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			Roberto J. Sánchez ® e-mail: r7sanchez@hotmail.com

Gran parte de nuestro tiempo la pasamos cumpliendo tareas rutinarias, cíclicas, contínuas, orientadas a mantener funcionando determinados sistemas. Otra parte, la pasamos haciendo otro tipo de actividades: imaginando, planificando, haciendo cosas orientadas hacia un fin único: el cumplimiento de una meta, un objetivo. Así, abordamos taréas inéditas, y muchas veces involucramos gente a este proceso, y los llamamos "equipo". Estas actividades son los "Proyectos".
La gente activa, está llena de proyectos. Muchos alcanzan el éxito, otros no llegan a cumplir sus objetivos, y otros ni siquiera son puestos en marcha. Mucha gente activa lleva adelante distintos proyectos una y otra vez, y no todas conocen los principios fundamentales en los que se basan. Y fracasan, con demasiada frecuencia.

Soñar libremente

Todos los grandes logros que alguna vez sucedieron empezaron con una persona que tenía un sueño. Alguien desairó a los que decían "NO" y les dijo "Esto puede hacerse, y yo soy quien lo hará". Y en muchos casos, cambiaron el mundo.

¿Recuerda cuando era un niño y ningún sueño le parecía demasiado grande? El mundo no había logrado todavía mostrarnos que no podíamos conseguir lo que nuestros corazones anhelaban. Luego, empezamos a permitir que nuestros sueños mueran. Las personas comienzan a decirnos que no podremos hacer las cosas que queremos. "Las personas responsables no corren detrás de sueños." "Sienta cabeza, establécete, consigue un trabajo." "Cuida del negocio familiar, vive satisfecho con lo que tienes..."

Darse tiempo para permitirse soñar y encontrar una forma creativa
de expresarlo y transmitirlo es el punto clave para empezar.

Detenerse a plasmar un sueño puede ser una tarea muy divertida e inspiradora...
¿Qué herramientas creativas podemos utilizar para estimular nuestra imaginación
y lograr el compromiso y motivación de todos los que participarán de nuestro sueño?

Simplificar la complejidad

El exceso de información nos abruma, y nos envuelve en un mar de preocupaciones que es preciso manejar. En ocasiones nos hallamos rodeados de una avalancha de papeles, libros, informes acerca de un proyecto que debemos organizar. Tenemos la sensación de que finalmente quedaremos sepultados bajo una montaña de responsabilidades.

Simplificar la complejidad es un paso necesario hacia
una planificación ordenada y sencilla.

En cualquier proyecto surge la necesidad de dividir apropiadamente el trabajo,
establecer prioridades claras. ¿Pero cómo hacerlo de forma ágil y efectiva?

Terminar con las postergaciones

Muchas veces, el perfeccionismo, el miedo al fracaso, la falta de un método sencillo para llevar adelante nuestros proyectos hacen que los dilatemos indefinidamente y nunca lleguemos a concretarlos. Cuando damos vueltas a un proyecto hasta que sea perfecto probablemente nunca conseguiremos terminarlo. Es preciso seguir una línea de acción clara y definida, que atraviese en línea recta el sinuoso camino de las dilaciones, dudas e interrupciones.

Concentrarse en las acciones prioritarias y controlarlas adecuadamente
nos conducirá a hacer las cosas en el tiempo y forma planeados.

¿Qué herramientas de trabajo nos ayudarán a implementar
las tareas de nuestro proyecto correctamente?

Cada experiencia es una oportunidad para aprender

Una de las peores consecuencias de la creciente complejidad de los proyectos es que mucha gente no se adapta a las nuevas experiencias de aprendizaje. Iniciamos un nuevo proyecto y cometemos los mismos errores para darnos cuenta cuando ya es demasiado tarde. Al plantearnos ciertas preguntas, podemos estimular el aprendizaje y encontrar información valiosa a partir de nuestros propios errores .

Finalizar un proyecto aprendiendo de los errores incrementará
nuestra efectividad sostenidamente en el tiempo.

¿Qué forma podemos adoptar para detectar y registrar
la información significativa del proyecto terminado?
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Actualizada el: 27 Mayo, 2002