fines de la conducta.


13- Bip. ética global

El mecanismo básico de esta bipulsión consiste en las respuestas de agrado y aprobación hacia lo bueno, y desagrado y desaprobación por lo malo ajenos.

Como ya hemos visto, la bip. ética global es la esencia común o lo general de sus bipulsiones particulares, las cuales llevan por igual el contenido de aquel mecanismo básico. Sólo que estas bipulsiones, como formas particulares de la bip. ética global, se adaptan a tipos distintos de situaciones en que ocurre la respuesta ética.


14- Bip. ética-esparcimiento - 15- ética-seriedad - 16- ética-gravedad

Hay un campo de situaciones siempre graves o muy importantes en su significado social. Otro donde siempre son serias las cuestiones. Y por último están las situaciones de esparcimiento.

Cualquier situación de esparcimiento puede transformarse en seria. Cuando esto sucede, cae la “sombra” de la bip. ética-seriedad, transformando en moral propiamente dicho lo que era algo en broma o un pasatiempo. En tal caso deja de funcionar la bip. ética-esparcimiento, siendo reemplazada por la ética-seriedad. Del mismo modo, todas las situaciones son susceptibles de ser cubiertas por la “capa” de lo grave. Tanto cuando se trata de una situación de esparcimiento, como seria, si por ejemplo se ofende lo que es concebido como sagrado, tal conducta automáticamente despertará la bip. ética-gravedad en quienes vivencian el fuerte malestar ante ese hecho.

Cada una de las tres bipulsiones derivadas de la ética global tiende a volcar su actividad hacia una determinada clase de conductas o actos ajenos buenos y malos en general. La ética-esparcimiento se orienta fundamentalmente hacia los actos ajenos torpe-hábil, ridiculez-originalidad, etc. La ética-seriedad se vuelca más hacia el bien y el mal propiamente morales, lo justo-injusto, el cumplimiento - incumplimiento de la palabra, etc. Y la ética-gravedad se ocuparía, por ejemplo, de los actos de traición o de heroísmo.

La bip. ética-esparcimiento constituye el único caso en que el valor negativo (conducta ajena torpe, ridícula, estúpida, o derrota en el juego) pocas veces produce displacer en el observador (displacer estético, etc.), sino que mayormente provoca el placer de lo cómico. Aquí, tanto el valor positivo como el negativo son placenteros para el observador de la conducta ajena; sólo que la burla es en esencia desaprobatoria, a diferencia de la admiración o reconocimiento hacia el acto hábil, original, etc.

Con respecto a la actitud hacia sí mismo por haber actuado torpemente por ejemplo, se presenta un hecho especial. Como el sujeto es a la vez autor y observador de la conducta torpe, puede dominar en su vivencia la vergüenza como autor, o la risa como observador y burlador.


17- Bip. de la inteligencia

Habrían dos formas básicas de actos estúpidos o inteligentes: 1- perspicacia - falta de perspicacia. 2- ingenio - falta de ingenio.

En primer lugar, el elemento fundamental que determina la calidad de los valores, y que funciona como parámetro indicador, es el promedio social. Así, el acto inteligente se da cuando alguien, empleando el intelecto, hace algo que la mayoría del grupo no puede hacer fácilmente; y el acto estúpido cuando el sujeto no logra hacer lo que “hacen todos”. El acto inteligente perspicaz es el “darse cuenta” cuando el resto del grupo no se percató. La estupidez, como falta de perspicacia, consiste en ser “el único que no se da cuenta”. Por su parte, el acto ingenioso es el manejo dinámico de las tácticas, estrategias o recursos más adecuados para la situación planteada, es la facilidad para salir del paso cuando el resto del grupo no puede hacerlo fácilmente, o no se le ocurre ninguna idea oportuna para ello. La estupidez como falta de ingenio es la inversa; consiste en no poder dar solución a un problema que es sencillo para el resto.

Las dos formas de inteligencia-estupidez se ajustan a los dos tipos de situaciones en que se emplea el intelecto como función psicológica. Una es la recepción pasiva de los hechos, cuando se trata de captarlos, asimilarlos, entenderlos. La otra, la actitud activa, donde hay que aplicarlo para solucionar problemas. Es evidente que ambos aspectos se combinan y complementan.

La parte de la bipulsión que trata sobre los actos perspicaz y falto de perspicacia se forma con las bipulsiones de la habilidad e intelectual. Así, el acto inteligente perspicaz es simultáneamente un acto hábil y un entendimiento o comprensión de cierto contenido. La tontería o estúpidez, como falta de perspicacia, es a la vez un no entender y un acto de torpeza.

En el ingenio - falta de ingenio, se agrega frecuentemente la bip. de la originalidad. Muchas veces el acto inteligente ingenioso, además de ser una conducta hábil y un entendimiento o dominio intelectual de la situación, es también un acto creativo; mientras que la falta de ingenio ante un problema o situación, además de ser un acto torpe y una falta de comprensión o entendimiento (valor negativo de la bip. intelectual), puede ser una falta de creatividad, inventiva, etc.; o bien, si se intenta salir del paso con una conducta insólita e inútil, será también una ridiculez.

Las reacciones de placer o displacer de la bip. de la inteligencia, tomada en su conjunto, son simultáneamente morales-intelectuales. La parte de entendimiento, dominio cognoscitivo de la situación, comprensión, o la falta de ello, como elementos presentes en las conductas inteligente o estúpida, generan el placer o displacer intelectuales; mientras que los valores de las bipulsiones de la originalidad y/o de la habilidad proveen el aspecto moral de aquellas reacciones anímicas.

Cuando tratábamos sobre la torpeza, veíamos que era una desviación o inadecuación de la conducta en relación a lo que la realidad exige para el logro de un fin. El acto de estupidez, que sigue siendo una torpeza pero volcada al plano de la conducta mental, se ajusta también a esa situación. Es frecuente que dicho acto, como nueva forma de absurdo material o concreto, se presente cuando el sujeto hace algo que lo perjudica inútilmente, o bien cuando se abstiene de realizar una conducta que lo favorecería. Los fines absolutos de la ley general son siempre sobreentendidos. Todos sabemos, al menos en el “fondo”, que en última instancia se busca afirmar el placer y negar el displacer. Por ello, al ser ese fin algo absoluto, universal y que ya viene dado incondicionalmente, cada vez que alguien hace algo que lo lleva inútilmente al displacer, o que se desvía de lo que es adecuado para lograr el placer, aparece como un acto "estúpido". Se trata de una inadecuación en la interpretación de lo que es mejor hacer. Como el fin ya está dado, y la situación concreta está también planteada, lo inteligente o estúpido de la conducta dependen de la adecuación con que el sujeto emplea su intelecto al decidir lo que hará. Así, el acto inteligente es hacer lo más apropiado para lograr el placer y negar el displacer en esa situación; y la estupidez surge cuando se decide erróneamente lo que lleva a un inútil displacer y no al placer. Ese efecto negativo de la conducta es la prueba de haber entendido mal lo que convenía hacer.

La bipulsión de la inteligencia participa ocasionalmente dentro del movimiento de la bip. de la humildad. La actitud de modestia o humildad, como valor positivo de esta tendencia, significa también entender, "darse cuenta" de que la valoración del papel individual no corresponde al propio sujeto, sino a los demás, al resto del grupo. Por su lado, el acto de inmodestia o soberbia tiene muchas veces un componente de estupidez y desubicación, por cuanto el individuo demuestra no comprender esa elemental situación. Busca el placer de la aprobación, pero por "error" elige el camino equivocado, ya que por esa vía sólo se logra el "inútil" displacer del rechazo.


18- Bip. del saber

Se refiere básicamente al conocimiento cultural, a la valoración social de determinados conocimientos y a la desaprobación de su ignorancia.

El acto de aprender, o el saber algo específico y adecuado a una situación determinada, es un hecho placentero porque implica una manifestación de habilidad, o de inteligencia según el caso; un entendimiento o conocimiento en sí mismo (placer intelectual); y a veces un bien propiamente moral. Por su parte, la ignorancia de algo que es bueno saber puede ser simultáneamente una manifestación de torpeza, o de estupidez; un desconocimiento intelectualmente disgustante para el sujeto; y en muchos casos un mal moral.

El conocimiento cultural tiene también dos formas de manifestarse. Una se refiere al plano “teórico” (erudición, sapiencia). La otra es el saber práctico o el saber hacer (dominio de técnicas, modalidades de hacer las cosas).

La función de la bip. del saber, en combinación con la correspondiente respuesta ética, y con la bip. de la enseñanza, es la de asegurar la transmisión integral del caudal de conocimientos de la cultura. De no existir esos mecanismos, se perdería gran parte de los conocimientos en las sucesivas generaciones de la tribu.


19- Bip. de la comicidad – 20- humorística

La primera corresponde al receptor y la segunda al emisor del hecho cómico o gracioso. Entre ambas forman el “sentido del humor”.

La bip. de la comicidad es similar a la estética. Esta última mueve al sujeto a encontrarse con lo bello, que producirá el placer estético, mientras que aquélla motiva a encontrarse con hechos cómicos, que provocarán el placer humorístico. Igualmente con respecto a la evitación del valor negativo: lo feo es evitado por la bip. estética, y las ocurrencias de mal gusto o sin gracia son evitadas por la bip. de la comicidad. La diferencia entre lo bello y lo cómico radicaría, entre otros elementos, en que lo bello supone una contemplación serena del estímulo placentero, mientras que lo cómico es la presencia de un estímulo similar pero en forma súbita y sorpresiva.

En cuanto a la bip. humorística, es la del autor intencional de un hecho cómico (broma, chiste).

La presencia del imp. de comunicación, como componente de la bip humorística, está dada cuando el chiste aparece como un contenido que se quiere transmitir al receptor, o también cuando se quiere decir “algo” y se recurre al humor como forma más adecuada de hacerlo. Luego, puede estar presente la bip. espiritual, al buscarse una respuesta de alegría en los demás y/o evitar disgustarlos con una salida inapropiada. También interviene la bip. de la originalidad, por cuanto el chiste aparece comúnmente como un hecho creativo y novedoso. Otro componente que está presente con frecuencia es la bip. de la inteligencia, es decir, se trata de ser ingenioso al realizar una broma, evitándose la estupidez y la desubicación.

La respuesta ética, aquí, consiste en festejar el chiste (aprobación), o en mantener la seriedad, o dar muestras de disgusto (desaprobación). También, según la situación, la desaprobación puede ser una burla pública hacia el autor del poco gracioso chiste.

En la bip. humorística es regular o constante la presencia de la bip. de la comicidad, puesto que el chiste es también festejado por el propio autor cuando lo vivencia en su mente al reproducirlo o al inventarlo.

Cuando tratábamos la torpeza y la ridiculez, más la burla como respuesta social, decíamos que el humor era una derivación de esos absurdos materiales hacia el plano simbólico. Las bipulsiones de la comicidad y humorística, así surgidas, pasaron a cumplir la función de mantener el buen estado de ánimo en la tribu. Esto contribuye, entre otras cosas, a la mayor productividad. Es sabido que el rendimiento en las tareas, de cualquier grupo humano, es mejor si hay buen estado de ánimo en el grupo. Por ello, si una tribu cuenta con ese elemento como fuente de alegría, se favorecerá el entusiasmo en las tareas, así como la buena relación social, y se tolerarán mejor las malas situaciones. Por otra parte, el humor constituye un importante elemento de reunión. Se hace agradable “arrimarse al fogón”, por ejemplo, cuando surgen bromas como componentes de la reunión social. A ello se agrega que el humor tiene lugar naturalmente en el marco de la relación social. Sólo funciona plenamente cuando hay dos o más personas.

