Volver a la página principal

Carlos Lisandro Daneri

EL RÍO Y YO

Cuantas veces en nuestra existencia, nos preguntamos, por que aquello, o por que esto, de nuestra vida y al principio no tratamos de averiguarlo, y ello, por que en ese momento, no le estamos dando ninguna importancia, y solo es un hecho natural y tan natural, como es la vida misma.

Cuantos de nosotros, se pusieron en nuestra infancia, a pensar no en los porque, pues esos porque, tienen repuestas claras, como por que después de la noche viene el día, o por que esto nos gusta, o nos disgusta, pero nunca, por que‚ es que estamos aquí.

Cuando somos infantes, nada de esto nos llama la atención, solo se esperan el tiempo de los juegos, o de la comida, o el ir de paseo o de despertar cada mañana.

No hay un rumbo definido, es aceptar lo que nos trae cada uno de esos días que van transcurriendo.

Hasta que un buen día nos encuentra dibujando en un papel, de diario o de cuaderno, un curioso casco de barco japonés y con una tijera recortamos las formas que luego de pegadas con engrudo, lo que les da las tres dimensiones Una vez armado, y con una varita de hoja de helecho seca, con un papel cuadrado insertada en ella le colocamos la vela, y ya esta, se podrá parece a un junco chino, a cualquier cosa o a nada, lo cierto es qué‚ allí esta.

Resulta que a pocos días mas, es el cumpleaños de Mamalóla, mi abuela paterna que vive en la "otra casa", la casa de al lado de la que nos separa solo una puerta.

Para halagarla, mi madre me dice que se lo lleve de regalo, y allá voy acompañado de Adela, el ama de llaves.

Y ahí en la vitrina del comedor, colocan mi "magnífica Obra".

Mamalóla, era cariñosa en extremo, y los abrazos que me daba, también me dejaban sin respiración, y lo que mas recuerdo de ella, eran las tardes que me escapaba y ella estaba tomando su te en la mesita del comedor díarío, y luego de uno de sus famosos abrazos, me convidaba con una rodaja de telera, con manteca y azúcar, que hasta hoy lo recuerdo.

En ese momento del tiempo, no me interesaba la navegación para nada, salvo que eran el medio de comunicación para ir a la casa de mi otra abuela, la materna, que quedaba en Villa Independencia, donde estaba abuelita Etelvina.

Pero esto, sucedió mucho antes del bote chino de papel.

A mí me ocurrió lo mismo que a muchos de mis antecesores paternos, y no pregunte‚ "por que a mí" ?.

Mi abuelita, era viuda, así que no conocí a mi abuelo, me hubiese gustado conocerlo, pero todo había sido dispuesto así.

Antes de nacer, ya estaba navegando, según metan, y si mis cálculos no me han engañado.

La familia de mi abuelita era creyente, y algunos de misa díaria, así que también yo, crecí en la fe‚ y desde muy chico y antes de saber leer, , ya conocía las tres oraciones mas importantes, esto, para muchos, quizá, no tenga mucha importancia, para mí sí la tiene y mucha, y todo gracias a esa abuela.

Quizá, este fue el principio de todas las cosas que siguieron, uniéndose entre sí, como si se tratase de una película en la cual los actos están clara y estrechamente unidos.

En aquellas épocas solíamos pasar solíamos pasar largas temporadas en la estancia de mi abuela, llamada "La Independiente". y allí salíamos a caminar por el campo en esas mañanas diáfanas y soleadas, en la inmensidad de la pradera Oriental.

Algunas veces llegábamos hasta la isleta de paraísos, para refugio de la hacienda en verano, y otras veces , luego de transponer el bajo y el tajamar subíamos por el camino, hasta el portón de acceso a la estancia, a cuyos lados el penacho de los paraísos que la flanqueaban con su sombra y protegía a los que llegaban hasta ese lugar.

Otros días, cuando había llovido, el tajamar se llenaba de agua en una gran extensión, y hasta allí nos llegábamos con mi hermano a jugar a los barcos, y simulábamos ser, cada uno, uno de esos enormes buques de palas, que surcaban entonces el Uruguay, chapaleando el fondo barroso del tajamar.

Queríamos andar a caballo, pero estos aun que mansos, eran demasiado altos para nosotros y una vez arriba nos daba cierto vértigo, así que mi Tío, nos trajo una mulita, se llamaba Maud, en realidad, el nombre se lo pusimos nosotros, sacado de una revista de historietas.

 

Y cada vez que volvíamos, Maud, siempre nos estaba aguardando en aquel mismo lugar del potrerito.

La vida del campo, ciertamente, era muy tranquila, sin radios ni TV, el silencio era casi absoluto, solo era interrumpido por el viento o el ronroneo de las palomas en las cornisas de las ventanas.

Una mañana, fuimos hasta las costas del "Hum" que en realidad se llama río Negro, pero que los Chanaes, primitivos habitantes del lugar lo conocían de esta manera, lo de Negro, es como lo bautizaron los Blancos, que vinieron luego y lo rebautizaron, llamándolo así, por el color de sus aguas, casi negras, debido a la profundidad, aún muy cerca de sus costas.

Al llegar al lugar, transponiendo el gran sector de las ovejas, desde la barranca que domina toda la costa, apareció ante nuestros ojos, atracado junto al espacio de lo que pudiésemos denominar playa, por lo breve, se encontraba un velero, pero no un barco corriente, sino que se trataba de un verdadero yacht.

Es muy posible, que este haya sido el primero que hayamos visto, en nuestra vida. Esa vez me encontraba acompañado por mi primo Alberto, que era muy aficionado al campo y los caballos, y también, desde muy chico, visitaba la estancia.

Largo rato estuvimos contemplando el barco hasta que decidimos regresar a la casa, por que teníamos un largo camino, mas o menos dos leguas antes de llegar a ella, traíamos de recuerdo de aquella visión, un nombre, "Blue Belle", tal el nombre del barco.

Nos propusimos volver al día siguiente, para continuar con nuestra observación, y así lo hicimos.

Pero, el Blue Belle, ya no estaba, se había ido y lo notable es que nunca vimos a gente en él, lo probable es que no quisieran intimar con nadie, pero sí, encontramos los rastros de la estadía, en la playadita, unos papeles de envolver y una lata vacía que decía en su etiqueta "Leche Condensada", esto nos llamó mucho la atención por que la única leche conocida por nosotros era la que dan las vacas del tambo y que si se quiere tomar fresca y calentita y con espuma es cuando la ordeñan en la madrugada, y que después hay que hervirla, por que si no se corta y ya no sirve.

Cierto es, que según una de mis tías nos decía que las vacas negras con manchas blancas, eran las que daban café con leche, pero, nunca lo creímos.

En la estancia, habían muchos perros, pero el gran compañero era Tachuela que iba y venía del campo, todos los fines de semana, y lo hacía sentado en el estribo del Ford "T", el extraordinario vehículo de mi Tío.

Tachuela, era lo que se dice, un perro común , un perro "Marca Perro" pero infinitamente cariñoso, como por lo general son esta clase de animales.

En el campo, cuando íbamos al arenal, en el gran corral de las ovejas, donde estaba el sembradío de Sandías y melones, para buscarlos, Tachuela se desplazaba tras el carro junto con los otros perros que nos acompañaban.

En el pueblo estaba Chocolate, un enorme ovejero, que cuando nos íbamos en el vaporcito de la carrera, se tiraba del muelle y nos seguía nadando, hasta que se cansaba y volvía al puerto.

Mientras tanto, la figura y el nombre del "Blue Belle", parecía dormida, como si esperara ser despertada de su largo sopor, por algún hecho fortuito.

Pasó el tiempo, y poco a poco nos fuimos alejando de aquellos días en la estancia, del agua con limón y azúcar en las horas del almuerzo, del dulce de higo o el de tomate de la tía Beatriz, o el de los higos de tuna que siempre le llevaba a mi madre cuando regresaba, y los panes en el camino, cuando el Ford pinchaba y había que sacar el aro, para vulcanizarla en el lugar del accidente, con unos parchesitos y con calor, provisto mediante un fósforo que encendía el contenido de la cajita de lata, donde estaba el parche.

Una tarde en que pasaba el fin de semana en Villa Independencia, estaba viendo el atardecer en la punta del muelle de ultramarinos, había una ventisca del Oeste y un velerito se preparaba para partir, no estaba fondeado muy lejos del muelle, así que podía ver tranquilamente todas las maniobras que realizaban los tripulantes, Cuando todo estuvo listo, y levaron la pequeña ancla, el velero salió disparado, casi en contra del viento, mientras los tripulantes ajustaban velas, para aumentar velocidad de marcha, hasta el límite que se pudiese. Era la primera vez que tenía la oportunidad de observar, como un velerito es capaz de mantener y marchar, a gran velocidad, en un ángulo tan cerrado, con relación a la dirección del viento.

Como los nautas veleristas son muy pocos aún, y en mis tiempos eran menos aún, no eran muchos los que se paraban a mirar esta maniobra, y menos preguntarse" por que" Eso era lo común y corriente, posiblemente es que el viento no hubiera sido en contra, o tal vez un remolino, o simplemente, apreciar mal, y eso era todo.

Mas tarde, leyendo, buscando en libros y revistas sobre la náutica, me encontré frente a la solución del raro fenómeno, y que no es tal, sino la simple aplicación de una teoría sobre el caso, la teoría de los "filetes de viento", asociada con las fuerzas de impulsión dentro de un cohete, en el espacio.

Esto es difícil de explicar así con palabras, pero para hacerlo fácil y comprensible, tomemos lápiz y papel, y lo encontraremos fácil y razonable.

Los días siguieron su curso, y ya pasados los tiempos de la niñez, fuimos dejando el campo, para pasar mas tiempo en el pueblo, por que aparte de los amigos que habíamos logrado hacer, los paseos con ellos a la placita de deportes, a los bajíos del puerto llenos de esnirriados sauces llorones y lo que nosotros, en nuestra imaginación los veíamos como galeones, solo eran un par de pailebotes, abandonados y en seco, a los cuales trepábamos a las cubiertas semidestruidas y jugábamos rememorando antiguas lecturas de aventuras de los libros de Salgari, los paseos por el muelle y las barrancas, todo era aventura.

En la Villa de San José todo era muy distinto, la calle no se prestaba para ninguna diversión, todo era mas serio, mas formal, ir a la rambla era ya de por sí, no una aventura sino, odisea llegar hasta allí, pequeña placita, con un breve muellecito, escalerita al agua, botes amarrados, eso sí, sauces llorones, palmeras, sombra, paz solo interrumpida por los ruidos del astillero cercano, pero los Domingos, el silencio era total.

Pero, por lo común, estar dentro de la casa era lo habitual, y ello daba lugar a dejar rienda suelta a la imaginación.

Allí es donde comienzo a diseñar barcos, a construir maquetas y muy pronto, nace la idea de hacer mi propio barco, no como el Blue Belle, sino algo mucho mas modesto, apenas cuatro metros de eslora, y no se llamaría Blue Belle, sino Pingüino.

Pensaba que lo podía construir, tenia el lugar para hacerlo, todas las herramientas del taller de la platería que si bién no eran de carpintería, muchas de ellas, eran indicadas para el trabajo, por ser comunes a todos los oficios.

Y comencé a construir.

Llego a tener quilla, espejo de popa con cuaderna de refuerzo, codaste, roda y las cinco cuadernas completas mas el carenado en la quilla para pasar la orza esto dicho en la "jerga" náutica, idioma solo conocido por los barqueros, a los demás esto realmente no les sirve de nada.

Esto no lo digo para demostrar mis conocimientos en la materia, podría hablar de otras cosas, como son los arcos botantes, los arcos peraltados y sería lo mismo.

Pero en el caso de la náutica, les prometo que no han de quedar en ayunas, pues este relato será ilustrado.

La "obra", siguió su marcha, armando los trozos del "esqueleto" del casco, conseguí las bulones, de hierro, los hice galvanizar para protegerlos de la corrosión y también obtuve tornillos de bronce y remaches de cobre, por que después vendría la obra magna, "forrar el esqueleto".

En este punto es cuando la obra se detiene, no por voluntad, pero la razón fiduciaria, se alza entre el proyecto y yo, como una valla insalvable.

