* Publicado
en "El Eco", Sunchales, Santa Fe, 26
de agosto de 1987.
Si en 1983 el electorado
argentino, influído por la fraseaología facilista sintetizada
en la famosa "...con la democracia se come, con la
democracia se cura, con la democracia se educa...", hubiera
imaginado el caos que caracteriza a la Universidad actual, difícilmente
los más conspicuos candidatos electos hubieran llegado al
poder.
Claro, es que la Universidad
no escapa de la coyundura nacional, en que las medidas se toman
básicamente teniendo en cuenta el rédito político, de manera
que satisfagan el interés eleccionario del canditado, apreciado
en un momento determnado y cuestión parcializada y no en una
visión de conjunto.
Son medidas universitarias
encuadradas en este criterio facilista, el ingreso irresctricto,
la gratuidad de la enseñanza universitaria, la desjerarquización
del profesor y del curso regular a través de una exigua
retribución, de la pérdida de disciplicna de clase tanto por
parte de profesores como de alumnos que torna a estos cursos
regulares en irregulares, de la cuatrimestralización de todos
los cursos sin distincion (v.g. en la Facultad de Derecho de la
U.N.L.) con lo que se logra la ineficacia más absoluta de los
mismos y la imposibilidad material de tratar muchas de las
materias en tan corto plazo, etc.
Otras consecuencias de esta
"democratización" de la Universidad es la politización
de las Casas de Estudios, transformadas en verdaderos comités y
unidades básicas en donde la investigación y el estudio al
servicio de las necesidades sociales se sacrifica en pos de los
mitines, las peñas y las reuniones partidistas al servicio de
los intereses sectoriales y eleccionarios de las diversas
seudo-organizaciones políticas, y así la carrera universitaria
se transforma en la carrera político-partidaria de afiliados,
militantes y dirigentes que coadyuvan a formar un sistema que
permite obtener exámenes a través de cualquier medio,
inclusive la presión política o la coima.
De esta forma, la institución
universitaria, cuya función es eminentemente constructiva y
propresiva, adquiere notas claramente destructivas y regresivas
en nuestro país.
La medida del ingreso
irresctricto, por su irracionalidad, es de estimarse que pronto
deberá ser extirpada. Es que no hay Universidad en el mundo,
salvo excepcionnes, que admita a todos los aspirantes inscriptos
sin efectuar selección intelectual alguna, pues ello conspira
contra el nivel cualitativo degradándolo inadmisiblemente.
La selección intelectual
objetiva para el ingreso de estudiantes universitarios, sin
duda, coadyuva a mejorar el sistema, y, si bien es tomada por
muchos como un riguroso antecedente de gobiernos dictatoriales
que repugna a los intereses populares, es obvio que asegura un
indispensable nivel académico, mejorando cualitativamente el
servicio y posibilitando la adecuada absorción de los egresados
a nuestro medio social, evitándose así la desocupación de
profesionales y la fuga de los mismos al exterior incentivados
por las mejores posibilidades que le brinda el medio social
elegido.
A más de estas cuestiones
objetivas que por sí mismas son suficientes fundamento para
emprender el camino de la reforma del ingreso universitario, el
exámen comparativo con los sistemas adoptados por las naciones
mejor ubicadas en el contexto internacional, nos proporciona la
misma conclusión: la selección intelectual para el ingreso
universitario es esencial como punto de partida de una
Universidad al servicio de la sociedad.
Desde otro punto de vista, la
Universidad requiere la adopción de aranceles periódicos a
cargo de los estudiantes, teniendo en cuenta la inoperancia del
Estado para hacer frente a las más elementales necesidades
presupuestarias. Y si bien esta medida no es esencial cuando el
sistema de ingreso es intelectualmente selectivo, se torna
indispensable cuando, como hoy, el ingreso es irresctricto, pues
el servicio amplía considerablemente sus gastos cuya financiación
se torna imposible. El paliativo del arancel, prudentemente
instrumentado y unido a un sistema de administración financiera
descentralizado, no requiere explicaciones sobre los motivos por
los que mejora sustancialmente la enseñanza universitaria.
Estas medidas básicas deben
instrumentarse complementadas con otras secundarias, pero no por
ello menos importantes, y atender a las necesidades concretas de
la Factultad en cuestión considerando sus características
particulares, compatibilizando sus intereses con los de la
sociedad toda, única destinataria del beneficio de la ciencia.
Una Universidad de espaldas a
la sociedad y de cara a los canditatos del momento, que
sacrifica los intereses generales de la comunicad en pos de las
ambiciones circunstanciales de un grupúsculo aventajado, más
que nacional bien puede llamarse "Universidad
antinacional".
"Si
el rey arranca una manzana en el parque público, la
gente se llevará hasta las raíces del árbol" (dicho persa).