Existen otros componentes anímicos del humor además del absurdo. A partir de la burla no solamente se deriva el absurdo, sino también la degradación hacia el autor de lo burlable. Tal degradación tiene lugar a través de la vía de entrada al placer del imp. de agresión. En los orígenes de la burla, era necesario hacer notar al autor de una conducta negativa que lo que hizo es despreciable en definitiva. Gracias a esa degradación unida a la risa el destinatario siente un útil displacer que lo lleva a evitar tales conductas. Por eso, cuando se trata de contenidos simbólicos en el chiste, también puede ir incluida cierta degradación hacia el objeto de la risa.

Es probable que el placer de la burla sea también una derivación de la vía de entrada al placer de la autoaprobación (o de la tranquilidad moral por la evitación de la autodesaprobación), o sea, la torpeza de otro sujeto implica que no fue propia; por lo tanto surgiría una autoaprobación (y/o tranquilidad súbita) a modo de “carambola moral”.

En otros casos estaría decididamente presente el imp. de agresión, cuando ya no se trata de una mera respuesta espontánea ante una conducta torpe o ridícula, sino cuando tiene forma de sarcasmo.

También son componentes del humor las sugerencias de imágenes súbitas o sorpresivas de las vías de entrada al placer de cualquier impulso, es decir la imagen súbita y sorpresiva del objeto de satisfacción.

Más allá de otros componentes anímicos secundarios, un importante elemento del chiste es la propia satisfacción del imp. de conservación. Cuando el eventual humorista obliga al receptor a imaginar una situación real grave, que parece que terminará en algo horroroso, ello provoca un progresivo temor, hasta que sorpresivamente cambia el rumbo del contenido hacia el terreno seguro, provocando una tranquilidad súbita desencadenante de la risa. Otras veces la parte final de la tranquilidad queda en manos del receptor. El humorista obliga a imaginar algo malo al receptor. Tales imágenes asustan, pero son seguidas por la rápida toma de conciencia de que eso no pasa “ahora” en la realidad.


21- Bip. artística

Se refiere básicamente a la doble tendencia a afirmar la belleza en la obra que se realiza y a negar su fealdad. Al hablar de obra, no debe entenderse sólo como obra artística propiamente dicha, sino que se incluye toda producción humana. Por eso, los valores de la bipulsión pueden aparecer como: trabajo “bien” o “mal hecho”, lucimiento o falta de lucimiento en la realización de la tarea, etc.

En la bip. artística puede estar presente el imp. de comunicación, cuando se trata de transmitir algún mensaje en la obra, o al intentar expresarse a través de ella.

La bip. espiritual también puede ir incluida, al buscarse una respuesta de agrado en quienes observarán la obra o hecho bello, evitando a su vez causar el efecto contrario por algo desagradable.

Otra bipulsión que puede encontrarse es la de la originalidad, por cuanto se trata de realizar algo creativo o novedoso, evitándose la falta de originalidad o la ridiculez.

También está la bip. de la habilidad, al agregarse la destreza puesta de manifiesto en la armonía y prolijidad en la ejecución, así como en la facilidad y “simpleza” con que se realiza una tarea que es difícil en general. Esto hace a una buena parte del “virtuosismo” o “maestría” en la realización de la tarea, como superlativo del valor positivo de la bip. artística.

La admiración y las muestras de agrado estético constituyen el modo de aprobación hacia el autor de la belleza. Por el contrario, las muestras de disconformidad o de rechazo estético constituyen la forma de desaprobación ética hacia el autor. Aquí no hace falta que el observador manifieste directamente al autor su disconformidad con lo que hizo. Aunque un observador dé muestras de rechazo estético hacia una obra sin importarle quién es el autor, puede ser suficiente para que este último sienta el displacer moral de la desaprobación social. Esto es así porque la desaprobación hacia la obra es la desaprobación a la conducta realizada.

Otras bipulsiones que se hallan presentes dentro de la artística son: la estética, de la belleza personal, de la inteligencia, del saber, y de la expresión de la verdad. La estética está presente por el hecho de que el autor disfruta la belleza de la propia obra. Luego, cuando la obra incluye la presencia corporal (danza, destrezas corporales, representaciones teatrales), puede buscarse también el lucimiento de la belleza personal. Por otro lado, la inteligencia o estupidez también suelen ponerse de manifiesto en la realización de la obra. Por su parte, la bip. del saber se halla presente cuando la belleza o perfección en la realización de la obra o trabajo significa “saber hacer”. Finalmente, es frecuente que se quiera mostrar una verdad por intermedio de la obra. Aquí la verdad-falsedad aparecen como lo bello y feo respectivamente. La verdad es naturalmente algo bello, y por eso produce placer estético (además de producir placer intelectual o ético en otras situaciones); mientras que lo falso, cuando simula lo verdadero, es estéticamente desagradable.

La bip. artística existe en todos los seres humanos, al igual que todas las bipulsiones. Cualquier trabajo, excepto aquellos que obligan a una absoluta automatización de la conducta, lleva contenida la belleza o fealdad de su realización.

La utilidad de la bip. artística está dada en el interés por la armonía y perfección de lo que se hace, así como por el “virtuosismo” del desempeño personal en las actividades sociales. El beneficio es directo cuando la actividad es el trabajo, y es indirecto cuando se trata de actividades propiamente artísticas, como elementos de reunión (danza, música, dramatizaciones, etc.). Luego, como lo bello siempre coincide con lo que circunda algo útil a la sobrevivencia, la búsqueda de lo bello es siempre un acercamiento hacia lo bueno para la vida.


22- Bip. de la bondad

Es fundamentalmente espiritual en su esencia. No obstante, tiene un importante componente moral. La maldad es algo rechazable o condenable, mientras que la bondad es digna de aprobación.

La función de la bip. de la bondad está dada en la ayuda mutua y en la búsqueda de lo bueno para los compañeros.

Debemos tener en cuenta que las bipulsiones no sólo están determinadas en su particularidad por los componentes anímicos, sino que la forma especial de su combinación, más el contexto de las situaciones regulares de la vida social donde aparecen los valores absolutos, contribuyen a la determinación concreta de cada tipo de valores. Así, la bip. de la bondad tiene esencialmente los mismos componentes anímico-motivacionales que la bip. de la responsabilidad social (bip. espiritual y propiamente moral). Sin embargo, el deber y el acto de bondad, como nociones que encierran géneros de conductas claramente definidos, están organizados o estructurados de tal forma que se ajustan a tipos distintos de situaciones sociales. El cumplimiento del deber se vuelca más hacia aquello que es positivo para el grupo en su conjunto, siendo más general, más impersonal en su orientación. En cambio el acto de bondad se refiere al beneficio directo hacia uno o más individuos, pero con una orientación particularizada.


23- Bip. de la generosidad

Es una derivación de la bip. de la bondad, pero adaptada a un tipo especial de situaciones. No obstante, los actos mezquino o egoísta y generoso o altruista son formas particulares de la maldad y bondad; son valores absolutos particulares de la bip. de la bondad. La bondad-maldad abarcan un marco mayor de situaciones. En cambio el egoísmo-generosidad son específicos al hecho de compartir u ofrecer lo bueno que se tiene o negarse a ello.

La bip.de la generosidad tiene la utilidad de asegurar la “homeostasis” del organismo social, es decir, el equilibrio en la distribución de los bienes o productos en el interior de la tribu. Es mejor la reciprocidad de la generosidad que un egoísmo recíproco o mezquindad general. De los dos modelos de tribu, el primero tiene una gran ventaja para la sobrevivencia común.


24- Bip. de la responsabilidad social

En primer lugar es necesaria una consideración sobre los distintos sentidos del concepto: responsabilidad. Dicho concepto significa en principio: condición, facultad o capacidad de responder.

Entre los diversos sentidos en que se utiliza el término, encontramos tres fundamentales:

1- El primero trata sobre el estar a cargo, o responder ante algo, o bien sobre la autoría de un hecho. Así por ejemplo, se puede afirmar: “aquel sujeto es el responsable de determinado hecho”, o “este factor tiene la mayor parte de la responsabilidad en x fenómeno”. Tal sentido del concepto no tiene mayor importancia para nuestro contexto. Se refiere solamente a una condición objetiva en la que se puede encontrar un sujeto (u objeto), el que es responsable de algo, independientemente de que sea positivo o negativo aquello de lo que se trata. Esto poco tiene que ver con los valores de la bip. de la responsabilidad social, los cuales tratan básicamente sobre la respuesta del individuo ante las necesidades o demandas sociales.

2- El segundo significado se refiere al grado de desarrollo del “sentido de la responsabilidad”, a las actitudes en que el sujeto asume o no la responsabilidad de cumplir con algo, poniendo de manifiesto el hecho de sentir la obligación interna de responder en favor del grupo. Aquí los valores absolutos aparecen como “responsable”-“irresponsable”. La actitud responsable es la que denota que funciona la obligación interna o el llamado del deber en el sujeto, quien lo asume como algo que debe hacer, más allá de que luego lo cumpla o no. Y la irresponsabilidad como valor negativo significa que el individuo da muestras de no tener suficientemente desarrollada la capacidad de responder ante las demandas sociales, o lo que el grupo necesita. Así, la actitud irresponsable está dada cuando no aparece la obligación interna de cumplir con algo. El sujeto da muestras de no sentir el llamado del deber, ni el temor a no cumplirlo; directamente es ajeno al cuestionamiento sobre lo que debe hacer; el cumplimiento o incumplimiento del deber carecen de significado anímico para el individuo. Por ello, esta situación implica la actitud de “falta de responsabilidad” o “irresponsabilidad” como valor negativo.