Todo quedó largo tiempo estancado, hasta que viendo que todo se convertiría en historia, me vi obligado a vender planos y lo que tenía construido.

No obstante, alguien terminó el trabajo que yo no pude, el día en que el "Pingüino" fue botado, le tomé una instantánea de el para mí, trascendental momento, del trabajo terminado, y que yo comencé el día que pensaba, que con solo mi voluntad, todo se podía.

Esa vez, aprendí que por mas ideas que tengas, nada va adelante si no contamos con la presencia de "Don Dinero".

Así que por un tiempo me tranquilicé sobre el tema, pero no lo abandoné.

Teníamos, un amigo al que cariñosamente le llamábamos "Patita", porque tenía un defecto en ambos pies que mas tarde una delicada intervención, se los corrijo, pero

aparte de esto, tenía una mente pensante, que lo había hecho concebir, una obra similar a la que yo comenzara cierta vez.

El barco que construía debajo de una galería abierta, protegido el lugar por una cortina de lona rayada vieja y decolorida, protegía la obra, similar a la mía, pero mas grande y ancha que el Pingüino.

Como las serretas y trancaniles ya estaban colocados, se podía apreciar la perfecta silueta de lo que en definitiva iba a resultar.

Le ofrecí mi ayuda y algo de dinero, para seguir el trabajo, pero, como siempre este era tan poco, que no se pudo continuar.

Pero esto no sería todo, después de estos fracasos náuticos, que cada vez me hacían sentir un sabor amargo, que es el sabor de la derrota.

Volví a tener un tiempo de sosiego, pero no de paz y como me había hecho socio de un club de la costa y en casa había una hermosa bicicleta, que por supuesto no era mía, me permitía viajar hasta allí y también dar largos paseos por el parque de la ciudad y a veces hacer extensos trechos por el camino de Concepción, y como ciclista, era un consumado pedalista, pero, para mí, al biciclo lo consideraba, un agradable medio, pero no un fin.

Luego de ambos descalabros náuticos, pasó un tiempo no tan largo, como para aplacar mis sueños de capitán que por ahora era solo nada mas que ideas de simple grumete, tal vez nada mas que eso.

Un día hablando con otro amigo del Colegio, salió a la superficie, el tema, que no había sido buscado, lo que pasa es que cuando se tiene una idea en el fondo, en una gaveta del cerebro, algo que esta escondido pero no resuelto, de pronto aparece.

El Yiye, en realidad era mas compañero del Lalo que mío, pues ellos estaban en segundo año y yo cursaba ya el cuarto, pero Lalo era un amigo también de los días de la primaria, cuando a ambos nos mandaban a la misma maestra particular. La Señorita Gloria, y desde ese tiempo en que nos hicimos amigos, los años se hicieron encargados de convertimos en los "amigos de la infancia", tal como ocurrió en la Villa Independencia con mi otro amigo de verdad, Santiaguito, a quien llamaban Nen, por que ambos, fueron esos amigos entrañables, los de la "infancia", a quienes siempre tendré en mi memoria, aunque ya hayan partido hacia el Reino de Dios.

Lalo, poco participaba del río, salvo cuando, venían los días del paseo de estudíantes, cuando nos juntábamos los "recalcitrantes" que jamas fuimos a ninguno, pero en cambio, el día lo festejábamos, lo mismo, por que hacíamos "paseos particulares" Llevábamos mate, carne para un asadito en la costa y "mariposa", una especia de caña dulce muy agradable pero muy pateadora.

El viaje lo emprendíamos en un bote de alquiler, de Aschieri, Pipo Leonardini o de Giusto, lo rentábamos por todo el día y salíamos bien temprano, pero nunca pasábamos de la cancha del saladero, ya a la mitad de este, sabíamos que mientras mas avanzáramos, mas nos costaría el regreso, de manera que era mejor arrimar a la costa y quedar nos por allí, sobre todo que toda la costa presentaba las mis mas característica y a babor había bastante sombra y la leña abundaba por que esos campos eran los potreros de Unzué y se extendían hasta el río Uruguay.

Otro compañero para esas aventuras era el Chino, aunque para el río, no participaba mucho, salvo para ir a remar en los botes del club.

Era el tiempo en que puede decirse que no teníamos nada, mas de lo que nuestro ingenio podía acercarnos.

Ahí, es cuando aparece el Tito Marconi o mas conocido por el "loco" Marconi, que tan loco no debe haber sido, por que logró recibirse de arquitecto, que si bi‚n en aquel tiempo, ni siquiera era una profesión romántica ni rentable, servía para sobrevivir.

Una de las inquietudes de Tito, aparte de su pasión por el río, era navegar, pero sin esfuerzo, algo que te llevara por el río silenciosamente, como si volaras, pero sin la velocidad de un avión, por que esa era la forma de apreciar toda la belleza que la naturaleza puede ofrecerte a tu.

Hablábamos de todo esto y yo le dije, que solo un barco de vela, puede comunicarte con toda la belleza que el río es capaz de poner a tu alcance y que no hay otro medio que pueda realizar este casi milagroso encuentro.

Tito, supo de un bote, mas que bote, era una lancha de casco doble, lo que hoy sería un catamarán, que son dos cascos, pero unidos , y como estaba un poco abandonado, necesitaría reparación. Averiguo de quien era, por que estaba allí, en fin, todo lo concerniente, y finalmente le ofreció alquilárselo, pero el que lo tenía, en realidad, no era el dueño, sino que se lo cuidaba a un estudíante, que no estaba en el pueblo, pero finalmente accedió, con el trato y el Tito se llevó el bote a su casa donde había un patio muy grande, y con el Yiye, procedimos a calafatearlo al fondo, con bleque, que tardó en secarse una barbaridad, dos latas de pintura blanca fueron suficientes, le fabricamos un timón, y la primera parte quedó lista.

Ahora faltaba palo y vela y esto, ya eran palabras mayores, tenían que costar poco, o mejor nada, pero ese problema lo resolvió el Yiye, cuando retiró subrepticiamente una de las cortinas que habían en una de las galerías de su casa y también descuidó la percha de sostén, que como mástil era especial, y así fue como por primera vez, luego de tantos fracasos, teníamos nuestro velero, impropio pues no era propio, pero eso fue harina de otro costal.

La primera salida, no fue lo que se llama un éxito, salimos del fondeadero, navegando en popa, pasamos el puerto en medio de un recalmón y ya en la punta de la isla, el viento apareció de nuevo y ya no paramos hasta el final de la cancha del saladero, lugar ya bastante distante de el punto de partida, así que deseamos regresar, además eran la últimas luces de la tarde, comenzamos las maniobras para el regreso, donde nos encontramos que con ninguna maniobra, podíamos hacer regresar a la embarcación que nos llevaba para atrás y contra los sarandices de la costa o en el mejor de los casos atravesamos el río una y otra vez pero sin salir de un cruce repetido y sin resultado.

Entonces, ya cansados del esfuerzo envolvimos la vela al palo, tomamos los remos, y empezamos el largo regreso, entre las sombras de la noche.

Esta experiencia nos hizo comprender que a nuestro "yate", le estaba faltando una pieza que se llama "orza" y que sin ella jamas podíamos haber vuelto, y además del hecho material, nos estaba faltando conocimiento e ignorábamos que significado tiene la palabra "bordejear".

Terminé desvinculándome, de la aventura y Yiye, recuperó su percha y su cortina, que volvieron a aparecer en su lugar de siempre, sin que nadie pudiese explicarse, que era lo que había ocurrido allí.

Dije, que me había asociado a uno de los clubes de la costa, y allí conocí a otro amigo, que era empleado de banco y aficionado al remo, y tenía un hermoso bote de regata, doble par.

Una tarde Lelo, que así era su sobre nombre, por que en este pueblo todos tienen uno y nadie se salva de ellos, como decía, me invitó a dar una vuelta en su bote, a lo que sin pensarlo mucho acepté no podía decirle que mis conocimientos de natación eran casi nulos, y además, nunca había remado en un doble par tan angosto, que mas que bote parecía una aguja en el agua.

Subí a la embarcación, y cuando me entré en el "carrito" supe que ya lo tenía conmigo y que no habría chapuzón, salimos y cada vez con mayor velocidad, llegamos al fondo de la cancha del saladero y volvimos al club con el mismo ritmo de competición.

Me preguntó, que me había parecido el periplo, yo le contesté que fue bárbaro, que me gustó mucho y que nunca había andado tan rápido en el agua, lastima que nadar, eso sí, nadar no sabía casi nada, eso por no decir que la palabra "casi" podía haberla suprimido.

Vi entonces, que Lelo se había quedado demudado, y solo cuando reaccionó, alcanzo a decirme, "sos un inconsciente, si lo hubiera sabido, no te invitaba...."

Entonces le replique "Quédate tranquilo, no viste que pasase algo.? ...

Desde ese día, nos hicimos grandes compañeros e íbamos cuantas veces podíamos al Club, pero nunca mas se le ocurrió invitarme a salir en el doble par.

Un día viene con la noticia de que se vendía una piragua en sesenta de moneda nacional, me pareció un regalo y lo fuimos a ver, era de un músico del regimiento y

no nos dijo por que lo vendía ni se lo preguntamos, la piragua en cuestión era mas que esa, sino un bote envaretado al que se le podía adaptar un palo, vela, timón, pero había un problema, el casco "Era de lona !!!, "mas esto no nos amilanó, y luego de algún cabildeo, decidimos que lo compraríamos, y eso hicimos.

Lo compramos !!

Lo de piragua, solo era un nombre por que en realidad era un botecito, de lona sí, pero bote al fin.

Estaba en buenas condiciones, le dimos una buena mano de pintura, rojo el fondo, blanco el casco en el fondo tenía una tabla de canto a manera de quilla y ahí teníamos resuelto, en apariencia, el problema de la orza, y digo en apariencia, por que después comprobamos de que era insuficiente, además en la verdadera quilla, no se podía prender otra que fuera de mas de una pulgada.

Lo usamos primero como bote, después le hicimos palo y vela y un timón que tenía y era chico lo reforzamos y alargamos y así resultó un velerito, para empopadas o de bolina, cuando mucho.

Una tardecita en que había soplado todo el día, un fuerte sud oeste [pamperada] sacamos el bote del galpón, lo armamos en la costa y salimos sobrecargados de tripulantes, y tomamos rumbo al norte una feroz empopada que se fue amenguando cuando llegábamos a la altura del arroyo Zapallo, en que caía nuevamente la noche.

Parece mentira, pero es verdad, cuan rápido transcurren las horas que se hacen minutos, en una navegación placentera, por eso es que cuando salimos a navegar a poco de andar ya estamos con que va a caer la noche.

El viento, había amainado casi por completo, y ahora era ya tenue brisa, así que con nuestras experiencias anteriores sabíamos ya, lo que debíamos hacer, sin intentar mas nada.

Tomamos los remos, bajamos la vela y empezamos, con la sobrecarga de pasajeros, el regreso al Club.

Muy pronto, tuvimos la idea de mejorar la embarcación, que era un doble proa y queríamos hacerle espejo de popa y consultamos con el constructor naval Bonazzola, que tenía su taller en el viejo corralón de materiales de Delfino encargándole el trabajo que consistía en el alargamiento del "Piróscafo", un metro mas por popa y una preciosa cubierta de baldeo, pero lustrada, timón nuevo y caña alargada, y lo mejor, una orza de cuchillo, del aparejo, nos encargábamos nosotros.

Mientras tanto, Lelo quería tener contacto con un almacén naval, para comprar los accesorios necesarios para navegar tal como la defensa proel, porta espías los motones, pasa cabos etc, entonces, como mi tía tenía viaje para la capital, le encargue que pasara por lo de Guanziroli, en la calle Sarmiento, y allí mi tía que era muy desenvuelta, en estos menesteres y haciéndonos propietarios de un gran yate en construcción, consiguió le obsequiaran, el catalogo de accesorios, un libraco tan importante como lujoso, que podría ser un libro de estudio, y que lo fue para nosotros, para ilustrarnos de lo que no sabíamos.

Así fue como un día llegó el paquete con todo lo pedido para engalanar el "Piroscafo".

