Después de la separación de los Beatles, George Martin diría en más de una
ocasión que lamentaba no haberle prestado más atención a George Harrison como
compositor de canciones. El favoritismo de Martin con respecto a Lennon y
McCartney es comprensible, dadas la calidad y cantidad de su producción, pero el
resultado - dijo Martin - fue que «a George, al pobre George, no le presté mucha
atención hasta más adelante». Martin no lo es- pecificó, pero «Here Comes The
Sun», la canción inicial de la cara B de Abbey Road, bien pudo haber sido una de
las composiciones que le mostraron su error. «"Here Comes The Sun" - diría
Martin - es, desde cierto punto de vista, una de las mejores canciones jamás
compuestas.» Esa es una declaración bastante grandilocuente. Pero no cabe duda
de que «Here Comes The Sun» es una de las mejores canciones que los Beatles
hayan grabado jamás y es casi exclusivamente obra de George Harrison. La compuso
mientras paseaba por el jardín de Eric Clapton durante uno de los primeros días
de primavera. Además de componerla, toca cada una de las muchas guitarras que le
confieren esa sensación de felicidad estilo jugar en la hierba.
También toca el armonio, bate las palmas y es casi el único cantante (salvo un
poco de ayuda de McCartney para los contrapuntos); de hecho, hace casi todo
salvo tocar el bajo de Paul, los tambores de Ringo y escribir la partitura de
Martin. Durante años, Lennon y McCartney habían estado componiendo canciones
cuya excelencia y accesibilidad eran tan amplia e inmediatamente evidentes que
se convertían en clásicos inmediatos: «I Want To Hold Your Hand», «Help!»,
«Yesterday», «Norwegian Wood», «Elea- nor Rigby», «We Can Work It Out», «Penny
Lane», «A Day In The Life» y «Hey, Jude». Ahora, después de años de observar a
sus hermanos mayores, Harrison había hecho lo mismo con «Here Comes The Sun».
«No me hubiera importado ser George, el hombre invisible y haber aprendido lo
que él aprendió durante los primeros años de los Beatles», dijo Lennon después
de la separación. Y, aunque «Here Comes The Sun» es una creación decididamente
propia, no deja de ostentar algunas de las mismas cualidades que caracterizan a
las obras maestras de John y Paul. Sobre todo está la mezcla ingeniosa de
sencillez y sofisticación. El gancho melódico de «Here Comes The Sun» es tan
rápido y puro que Harrison lo instala en los oídos en menos de dos segundos de
guitarreo acústico experto. Efectivamente, sus cinco notas encajan con tanta
comodidad que ni siquiera necesita palabras la segunda vez que las canta: «doo-doo-doo-doo»
y el resto de la canción crece a partir de allí. En esencia, los acordes siguen
un ritmo de 1-4-5, salvo un truco introducido al final del primer verso, justo
antes de la línea «and I said...» [y dije, no hay problema] que precede el
contoneo burbujeante que devuelve la canción a su inicio. En el middle eight: «sun,
sun, sun/Here it comes» [sol, sol, sol/aquí viene], se añade una segunda capa de
sencillez cuando George toca otra pauta de tres acordes. Pero esta vez la base
se desplaza de la mayor a sol mayor y el orden es 4-1-5. Y Harrison introduce
este cambio de clave con aún otra sencillez: el cambio de tempo de sonido
perfectamente natural normalmente asociado con John Lennon. También la letra
tiene el poder de los inocentes. En lugar de predicar respuestas, invoca cosas
universales: el calor del sol, la llegada de la primavera, la sonrisa de un
rostro humano. Como una gran parte de lo mejor de la obra de los Beatles, alegra
el corazón e inspira fe en el mañana. Al entretejer tanta sencillez de un modo
tan intrincado se acaba por crear una forma de sofisticación sublime. De un modo
similar a otras de las mejores obras de los Beatles, en «Here Comes The Sun»
ocurren muchas más cosas, hay muchas más texturas y dimensiones que en la
mayoría de las canciones pop. Y aunque «Here Comes The Sun» tiene una estructura
so- fisticada nunca se vuelve oscura, porque nunca se pierde lo esencial. En
resumidas cuentas, George se había convertido en un arquitecto musical bastante
bueno. No cabe duda de que el ejemplo de John y Paul fue crucial en este
aspecto, pero ellos a su vez lo habían aprendido de George Martin.
El consejo de Martin: «Pensad sinfónicamente» impulsó a los Beatles a
reflexionar acerca de cómo realizar manifestaciones artísticas más grandes
dentro del formato pop, y su talento innato y su curiosidad inagotable hicieron
el resto. Lo cual ayuda a explicar otra característica fundamental de la obra de
los Beatles, ilustrada por «Here Comes The Sun»: no sólo componían canciones
maravillosas; ofrecieron la interpretación definitiva de dichas canciones.
Resulta muy difícil imaginar una nueva versión de cualquier canción de los
Beatles que sea mejor que el original. ¿Cómo podría una versión ajena mejorar la
interpretación de «Here Comes The Sun» hecha por los Beatles? Su arreglo es
ligero y sin embargo sólido, suave pero rimbombante: unos con- trastes que, por
una parte, surgen de la combinación de la interpretación guitarrística delicada
y la voz diáfana de Harrison y las contribuciones vigorosas de Martin, McCartney
y Starr por la otra. Martin introduce las cuerdas en la primerísima sílaba
cantada por Harrison con el fin de ampliar el volumen total del sonido y después
hace que la orquesta refuerce y contrapuntee los principales temas melódicos
durante el resto de la canción. Después de introducirse con habilidad y sin que
se note en medio de la primera catarata de violonchelos, McCartney desencadena
una interpretación saltarina y deslizante en el bajo que confiere a la canción
un flujo y un impulso irresistibles, acentuados por estallidos alegres y sólidos
de la batería de Starr. La canción transmite su arrobamiento melodioso con la
misma vivacidad con la que «Come Together» expresa su propia vehemencia confusa
en el inicio de la cara A, y la distancia entre esos dos estados de ánimo se
limita a destacar una más de las capacidades de los Beatles: su gran alcance
emocional y musical. «Here Comes The Sun» es la única canción de Abbey Road en
la que John Lennon no jugó ningún papel. En sí, destaca el hecho de que los
otros tres Beatles eran una banda bastante caliente por derecho propio. En
realidad, como instrumentistas, Paul, George y Ringo pertenecían a una categoría
diferente que Lennon. Su contribución al grupo era algo completamente diferente:
una sensibilidad salvaje, penetrante y poética que casualmente se expresaba de
manera más elocuente a través de la música. El cuarteto resultante era una
mezcla explosiva, en parte porque Lennon era una fuerza creativa tan
multifacética... Por cada «I Am The Walrus» había un «Julia... |