3- El tercer y último sentido es el que más nos interesa. Se refiere a los casos donde ya está desarrollado aquel sentido de la responsabilidad, y la cuestión central se plantea entre el cumplimiento o incumplimiento de un deber ya asumido como tal. Aquí es donde está el funcionamiento pleno de la bipulsión. El sentido anterior trata sobre la “puesta en funcionamiento” de la bipulsión ; se refiere a si está o no desarrollado el sentido del deber. Pero una vez desarrollada esa capacidad de sentir la obligación interna de responder ante cada situación en busca de lo positivo para el grupo, y donde el cumplir o no con ello adquieren significado anímico para el sujeto, allí comienzan a regir el deber y su incumplimiento como valores absolutos, que serán fuentes de placer o displacer morales-espirituales. En cambio, si no está desarrollada la responsabilidad básica, o el sentido del deber, no funcionan el deber y su incumplimiento como valores. Por ello, los valores: “responsable” - “irresponsable”, que vimos anteriormente, son como la primera instancia de la bipulsión. Si el sujeto no desarrolló el sentido del deber o la actitud de responsabilidad, queda sólo como “irresponsable”, sin pasar a la segunda instancia funcional de la bipulsión. Pero luego de desarrollado el sentido del deber, y ser el individuo “responsable” como valor positivo de la primera instancia, allí se pone en funcionamiento la segunda instancia, que trata sobre el cumplimiento o no de un deber ya asumido como tal. Aquí se da lugar al movimiento de los valores absolutos: cumplimiento del deber - faltar al deber, como valores que se mueven sobre la base de una responsabilidad social ya desarrollada. Esquemáticamente:

 

 

Estos elementos se hallan estrechamente relacionados. El dinamismo de las situaciones de la convivencia social hace que aparezcan combinados los dos aspectos, siendo prácticamente imposible distinguirlos. Pero para simplificar nuestra labor, consideraremos sólo el funcionamiento de la segunda instancia de la bipulsión (cumplir el deber - faltar a su cumplimiento), suponiendo un grado normal, promedio, de desarrollo del sentido del deber; es decir, supondremos que los sujetos ya son responsables y todos sienten regularmente la obligación interna o el llamado del deber. Tal desarrollo del sentido de la responsabilidad social básica es algo que debía existir en la tribu. Las propias condiciones naturales de vida favorecen el desarrollo moral y espiritual en el conjunto de individuos. Por ello, lo normal o natural es la presencia de aquella responsabilidad básica, como capacidad de vivenciar la obligación interna con regularidad. Mientras que la carencia de esa capacidad (falta de responsabilidad) es ya una alteración del normal funcionamiento psíquico. El psicópata es el sujeto que prácticamente no ha desarrollado el sentido del deber o la capacidad de vivenciar aquella obligación interna; el cumplir el deber o el faltar a su cumplimiento no tienen significado anímico, no implican placer o displacer morales-espirituales para el individuo.

Existen grados intermedios del desarrollo de la responsabilidad social básica. Así, un sujeto puede ser “falto de responsabilidad” sólo porque tiene poco desarrollado el sentido del deber, sin llegar a ser psicópata. De todas formas, en el psiquismo sano existe siempre un considerable desarrollo del sentido del deber. Por eso, consideraremos como ya dado ese desarrollo, y atenderemos sólo el deber y su incumplimiento como los valores absolutos fundamentales de la bip. de la responsabilidad social. Estos son los valores que funcionan con más relevancia en un medio social donde todos son normales o sanos en tal sentido, funcionando continuamente el llamado del deber. En otras palabras, sólo rescataremos el último de los sentidos del concepto, haciendo coincidir el acto de responsabilidad social con el cumplimiento del deber, y la actitud irresponsable con su incumplimiento (recordando, obviamente, que quien tiene una conducta o actitud “irresponsable” al faltar a su deber, es no obstante un sujeto que tiene desarrollada la responsabilidad social en términos absolutos, y por eso siente la culpabilidad como dolor moral-espiritual).


25- Bip. de la abnegación

Habíamos observado que la bip. de la responsabilidad social da lugar a varias bipulsiones particulares, que contienen el cumplimiento-incumplimiento del deber como esencia común. En todos los casos, estas bipulsiones derivadas suponen aquel desarrollo básico de la responsabilidad social o del sentido del deber.

La de la abnegación se destaca entre las derivaciones o formas particulares de la bip. de la responsabilidad social, como la que está sometida con más frecuencia y significación al llamado del deber; es la que empuja en forma más directa a responder en servicio del grupo y sus intereses.

Hay dos formas de actos o actitudes de abnegación o faltos de abnegación, que se expresan en los siguientes pares de valores: 1- falta de voluntad de trabajo, vagancia - actitud trabajadora, dedicada, voluntariosa. 2- negarse a realizar un acto de servicio o de sacrificio personal - acto de servicio. La primera forma trata sobre una actitud frente al trabajo cotidiano, que tiene siempre utilidad social. La conducta abnegada y la falta de abnegación se refieren, en este caso, al modo en que el individuo responde ante las diarias obligaciones. Aquí es casi permanente la respuesta a las exigencias objetivas del trabajo, donde el sujeto constantemente renuncia a otras cosas por cumplir con su obligación (valor positivo), o bien falta a esa obligación, sentida como tal en su interior, dejándose llevar por otros motivos que hacen a su bienestar individual directo, pero apareciendo la culpabilidad como displacer moral-espiritual ante lo que es negativo para el bien común (valor negativo). La segunda forma de la abnegación (acto de servicio), a diferencia de la anterior, se refiere a la respuesta del individuo frente a situaciones especiales e imprevisibles, que requieren una singular iniciativa en relación a lo que corresponde hacer. Las otras formas del deber suelen adecuarse a situaciones que permiten establecer formalmente en qué consiste el deber. En cambio el acto de servicio, como respuesta de especial entrega individual, rellena aquel sector de la realidad que corresponde a lo circunstancial e imprevisible de las situaciones. Aquí tiene lugar una acentuación del deber interno como fuerza impulsora. El sujeto siente en un grado significativamente mayor la obligación interna que la externa (aunque también persiste la respuesta social hacia el acto de sacrificio individual, o hacia la actitud de negarse a cumplirlo).

Además de ser una forma particular de la bip. de la responsabilidad social, la bip. de la abnegación, tomada en su totalidad, lleva también contenida en su esencia la presencia de otras bipulsiones. Una es la de la generosidad. Es decir, el acto abnegado, además de ser una forma directa del deber, es a la vez un acto de altruismo, generosidad o renunciamiento; mientras que el faltar al acto de abnegación implica una actitud egoísta. Otra bipulsión que está a veces presente en la de la abnegación es la bip. de la valentía. Esto ocurre en los casos en que el acto de servicio, como especial entrega personal, es a la vez una manifestación de valentía, y la negativa a realizarlo supone una actitud de cobardía.

Digamos, por otra parte, que el llamado del deber, cualquiera sea su forma, es un sentimiento que surge como respuesta a un criterio personal, o bien a una sugerencia externa, pero aceptada internamente, de lo que es mejor para el bien social o grupal. En caso de no aceptarse internamente, ya sea por ausencia de un adecuado desarrollo del sentido de la responsabilidad social, o por no estar el sujeto de acuerdo en los criterios, pero no obstante realizarse la conducta impuesta externamente, se tratará en general de la mera actividad del imp. de conservación, que evita el castigo u otra consecuencia negativa del incumplimiento.

Hay que recalcar que el beneficio o perjuicio sociales a los que llevan las conductas o actitudes individuales son los que determinan en última instancia lo positivo o negativo de las conductas. Así, si un sujeto es muy abnegado, laborioso, sacrificado, pero lo que hace no está orientado al beneficio social, sino que tiende deliberadamente a perjudicar los intereses del grupo, será merecedor del repudio, sin importar cuán esmerado haya sido su accionar. Sin embargo, cuando el producto social es neutro, o no favorece ni perjudica a los demás, tiene lugar cierta valoración espontánea hacia las conductas sacrificadas o que implican un gran despliegue del esfuerzo personal. Este fenómeno tenía la utilidad, en la tribu, de favorecer y alentar ese tipo de actitudes, dado que aunque en algún caso particular no lleven al beneficio social concreto, el aprobarse o reconocerse el esfuerzo en sí mismo, y el desaprobarse o rechazarse las actitudes contrarias, significan un estímulo que promueve el desarrollo de un adecuado “espíritu de sacrificio” en todos los miembros de la tribu, lo que termina siendo positivo para la sobrevivencia del conjunto.

En esos casos, donde no hay un destino social concreto de la conducta, el esfuerzo-haraganería aparecen sólo como formas del bien y el mal propiamente morales. O sea, al no estar el contenido espiritual, que junto al moral forman el deber o el acto de responsabilidad social, queda sólo el bien moral como esencia de la conducta sacrificada. Pero cuando el destino del esfuerzo es el beneficio social, allí se agrega la motivación espiritual, junto a la moral básica, transformándolo en un acto de abnegación como forma del deber.


26- Bip. de la justicia

Esta forma del deber lleva a veces la esencia del acto de altruismo o generosidad. Ello tiene lugar cuando cierta tentación egoísta, cuya realización significaría una acción injusta, se ve contrarrestada por el altruismo de la motivación que impulsa a obrar con equidad. También se incluye a menudo la bip. del respeto. Esto sucede cuando el obrar con equidad, con sentido de justicia, es a su vez una muestra de consideración, de respeto por los derechos ajenos; mientras que el acto de injusticia supone una falta de respeto y consideración hacia el eventual perjudicado.

La función de esta bipulsión es también la de garantizar la “homeostasis” o el equilibrio en todos los aspectos de la relación social (distribución de bienes, tareas, retribuciones, igualdad de derechos, ausencia de privilegios, etc.). El equilibrio interno es algo vital para todo organismo vivo. Aunque el organismo social sea un fenómeno sociológico, sigue siendo biológico en su esencia más general. Por ello, sus nuevas leyes particulares, aunque sean de un nivel superior en cuanto al grado de organización funcional, jamás pueden oponerse a las leyes más básicas del nivel biológico. Entre esas leyes esenciales, compartidas por todo organismo vivo, está la homeostasis o autorregulación de los equilibrios internos. En el organismo social primario, esta función es cumplida por la interacción de la actividad de muchas bipulsiones, entre las que se destaca la de la justicia. El sujeto ve en la conducta propia justa, o adecuada a las eventuales normas de justicia, un bien moral y algo que es bueno para el grupo, por favorecer la convivencia y el mejor funcionamiento del conjunto.

Las conductas: justa o injusta, pueden también estar presentes en la segunda fase de la bip. ética global y sus derivadas. Esto sucede cuando el premio o castigo (morales o materiales) que se dará a un sujeto, son precedidos por un cuestionamiento sobre qué premio o castigo es lo más justo, si tuvo la culpa o no, si merece el reconocimiento, etc. También la expresión: “hacer justicia”, en alusión a la aplicación de un castigo o al otorgamiento de un determinado premio, hace clara referencia a la presencia de la bip. de la justicia como componente motivacional y regulador de la respuesta ética.


27- Bip. de la lealtad

El proceder con lealtad en una situación determinada es el deber de responder con consecuencia a una causa común, es no defraudar las expectativas de un compromiso fundamentalmente implícito o sobreentendido, es no apartarse de la línea de conducta que los demás confían que seguirá el sujeto.

La fidelidad es prácticamente sinónimo de lealtad. La única diferencia estaría dada en los matices afectivos del hecho. La lealtad se refiere generalmente a compromisos más formales y de mayor importancia social; es la subordinación hacia una persona, grupo o causa, que aparecen como autoridad moral. En cambio la fidelidad-infidelidad se presentan principalmente en compromisos más íntimos o privados, y sin aquella relación de autoridad moral.

La deslealtad no siempre es traición. Un acto de deslealtad puede ser por ejemplo: insubordinación, negligencia, deserción, o simplemente abandonar la causa comunicando el desacuerdo. En cambio la traición, además de deslealtad, se compone de otros elementos, entre los que se cuenta el engaño deliberado, así como el ataque, especialmente hacia el propio grupo, volviéndose en su contra y tratando de perjudicarlo. En otras palabras, la traición supone siempre deslealtad, pero no viceversa.

La utilidad de la bip. de la lealtad se desprende de comparar dos tribus imaginarias, donde en una sus miembros sienten el deber de ser leales al grupo y a la causa común, y en la otra nadie sabe qué es eso.


28- Bip. de la información

Cuando alguien tiene el conocimiento de algo que es de importancia, sobre todo para el grupo, sentirá el deber de informarlo, siendo un incumplimiento del mismo el ocultar la información de importancia social.