Todas las noches iba a casa de Lelo, y pasábamos largas horas leyendo y releyendo aquel catalogo, tomando mate y cambiando impresiones sobre cada accesorio que veíamos ilustrado en el mismo, calculando tamaño y precios, y así pudimos elaborar una maniobra completa sobre los elementos de trabajo como son las cornamusas, porta espías, defensa proel con su doble uso para retener los stays, en fin, todos aquellos accesorios a los cuales en el día de hoy, se les llama de otra manera como "Fittings", yo y los que quedamos de aquel tiempo, y los que quedamos todavía, seguramente que los seguiremos llamando como entonces, cuando pasábamos las hojas del catalogo de Guanziroli.

Cuando nos entregaron el bote arreglado, no parecía el mismo, era una joyita reluciente, casi no parecía ser el mismo que habíamos llevado a lo de Antonio.

Llegó el momento de hacer el palo, el riel, las chapitas de corredera, para izar la vela, ultimo alarido de la técnica naval, antiguamente se usaban para este trabajo, aros de madera, ensartados al mástil, y estos eran ata dos con matafiones al gratíl de la vela.

A medida que íbamos avanzando en el trabajo nos cultivamos en el léxico marinero, y no solo eso si no también en la parte técnica de la construcción, pues entonces los barcos eran de madera, un material que con la permanencia prolongada en el agua y la humedad consiguiente, no se lleva de modo alguno, o la presión de agua ejercida sobre la obra viva hace que esta se filtre por las junturas, penetre al interior y destruya lentamente todo lo construido, pero no insistir‚ sobre esto por que todos saben que una ventana o una puerta a la intemperie, se pudre, y eso es lo que también le pasa a un barco.

Ahora, los problemas de una nave pueden ser otros, pero esos problemas ya no son cosas que nos afecten A lo sumo puede que tenga que hacer algún plano para terceros, pero no mas que eso.

En este mundo en que se vive, digo yo, a quien corno, se le ocurriría venir a consultar a una persona añosa, si ya ni siquiera la vemos ?

Después Lelo fue ascendido en el banco y marchó a un lugar que se llama Lucas González .

Hacia pocos días, nos habíamos dejado de ver, y una mañana nos encontramos en la esquina del Banco de la Nación, y Lelo se estaba preparando para ir a hacerse cargo de su nuevo destino, para esto ya estaba casado y marchaban tierra adentro de la provincia, fue el día de nuestra despedida, pues nunca mas volveríamos a vernos, me regaló su parte del "Piroscafo", sabiendo que no lo iba a poder disfrutar.

Eran tiempos en que las crecientes no dejaban en paz a una gran parte de la zona del puerto y la ribera, cosa que cuando se hizo costanera y puerto nuevo, creímos, se terminaba el problema, mas no fue así.

Solo paró esta triste historia, cuando la formidable represa de salto grande, comenzó a funcionar y paró las aguas salidas de madre, decía yo, que ese fenómeno no se repetiría cuando la represa estuviese terminada y verdaderamente, eso fue lo que pasó.

Aquí comienza otra historia. Como estaba asociado a los dos clubes, separados solo por un alambrado, iba de uno al otro, salía en el Piróscafo de vez en cuando.

En el club Neptunia, se estaba preparando por un grupo de socios de mucho físico, nada menos que un raid náutico hasta la Villa de Independencia, por supuesto, era en los botes de remo del Club y ya casi tenían formadas las tripulaciones, que serían cuatro en total, desde ese momento mi idea fija era la de ver si me aceptaban aunque solo fuera de timonel, cosa que después de muchas idas y vueltas me incluyeron en una de las tripulaciones, pero solo como timonel.

Fue esto, para mí, el primer logro que había realizado, en una verdadera aventura náutica, lo mas grande que uno podía imaginarse, un "Non Plus Ultra".

Solo faltaba una semana para que se cumpliera el raid, como yo solía publicar notas referentes al tema, me esmeré con mis artículos, que causaron un pequeño revuelo en la localidad, puesto que a nadie le importaba el hecho de subirse a unos botecitos y remar hasta Independencia, es decir, que este esfuerzo no convencía a casi nadie que no fuera "gente de río".

Sin embargo, aunque sabia que muy pocos se entusiasmarían con los comentarios, seguí con ellos durante toda la semana con la ayuda de Mito, un periodista de "El Argentino, que era amigo y vecino y además, admirador de unos cuentitos que me publicaban, primero con seudónimo y después, cuando me animé lo hacía con mi nombre, eso lo hacía en un periódico Dominguero, pero esto es otra historia, que aunque merecería contarse, no es materia que tenga conexión con este tema.

Era Sábado por las primeras horas de la tarde, todo estaba listo y las autoridades del Remeros de Independencia informadas que arribaríamos esa tarde en el primer raid en botes doble par, de paseo, que se había celebrado en todos los tiempos uniendo los dos puertos en una sola etapa.

Antes de continuar con el relato, quiero decir que atravesar los ocho kilómetros de río abierto como el Uruguay con mas de los veinticuatro de río nuestro, no es tarea fácil y menos para quienes como todos nosotros los tripulantes de botes muy buenos, para aguas tranquilas como protegidas, tales las del Gualeguaychú.

Aquí, hay la defensa de la costa, siempre hay una que queda al socaire, donde uno se puede guarecer de una tormenta o ventarrada, llegándose allí en pocos segundos puede parecernos mas ancho en algunos tramos pero no lo es , siempre hay protección, en cambio, el Uruguay, en esta parte que es la mas ancha, cuenta con ocho kilómetros, tomada desde la costa Argentina hasta la Oriental y en el trayecto solo encontraremos marejada alta, mucho viento, y ningún socaire y como nunca antes lo habíamos hecho, al dejar la boca del río, estaba el enigma.

Como encontraríamos el Uruguay esa tarde, según estuviese pudiésemos pasar, sino habría que volverse derrotados y eso ya no parecería un raid, sino una aventura de cobardes.

Salimos sin pensar mucho sobre esos detalles, lo que deseábamos era llegar rápido hasta la boca del río, y enfrentar el desafío, no impuesto por nadie, mas que por nosotros mismos.

Eran como las trece treinta, cuando comenzamos a dejar el embarcadero del Neptunia, habían pocos socios para despedirnos, se podían contar con los dedos de las manos y aún, sobraban dedos, esta claramente indicando, la orfandad en que nos debatíamos, y nos debatimos en aquel momento en que tratábamos de difundir los deportes náuticos.

Emprendimos una marcha con las embarcaciones con remadas estudiadas para cuidar fuerzas para el final y lo que pudiese presentarse.

Pasamos por el puerto y cuando este quedó atrás comprendimos que ya estabamos en franquía, y en esa oportunidad, estabamos solos, sin compañía de ninguna embarcación mayor, y tampoco provisión alguna, pero teníamos agua, mucha agua, que en aquel tiempo se podía tomar, hasta sin hervir.

Sobre este punto, tampoco pensamos, el único pensamiento, era llegar hasta donde nos habíamos propuesto Pasamos el frigorífico, donde frente al puerto se encontraba cargando carne helada, bien embolsada en stokinette, para exportación y luego proseguimos hasta el fin de la cancha larga donde viramos 45 grados para entrar en la canchita del Este, que es la mas corta el trayecto y que fue transpuesta limpiamente y entramos a Cancha Larga, que tiene este nombre por que es la mas extensa del recorrido y casi al llegar al final tomamos por el "Corte", un canal que abrieron entre casi final de cancha larga y la príometra curva de las dos que conducen a un lugar pedregoso y angosto al que le llaman paso de la Correntina o también Paso de la Guardia, por que no muy distante de allí estaba la casilla gris del resguardo, donde había que parar para visar los despachos, para internarse en aguas internacionales.

Al pasar por ese lugar, el río dejo de ser como un camino marcados por las dos márgenes, babor y estribor y comenzaba a descorrerse como un telón que nos dejaba ver la silueta de las costas Uruguayas atrás del río de los Pájaros Pintados, envueltas en una bruma, que parecía distanciarlas aún mas de nosotros.

Serían ya como las 15.3O, con las paradas para la entrega y visado de los papeles, cuando emprendimos la esperada aventura de cruzar el casi mar, por que si uno mira para el lado del Pampero, solo vera cielo y agua.

Algo que nunca se ha hecho, no puede decirse que no imponga, por ello decidimos buscar una salida a la extensión de la escollera de piedra que nos deja cerca de la 9O, a la cual dicen boya pero no lo es sino una torre de ya viejos maderos, que se hace notar por una farola que brilla ininterrumpidamente día y noche, y nos pone justamente en un lugar harto sin protección, puesto que llegando a ella, nos encontramos bien en aguas abiertas, donde se unen las corrientes de ambos ríos, y eso era lo que nos impulsaba a buscar una vía mas directa con la meta final.

Y la encontramos en seguida, al recordar el "boquete de los pescadores", practicados al comienzo de la escollera retirando algunas piedras sueltas contra la costa lo que les permitía un fácil pasaje al otro lado, ahorrando el trayecto ya descripto.

Y por allí pasamos con los cuatro botes enfilándolos por el estrecho pasaje, y eran cerca de las cuatro de la tarde cuando emprendimos la recta final tocando la punta del banco de arena que se venía extendiendo sin prisa, sin pausa a través de los años, para ir formando una isla en medio del Uruguay.

Y así, protegidos de del pampero si viniere sin aviso, por la escollera que se distanciaba a cada remada y bajo un sol hermoso, nuestras fuerzas se acrecentaban a cada remada hasta que estuvimos muy próximos a la punta de la isla y allí comprobamos que había poca agua bajo la quilla por que íbamos tocando fondo con la punta de las palas, y el bote levantaba mucha marejada por la popa, síntoma evidente de que en unos minutos mas, quedaríamos varados en medio del Uruguay.

Hacía rato que veníamos observando, en los otros tres botes, que navegaban a la par del nuestro, el fenómeno de la marejada, por popa, y la disminución de la velocidad de las embarcaciones a pesar de que el esfuerzo‚ ra el mismo, lo que equivalía a decir que sin darnos cuenta, habíamos venido navegando sobre un inmenso banco de arena.

Lo cierto es que para atravesar el accidente tuvimos que bajar de los botes y llevarlos de remolque hasta que encontrar aguas mas profundas y allí retomamos nuestros lugares.

Para mantener nuestro tren de marcha debíamos ir cambiando cada medía hora nuestros lugares, así que mi cargo de timonel, no resultó tan aliviado, pues yo también participe en el esfuerzo, y fue con mucho gusto llevar los remos y no las "piolitas".

Ahora marchábamos pegados a la costa del banco, avistábamos claramente el "Anglo" en la distante otra orilla hacia babor, la playa de los "ingleses" junto al muelle de la fabrica, y el camino que lleva al Anglo. El muelle del Midland y a su vera el Club Remeros de Villa Independencia, lo que nos restaba era lo menos, el último tramo, un último esfuerzo, atravesar el río y llegar a la planchada de botes del Club y la hazaña, por que lo fue estaba cumplida.

 

Aquí, ya en tierra Oriental, nos recibió el presidente del Club, nos felicitó por el periplo, firmamos todos y me pidieron que escribiera algo en el libro del Club, nosotros llevábamos como obsequio y recuerdo de la singladura un par de remitos cruzados, con la inscripción de que decía "De los Remeros del C. Neptunia al C. Remeros de Villa Independencia".

El recibimiento, que nos hizo el Pte. del Club, Sr. Goñi Etchenique, fue digno de la proverbial hidalguía de los Orientales. Mucha gente, socios y público, se congregó a la vera de las barrancas y en el Club, para presenciar ese hecho y por la noche fuimos agasajados con una merienda y posterior baile en los salones del Remeros.

Y yo me fui a hacer noche a la casa de mi querida abuelita.

El regreso, fue similar a la llegada, y atravesar el río ya no nos pareció una hazaña tan grande pero sabíamos en nuestro interior, haber cumplido con un sueño que todos habíamos llevado en nuestro espíritu de navegantes.

Usábamos botes, por que no teníamos otra cosa para llegar a Independencia.

Cuando llegamos de vuelta, creímos que habría alguien en la costa del Club, pero solo encontramos a Don Evaristo el cuidador del galpón de botes y su perro y nos ayudó a guardar las embarcaciones.

Tiempo después, realizamos otro raid idéntico, con la misma ilusión del primero.