En esta forma del deber se agrega el imp. de comunicación, con su nec. de transmitir la información. Por tal motivo, la bip. de la información no sólo procura el placer y evitar el displacer moral-espirituales con el cumplimiento del deber, sino que también cuenta con la satisfacción concreta de aquel impulso. Esa suma motivacional absoluta brinda mayor seguridad de que tenga lugar la transmisión de toda información importante.


29- Bip. del cumplimiento de la palabra

A diferencia de la bip. de la lealtad, donde el compromiso es más estable e implícito, en esta bipulsión se trata del cumplimiento o no de compromisos expresos y ocasionales. Entre éstos encontramos por ejemplo: promesas, pactos, tratos, convenios.

En el cumplimiento o incumplimiento de un compromiso se pone en juego la palabra de honor. Una vez prometido algo, aparece el deber de cumplirlo. Cuando los valores funcionan con cierto vigor, es muy humillante faltar a la palabra.

La función de la bipulsión es la de permitir que los miembros de la tribu se manejen descontando como hecho el cumplimiento de lo que cada uno se ha comprometido a hacer. El incumplimiento de la palabra es algo que desorganiza los planes, descompaginando las tácticas o estrategias grupales. Es importante para el buen funcionamiento de la tribu, cierta seguridad de que cada uno cumplirá con lo que promete. Por eso es naturalmente severo el rechazo ético a quien falta a su palabra.


30- Bip. del respeto

La actitud respetuosa y la falta de respeto son formas particulares del bien y el mal propiamente morales. Pero además de la bip. propiamente moral, la del respeto lleva con frecuencia la esencia de otras bipulsiones. Una es la de la bondad; es decir, el mostrar respeto o consideración es en muchos casos un acto bondadoso, y la falta de respeto una expresión de maldad. Por su parte, la bip. de la humildad se halla también incluida en la del respeto, cuando la actitud respetuosa es a la vez una manifestación de reconocimiento y valoración hacia el otro, como evidencia de la convicción del sujeto de que él mismo no es lo más importante, sino que aquél es igual de importante y valorable, mereciendo por tanto todo el respeto y consideración hacia su persona. A su vez, la soberbia se encuentra presente cuando la falta de respeto o consideración es una expresión del poco valor o importancia que el sujeto da al otro. Esa actitud denota la presunción de que se es superior o más importante, y que por tanto no hay motivos para respetar “demasiado” a los demás.

El respeto sirve directamente a las relaciones humanas. Favorece el funcionamiento efectivo del grupo, al evitarse peleas u hostilidades inútiles (esto es extensivo a las relaciones entre tribus). También, el respeto se vuelca hacia los símbolos, costumbres, y demás elementos tribales que favorecen la unidad espiritual de los miembros de la tribu.


31- Bip. de la expresión de la verdad

Es una forma particular de la bip. propiamente moral, ya que es un bien decir la verdad y un mal moral la mentira, el engaño. También puede estar contenida la esencia de la bip. de la información; esto es, cuando decir la verdad es, además, el deber de proveer una información de importancia social, y el mentir implica al mismo tiempo desinformar, ocultar o deformar los hechos, faltando al deber de darlos a conocer.

La utilidad de la bipulsión es evitar la transmisión y el convencimiento de información falsa, que es perjudicial para el ajuste a las exigencias de la realidad. Al ser una ventaja para la sobrevivencia de la tribu el manejo de información verdadera, debía desarrollarse un placer o displacer estético-éticos en el receptor de la información, o en cualquier observador, según se ponga en evidencia la veracidad o falsedad de lo que otro exprese.

Las bipulsiones de la expresión de la verdad y de la información son muy parecidas, y en muchos casos se funden totalmente. En general son más inseparables los valores positivos: decir la verdad e informar; mientras que a veces no sucede lo mismo con los negativos, es decir, en algunos casos se miente sin ocultar (“inventar” una historia) o viceversa (ocultar un contenido sin decir una palabra).

Las bipulsiones de la expresión de la verdad y de la información tienen además una importante influencia sobre la propia conducta práctica. Cuando alguien sabe que no podrá mentir, u ocultar, por implicar una segura condena y/o autocondena morales, eso lleva a evitar, en los hechos, la realización de actos concretos negativos.


32- Bip. de la devoción tribal

Es una expresión de la máxima valoración a la Tribu (la mayúscula hace referencia al sentido de patria, pueblo o “espíritu colectivo”). La adoración y el respeto sagrado hacia ella es algo seleccionado por la naturaleza, por favorecer la unidad espiritual de los miembros de la tribu, así como la autodisciplina y la existencia continua de una causa común.

Existe un deber interno y externo de rendir tributos al “espíritu colectivo”. El honrar a lo supremo y a sus símbolos sagrados es al mismo tiempo una manifestación de lealtad y de respeto; a la vez que la ofensa o agravio propios hacia ese ente supremo es una muestra de deslealtad y una falta de respeto.

En esta tendencia está presente con frecuencia la bip. de la abnegación. La devoción hacia la Tribu no es sólo de palabra durante las ceremonias, sino que también se expresa en los hechos. Se procura trabajar continuamente para ella y defenderla bajo cualquier circunstancia. El criterio de lo que es bueno para la Tribu hace aparecer espontáneamente el llamado del deber. Ese espíritu colectivo, según sus requerimientos, “llama” a cumplir con él. El sujeto siente en su interior que la Tribu-patria es la que necesita de él. Por lo tanto, siente la obligación moral-espiritual de ofrecer sus servicios, como tributo a aquello que es adorado y digno de las mejores ofrendas.

El placer concreto de la bipulsión se da en el acto de venerar, o al rendir un tributo hacia la Tribu, lo que se combina con la emoción y el asombro ante los símbolos que representan a ese espíritu colectivo, magnificente y poseedor de las máximas virtudes. La contemplación de tal grandeza produce un asombro y admiración profunda como placer estético-ético ante lo bueno. Luego, las alabanzas y muestras de aprobación o de máxima estima llevan la mecánica de la segunda fase ética. A ello se suma el hecho de ser un deber el honrar y venerar a la Tribu, como muestras de respeto y lealtad. El displacer concreto de la bipulsión que estamos tratando surge cuando se ofende al espíritu colectivo, o cuando no se cumple con él.

La especial valoración que suele haber hacia un líder, o hacia el jefe de la tribu, encierra la sobrevaloración natural hacia lo que él está representando. La figura del líder (o de los líderes si hay más de uno) es tomada como la “personificación” de aquello más grande que es el verdadero contenido de la valoración suprema.

El liderazgo, como fenómeno, tiene la utilidad de favorecer el funcionamiento organizado del grupo. Por más buena voluntad que tengan los miembros de la tribu, si no hay una adecuada centralización de la información y coordinación de las tareas grupales, se haría desordenado e ineficaz el funcionamiento del organismo social. Por eso es importante que se respete y se ofrezca la lealtad a quien supo ganarse el aprecio de todos, siendo reconocido como el representante de la tribu y de su sagrado espíritu colectivo. La figura del jefe (probablemente un anciano, cuyos valores personales y sabiduría le confieren la suficiente autoridad moral) es uno de los símbolos del espíritu colectivo. Por ello, el especial respeto al líder es equivalente al que existe hacia cualquiera de los símbolos e insignias que representan aquello auténticamente venerable que es la Tribu.

En cuanto a las ceremonias en que se honra al espíritu colectivo, sirven como un elemento más de reunión física y espiritual, y contribuyen a recargar las fuerzas morales, renovando el interés de trabajar por la causa común, lo que redunda en beneficio del conjunto.

La bip. de la devoción tribal es una importante premisa anímica y motivacional del fenómeno religioso. Pero esa tendencia, por la que se vive trabajando y sirviendo a un ente supremo, al que se ofrece lo mejor de sí, y al que se rinde tributos y honores, no significa que haya una religiosidad innata. Lo que nos demuestra esa tendencia es solamente que la naturaleza seleccionó las tribus que fueron más protegidas y amadas por sus miembros.

Detengámosnos un momento en el análisis de la religiosidad. Además de la bip. de la devoción tribal, hay otros elementos psicológicos importantes de los que se vale; éstos son: la bip. intelectual (junto con sus derivaciones: del saber y racional), y los impulsos de conservación, de gozo y de recuperación.

La bip. intelectual procura dar explicación a los fenómenos, evitando la confusión, la falta de dominio cognoscitivo, el desconcierto, como estados de displacer intelectual. En el pensamiento primitivo, dada la ausencia de conocimientos sobre las relaciones causa-efecto de muchos fenómenos, y ante la necesidad de darles alguna explicación, se hacía factible o “esperable” la aparición de concepciones mágico-animistas o religiosas acerca de ellos. En aquellas condiciones, tales ideas cubrirían esa necesidad intelectual o cognoscitiva, lo que ordenaría de algún modo el caos de la confusión y la incertidumbre, dando una cierta sensación de “control de la situación”, que permitiría manejarse mejor frente a la Naturaleza.

Con respecto al imp. de conservación, se halla también presente como material anímico de la religión. El temor a la idea de la muerte encuentra en la suposición de la inmortalidad la solución ideal como motivo de tranquilidad. Luego, el imp. de gozo suma su deseo por esa vida eterna, que no sólo libra de la muerte, sino que es fuente de puro placer (el paraíso, etc.). Tal suposición es tan atractiva que provoca, según el caso, una continua ilusión, acompañada por el rechazo a toda lógica o razón que atente contra esa creencia tomada como segura e indudable.

El otro impulso que participa como sustento de la idea religiosa es el de recuperación. La idea de que existen seres superiores que protegen y ayudan al sujeto, significa recuperar la sensación de protección y seguridad que brindaban los padres o adultos durante la niñez. También, el imp. de recuperación influye cuando actúa en el marco de la bip. espiritual; esto es, cuando la pérdida de seres queridos, y la imposibilidad material de reencontrarse con ellos, llevan a favorecer la creencia de que aún viven en el otro mundo, y que algún día se producirá el reencuentro.

Tenemos, de ese modo, varios elementos anímicos o tendencias de la motivación en los que se apoya el fenómeno religioso. Pero dicho fenómeno no es algo indispensable para el saludable funcionamiento psíquico. La bip. de la devoción tribal, por ejemplo, no necesita dioses para no obstante funcionar con toda naturalidad orientada hacia la tribu, la patria, los ideales supremos de una agrupación, o cualquier ente factible de ser valorado. Las bipulsiones intelectual, del saber y racional, no requieren de las ideas religiosas, cuando cuentan como hoy con una concepción científica del mundo que satisface a la razón mucho más que las confusas y arbitrarias explicaciones religiosas. En cuanto a los impulsos de conservación, de gozo o de recuperación, pueden funcionar con toda normalidad orientados al mundo real, o hacia los sueños y fantasías inclusive, pero donde no hace falta perder de vista la diferencia entre lo ilusorio y lo real.

Es probable que los primitivos hayan tenido elementos de religiosidad. Pero al menos en la línea evolutiva que terminó en el organismo social primario, debía ser algo mínimo y como parte de los sentimientos de adoración hacia la Tribu o espíritu colectivo, así como a la memoria de antepasados o héroes desaparecidos, y demás símbolos tribales. Tales elementos, como ya vimos, cumplirían la función de favorecer la unidad espiritual y sostener las fuerzas morales. Pero fuera de esos útiles sentimientos tribales, se hace evidente que las tribus que se guiaran demasiado por ideas religiosas, debían necesariamente quedar en el camino en la lucha por la sobrevivencia, por tratarse de algo objetivamente negativo a los fines del indispensable ajuste a la realidad, a las leyes de la naturaleza.