Los nombres de los participantes, han de encontrarse en las paginas del diario local "El Argentino" que se ocupó extensamente de este hecho Náutico Deportivo.

 

En la vida del río, conocí mucha otra gente con las mismas inquietudes por la navegación y en un tiempo de los comienzos ‚ramos como una gran hermandad, que se fue terminando por distintas razones, pero mientras duró fue bueno

Nuestra creencia, de que con estos hechos íbamos a atraer multitudes hacia el río y el deporte náutico, solo fue eso, una creencia.

Lo único que subsistió, fue la natación, en pileta de río, o la vuelta a la Isla o las pruebas de larga distancia, con participación femenina y acompañamiento en botes, de algunos familiares o amigos, lo que daba mayor brillo a la jornada, y eran clasicas las competencias desde La Horqueta, en el Gualeyan, hasta el Neptunia, en la balsa que era la llegada.

Un caso curioso, hubo, de un nadador que iba último y apareció primero, en medio de las aclamaciones del público presente, creyendo que era el ganador, pues venía muy separado del grupo, y este denotaba asombro por lo que ocurría y al salir del agua ayudado por los que se encontraban arriba notaron que tenia muy lastimadas las piernas y los pies.

Que había ocurrido ?

Muy simple. El no era el ganador, solo un competidor agotado que había salido del agua y caminado entre el monte de espinillos y espadañas, y como fue en la curva frente al arrollo Zapallo, cortó camino, luego se arrojó al río nuevamente y llegó, ignorándolo, el primero.

La gracia que esto causara fue inaudita, y durante un tiempo, se festejó la aventura del "Grillo".

Una mañana en que estaba acodado en la baranda de la Costanera, ocurrió a pasar la "Garza Chica" que le decían así por que era el menor de los hermanos y que merecieron es te apelativo, por ser todos muy altos.

Como aún era temprano, me dijo que iba a secar las velas, que estaban húmedas por que habían estado el día anterior con mucha niebla que los había tomado al regreso de una salida al Uruguay, me invitó a acompañarlo, cosa que acepte con gusto, pues, por fin estaría en un barco a vela de verdad, hablando del "JET", que así se llamaba el bote en cuestión, tenía su historia, había sido una embarcación de cinco metros de manga, para motor portátil, en el cual su dueño y origen de nombre, que eran sus iniciales, {J.E.T.}, era un alto empleado de la Oficina de Rentas local, al cual otro amigo, en ese tiempo, se lo había comprado, pero las reformas se las habían hecho antes, palo, orza y timón, después el nuevo dueño le agregó la cabina, una especie de cueva con dos cuchetas y cocina, un primus colgando de una suspensión cardanica, para calentar alimentos o agua para el mate en navegación, donde el barco va siempre escorado, por el viento en las velas o simplemente por el movimiento de los tripulantes, en un velero chico.

Cruzamos el río hasta la isla donde a pocos metros de la costa se encontraba fondeado el barquito, y nunca sabría que desde ese momento, quedaría atado, mas que nunca, al río, pero ya de otra manera, la que yo deseaba.

Las velas se encontraban adujadas así que solo había que desamarrarlos de la votabara a la mayor y desatar el foque, izando la de popa y eso hizo la "garzita", pero, el tenía en ese momento, tantas ganas de navegar como yo, así que dijo que saldríamos a navegar y que las velas se secarían mejor así, yo fui a proa a levar el ancla, y me confundí entre un remolino de cadenas acumuladas en la proa, que casi me mandan al agua, pero salvé la situación.

Nos encontrábamos ya en franquía, cuando llegó a la costanera, el dueño del Jet, así que la Garzita cruzó el río para ir a buscarlo.

Se trataba de el "Pacho" a quien conocía de vista, el Garza nos presentó, y desde esa mañana entablamos una larga amistad, así como tantos otros que vinieron mas a aumentar la gran familia de los nautas del principio, y la que considerábamos, ya, numerosa y engrosada por algunos que llegaron de la Capital o de Mendoza, este último, que la experiencia máxima, era esquiar y al viento le llamaba "aire".

Por entonces, habían otros barcos, uno llamado Tití, un velero tipo pescador pero aparejado a "Marconi", ambos pertenecientes a un vecino de la costa y radio aficionado. que en sucesivas crecidas, sufridas por el vecindario, prestó sus servicios con la radio a familiares de fuera la localidad, que inquirían noticias de los que estaba aquí.

Pero no era persona de integrarse a la naciente comunidad náutica, y tampoco nos veía con buenos ojos pues la vida de río no era precisamente, dechado de buen vestir, y la modestia del "equipo" náutico, dejaba las galas para la "Twenty Five Street".

La camaradería suscitada entre los "cófrades" hizo que entre todos nos empezáramos a ayudar con los que cada uno sabía en la materia y así nace la era de los navegantes constructores, en la cual cada uno construye su nave, grande o chica ayudado por los que algo entendían.

Y, así como "nació" el "Pingüino", así fueron naciendo otros veleritos, todos parecidos, mas no iguales.

Mientras tanto, en Gualeguay, un Mayor del Ejercito, Alcides B. Spil, había sacado un aviso en un diario local anunciando la venta de un velerito, clase internacional de regatas, en suma, se trataba de un "Snipe", un pequeño barco de no mas de cinco metros, sin cabina llamado Pita, es decir, en lengua indo regional, Rojo.

Poco cabildeo y con la venia "y la plata" del Náutico, se adquirió, la embarcación que fue el primer bote escuela que se tuvo la zona , y como no teníamos con quien competir el Club ordenó la construcción de dos unidades mas, y estas fueron el"Jhoví"[azul] y el"Yendi Yasi"[plateado].

Y es aquí donde comienza la verdadera historia del Yachting, en la "villa" de San José de Gualeguaychú, y por supuesto, esto atrajo a nuevos aficionados a recibirse como timoneles de botes a vela no mayores de seis toneladas de desplazamiento.

 

Posteriormente en visita al Club, del Gobernador de la Provincia, se obtiene el dinero necesario para la compra de un velerito mayor y mas perfecto, un tipo Río de la Plata, pero mucho mas pequeño, que serviría de verdadero bote escuela, por su mayor estabilidad y comodidad.

Y aquí es donde comienzan a aparecer los barcos de los socios que se van independizando de los barcos del Club, para tener los propios, que es la aspiración de todo navegante, ser el dueño de su barco, sin horarios ni horas.

"Whaler""Karubí I "."Karubí II", "Gaviota I" , "Gaviota II", "Tritón", "Eolo", y no solo estos sino otras embarcaciones construidas por aficionados y no ya de vela.

Cruceritos, como el "Tibal". Chinchorros como el "Boyerito", son nombres que van quedando para la historia, de lo que fuera aquel tiempo de los principios, o el del gran velero "Sea Breeze", que supo animar las "Tenidas Náuticas" en el Uruguay, frente a Independencia. o a concepción. Fueron doce años al pie del mástil, doce años para recordar, mañanas luminosas en el río, llenas del verdor de las orillas con sus sauces llorones acariciantes, los juncales enterrados en los arenales de la costa, los espinillos, los Saradizales y de tanto en tanto, algún gigante eucalipto añoso de tiempo e historias.

A lo largo de toda la costa del río y a lo largo de los años, se sucedieron hechos desagradables como el crimen cometido contra Sansón, un pescador de la zona, asesinado, justamente metros antes del paso de la "Correntina", en donde fue encontrado su cuerpo, vecinos de Sansón, colocaron para perpetuar su memoria, una cruz de hierro, que señala el lugar.

Recuerdo, que cada vez que pasaba por ese sitio de la costa, la cruz se veía claramente, y en cada uno de mis viajes fuere en lo que fuese, tanto de ida o de vuelta, lo tenía presente con una oración.

No muy lejos de allí. posteriormente, ya en nuestros tiempos, sucedió un hecho análogo, y otra cruz, esta vez de madera blanca, emergía de entre el espeso monte de la orilla, y mi recuerdo fue el mismo que para con el anterior.

Hace ya muchos años, que no paso por ese lugar, la navegación es ahora para mí, solo un recuerdo, por la causa de los años y el progreso, pues, caminos y puentes, hicieron innecesarios, vapores y lanchas y los muelles ultramarinos de Independencia, que a mi ver, habían llegado demasiado tarde para toda mi familia.

Infinidad de idas y vueltas, caminé sobre el ultramarino, llegado en muchos medios, el vapor de transbordo, en los buques de Miannovich, en los veleros de entonces, pero, esas obras tremendas, ya eran construcciones, para mí, inútiles.

Al Ultramarino, lo vi construir desde el inicio, cuando tenía el obrador junto al Remeros de Independencia, y junto a mi amigo Santiaguito, pasábamos el tiempo observando el nacimiento de los enormes pilotes del futuro muelle y a la vez caminando por el antiguo muelle y viendo como se iba destruyendo sin que nadie lo reparara.

Por ese entonces, el "Petrel Gost", mostraba su figura reformada por Paul Tack en el Astillero Giusto, fondeado frente a los Clubes Neptunia y Náutico, mostrando su casco negro y el alto mástil.

El "Kiwi" era un verdadero yacht, propiedad de tres amigos, ya profesionales, gente tranquila , que lo usaba los fines de semana para ir de pesca al río Uruguay, aunque muchas veces, pasaban las tardes Domingueras, tomando sol a la vera de el río, habían muchas gentes que también iban al Club a bañarse y en la pequeña playita, se concentraban todos y era grande la algarabía, algunos, nadaban hasta el medio del cauce, pero eran los menos, los que se animaban, mientras esto sucedía, cruzaban los doble par con sofá esterillado a popa para el lugar del timonel, el experto de las piolitas para conservar el rumbo de las "audaces" señoritas que empuñaban los remos, sin pensar en las peladuras en sus manos, luego de la "hazaña" que realizaban ante los "sillonaríos" que se pasaban la tarde en la contemplación del ejercicio de los demás.

El termino de "sillonaríos", no es un termino registrado por la Real Academia de la Lengua Hispánica , sino, un invento nuestro, ante la vista de los que no se animan a nada y que tampoco sabían el significado de Club "Náutico", a nosotros, los humildes navegantes, siempre nos caían mal, y nos asistía la razón, ciertamente, creo, que se parecían demasiado a las modernas maquinas de impedir de hoy en día.

Era la parte "finolis" de la institución, dando la impresión, que eran sus dueños, y nos, vulgares "perros de muelle".

Pero, como venía diciendo, llegó la ‚poca en que comenzó un tiempo de la fiebre de los "socios constructores, y había pasado bastante tiempo desde la botadura del legendario "Pingüino", cuando empiezan a aparecer veleros de poca manga, construidos íntegramente por aquellos socios del Club, que no eran precisamente los "Sillonaríos" y así se van sucediendo todos los veleros que mención‚ anteriormente, y cada uno con toda la técnica y terminación digna del mejor carpintero naval de ese momento y cada botadura de los nuevos esquifes era un motivo para la reunión de la "cofradía", que festejaba alborozada, el momento de la bendición, algún Padre Cura, que siempre alguno de nosotros tenía apalabrado.

Era una vieja costumbre, bendecir una embarcación, al ser botada y luego de esta, se rompía una botella de champagne en la proa, aunque nosotros no usábamos esa bebida, sino sidra, que es lo mismo pero cuesta menos, no nos olvidemos que éramos constructores sí, pero no ricos, por eso pudimos tener nuestro barco.

Fue este un tiempo de florecimiento náutico, el que se sucedió con tantas nuevas embarcaciones y no solo de vela, tales como el" Robin Hood " el "Gurí" el velero "Ave Marina" el gran yacht "Hirondelle" o el motovelero "Emita"

Se celebraron muchas regatas, la prefectura instituyó la Semana del Mar en la Ciudad, hecho patrocinado en todo el país por la Liga Naval Argentina y por varios años se adhirió a esta fecha, con los clubes locales.

Se celebraban regatas continuamente primeramente en el río Gualeguaychú y luego se fueron extendiendo al Uruguay y después hasta Concepción y allí no obtuvimos ninguna colocación, primeramente por tener velas de menor calidad, ya que habían sido construidas por nosotros con la ayuda de familiares que tenían maquinas de coser, pese a que la técnica empleada era la correcta en todo sentido, pero no la tela empleada, y aparte del desconocimiento del río, sus corrientes y los regímenes de viento, cosa que nos descolocó y lo mismo ocurrió cuando quisimos participar en las regatas organizadas por el Club Náutico Sud Este de San Isidro, en el Río de La Plata, cuando mandamos los barcos a bordo del Buque No.1, el F.Troise, del Frigorífico Gualeguaychú, que dejó los "Snipes", en San Fernando y de allí, a San Isidro en camión, la revista Neptunia, nos captó, observando el barco de Garcia Guevara. Las tripulaciones fuimos en auto y luego cruzamos en balsas, que unían la Pcia. de E. Ríos con la de Bs.As. y tras proseguir, hacia la Capital en FFCC, y luego también por tren llegamos a San Isidro.

El día de la regata, había una terrible sudestada y varias veces se estuvo por suspender la prueba, pero al final se decidió correr la prueba, en la que tuvimos una colocación aunque insignificante, pero algo superior a la de Concepción, pues con las experiencias en el Uruguay, ya conocíamos todas las artimañas, como para no ponernos el barco de sombrero y no obstante las enormes olas que por momentos nos tapaban y cubiertos con unas lonas para resistirlas mejor, terminamos de concluir una regata que nos pareció interminable pues las piernas de la triangulación, eran sumamente extensas, y durante toda la pruebas vimos como el viento y las grandes olas, iban volcando varios de los pequeños barcos participantes.

Debimos haber participado con dos Snipes, pero solo corrimos con uno solo, pues el timonel al cual yo debía acompañar. enfermó y debí ir con el reemplazante, que lógicamente, lo llamábamos "Chichito" de apelativo.

Corríamos, como una veintena de barcos y haber llegado en el 14abo lugar en un río que no era tal, sino un hervidero furioso, con un bote de cinco metros de manga y con la falta de experiencia en el Plata, fue toda una hazaña.

Durante mis años de "nauta", Jesús de Nazaret. estuvo siempre presente, tanto en ese día de la regata como en todos las en que me embarcaba, por que el peligro siempre existió, pese a que mi entusiasmo, apartaba agoreros pensamientos, pero yo sé que en muchas oportunidades, hubo la ocasión de algo desagradable.

Creo que a todos los que navegan, alguna o muchas veces, les ha ocurrido algún percance y al que nunca le dieron importancia.

Quizá, por que jamas estuvieron navegando a vela en "una cascara de nuez", como me dijo una tía de Villa Independencia, que tal le había contado una amiga que nos vio llegando al muelle, y pienso que es lo que hubiera dicho si se hubiera encontrado en medio del Uruguay a las dos de la mañana, una fría noche invernal, navegando hacia la costa Uruguaya, cuando de pronto en medio de la obscuridad aparece a muy pocos metros de nuestro rumbo, la silueta de un barco sin luces de posición, por suerte el "Garza" que en esos momentos se encontraba al timón se dio cuenta y lanzo una interjección tan grande, que por poco se tiene que haber oído a cuatro kilómetros a la redonda.

Las luces de posición se prendieron de inmediato en el barco que pasó a escasa distancia y continuó su marcha, tal vez se trataba de contrabandistas, por que es imposible que un navegante consciente pueda olvidarse de encenderlas, además, sorteado el inconveniente que representábamos nosotros, las volvió a apagar.

Por otra parte, al tope del palo llevábamos un foquito encendido.

La navegación, cuestión aparte de las satisfacciones que, personalmente me aportaron, me sirvió para conocer los lugares mas próximos o mas distantes, descubrir lugares cercanos, pero insospechados por su gran belleza, tales como las islas del Ibicuy, que conforman el Delta Enterriano, en su parte agreste y salvaje, o en la mas próxima a la Capital federal, con sus costas bien guardadas por el tabla estaca do de sus orillas, seguidos de un parque de césped bien cuidado, hermosas casas, pero donde el gran valor, estaba dado por una naturaleza apabullante, y tanto, que uno no podía dejar de pensar, que allí había estado, la mano de Dios.

Para comprender esto, hay que verlo, pues tratar de contarlo y que lo vean en el relato, es casi imposible.

La primera vez que estuve en las islas, fue un día que venía de regreso de la Capital Federal, en uno de los grandes vapores de la carrera y me encontré con un amigo que también regresaba esa noche a nuestro pueblo y me contaba que a los pocos días, iría a una casa de recreo que sus padres poseían en Brazo Largo, en las Islas del Ibicy a pasar una semana de descanso, con el Garza Grande y dos compañeros de estudio, mendocinos, y como no conocía este lugar acepté con gusto la invitación que me hizo.

Días mas tarde nos embarcamos en un modestísimo vaporcito local, llamado Gobernador Laurencena, y en una mañana hermosa de sol, partimos rumbo a las islas, y a eso de once, a.m. , nos encontrábamos en la boca del Brazo Largo, anteriormente en el Uruguay, habíamos dejado atrás las bocas de los arroyos Las Animas y el Mosquito.

Viramos hacia babor, cuarenta y cinco grados y enfrentamos la entrada, pero a poco, el Laurencena cabeceó y quedo varado.

El Capitán, era Don Domingo Mazzella, un comerciante venido del sur del país, allí donde el mundo se acaba, habían hecho plata con su panadería y Ramos Generales, habiendo vuelto a su terruño de siempre, y como se dedicaban a traer frutos del país, se compraron ese vaporcito que ya esta ba en esa línea.

En ese tiempo, se vendían El Laurencena y la línea de Colectivos a Buenos Aires, y los Mazzella optaron acertadamente por el vaporcito, que además, era correo de Islas

Poco tiempo estuvimos varados, el que navega, debe sabérselas todas.

En poco rato estuvimos de nuevo en aguas profundas, luego de unas maniobras que ordenó el Capitán, debíamos correr alternativamente de proa a popa y así logramos pasa sobre el lomo de arena que significa la acumulación de arena en la barra que se forma a la salida del arroyo por causa de la correntada de este al encontrarse con el Uruguay

El Brazo Largo, mucho se parecía a una calle, pues a ambos lados habían casitas sobre pilotes y a sus frentes, breves muellecitos con escaleras para acceder a las lanchas y botes de los moradores, era como una Venecia pobre pero mas linda que la de los palacetes de los Dux.

Tras poco mas de andar, llegamos a "El Olmo", nuestro destino.

A un costado de la casa había una cancha de Bochas, así que esa tarde tuvimos entretenimiento y luego de unos partidos nos preparamos una cena frugal, pensando cuan maravilloso era aquel lugar, La noche se presentó tranquila y serena con un cielo lleno de estrellas y pese al frío reinante, estuvimos largo rato en la contemplación de aquel espectáculo de la naturaleza, envuelta en el silencio solo interrumpido de tarde en tarde, por el ruido de los motores de la barcazas y de alguna lancha que pasaban frente al muelle de "El Olmo", y luego volvía la paz nuevamente.

Al día siguiente, con un "mate desayuno" comenzamos un nuevo día, entre álamos y sauces y salimos a las barandas que rodeaban la casa y oh sorpresa! el terreno había desaparecido y la cancha de bochas, bajo el agua.

No era una inundación, solo lo que los lugareños, llaman un "repunte" que para el medio día ya se había retirado.

Estas son las cosas que caracterizan a la región, pero que a nosotros, nos impacto "El Olmo", no era un pedazo de isla, sino , una isla entera, en aquellos tiempos era posible comprar una, pues el país aún no había podido ser desquiciado y habían cosas que eran muy posibles.

Muchos profesionales y gentes de la ciudad, habían descubierto ese mundo tan hermoso y diferente a cualquier otra región conocida, pues las islas son de por sí solas un lugar de otro mundo, que hace olvidar aquel en que vivimos, ya lo dije por que "por que no podemos contarlo con palabras" Y los que iban no la devastaban, y la hacían producir, por eso crecían los sauces, el sauce álamo, y los álamos que son especies de rápido crecimiento y cuya madera, aunque demasiado blanda se usa para hacer muebles de bajisimo costo y además, emprendida la forestación ya no para la cadena de la explotación.

Como ya dije, la isla era muy grande así que para recorrerla lo hacíamos a caballo y de poncho dado que el frío se siente mucho por la gran humedad ambiente, esa misma que junto con el limo fundacional de las islas hace crecer a los arboles con inusitada celeridad.

Luego de pasar una agradable semana de descanso, y por que no, de disfrute de un lugar, donde la naturaleza se ha prodigado de una manera tan increíble que hasta parecería una mentira, un lugar de otro mundo, realmente.

Dispusimos la vuelta. Eran loa años de la segunda guerra mundial. Es por todos sabido, que donde hay colonias de alemanes hay un lugar de insólito progreso, y esto, es lo que pasaba en las islas, en que la mayoría de los laburantes, eran de esa nacionalidad. Como el colectivo a Gualeguaychú, salía a las seis de la mañana, desde la Delegacía de Islas del Ibicy, y que donde esta emplazada ya es tierra firme, nos trajo en bote desde "El Olmo" hasta un hotel pensión llamado "La Rosita", el capataz del Olmo, y desde allí cruzaríamos el último tramo de arroyo en un bote de La ROSITA, hasta la Delegacía.

Había pocos pasajeros en la pensión, creo que ese día, nosotros ‚ramos los únicos clientes.

Luego de cenar, debo decir que la comida era excelente, como en todos los restaurantes germanos y esto lo digo por la experiencia que me ha dado mi actividad profesional, en cuanta aldea y región en la que he trabajado, No voy a hacer el panegirico de la raza teutona, pero guardo un bu‚n recuerdo de uno de mis clientes en Urdinarrain, Don Hector del que no digo su apellido, pues no se si le gustara.

Luego de la cena llegaron unas visitas misteriosas y se apartaron de nosotros como recelando. así que nos retiramos a descansar, alguien intentó salir, pero la puerta no se abrió, pues tenia puesta la lleve del lado de afuera, ahí caímos en la cuenta de que eran, los visitantes nocturnos, y que nos habían confundido como agentes del contraespionaje, cuando en realidad solo éramos "turistas" que solo" espiábamos" la belleza de un mundo ignorado.

A la mañana siguiente, la puerta de la habitación, estaba sin llave.

Había hecho amistad, con un Teniente el cual destacado, en el Regimiento local, al que yo le llamaba "Gringo", por su ascendencia inglesa, y como a el le resultaba gracioso el mote, no se molestó y además habíamos celebrado una buena amistad, como si siempre nos hubiésemos conocido, a mi no me costaba hacer amigos, fueren de la clase que fueren, y máxime si eran afectos a las actividades náuticas como yo.

El "Gringo" era un entusiasta de verdad, por el río y el deporte, y aquí aprendió a navegar y colaboraba con los problemas que se nos presentaban a cada momento, re

cuerdo el día que salimos a navegar en los tres snipes e íbamos por el comienzo de la cancha Larga, con muy poco viento, así que la velocidad de nuestras embarcaciones era reducida, yo iba a pocos metros mas atrás de el, y detrás mío, venía navegando mas distanciado el otro snipe.

De pronto vi que los tripulantes de ambos lados me gritaban con desesperación, de que saliera de ese lugar lo mas pronto que pudiese, pero no entendía por que si todo en derredor, era de una paz envidiable.

Segundos después, una fuerte explosión y una columna de agua , se levantaba a poca distancia de la popa de mi snipe, pero ni a mí, ni al snipe nos había ocurrido nada.

Al "Gringo", le gustaba pescar, había intentado hacerlo con una cañita mientras navegaba y cansado por el mal resultado, dejó los aparejos, y arrojo al agua un explosivo de trotil.

Sabido es, que el resultado, es efectivo, a poco aparecieron flotando varios grandes peces, eliminados por la percusión del trotil.

Posteriormente, este hecho nos dio una "Famosa idea".

En el lugar en el río en el cual este se junta con el Uruguay, se le llama Boca, y no por "Juniors", que fue mi equipo, sino simplemente por boca.

Bien, este punto era para los veletristas, el nudo Gordíano, pues para salir por el lado de estribor había que recorrer los cuatro mil metros de escollera alta y de piedra hasta salir a aguas abiertas.

Al comienzo del pedregal había, practicado por los pescadores, un pequeño boquete que solo daba paso a una canoa y eso arrastrando el fondo contra las piedras, con nivel normal del río, si estaba crecido, no era problema, se podía adivinar donde estaba el paso, y si estaba bajo, estaba el muro.