Por eso, la importante presencia de la religión en los tiempos modernos es más explicable desde el nivel sociológico e histórico, desde su función como parte del aparato ideológico de las clases dominantes; motivo por el cual siempre fue apoyada y sostenida materialmente por ellas. La difusión de imágenes e interpretaciones deformantes de la realidad tiene el efecto de dificultar la toma de conciencia, por parte de los oprimidos, de las verdaderas y terrenales causas de su condición, deteriorando por tanto su voluntad y capacidad de revertirla.


33- Bip. moral grupal

Tomemos como modelo un equipo deportivo. Lo que procura la bip. moral grupal de cada integrante del equipo es lograr una conducta o labor buena o destacada del grupo y evitar todo desempeño negativo o deshonroso de su equipo. El mérito del equipo produce un placer moral en el sujeto identificado. Esto es una especie de autoaprobación, pero referida a la conducta grupal. También puede haber una aprobación social concreta si alguien felicita al sujeto por la buena labor de su equipo, o cuando se escuchan halagos externos hacia el grupo. Luego, lo malo o demeritorio del grupo produce un displacer moral en el individuo, que consiste en la “autodesaprobación grupal” o, también, en la desaprobación social hacia el sujeto por el mal desempeño de su equipo, o en la humillación externa hacia el grupo.

En la estructura de la bip. moral grupal está presente la moral global. Recordemos que la bip. moral global se extiende abarcando el conjunto de bipulsiones que tienen en su esencia el mecanismo de buscar lo bueno y negar lo malo propios. Pero en este caso no se trata de una mera ramificación o derivación aislada de la bip. moral global, sino que en el movimiento de la bip. moral grupal puede entrar cualquiera de las bipulsiones derivadas de la moral global. Así, se puede procurar que el grupo tenga conductas hábiles, inteligentes, valientes, heroicas, abnegadas, etc. Es la aplicación o traslado de ese gran mecanismo moral a la conducta grupal. Por eso, al decir que la bip. moral grupal se forma con la moral global, debe entenderse que se forma con cualquiera de las bipulsiones derivadas de ella. Se incluyen todas las formas de lo bueno o malo del propio grupo.

Además de la bip. moral global, en la moral grupal se halla también presente la espiritual. El equipo deportivo, en el ejemplo, es el O.M.I.F. Por lo tanto se quiere todo lo positivo para él. Lo que sea favorable para el equipo provocará un placer espiritual, y lo negativo o malo en general producirá un displacer espiritual en el sujeto.

Así como la bip. espiritual se basa en la actividad del M.I.F., la moral grupal supone la activación de un nuevo mecanismo de identificación: el M.I.F.M. (mecanismo de identificación fraternal y moral). El buen desempeño del grupo no sólo produce el placer espiritual por ocurrir algo favorable al O.M.I.F., sino que la identificación moral agregada hace que el mérito del grupo sea extensivo al propio sujeto identificado, quien deposita su honor en el resultado de su equipo. Por ello, el equipo es el O.M.I.F.M. (objeto del mecanismo de identificación fraternal y moral). El individuo se identifica simultáneamente en lo fraternal y moral con su grupo. Siempre produce placer moral-espiritual todo lo bueno o meritorio del O.M.I.F.M. Este es el sentimiento de orgullo y honor grupales.

El M.I.F.M. tiene una gran flexibilidad en relación a los posibles objetos de la identificación fraternal y moral. El mecanismo puede funcionar paralelamente con un club deportivo, un grupo de trabajo, una agrupación política, etc. Esta flexibilidad la vemos también cuando se distribuyen dos o más grupos al azar para realizar un juego, y donde ello es suficiente para que en los miembros de cada grupo comience a funcionar la bip. moral grupal. Aquí el M.I.F.M. adopta como objeto a ese grupo ocasional. Cada sujeto trata de que su grupo sea el ganador, o que sea el mejor, según de qué se trate la actividad.

Aunque el M.I.F.M. esté librado a esa diversidad de posibles objetos ocasionales en que se puede fijar la identificación fraternal y moral, en el primitivo existe no obstante un O.M.I.F.M. que es estable e invariable: la tribu. La identificación fraternal y moral con la tribu es algo que persiste invariablemente. Siempre es un orgullo lo bueno o destacado de la tribu y es deshonroso o humillante lo negativo de ella.

Es posible, además, que en la época del organismo social primario haya existido, tal como se ha observado en distintas tribus contemporáneas, la división en varios subgrupos relativamente estables, determinados principalmente por el grado de parentesco (familia, linaje, gens).* En tal caso, el grupo al que se pertenece constituiría también un O.M.I.F.M. estable.


* Véase Morgan Lewis H. La sociedad primitiva. Colofón. México

La existencia de tales subgrupos sería algo positivo para la sobrevivencia de la tribu, por cumplir dos importantes funciones. Una es la referida a la demarcación de los parentescos. Ello ordenaría y facilitaría la tendencia a evitar la reproducción entre cosanguíneos (incesto); esto, teniéndose en cuenta la importancia de la variación genética. Es decir, sobrevivieron los organismos sociales en cuyos miembros existía una tendencia a eludir el contacto sexual con familiares directos o cosanguíneos, por tratarse de algo negativo a los efectos de la transmisión genética a la descendencia. La otra función de esas divisiones sería la de promover la emulación o competencia en el plano moral entre los grupos, donde los sujetos se interesarían por el honor y la buena imagen de su grupo de pertenencia. Esta situación significaría la presencia de una condición estimulante para el mejor funcionamiento y la mayor eficiencia del conjunto.

Además de la identificación con diversos grupos, hay una forma especial en que funciona el M.I.F.M., y consiste en tomar como ídolo a un individuo destacado y admirado, con el que se produce una fuerte identificación. En esa situación, los méritos o hazañas del ídolo generan un placer del tipo similar al que produce un mérito propio. El ídolo es como el “representante” del sujeto, es el ejecutor de sus aspiraciones. Este mecanismo tendría la función de orientar el aprendizaje. Como el niño o adolescente identificados quieren ser como el ídolo, tienden a imitarlo o a copiar su comportamiento. Se trata de la adopción de modelos, que llevan a que el niño o adolescente se desarrollen aprendiendo a hacer todo lo bueno que hacen los ídolos (lo que sin dudas es algo favorable para la sobrevivencia de la tribu). Tal mecanismo persiste en el adulto, pero la niñez y adolescencia son las etapas en que funciona con plenitud. En el adulto decae el peso de esta función, por estar ya prácticamente concluido el desarrollo de las capacidades y de los valores de la personalidad. Sin embargo, aún persiste cierta identificación con individuos ejemplares (héroes, etc.) a quienes se quiere imitar. Ello contribuye a mantener y consolidar todo el sistema de valores y a orientar el rumbo de los ideales morales que el sujeto se fija para su persona.

Hay que recalcar que el fenómeno que estamos observando funciona con la mecánica anímica de la bip. moral grupal, o sea, produce un placer espiritual y moral aquello bueno del ídolo con el que se establece la identificación, y un displacer espiritual y moral todo lo defectuoso o negativo de ese personaje admirado (motivo por el cual se torna difícil admitir sus falencias). En otras palabras, lo que no debemos perder de vista es la reacción de placer o displacer del sujeto identificado, como respuesta a lo bueno o malo respectivamente del objeto de la identificación fraternal y moral. Esto es lo que define a la bip. moral grupal, de la que aquel fenómeno es un caso especial.

Lo bueno o malo del grupo también funcionan cuando se deposita el honor del grupo en un representante. Aquí el mérito o demérito es de un individuo. Pero como ese sujeto es concebido en su condición de miembro del grupo, o como una “parte” de éste, su buen desempeño es un orgullo para sus compañeros. El mérito es simultáneamente del individuo y del grupo al que pertenece. El sujeto destacado es de los “nuestros”. Por lo tanto, su mérito es extensivo a cada individuo identificado con el grupo.

En definitiva, el M.I.F.M., y con él la bip. moral grupal, pueden funcionar con cualquier cosa que el sujeto conciba como “lo suyo”. Es como si el yo moral se amplificara, abarcando a todos los grupos, personas, animales u objetos con los que se establece la identificación fraternal y moral. Así como la sola identificación fraternal, que hace a la bip. espiritual, se puede dar con los más diversos entes, para los que se quiere lo bueno o lo favorable en todo sentido, de igual forma, la identificación moral agregada, que hace a la bip. moral grupal, tiene también un gran alcance de contenidos posibles. Por ejemplo, cuando la trama de una película lleva a ponerse “a favor” del protagonista, significa que se lo adopta espontáneamente como objeto del M.I.F.M., por lo que las hazañas de aquél suelen ser vivenciadas como propias.

Antes de pasar a la siguiente bipulsión, analizaremos la relación entre las bipulsiones moral grupal y de la devoción tribal. Lo que encontramos en común entre ellas es que actúan en relación al mismo objeto. Así, la Tribu-patria es aquello que se venera y honra, rindiéndole tributos, pero al mismo tiempo lo bueno y lo malo de esa Tribu-patria son vivenciados como propios.

En primer lugar, debemos distinguir dos estados paralelos del funcionamiento psicológico normal. Si observamos una tribu, veremos que tiene relaciones internas y externas. En lo interno funciona el yo individual; y en lo externo el yo social o “nosotros”. Cada individuo es “yo” en relación a sus compañeros y a la Tribu; y es “nosotros”: la Tribu, en relación a todo lo extraño a ella. Es “yo” para adentro y “nosotros” para afuera. Son dos estados paralelos y complementarios de la autopercepción o autoconciencia. En lo interno, el sujeto se distingue en su individualidad. Aquí funciona el yo, tu, él, y la Tribu. Pero en lo externo todo ello se fusiona y se vive un “nosotros” global sin mayores distingos de elementos componentes.

En los asuntos internos cada uno tiene frente a sí a sus compañeros y a la Tribu con sus símbolos sagrados. Como aquí no existe la fusión del nosotros, sino que se distinguen los componentes internos, el sujeto es algo distinto en relación a cada uno de sus compañeros y a la Tribu con la que debe cumplir. Por ello, la bip. de la devoción tribal funciona en lo interno de la tribu, cuando está distinguible el yo individual y cada componente interno. Aquí “la Tribu” aparece en lo alto y separada del yo individual. Una cosa es el sujeto y otra la Tribu a la que venera y honra. En cambio la bip. moral grupal funciona en relación a lo externo, con el “nosotros”, donde no se distinguen los componentes. Ese nosotros, o yo social, es la fusión, en la vivencia, del conjunto de elementos. Esto hace sentir al individuo que él es la Tribu y que la Tribu es él. Su placer o displacer morales dependen de lo que sea honroso o deshonroso para la Tribu. La Tribu en su conjunto es el yo ampliado del sujeto.