En los hechos de la navegación a vela y por que no de los Motonautas menores de los días feriados, no se puede estar buscando niveles favorables para salir.

El "Gringo", vino en nuestra ayuda y con un grupo de "soldiers", nos resolvió el problema en un instante.

Tuve otro amigo, que no era de la infancia, y que era mayor que nosotros al cual le llamábamos Marí, y este apelativo se debió a que cuando era pequeñito, la niñera le cantaba una canción Italiana, "Oh Marí" y Marí, le quedó.

Junto con Lalo, lo conocimos en lo de Gloria, nuestra maestra particular, donde el se estaba preparando para ingresar al Colegio Nacional, donde nosotros ya íbamos, estaba rezagado, por que había salido del Colegio Militar, pero logró rendir un año libre y para el segundo, ya estabamos a la par.

Desde ‚se tiempo, el buenazo de Marí, se integró a nuestro grupo, heterogéneo, por que contenía diversas edades y poco a poco fue participando de lo que le interesaba al grupo, desde el tiempo de la radio a "galena" con antena y toma de tierra, condensador variable, condensador fijo de o.o1, bobina de alambre casera y una diminuta piedra de galena, que constituía la fuente de energía, y para el audio, se usaba un par de teléfonos ajustados a la cabeza.

Era el tiempo Post E.T.Sussini, el que impuso la radio telefonía en el país y en sus principios, las radios eran caseras, y los elementos fáciles de adquirir, por monedas, eso hizo que nos dedicarnos a construir sobre una tablita, este formidable adelanto de la ciencia y cuando se incorporaron las lamparas y las pilas que sustituyeron a la galena, con un solo bulbo y unas pilas de linterna logré escuchar claramente, una estación de Montevideo .

Casi todo el mundo, estaba enloquecido con la radio telefonía en la ciudad y no se hablaba de otra cosa y cuando llegó el momento del río, fuimos abandonando aquel maravilloso juego de la juventud para comenzar el abrazo igualmente de maravilla como lo fue el Yachting.

Durante la fiebre constructora, a nuestro amigo Marí, se le puso que podría construir un barco de seis metros de manga y con forma de ballenera, es decir, un doble proa, y me propuso que le dibujara los planos, cosa que en ese momento, ya estaba capacitado en el diseño naval.

Este fue el comienzo de un barco, que tampoco, nunca terminó, por que hizo cortar las cuadernas dos veces y cuando tuvo, quilla y rodas, que le satisficieron, decidió vender todo, y allí es cuando entra el Teniente "Gringo" y compra los elementos de base para fabricar una ballenera que tendría por nombre "Whaler".

Como el Gringo no era carpintero ni velero, además era militar, hizo lo que era mas lógico en estos casos, hacerla construir, con un experto y este era una carpintero naval, que estaba radicado en la ciudad y que era Antonio Bonazzola y que en su oficio era palabra mayor, así que tras unos meses de trabajo, hizo realidad el sueño de dos amigos, el que lo ideó y el que lo pudo hacer, Marí y el Gringo Pero si bi‚n tenia motor, el Whaler no tenía velas, así que nuevamente, me puse a trabajar para calcular un juego de velas, de lienzo, cuya trama y urdimbre debían tener la misma cantidad de hilos en ambos sentidos condición "Sine cua non".

La recorrida por las casas de comercio cuenta hilos en mano nos llevó mas tiempo del pensado, hasta que la casualidad nos llevó a la antigua Casa Galli, una Tienda de época, fundada en el siglo pasado, en el tiempo de veleros en el puerto de la ciudad.

Y allí encontramos el lienzo grueso cuya trama y urdimbre, eran iguales en ambos sentidos.

De ahí, salimos con los veinte metros de tela de doble ancho, necesarias para la confección.

La Era del nilón para la velería, recién estaba comenzando, así que lienzo, bueno sería.

Fabricar una vela, no es cosa fácil ni de todos los días.

Ustedes recordaran que al comienzo de esta nota, yo les dije, que no quedarían en ayunas por causa de la terminología, que es como entender un nuevo idioma y creo que lo están aprendiendo, y mucho mejor de lo que en un principio pudieron pensarlo.

En este caso, es decir, en el caso del "WHALER", el juego, consistía en dos velas, la mayor que es la que se coloca a popa y el foque, que va delante del palo, aunque después se le pueden agregar otras como el "genoa" en proa o el "spinaker", un inmenso globo que en la empopada hace casi volar, a la embarcación.

Construir las velas no es una tarea fácil pues primero hay que tener una "sala de Galibos".

Aquí es cuando se presenta el primer escollo, y debo aclarar que es una sala de Galibos, y debo agregar que esta, es un lugar, tan amplio que permite dibujar en el suelo las plantillas a tamaño natural las cuadernas de los grandes barcos.

Pero aquí, no hay nada de eso, me dijo, un tanto descorazonado el "Gringo", a lo que le respondí, "sí que lo hay".

Empezamos a caminar hasta que llegamos al Club Italiano, en la esquina de Pellegrini y San Martín, donde pedí permiso, para calcular una vela y armar los paños que luego serían cosidos.

Luego de muchas consultas y recomendaciones, accedieron a mi pedido, que como se hace, que no ensucien con marcas, etc, etc, y que tenia que ser de noche y tarde y solo por una vez podíamos usar el piso del gran salón del Club.

Era todo el tiempo que necesitábamos.

Había que coser los refuerzos cada cuarenta centímetros a los largo de los veinte metros primero, antes de hacer nada y el Gringo se encargó de conseguir quien lo hiciese y le recomendé que usara hilo negro número 18 y de marca Cadena.

Cuando todo estuvo listo, fuimos al Italiano, con tachuelas piolín finito, martillo y tenaza y la tela Esa noche no había nadie en el Club, así que trabajamos en completa paz.

En un papel, tenía el planito, que mas que plano, eran un montón de números garrapateados y tres palabras que parecían jeringoza indescifrable.

Gratil, Baluma, Pujamen, podían ser cualquier cosa, pero no.

No eran cualquier cosa, sino las dimensiones del triángulo de la Mayor.

Cuatro horas trabajamos dibujando con piolines y tachelas, después fue pan comido, colocar los paños sobre el dibujo, marcar, cortar y sostener con alfileres y ya estuvo, por lo menos, el trabajo mas complicado, después quedaba hacerle los puños, colocar los bolsillos para los battens, colocar el triangulito de madera cosido a la punta de la vela donde va la driza, etc.

La vela para el :"Eolo", se hicieron de igual manera, pero en un piso de la sala de juegos del "Recreo", quiere esto decir, que si "uno busca, encuentra" una sala de Galibos, en un pueblo donde por lógica, no hay salas de Galibos.

Cuando el Gringo tuvo su barco listo y botado, se fue en período de Licencia, a visitar su familia, en Rosario, de donde era originario, para ello tendría que viajar por el Uruguay hasta Brazo Largo, atravesarlo y salir al Paraná y desde allí remontarlo hasta el puerto de Rosario destino final de la aventura del Gringo.

Esa vez, lamentablemente, no pude acompañarle, y el Pancho fue con el hasta la salida de Brazo Largo, y el Gringo siguió solo hasta Rosario.

De vuelta de su viaje, llegó hasta la Delegacía y se vino por tierra hasta aquí y un Domingo, con el y el Capitán Copello hasta la Delegacía a buscar el Whaler para traerlo de regreso, el viaje a través del arroyo, lo hicimos a motor, había que ganar tiempo para salir con luz al Uruguay y a las seis de la tarde ya estabamos fuera y en camino, allí izamos la vela y navegamos hasta el anochecer, pero antes tuvimos un brusco cambio de viento y la cosa se puso tan espesa que arriamos las velas, bien adujadas, y pusimos en marcha el motor nuevamente.

Salvo la fuerte marejada, no tuvimos mas inconvenientes, son la sal de los viajes a vela, son las grandes y espectaculares vivencias, para recordar por siempre.

La noche estaba tan obscura, que nos guiábamos exclusivamente por el boyado luminoso y cuando entramos al Gualeguaychú ya eran la once p.m. La "tripulación, agotada", se retiró a dormir, y yo me quedé al timón, el placer de conducir esa ballenera, me traía sin hambre, sin sueño ni cansancio pues ya tenía experimentado, el navegar horas y horas, sin moverme, de junto al timón, y casi sin comer.

Se recibió un invitación del Ministerio de Marina, para que enviásemos un delegado para tratar un importante asunto referente a la entrega sin cargo de veleros de distintas clases, para barcos escuela en las instituciones náuticas que adhirieran al plan y las solicitaran.

La reunión era en el propio ministerio, me designaron a mi para concurrir y fui a la capital con un ex compañero que viajaba con el mismo destino, mi amigo Laplacette, ya era para ese entonces diputado de la nación, no hacia mucho habíamos dejado la facultad, y el se hospedaba en la casa de su abuela, llegamos a contanza para tomar la balsa a zárate, cuando algo que llevaba en el asiento de atrás salio en vuelo directo al "pescante", evolucionando por sobre nuestras cabezas.

José, a los manotazos, logro reducir a un enorme pavo que llevaba de regalo a sus familiares, lo metió nuevamente en su "hábitat" y proseguimos nuestro viaje por la polvorienta ruta.

Al la capital llegamos como a eso de las 7 de la mañana, allí me invito a pasar a la casa, y la abuelita de José nos sirvió unos enormes tazones de café con leche que nos acomodaron el hambre que traíamos, luego del viaje de toda la noche.

Esa mañana tenia la reunión en el ministerio, llegue puntual a la hora indicada, en la puerta de la sede, había un marino de custodia, le indique la misión que llevaba y pregunto al interior de donde le contestaron que ya estaban haciendo pasar, y me franqueo la entrada.

En un gran salón con una mesa tan grande que parecía ocuparlo todo, habían ya, algunos delegados que habían llegado con antelación.

En la mesa, lápices, anotadores, todo para asentar la propuesta del ministro.

Cuando llego el jefe, ya estaban todos los participantes, entonces el ministro, que parecía un hombre bonachón, mas bien, un familiar, nos explica cual era su plan y los motivos de este.

Nos iba a entregar, distintos tipos de veleros para que sirvieran de escuela, no solo para los socios, sino por cuantos interesaran por la actividad, que era lo que habíamos estado haciendo nosotros por nuestra cuenta.

Y nos agregaba, que luego de instruirlos, podíamos hacer regatas, "la regata del matrerito", que no era necesario que fueran grandes veleros los que competían, lo que contaba era "correr por correr".

Pero lo que no dijo, pienso yo, que el verdadero motivo, estaba por adelantado, a su tiempo, que solo hoy, algunos habrían alcanzado a comprenderlo.

Y ya no es necesario que lo ponga sobre el tapete, por que ... para que?

Volví en tren, viaje en ferry y, pase por campos anegados, todo lo que se veía y que no fuera agua, eran los terraplenes de las vias y nada mas, triste deprimente paisaje, de las tierras bajas de la provincia.

En el viaje, pense, si alguna vez podría ser verdad el sueño de aquel viejo ministro, y aunque también participaba totalmente de aquel pensamiento, y me dije, "si, hoy estamos a tiempo, pero tendremos nosotros ese tiempo".

El sueño del ministro nunca se realizo, los tiempos fueron cambiando al igual que el de los sueños quimericos.

Distintos acontecimientos ocurridos, fueron cambiando la cara de la nacion y todas las cosas lindas, modestas si, pero bellas, se fueron no olvidando, pero ya no serian lo mismo.

Podría seguir esta historia hasta el infinito, que nunca me aparte del río, que tuve otro barco, que fui a san Isidro a través de las islas, que siempre recordare ese viaje y el pez, que salto al cockpit, y nos sirvió de almuerzo, el gozne de la casa del virrey en soriano, el whaler en un canal del delta y el viejo vapor luna en el río lujan.

Y siempre el verde, el reflejo del sol en el agua, y la luz, siempre la luz segadora del sol reflejándose en las olas del río Uruguay.