Durante las ceremonias en que se rinde culto y honores a la Tribu (o a la patria, la agrupación, etc.), se combinan las reacciones anímicas de ambas bipulsiones. Por un lado se ve a la Tribu desde su “cara interna”. Se percibe algo que es ajeno al individuo. Aquí funciona la bip. de la devoción tribal, cuando se tributa y se honra a la Tribu. Por otro lado, se ve también a la tribu desde su “cara externa”. Se observa la imagen exterior de eso que es también el sujeto, haciéndose presente la bip. moral grupal, al vivenciarse un sentimiento de honor y orgullo por la propia Tribu.


34- Bip. de la enseñanza

El valor positivo tiene lugar cuando se enseña algo a otro sujeto, y éste asimila, entiende o da muestras de haber aprendido. El valor negativo se presenta cuando hay una ignorancia específica en el otro, de lo que el sujeto sabe o sabe hacer, agregándose la incomprensión o la falta de dominio de aquél, de lo que se trata de enseñar.

Entre los elementos presentes en la estructura de la bip. de la enseñanza encontramos: la bip. espiritual, o sea, se trata de beneficiar al otro al transmitirle un conocimiento útil. Luego está presente el imp. de comunicación, por transmitirse un contenido al receptor. También puede encontrarse la bip. de la generosidad, al querer compartir algo bueno que se tiene. La bip. de la información se halla incluida cuando se siente el deber de transmitir el conocimiento. La bip. de la habilidad también participa, por cuanto el aprendizaje ajeno depende en cierta medida de la habilidad o torpeza de quien procura enseñar. Por último, se encuentran con frecuencia las tres bipulsiones éticas, que van rotando según la situación. Aquí se busca que el otro haga, diga o entienda bien las cosas, evitando que las haga, diga o entienda mal, o que no sepa lo que corresponde saber. La segunda fase ética consiste en la aprobación o desaprobación hacia el eventual educando, según aprenda o no lo que se debe saber.

El complemento de la bip. de la enseñanza está constituido fundamentalmente por la bip. del saber; es decir, para que tenga lugar el proceso del aprendizaje social deben juntarse el interés de enseñar del que sabe con el de aprender por parte del que ignora. Gracias a estos mecanismos la tribu puede transmitir con fluidez los contenidos culturales a las nuevas generaciones.


35- Bip. racional

Surge de una compleja combinación de elementos morales e intelectuales. Sus valores absolutos tienen diversas formas de manifestarse según el contexto de la situación, pero en general se pueden dividir en dos tipos, que se resumen en los siguientes pares de valores: 1- conocimiento falso - conocimiento verdadero. 2- irracionalidad-racionalidad. Los valores: verdad-falsedad del conocimiento expresan la acentuación de la motivación intelectual o cognoscitiva, donde se minimiza la presencia de los componentes morales. Aquí, el interés del sujeto prácticamente se limita a rescatar lo verdadero y rechazar lo falso de los razonamientos, opiniones, interpretaciones (ajenos o propios) de los fenómenos de la realidad. Por su parte, los valores: racional-irracional hacen referencia a una acentuación de los componentes morales de la motivación, donde se trata del desenvolvimiento de las habilidades mentales, la inteligencia, creatividad, sapiencia, acentuándose el cuestionamiento sobre la forma adecuada o inadecuada en que se hace uso de la razón.

En esta última parte de la bipulsión, los valores: racionalidad-irracionalidad son concebidos o evaluados teniéndose también en cuenta otros criterios, tales como la conveniencia-inconveniencia, adecuación-inadecuación, u oportunidad-inoportunidad, de las opiniones, decisiones, iniciativas, o acciones de los sujetos, según las circunstancias generales de la situación; es decir, se toman en consideración diversos criterios referidos a la adecuación de la razón a otros valores, intereses, motivos, que están en juego cuando se procede de una u otra forma en determinada situación; ejemplo: la equidad en el obrar, la conveniencia para el bien común de lo que se hace, etc. De tal manera, la “sensatez”, el “sentido común”, el “criterio”, o la falta de ellos, así como lo razonable o no de cierta conducta o actitud, son conceptos que hacen referencia a esos otros aspectos que se tienen en cuenta cuando se evalúa lo racional o irracional del proceder de un sujeto.

Los valores absolutos generales de la bip. racional son valores absolutos particulares de las bipulsiones que la forman. Entre éstas se destacan como fundamentales: la bip. de la inteligencia y la del saber. Un razonamiento certero o verdadero, por ejemplo, es un acto inteligente y un saber; mientras que un razonamiento contradictorio, incoherente o falso es, según el caso, una estupidez y una expresión de ignorancia sobre el tema en cuestión. Recordemos que los actos estúpido-inteligente y el saber-ignorar encierran a su vez otros valores más básicos, los que se acumulan y persisten aún en la órbita mayor de la bip. racional. Tal es el caso, por ejemplo, de la importante presencia de la bipulsión intelectual.

En la racional es frecuente la participación de la bip. de la expresión de la verdad. Al ser algo habitual que se hable o diga a medida que se piensa, la bip. de la expresión de la verdad procura que sea verdadero lo que se va diciendo, evitando expresar ideas falsas. Esta situación contribuye, como motivo, a “pensar un poco” antes de hablar.

Otra bipulsión que puede estar presente es la artística. La elaboración de un razonamiento coherente, verdadero, expresado con claridad lógica, es la realización de algo que tiene su belleza. Por el contrario, los razonamientos incoherentes, confusos, contradictorios o falsos, son siempre estéticamente desagradables. Por ese motivo, en la bip. racional de quien es receptor de un razonamiento ya elaborado, suele encontrarse presente la bip. estética (junto a la natural acentuación de la motivación intelectual que se da en tales casos).

También se ve incluida muchas veces la bip. de la valentía. Cuando la verdad es algo dura o amenazante no será aceptada por quien carezca de la suficiente valentía para ello. La cobardía acciona “amputando” las conclusiones que terminarán en una dura verdad.

Por último, la bip. ética puede ir incluida también como componente de la racional. Cuando se trata de lograr la veracidad del conocimiento y evitar su falsedad, está presente, en alguna medida, el mecanismo de la bip. ética en su función de rechazar la mentira, el engaño, la contradicción (como prueba de falsedad), y el agrado y aprobación hacia la manifestación clara de la verdad. Esa función ética, nacida en la relación social, traslada luego su “mecánica” al pensamiento y al conocimiento de la verdad en general, así como al rechazo a la falsedad en cualquier campo. Por eso, además de la curiosidad, el placer intelectual, moral, estético, etc., se agregaría también ese elemento ético en la composición anímica de la bip. racional, en su interés por la verdad del conocimiento y el rechazo a la falsedad.

Por otra parte, con respecto a la respuesta ética concreta hacia quien emite un razonamiento, consiste en “dar la razón” (aprobación) o en la crítica y objeción (desaprobación).

La utilidad de la bip. racional es evidente. Es más efectivo el dominio sobre el medio ambiente cuando los sujetos se interesan en la certeza o veracidad de los conocimientos sobre los fenómenos y sus relaciones.

Tal función marcaría el origen y la esencia de la ciencia y la filosofía. También, la bip. racional tiene un importante papel como sustento motivacional en las discusiones o debates, donde se trata de argumentar la conveniencia de una u otra decisión grupal. En otros términos, es la bipulsión que funciona plenamente en la “política” de la tribu. El intercambio de opiniones y el fluir de las ideas en el interior del grupo, en vistas a tomar una decisión conjunta, implica, desde un enfoque global, que el organismo social, como un ser vivo gigante e inteligente, está “pensando” lo que va a hacer.

En cuanto al criterio de lo que es o no verdad, se basa en última instancia en la palabra de la práctica y en los resultados concretos de la interacción con la realidad. Los mismos hechos de la realidad van “diciendo” lo que es correcto o no. El éxito o fracaso de cada acción basada en ciertas ideas son los que muestran si era o no correcta determinada idea o conocimiento. Los razonamientos y conocimientos “verdaderos” que maneja una tribu son fundamentalmente los que están amparados por los resultados positivos de la práctica. Si bien la razón y la lógica se pueden anticipar al veredicto de aquélla, esto es sólo una agilización para las evidencias que no necesitan pruebas prácticas. Pero siempre la última palabra la tienen los hechos.


36- Bip. del heroísmo

La traición y el acto heroico movilizan siempre en los observadores la bip. ética-gravedad. Las respuestas son extremas: máxima condena al traidor y máximos honores al héroe.

Esos valores absolutos dejan un gran espacio intermedio. Son pocas las situaciones en que se plantean excluyentes. Pero cuando ello sucede, sólo queda elegir entre cometer una traición o realizar un acto heroico.

En la del heroísmo se presenta un caso similar al de la bip. de la originalidad, o sea, muchas veces la neutralidad no es tal. En algunas situaciones, el negarse a cometer una traición, cuando estaban todas las condiciones para tentar al sujeto a que la cometa, es algo encomiable. Ese negarse a traicionar no implica necesariamente heroísmo, pero es digno de reconocimiento. Por su lado, el negarse a realizar un acto heroico, cuando la situación lo sugiere, aunque no sea un acto de traición, puede no obstante ser una actitud menospreciable.

Observemos la estructura de la bipulsión:

 

 

Las bipulsiones de la devoción tribal y de la lealtad serían las únicas que comprenden ambas partes de la bip. del heroísmo. La de la devoción tribal se presenta fundamentalmente en los valores extremos, o sea en los actos de traición y de heroísmo, sin intervenir mayormente en los valores intermedios. En cambio la de la lealtad se presenta en los dos pares de valores parciales. El resto de bipulsiones componentes se ordenan tomando solamente un segmento.

Como vemos, ambas partes tienen cierta autonomía. Sólo cuando la realidad hace excluyentes los valores extremos, allí se juntan todos los componentes parciales, haciendo más poderosa la fuerza motivacional de la bipulsión.

La función de esta tendencia es la de mantener siempre preparada a la tribu y a cada uno de sus miembros para dar la mejor respuesta frente a situaciones extremas. En tales casos, es indispensable para la sobrevivencia de la tribu que los sujetos muestren el máximo valor, y que tengan como la mayor prohibición, interna y externa, el acto de traición.


37- Bip. del rendimiento personal

Esta bipulsión tiene una gran importancia desde el punto de vista de la motivación. El interés por el buen rendimiento en la actividad que se realiza, además de tener una gran fuerza de empuje en cuanto al peso de la motivación, mueve la conducta en forma prácticamente continua.

El buen desempeño, o rendimiento destacado en la actividad, es a lo que tienden en común el artista, el científico, el deportista, el religioso, el político, el profesional. En cuanto al trabajador, sólo puede interesarse plenamente en el buen rendimiento como valor cuando existen condiciones sociales favorables para ello; esto es, cuando el trabajo productivo tiene una elevada valoración social, y cuyo producto se destina claramente al beneficio del conjunto: tribu, pueblo, comunidad.

La bip. del rendimiento personal es un verdadero “embudo motivacional”. Sus valores absolutos llevan contenida la esencia de muchos otros valores que se ordenan bajo su movimiento. El buen rendimiento - mal rendimiento son valores que se presentan con gran claridad en la superficie psíquica. Allí pueden quedar expresados valores tales como habilidad-torpeza, inteligencia-estupidez, creatividad - falta de creatividad, conocimientos (teóricos y/o prácticos) - ignorancia, responsabilidad-irresponsabilidad, espíritu de sacrificio - falta de voluntad de trabajo, racionalidad-irracionalidad, entre otros. Se trata de una bipulsión integradora de un conjunto de valores parciales que pueden estar presentes, o puestos de manifiesto, en el buen rendimiento - mal rendimiento.

Dentro del conjunto de valores parciales que pueden ir incluidos en el movimiento de la bip. del rendimiento personal, se pueden distinguir dos tipos generales. Uno es el referido a los valores espirituales y propiamente morales: altruismo, responsabilidad social, abnegación, etc. La acentuación de este aspecto de la motivación está expresada en el interés por sentir que se hace algo útil para el grupo, o que significa un aporte o colaboración con el bien común. Aquí, la eficiencia-ineficiencia personales son vivenciadas por el sujeto en función del grado en que su rendimiento personal contribuye a los intereses del grupo, sintiéndose “útil” o “inútil” según ello. El otro aspecto de la motivación es el que hace a los valores de habilidad-torpeza, creatividad - falta de ella, saber hacer - no saber hacer, etc. Cuando se acentúa este sector de valores, el buen rendimiento - mal rendimiento, o la eficiencia-ineficiencia, se manifiestan en lo que entendemos por rendimiento “destacado”, “de los buenos”, o desempeño “pobre”, “falto de lucimiento”, etc.

La actividad social básica donde se mueven los cargados valores absolutos de esta tendencia es sin dudas la actividad laboral. Desde un amplio enfoque, podemos decir que el trabajo (junto a las relaciones humanas que lo circundan y apoyan) constituye el gran objeto de satisfacción de las necesidades superiores del hombre. El sistema de bipulsiones nació y se desarrolló alrededor del trabajo social de la tribu.

Aunque la bip. del rendimiento personal es una fuerza poderosa de la motivación, la importancia objetiva del buen rendimiento en el trabajo tiene un alcance superior a la subjetiva. Por subjetivo se entiende, aquí, lo intencional de las conductas, los efectos buscados como fines por el sujeto; mientras que lo objetivo incluye, además, aquello que escapa a la intención de los sujetos, abarca los efectos que no son buscados intencionalmente. Esto quiere decir que a pesar del gran interés por el buen rendimiento, las otras motivaciones que no se incluyen directamente en la bip. del rendimiento personal tienen no obstante la función de favorecer objetivamente y en última instancia la eficiencia laboral. Por ejemplo, no sólo se busca conocer o entender un determinado fenómeno para dar respuesta a una dificultad concreta durante el trabajo, o para aplicar ese conocimiento en la práctica, sino que también se busca la verdad del conocimiento en sí misma, por curiosidad o por el mero interés de saber. Pero aquí la subjetividad suele ser ajena al hecho de que ese conocimiento puede ser útil en algún problema ulterior durante la actividad laboral. El apoyo al trabajo, del conocimiento adquirido de esa forma, es algo objetivo. Igualmente con respecto al interés de evitar la torpeza, ridiculez, estupidez, cobardía, etc. El mejor desarrollo de las habilidades, por ejemplo, que se logra al buscar sólo el placer moral por el acto hábil y evitar la burla por la torpeza, es algo que termina favoreciendo el buen rendimiento laboral. Otro caso es el humor. Este contribuye a mantener el buen estado de ánimo y el entusiasmo durante el trabajo, lo que favorece el rendimiento grupal. Pero nadie hace chistes con el propósito de aumentar la productividad.

En el beneficio para el mejor rendimiento en el trabajo común es en lo que termina prácticamente toda la estructura de la motivación humana. Esto es así porque la selección natural fue escogiendo las tribus según su mayor eficiencia en el logro de los medios de subsistencia, pero no le “interesó” saber cómo hizo determinado organismo social para ser más eficaz que los otros en el trabajo. Ella seleccionó las tribus que tenían el mejor rendimiento global, sin interesarle su organización interna. Sólo que sobrevivieron finalmente aquellos organismos sociales cuyos elementos internos estaban organizados de tal manera, que los diversos intereses absolutos de sus miembros terminaban desembocando objetivamente y en última instancia en el mejor rendimiento del conjunto.


38- Bip. de la lucha moral

Se refiere a lo que entendemos por “espíritu deportivo”, emulación, agonística, “espíritu de competencia”. Veamos en qué consiste su utilidad para la sobrevivencia.

Toda tribu que pretenda sobrevivir, en primer lugar debe contar con una fuerte unidad fraternal o espiritual y una marcada tendencia a la cooperación y colaboración. La tribu que cuente con ello tiene una de las máximas ventajas que no puede perder jamás. Pero un principio de la lógica dialéctica indica que las contradicciones o luchas de contrarios son indispensables para todo progreso. El trabajo social de la tribu necesitaba una contradicción interna para mejorar su productividad. Así, la naturaleza debía promover una lucha entre los miembros de la tribu, sin que ello perjudicara la unidad espiritual. Esto era difícil de lograr, ya que toda lucha interna aparece como excluyente con respecto a la cooperación y colaboración. Pero de la “galera” de la naturaleza salió el espíritu deportivo. Ello implica que se establece una lucha durante la actividad laboral, para ver quién tiene más éxito en la caza por ejemplo, o quién realiza mejor un determinado trabajo. Esta lucha moral significa un gran estímulo para el progreso y mejoramiento continuos de la productividad de la tribu. A la vez, ese espíritu deportivo no se opone a la unidad fraternal y la cooperación, sino por el contrario. Al hacer más entretenida la tarea y promover el entusiasmo por las actividades, favorece la amistad y las mejores relaciones afectivas entre los miembros de la tribu.

Si suponemos que una gran parte de los integrantes de la tribu saldrá en procura de alimentos, sería negativo que vayan todos juntos molestándose uno al otro. La división primaria del trabajo consiste en separarse en varios grupos que se dirigirán a zonas distintas, aumentando las posibilidades de lograr alimento. En esas situaciones ocurre la emulación. Tomemos dos de estos grupos. Supongamos que ambos regresan al atardecer. Uno trae alimentos en abundancia y el otro no trae nada. El orgullo grupal y las felicitaciones serán para el primer grupo. Los reproches, la humillación o las burlas serán para el segundo. Tales resultados anímicos llevan por sí mismos a desarrollar un interés por el buen resultado.

La emulación o lucha moral por ser mejores y/o evitar ser peores es algo que debía funcionar espontáneamente durante la actividad de los grupos. Pero es probable que en la vida primitiva se planteara con frecuencia en forma expresa como juego o desafío moral.

Lo que vimos es uno de los muchos casos en que aparece la utilidad de la bip. de la lucha moral, o de la emulación como fenómeno. Pero, obviamente, no sólo se da en lo grupal, sino que a nivel individual también tiene lugar el desafío moral para ver quién es capaz de hacer determinada tarea, o quien la hace mejor. Todo esto lleva necesariamente a favorecer la capacidad de rendimiento de la tribu y de todos sus miembros.

Las contradicciones internas “deportivas” entre los miembros de la tribu son luchas en relación a los efectos excluyentes de ganar o perder, pero son un agregado más a la cooperación en relación al efecto de la sobrevivencia de la tribu, puesto que contribuyen a incrementar las capacidades globales del conjunto y su eficacia para lograr los medios de subsistencia.

Además de acelerar la eficiencia productiva, esos mecanismos refuerzan la amistad y la unidad espiritual de los individuos. En la actualidad esto lo vemos con claridad en el ambiente del deporte. Quienes se reúnen en la práctica de los diversos deportes, o de juegos de ganar o perder, a pesar de establecer intensas luchas por el resultado excluyente, desarrollan la más estrecha fraternidad.

En el organismo social primario todas estas luchas corresponden al plano moral. En nada afectan la equitativa distribución material, que es lo que asegura la continua armonía interna y la “homeostasis” del organismo social. Esto último está asegurado en la tribu, porque cada individuo tiene desarrollados los valores morales-espirituales, que lo llevan espontáneamente a proceder con equidad. Pero si eventualmente así no lo fuere, le espera el generalizado repudio social y la humillación por egoísta, maldito, injusto, desleal, etc.

La bip. de la lucha moral lleva, en principio, la esencia de la bip. moral global. El ganar-perder o triunfo-derrota, como valores absolutos, son formas particulares de lo bueno-malo globales. Son hechos que están bien y mal respectivamente para el sujeto, y por eso causan placer o displacer morales.

El ganar-perder llevan también como importante componente anímico los sentimiento de éxito-fracaso. Si bien la bip. anticipatoria se presenta en todas las metas de la intencionalidad como refuerzo anímico generalizado, sus valores absolutos centrales (éxito-fracaso) alcanzan una gran significación dentro de la bip. de la lucha moral. Son prácticamente inseparables la alegría del éxito, o la frustración y sentimiento de fracaso, junto al placer o displacer morales que producen respectivamente el ganar o perder. Por eso, la bip. anticipatoria forma una importante parte en la estructura anímica de las reacciones de placer-displacer por el triunfo-derrota.

Además de las bipulsiones moral global y anticipatoria, puede estar presente el imp. de agresión. El ganar significa vencer al rival, derrotarlo. El adversario de juego, por ejemplo, es transitoriamente el objeto del mecanismo de anti-identificación fraternal (O.M.A.F.). Por ello, junto al placer moral y la alegría del éxito, en el sentimiento de triunfo suele agregarse el placer por ocurrir lo negativo para aquél. A su vez, la derrota propia implica la victoria (lo positivo) para el O.M.A.F., lo cual genera el automático displacer ante lo bueno para el adversario. Tales reacciones “anti-espirituales” están sustentadas por el antagonismo anímico que surge del propio funcionamiento del mecanismo de anti-identificación fraternal.

Hay que decir que esto no significa agresión propiamente dicha, en el sentido de violencia u hostilidad entre los sujetos. Se trata sólo de una forma especial de la activación de la vía de entrada al placer que tiene el imp. de agresión, como componente secundario que va inmerso y confundido en la única reacción placentera del triunfo. Dicha reacción se forma principalmente del placer moral, más la alegría o sentimiento de éxito por el logro de la meta, a lo que se puede sumar o no una parte del placer surgido de la vía del imp. de agresión, por el hecho de suceder la derrota del contrario. Ese contrario puede ser el más íntimo amigo. Se trata sólo de la “ley del juego” y no de agresión en el sentido violento de la palabra. Esta situación es comparable a lo que sucede con la activación del imp. de agresión en la segunda fase ética; es decir, la respuesta de rechazo afectivo o enojo hacia otro sujeto está sostenida también por el imp. de agresión, pero en una orientación completamente distinta con respecto a las formas destructivas o sádicas del impulso. Estas últimas se hallan más cerca del terreno de la alteración mental que del funcionamiento normal del psiquismo.

La tendencia que estamos analizando tiene una gran riqueza en cuanto a la variedad de formas en que pueden presentarse los valores contrarios. Entre esas formas, el ganar-perder, o triunfo-derrota, son las más claras, concretas o directas, pero pueden aparecer también como: poder hacerlo - no poder hacerlo, hacerlo mejor - hacerlo peor, ir ganando - ir perdiendo, más que... - menos que..., aventajar - ser aventajado, ser mejor - ser peor, superar - ser superado, ser capaz de... - no ser capaz de... En todos los casos se trata de una lucha moral, donde se ponen en juego los diversos valores.