 

Una vez, que nos encontrábamos en casa de Doña Katy, madre del Pacho, reunidos con otros navegantes, en que habíamos ido a saludarla con motivo de su cumpleaños, empezamos a nombrarnos por nuestros apelativos, Pacho, Chichito, Garcita, etc.etc., lo que hizo que Doña Katy, lanzara una exclamación alborozada "Pero si esta parece una fiestita infantil, y no el cumpleaños de una señora mayor ...!"

Todos festejamos aquella salida de Doña Katy, y me sorprendí cuando me preguntó, "usted no será tan exagerado, como mi hijo Pachito..."

Se refería claramente , a mi pasión por el río.

Me sorprendió, sí, pues mi "enfermedad", aún que mal disimulada, era la misma.

Me acordé que al Pacho, los de la costa, cuando preguntaban por el, ahí nomás le contestaban, Fulano?, Ah sí, es un loco que sale a navegar aún cuando llueve !

Si ustedes, han logrado seguirme hasta aquí realmente, han sido un grupo de valientes, y tal vez se hayan quedado pensando, en que toda nuestra vida debió ser así.

Pues, he decirle que no, que esta parte de nuestra vida, por lo menos, de la mía, solo fueron doce años en los cuales logró disfrutar plenamente, lo que era vivir en contacto con la naturaleza que Dios puso a nuestro alcance, para que la disfrutásemos y sin preguntarnos "por que". Lo habíamos descubierto y eso era todo. Es como cuando uno se despierta cada mañana y v‚ la luz de la mañana que amanece y se dice, "Amaneció, lo que no es poco", por que Dios acaba de regalarte Un Nuevo Día.

Como todos ustedes lo saben, o no, este un pueblo afecto, a un dios de papel picado, serpentinas y ramitos de flores atados con hilo y como en aquellos años, no se les daba la elaboración de durante doce meses, como en este tiempo, bastaba un solo mes para prepararse, por que iban todos cada uno con lo que tenía, no había "corsódromo" sino "Calledromo", y, oh! asombro, era un festival Gratarola!!.

No había Discriminación.

Iban Todos !!

Por supuesto, todos lo que querían ir.

Y aunque este relato no tenga conexión alguna, con el río, quien lo representa, no en las tablas sino en la vida real, es nuestro amigo Marí.

Era la hora temprana del anochecer, la gente del pueblo, tras la cena, fresqueaba en las veredas, algunas como las dos señoritas, personas ya muy mayores pero no "ancianitas", usaban sillones de hamaca, colocadas una frente a otra zaguán por medio.

La casa era de un escribano, cuyo nombre no viene al caso, que estaba ubicada en una esquina de lo que hoy viene a ser un punto céntrico en la ciudad, pero esto tampoco viene al caso.

Como todas las noches tras la cena, las señoritas, sacaron sus sillones, y hamacándose suavemente se dispusieron a pasar una velada tranquila, pues aún no era mas que un "pre Carnaval", con bailes en casas de familia.

Las gentes y las mascaritas, circulaban por las calles, dirigiéndose a los distintos domicilios, donde habían sido invitados .

En esos momentos salieron de la casa, los muchachos, hijos del dueño de la finca, disfrazados, por que también estaban invitados a un "asalto" en otra casa de familia, como era costumbre en aquellos días, y preguntaran a las de los "mimbres", si no había estado Marí, quien también, era de la partida, pero aún este no había llegado.

Como se hacía tarde, decidieron no esperar mas y se fueron. Los disfraces de los muchachos, eran comunes y solo se diferenciaban por las caretas que cada uno llevaba.

Mientras esto ocurría, Marí, en su casa, terminaba el "maquillaje" su cara con cera y pintura, que era una verdadera obra de arte, de arte sí, pero del horror.

Y al completar el atuendo con una gran capa negra, había logrado lo que se había propuesto.

Ahora estaba idéntico al personaje compuesto por el legendario Jhon Barrimore secundado por Mary Philbin, en la obra cinematográfica, denominada, "El Fantasma de la Opera" en su primera versión del año l4 aproximadamente.

Marí, salió de su casa, pensando en el gran golpe que iba a "pegar", con su caracterización y comenzó su viaje hacia la casa de sus compañeros, caminando presuroso, por la obscura San Martín de entonces.

Al cruzarse, con algún viandante, comenzó a recoger las primeras impresiones que a los demás les iba produciendo y que eran de miedo, asco y de terror.

Eso era al principio, así que Marí se escabulló, tan prestamente a como le daban sus piernas, dobló hacia la "25" y cubrió las dos cuadras que restaban hasta la casa de sus amigos y cuando llegó a la esquina del teatro dobló y pocos metros mas y estaba en la casa de ellos.

En la vereda estaban hamacándose pausada mente, las dos señoritas, que ya conocemos, sin inmutarse por nada, que estuviese ocurriendo, por que tenían todo el tiempo del mundo, para disfrutar de una suave brisa que venía del la do del Este, del río, por efectos de la virazón.

Con esa amabilidad que siempre lo caracterizó dijo, "Buenas noches, como están, podrían decirme si los muchachos ya se fue..."

Y fue todo lo que alcanzó a decir, por que cuando alzaron la vista y en la penumbra de la calle, lo vieron, las tranquilas, hasta ese momento, pegaron conjuntamente un feroz alarido, y por el empujón contra los respaldos, por retirarse del "monstruo", los sillones se fueron hacia atrás, volcando a las ocupantes por la vereda.

Marí, como correspondía, quiso ayudarlas a levantarse y cortésmente les tendía la mano, pero ellas, espantadas gritaban "Fuera, no se acerque, fuera de aquí" Mari, que no se hacia cargo todavía, del lío que estaba provocando, y lo que estaba por suceder , decía "no se asusten, soy fulano. vengo a buscar a los muchachos, soy el hijo del doctor fulano" y como no se retiraba de una buena vez, una de ellas gritó "Socorro..! y ahí sí, Marí comprendió que debía huir de allí, y con presteza, pues además se sentían próximas la carreras de los que ya lo habían empezado a perseguir, y se escabulló en las sombras de la L.N. Palma, que gracias a su mala iluminación, disimularía un poco, su macabro aspecto.

Esa noche, había fallecido, una persona muy conocida del radio céntrico, y había un velorio de "alto Coturno" en el pueblo, así que el domicilio estaba pleno de a mistadas.

Alguien que venia de la calle, comentó que en el pueblo, por "aquí cerquita nomás", andaba una "cosa rara" y había una patota con piedras buscándolo.

Si esto hubiese ocurrido en este siglo es casi seguro, que muy pocos, se hubiesen preocupado, y que ningún velorio se hubiese quedado vació, como se quedó el del relato acaecido, Pues pensarían, que andaba un loco suelto o alguien, haciendo payasadas en la calle.

Mas entonces no era así, pues hacía muy poco tiempo, la ciudad había salido de un cono de sombras, como el de los espantajos, entre fines del siglo XIX y el XX, así que a muchos todavía les "picaban" las creencias del transmundo.

Al cruzar la esquina de Roca, el "Fantasma?

Fue sorprendido por la "patrulla', ya muy aumentada de los "persecutores", quienes a la vez sorprendidos por el inesperado encuentro se pegaron en seco a la piedra bruta del desparejo pavimento, esta reacción de la "patrulla", favoreció a el fantasma, que pudo aumentar la distancia de la horda que intentaba DARLE caza con intenciones bastante claras pues tras de sí, habían comenzado a sonar las pedradas, pero, que felizmente no daban en el blanco.

Marí sabía que debía encontrar auxilio inmediato, de lo contrarío, podía no contar el cuento.

Por una de esas casualidades que a veces se presentan salvadoras, apareció detrás de Marí, el Forcito "A" del Comisario, que tenía la costumbre de recorrer todas la noches la ciudad y lo empezó a perseguir también el.

Pero el Fantasma se detuvo y le hacía senas de que parara.

El Comisario, no muy convencido de lo que hacía, decidió parar y Marí aprovecho para acercarce al auto y le decía "Comisarío, sálveme, me persiguen, soy Fulano, el hijo del Doctor Fulano !".

El Comisario, prendió un fósforo para mirarle la cara, y la única reacción que tuvo, fue pegarle un puñetazo en el rostro, que lo hizo trastrabillar.

Medio convencido, y además sintiendo los gritos del malón que se acercaba, lo hizo subir al auto y salieron veloces rumbo a la comisaria.

Allí tratarían de sacarle el engrudo de cera harina y pintura que llevaba en su cara, lo que tardó mas tiempo de lo que creían de tan pegada que tenía la máscara.

El comentario final que hizo el Comisario

"Mira que sos muchacho loco, si yo no te hubiera encontrado, no quiero ni pensar lo que te podía haber pasado..!

Esto fue mucho antes de la navegación de nosotros, y su vida siempre fue una constante aventura, ex Militar, Ex Empleado en la Inspección Veterinaria del FGSA, Comisario de a bordo en un buque de la Flota Mercante del Estado, viajó a San Pablo, dos veces estuvo en Odessa, un puerto de Rusia Soviética, en Hamburgo, Alemania, en fin, fue mas navegante que nosotros mismos, y aún conservo dos gallardetes con que me obsequió, traídos del puerto de Hamburgo.

De vuelta de sus viajes, nos contaba las experiencias tenidas, era la época de la segunda guerra mundial, que según las generaciones actuales, consideraron que fue la última, por lo espantosamente arrasadora de las dos bombas atómicas, la de Hiroshima, con la cual no era necesaria la otra pues no hacia falta mas, después y muy poco después vino la de Nagasaki, con igual resultado que la anterior y esto ya fue un verdadero genocidio, solo practicable, por las tres naciones que en ese momento, eran los Gendarmes del mundo, ya que los Japoneses, estaban derrotados.

Recordando esos tiempos, me vino a la memoria los terribles sucesos de entonces y no por que crea que están olvidados, no me resistí a ponerlos aquí.

También recuerdo, como nos contaba Marí, en el segundo viaje a Odessa, embarcaron las autoridades consulares rusas, un hombre de mediana edad, Philosof de nombre, que iba "voluntariamente" a entregarse a los soviéticos por razones que solo sabían, ellos, eso es lo que creían estos.

Aparentemente, el no viajaba como prisionero, en el barco podía moverse con entera libertad, para todos, se trataba de un pasajero mas.

A poco de salir, se mostraba contento, alegre por regresar a su patria a reencontrarse con su familia.

Esto, lo se pues luego de su regreso de los viajes, en el, a decir de los brasileños "O Yacht Fruteiro" por que estaba pintado enteramente de blanco, el Capitán del "Río Lujan", que era otro hijo de esta ciudad, Mingo Carabelli Montero, lo cuidaba como si fuera suyo.

Marí, decía, nos relataba con tal lujo de detalles, que nos hacía "vivir" a nosotros, cuanto el, había vivido.

Así nos relató que a medida que el viaje avanzaba, el "prisionero" sin cadena, iba perdiendo su alegría y el aplomo que mostraba al partir.

Nuestro amigo, había logrado hacerse medio compinche con el seudo preso que viajaba por su voluntad a la patria libre del mundo, y lo visitaba en su cabina, a la que para acceder a ella no había que pedir permiso y una tarde en que Philosof, esta mas deprimido que de costumbre, le confesó a Marí, de que el, vivía en la Argentina a donde había llegado en busca de trabajo y de una patria libre de tiranos eternos y hacía varios años se encontraba aquí, pero que nunca había podido traer a su familia pues a poco de estar radicado, la salida de nuevos emigrantes se había cortado.

El ahora viajaba, no por su gusto, sino que lo obligaba la "Cheka" a volver, o toda su familia sería arrasada.

Volvía sí, pero sabía lo que le esperaba.

Cuando atracaron en el puerto de Odessa, de inmediato estaba la Cheka en espera de Philosof, que se marcharon con él, sin mas tramite.

En seguida, el panorama cambió, llego un grupo de mujeres rusas de toda edad y se pusieron a descargar el Río Lujan" de su cargamento de reses congeladas. En el puerto no se veían hombres para realizar otra tarea que no fuera la de vigilantes de cuanto ocurría en los muelles.

Trataba de comunicarse Mari con las rusas por medio de señas y unas pocas palabras del idioma ingles con referencia al cargamento "Meat for yours, ...!, a lo que le respondieron !Oh no, meat from Moscú, Ours Fish, only fish !

Toda otra comunicación era imposible, pues los perros se acercaban, la rusas miraron para otro lado y siguieron con su trabajo.