Los valores absolutos de la bip. de la lucha moral no tienen prácticamente significado anímico en sí mismos, sino que constituyen un mecanismo general en el que funcionan los otros valores. Los valores de las otras bipulsiones se mueven naturalmente en el marco de la bip. de la lucha moral. El ganar-perder son los que demuestran, por ejemplo, la habilidad o torpeza puestas de manifiesto en esos resultados, o la inteligencia-estupidez, creatividad - falta de creatividad, según las características de la actividad. También, la lucha puede consistir en actuar o no con más valentía que otro sujeto en un desafío ante un peligro, aventajar o ser aventajado en conocimientos, tener un mejor o peor desempeño en la actividad social, etc. Así, el ganar-perder, o el “mejor”-“peor”, como valores absolutos de la bip. de la lucha moral, pueden tomar cualquiera de los valores de las otras bipulsiones como “materiales” a disputar.

El ganar-perder, ser mejor - ser peor, no son meras formas particulares y aisladas de valores morales, sino una forma general del movimiento de los otros valores. Constituyen algo así como el “campo de juego” para los valores. La agonística o espíritu deportivo es como un motor agregado que favorece el máximo dinamismo del funcionamiento de las motivaciones morales. Por eso, el ganar-perder cobran un real sentido sólo cuando se depositan otros valores (o cuando se ponen en juego valores o intereses no morales que se valen del triunfo como medio).

La bip. de la lucha moral es la que somete a prueba los valores. El triunfo-derrota son los encargados de demostrar la verdadera calidad de las conductas; son los que hacen objetivar lo subjetivo. Si por ejemplo hay dudas sobre quién es más hábil para determinada actividad, el triunfo reiterado de un sujeto, en un juego que requiera de esa habilidad, es lo que hablará por sí mismo sobre el particular.

Si bien esto no siempre es así, es decir, a veces la mala suerte hace perder al que en realidad ha actuado más hábilmente, existe no obstante un mecanismo relativamente automático por el que se da una respuesta anímica generalizada de placer o displacer morales ante el triunfo o derrota respectivamente, sin importar mayormente en qué medida el triunfo, por ejemplo, fue producto de la habilidad o sólo del azar. Tal mecanismo tiene la función de asegurar el premio a la habilidad y el castigo moral a la torpeza (o a otros valores eventualmente en juego). En primer lugar, la mayoría de los juegos no son de azar puro, sino que casi siempre queda una parte librada a la habilidad diferencial. Luego, aunque el azar determine que el triunfo recaiga ocasionalmente en quien actuó en forma torpe o menos hábil que otros sujetos, y donde podríamos decir que se desperdició el premio moral, porque el mismo fue para el que actuó más torpemente, de todas formas, cuando se anula con el tiempo la influencia del azar, el triunfo corresponde en general, o con mayor frecuencia, a quien actúa con más habilidad. Por eso, el placer-displacer morales espontáneos por el triunfo-derrota, así como la aprobación-desaprobación sociales hacia esos resultados, como si fueran siempre producto de la habilidad o torpeza respectivamente, son en definitiva, o a la “larga”, premios y castigos correctos hacia esos últimos valores.

La respuesta anímica generalizada ante los resultados es la única manera en que se puede asegurar la efectividad del premio a la habilidad y el castigo a la torpeza. Al ser imposible en muchos casos “aislar” el grado en que el triunfo de un sujeto (o su mejor rendimiento) estuvo determinado por el azar, o en qué proporción fue el resultado de su habilidad, sólo queda el premio moral generalizado hacia el ganador. Esto lleva la seguridad de que, en términos generales, y a lo largo de muchas jornadas, se hará eficaz y correcta la distribución de los premios y castigos morales, al anularse la influencia del azar, el que se reparte homogéneamente para todos, apareciendo el desequilibrio de un real mayor premio a la habilidad y el mayor castigo a la torpeza.

En los juegos de azar puro, tiende a “sobrevivir” aquella respuesta anímica generalizada ante los resultados de ganar-perder, como si siempre fueran producto de la habilidad o torpeza respectivamente (esto obviamente es parte de aquel “desperdicio” inevitable de la generalización). En tales casos, aunque la habilidad-torpeza se hallen concreta o materialmente ausentes, siguen presentes en “espíritu”. Así, cuando un jugador arroja los dados logrando un excelente resultado y ganando el juego con ello, suele producirse un placer moral en el sujeto, tal como si hubiera sido el producto de su “talento”; mientras que el perder en ese juego provoca frecuentemente un sentimiento espontáneo de torpeza, a pesar de la claridad con que se sabe que el azar es el único factor determinante del resultado.

Si bien todas la bipulsiones con motivación moral pueden asistir al “campo de juego” de la bip. de la lucha moral, hay algunas que se mueven con más regularidad que otras bajo su órbita. Entre estas se destacan las siguientes: de la habilidad, de la inteligencia, racional, del rendimiento personal y moral grupal.

La bip. de la habilidad, como ya vimos, tiene en el triunfo-derrota un claro campo de su manifestación.

La bipulsión de la inteligencia, por su parte, pone a prueba sus valores cuando se desarrolla un juego o desafío que requiere el uso del intelecto. Así, la inteligencia o estupidez del propio accionar quedan expresadas en el resultado de la disputa.

La bip. racional asiste al campo de lucha en el que se ponen en juego sus valores absolutos cuando se libra el debate de las ideas. Aquí, el triunfo-derrota adoptan la forma de “tener razón”-“no tener razón”, o ganar-perder la discusión o debate. Muchas veces es doloroso perder en esta lucha, teniendo que dar la razón, porque significa reconocer la propia estupidez e irracionalidad. Por eso en algunas circunstancias se procura no dar la razón si no se trata de la máxima evidencia. Mientras haya una salida, se huirá por las “enredaderas” del pensamiento, evitando la humillación de la derrota de las propias ideas, y, sobre todo, de presenciar la satisfacción del eventual rival por su “victoria racional”.

Los debates o luchas de ideas son sin dudas de gran utilidad para la sobrevivencia de la tribu. Se trata de una contradicción interna en el plano de las opiniones, que estimula el progreso o perfeccionamiento de las ideas del conjunto, y con ello el más adecuado ajuste a la realidad. En la tribu, el “juez” radica principalmente en los hechos de la realidad, por lo que casi siempre queda en claro el ganador o quién “tenía razón”.

Con respecto a las bipulsiones del rendimiento personal y moral grupal, tienen su mejor despliegue natural en el marco de la bip. de la lucha moral. En el caso de la del rendimiento personal, el ganar-perder, o el hacerlo mejor o peor, adoptan la forma de mejor rendimiento - peor rendimiento, o bien, si la actividad social permite el registro de resultados concretos, la disputa puede plantearse en términos de ganar-perder. En cuanto a la bip. moral grupal, ésta es, como ya vimos, una réplica en grande de los valores de la conducta individual, pero aplicada al grupo. Por ello, todos los valores de la conducta grupal pueden funcionar también con la mecánica de la bip. de la lucha moral. Así, se procurará que el grupo sea el mejor en habilidad, inteligencia, valentía, rendimiento laboral, etc. También se tratará de lograr el triunfo del grupo en cualquier desafío, puesto que en ese triunfo van contenidos los diversos valores positivos que hacen a un grupo ganador.

Los valores absolutos de la bip de la lucha moral son como un receptáculo de los valores que se ponen en juego. El triunfo-derrota, o el “mejor”-“ peor”, son los recipientes en movimiento que llevan contenidos a los otros valores, los que quedan librados al resultado de la lucha. El grado de importancia anímica del ganar-perder depende siempre de los valores que se ponen en juego en esos resultados. Así, pueden estar en disputa desde la habilidad-torpeza en un juego de entretenimiento, o la capacidad y el prestigio de un abogado en el ganar-perder los juicios, o de un candidato político en el ganar-perder las elecciones, hasta el conjunto de valores y el honor de todo un pueblo en el ganar-perder una guerra. Por eso, el ganar-perder o triunfo-derrota adquieren una verdadera significación sólo cuando se ponen en juego otros valores.

En la tribu (hablamos siempre de la tribu humana primitiva u organismo social primario), ese poner en juego los valores debía suceder con regularidad. Las propias condiciones de vida de la tribu ofrecían el campo más adecuado para que apareciera el carácter deportivo o emulativo en la propia realización del trabajo. La cacería, la pesca, la recolección, por ejemplo, son actividades que permiten una clara determinación del resultado, tanto en el rendimiento individual como grupal. Por ello, se puede deducir que era cotidiano el poner en juego los valores de buen o mal rendimiento, individuales o grupales, como resultados de una natural combinación de trabajo y deporte. De tal forma, al ponerse en juego con regularidad los valores de las bipulsiones del rendimiento personal y moral grupal, se pondría en juego todo el conjunto de valores menores que ellas arrastran bajo su orden. Como las bipulsiones del rendimiento personal y moral grupal reúnen a su vez una considerable cantidad de otros valores, al ponerse en juego el buen rendimiento - mal rendimiento (individuales o grupales) en el resultado de triunfo-derrota, se pondrían simultáneamente en juego todos los otros valores allí encerrados (habilidad-torpeza, inteligencia-estupidez, espíritu de sacrificio - falta de voluntad de trabajo, saber hacer - no saber hacer, etc.). Así, debía ser habitual que una buena parte de los valores funcionaran bajo la mecánica de la bip. de la lucha moral. Los resultados del trabajo-deporte debían constituir un importante eje o parámetro objetivo para la puesta de manifiesto y evaluación de los valores de muchas bipulsiones.

Esa natural forma emulativa o deportiva del trabajo de los primitivos no sólo se deduce de las condiciones objetivas que ofrecen la cacería, la pesca, la recolección, y otras actividades laborales de los primitivos, sino que también se puede deducir de otras razones. Una es la autonomía motivacional del deporte. El entusiasmo e interés que despiertan los deportes, así como la alta valoración por el triunfo, no pueden haber surgido de la “nada”, sino que serían en gran medida una herencia de aquella forma del trabajo primitivo. También podemos ver esa herencia primitiva en la forma universal y espontánea de los juegos de los niños, donde el ganar-perder son casi siempre elementos centrales. Y esto iría encuadrado en el hecho conocido de que la forma del juego de los miembros menores de una especie tiende a ser una copia, una simulación preparatoria de la actividad adulta. Otro argumento, y el más importante, es el que se deriva de la lógica dialéctica y de las leyes de la evolución de las especies. En primer lugar, las luchas o contradicciones internas constituyen un indudable estímulo para la máxima eficiencia del conjunto. Luego, como la selección natural fue escogiendo las tribus según su mayor eficiencia global en el trabajo, se hace evidente que una tribu que haga de la actividad laboral un juego deportivo, donde tanto en lo individual como en lo grupal tenga lugar la emulación o lucha moral por el mejor rendimiento, logrará una importante ventaja y se impondrá sobre el resto.

[Pulsar aquí para ver nuevamente el esquema de la estructura de las bipulsiones]


© Autor: Alberto E. Fresina
Título: Las Leyes del Psiquismo
Editorial Fundar
Impreso en Mendoza, Argentina

I.S.B.N. 987-97020-9-3
Registrado el derecho de autor en la Dirección Nacional del Derecho de Autor en el año 1988, y en la Cámara Argentina del Libro en 1999, año de su publicación.
Características del ejemplar: Número de páginas: 426; medidas: 15 x 21 x 2,50 cm.; peso: 550 gs.


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