A la noche, Marí salió a caminar un poco sobre el muelle cuya plataforma era amplísima, pero no había otra luz que la de los barcos surtos en el puerto que se proyectaban apenas sobre el borde, además , ningún tripulante podía salir del muelle o sería arrestado, y ya sabemos como era la cosa.

De pronto sintió un ruido a algo que corría sobre un alambre qué justamente, pasaba por sobre su cabeza, y comprendió lo que ocurría.

La cadena de un feroz perro, mediante una argolla que corría por el alambre, permita al animal desplazarse a lo largo del muelle, un centenar de metros.

Y antes de lo que canta un gallo, Marí se aparto del siniestro "artefacto", y regresó al barco.

Alguien que conocía el "mecanismo" se había olvidado de advertirle.

El Ultimo sueño del velero propio que se cumple

Esta es la historia que he dejado, casi para el final, la del TRITON.

Poco tiempo después de la desaparición de mi querida abuelita con mis locuras náuticas y recién por este tiempo, dispuse de algún efectivo para poder realizar mis con propios medios, un velero, de seis metros, sacado de las paginas de la revista Neptunia, el cual, con el agregado de una cabina, resultaba el barco ideal para esta zona.

Era una construcción fácil y sin problemas por que no tenia fondo en 'V" sino que era una realización con bandas rectas y fondo curvo, orza rebatible y timón para que se levanta cuando no se navega y estas dos novedades que por otra parte ya las conocían en los tiempos de los indígenas que navegaban por el lago Titicaca, ya las usaban.

Los veleritos de Orza y timón de pala rebatible son los mas seguros y que garantizan llegarse a tierra firme con barco y todo ante la mas mínima insinuación de tormenta.

Otra novedad era el palo hueco y botavara y la incorporación de pino spruce para estos elementos por su menor peso en relación con otras maderas, siendo que en estas embarcaciones, hay que evitar sobrepesos en alturas'

Lo cierto es que este era el barco ideal, tenia todas las seguridades de una simple canoa, lo cual bastaba para un poco experto navegante, quiere esto, decir mucho.

El saberse dueño de un barco con estas condiciones, tiene asegurado navegar, aun sin tripulante y sentirse un Vito Dumas o el Francés Alan Gerbault.

Eso era el Tritón.

En esa época yo trabajaba en una empresa de economía mixta, con el gobierno de la provincia, en la cual bajo el pomposo titulo de subdirector cumplía funciones de asesor legal, arquitecto, escribiente y cuantos mas actos pueden requerirse en un establecimiento que de Barraca de frutos del país iba ascendiendo a una importante industria peletera.

Pero esto es una historia aparte, en lo único que tiene que ver es en lo atinente técnico, cuando se requirió asistencia de un carpintero Italiano, el querido Maestro, Don José Chilese, con el cual inmediatamente se estableció una corriente de simpatía mutua entre ambos, mantenida a través de los años en forma inquebrantable

Y tanta, que despejó de maderas y materiales u sitio anexo y lo techó para que "Carlitos ,como me llamaba, "construyera su barco"

Trabajaba todo el tiempo que tenia libre sobre todo por la tarde y hasta robaba horas de la noche.

Un año estuve yendo y viniendo a lo de Chilese y cuando el podía meter mano y ayudarme ya no era solo, éramos dos viendo crecer la obra.

Tampoco esta vez me pregunte "Por que ..."

Al terminar el trabajo de casi todos los días, llegaba la hora del "mate" con el "Cisco", al lado del barco, se armaba la infaltable rueda del mate y participaba toda la familia.

El Maestro, a esto, le llamaba "la hora de la contemplación"

Y en verdad que lo era.

Fue una etapa feliz en mi vida pero que un día llegó a termino con la culminación de la obra y el Tritón emergió del galponcito al patio de tierra. de la casa, donde previamente le habíamos puesto la arboladura que era visible desde la calle, por sobre la edificación.

Cuando quisimos sacarlo a la calle ,sobre un acopladito que me habían prestado para llevarlo al Náutico, el Tritón se negaba a salir, parecía no querer abandonar el lugar que le viera nacer, pero el Maestro lo soluciono en uno segundos trayendo una maza e hizo un boquete para que pudiera pasar.

Remolcados por el "V8" de Chiochito, nos alejamos rumbo al río.

El Maestro, una vez que estuvo en mi casa, vio en el patio de la platería, un parral que allí había y le recordé a los que en su terruño había dejado ,me pidió unos retoños y se los di.

En el sitio de la carpintería crecieron y se desarrollaron. Hizo vino de Italia, la tierra de mis mayores, Savona, la tierra de mi abuelita también.

Era una tarde gris, en el Náutico el Tritón esperaba el momento de su botadura.

Fue un momento memorable.

Es una ceremonia breve pero emotiva que se perpetúa en la memoria de todos los presentes en estas circunstancias, y ser madrina de un barco, tampoco puede ser algo que no revista trascendencia.

Y la madrina en este caso fue mi novia, que entonces me seguía en todas estas cosas.

Y ahora pienso, en que todas "estas cosas" ,no fueran aunque lo parezcan "tanta locura".

Es acaso una locura, la que sienten los aficionados al deporte de balón, la mitad mas uno de la población del país por un deporte que no practican y solo lo miran !

Si existe el "deporte de mirar" y de enloquecerse por actos pasivos, y nadie dice que es locura, cuanto mas ha de serlo, sin que tenga este carácter, aquello que no se mira, sino que se practica además de mirárselo.

En los grabados que ilustran diversos hechos de la vida náutica, que aquí se ofrecen como testimonio de un tiempo de sacrificios, si se quiere, no hay rostros de locura, sino de paz interior y la seguridad de estar viviendo momentos irrepetibles, que son duraderos y perdurables durante el tiempo de cada uno de nosotros.

La construcción del Tritón en el taller del Maestro, lo animó también a el a tener su botecito, me pidió que le hiciese un planito para un pequeño bote, algo mas que un pequeño chinchorro, para disfrutar con su familia de todas esas hermosas cosas que yo le había ido contando, a través de ese año, en que yo estuve con ellos.

Así también, en la carpintería de Chilese vino a cobrar vida, realizado exclusivamente por sus manos, el "Boyerito." El Tritón resulto todo el barco que yo había esperado, aunque nunca llegó a navegar en el Uruguay, ese deseo se quedó como una materia pendiente.

En Fray Bentos tenia un amigo que era dueño de un diario de allá, nada menos que el director de la publicación, Contado Monfort, que me animé a trabajar en algo que yo sabia mucho, el seria mi socio en la parte publicitaria y yo me encargaría de la faz técnica y constructiva y así conseguimos un par de trabajos, uno consistente en un chinchorro que se lo pase a Bonazzola y otro un crucerito de siete metros para motor fuera de borda.

Me faltaba lugar para hacerlo pero no me achiqué‚ conseguí un plano detallado que traía otra revista náutica, que solo tenia un inconveniente, trasladar las medidas en pulgadas y fracciones a nuestro sistema métrico decimal lo que no es difícil de lograr y luego pasar las cuadernos a galibos de cartón y ya estaba.

Como en otros casos lo fundamental es obtener la estructura y como dice la Escritura todo lo demás se os dará por añadidura Obtenido esto, fabricadas roda, codaste, quilla, espejo y cuadernas, estaba lo principal, pero faltaban dos "añadiduras" Obtener el lugar y fabricar la nave.

Dos cosas importantes y tanto que no se puede separar la una de la otra.

Y, otra vez el Maestro vino en mi ayuda y me presto un galpón contiguo a una vivienda que era de su propiedad y la parte de familia estaba alquilada.

Nunca tuve la costumbre de dormir la siesta. ni aún cuando estaba en Fray Bentos en los días de la infancia cuando me obligaban a "sestear" y esperaba a que en la iglesia sonaran las cuatro campanadas de la tarde.

Había perdido por los menos, tres horas de ese día, pero, la cosa era así.

De grande seguí con mi costumbre de no "dormir la siesta" y motivos no me faltaban

Con otro conocido conseguimos otro crédito del gobierno para radicar un astillero en el camino de la costa frente al muelle de la fabrica, pero aunque habíamos avanzado mucho en el proyecto, la plataforma flotante, el desbaste de la barranca, las conversaciones con los ingenieros de la fabrica(FGSA), el gran cartel anunciador del emprendimiento, esto vino a movilizar las grandes maquinas de impedir que hicieron que esta obra importante por cierto quedara trunca.

Yo seguí con mi trabajo de siempre, modesto, si pero que me permitía llevar adelante mi actividad náutica.

Pero seguí siendo, no siestero.

Y, a esto quería llegar.

En un galponcito abierto por dos lados instale mi astillerito y de allí en solo dos meses y una terrible tormenta de granizo que abolló la chapa de los autos, cuando no eran hechos con latitas se cerveza o gaseosas como en estos días, que sino....

Nos agarró cuando habíamos comenzado a pintar la cubierta, pero no tuvimos daños.

Para tener una ligera idea de la pedrea, solo diré, era tarde, la cantidad de hielo cumulado sobre el portón y el portoncito que ninguno de los dos pudimos abrir. Pero pese a todo, salió el TIBAL, pensamos llevarlo esa noche con rodillos hasta el río pero la idea fracasó y debimos aguardar a que pasara la noche en la calle para conseguir el remolque de los autos de carrera que tenia Quico Jaurena y así, remolcados por una chatita Ford T nos allegamos al río.

Pero no vayan a creer que esta fiebre velerista afectó solo a esta ciudad sino también a la mediterraneidad.

En Urdinarrain tenia unos amigos con fabrica de plásticos y entre los varios objetos que fabricaban me trajeron un bote, casi un chinchorro para que les hiciese los planos así que la embarcación se instaló en "persona" en medio de mi "estudio", además de los planos que querían registrar en el "Reginave" de la Prefectura querían que yo les hiciera proyectos tomando como base el bote que me habían traído para convertirlo en velerito que "funcionara" y "Funcionó"

Un medio día aparecieron en casa con bote vela y orza y nos fuimos a la playadita del tanque del agua, lo armamos y nos tiramos unos bordos y vimos como respondía de bien, pese a su Reducido tamaño.

Así fueron saltando otros trabajos, un crucero, una reforma de una lancha de turismo, obras ya perdidas en el tiempo.

Fueron un trabajo de orden técnico, eso y nada mas, dibujar sobre papeles, heliografias, que otra cosa podían ser !

Y fueron cosas que pasaron antes de la llegada del EMITA, el ultimo barco de vela, si, pero con motor de seis cilindros, no era una nave moderna, pero tampoco muy vieja y llegó en los últimos tiempos de mi paso por el río, cuando las facilidades de transito por el "móvil aquel" se estaban cercenando y salir del país era sino temerario, casi imposible tanto que para visitar la vecina orilla, había que tener pasaporte, el cual, al final ya no se lo daban a nadie por que no había "tapitas".

Aun podíamos movernos dentro de los limites jurisdiccionales pero bajo un control exagerado en extremo, tanto en tierra como en aguas limítrofes o no y en la obligación de llevar un par de cuadros bien visibles dentro de los barcos de mayor porte.

Una vez en que viajábamos a Buenos Aires, navegando por las cercanías del río San Salvador *RO*, observamos que a la distancia, un yatecito blanco, que trataba de no llamar la atención, y que cuando se acercaba demasiado, detenía su marcha.

Esto creo yo, era como una guerra de nervios, para desanimar a la navegación de placer, para peor, había pasado un carguero Uruguayo al que saludamos izando una pequeña banderita Oriental que siempre llevaba a bordo, recuerdo que cuando la

banda oriental, nacionalizó los ferrocarriles que eran de la corona británica, y al decir esto me estaba sonando una palabra, británica Brancato, y si, me acorde, era "la marca de la gomina" que solía usar en los esplendorosos años peludos de la juventud..!

Pasó el barco, arriamos la banderita y cada uno siguió su camino, y el motivo de nerviosidad, desaparecido con el soliloquio que me había mandado.

No hice ningún comentario con mi tripulación para no quitarles la alegría que les producía el viaje, pese a la tarde gris de ese día, tampoco sabían que llevaba un rifle del 22 en un cajón de mi cucheta y que no se por que no lo había dejado en casa en las actuales circunstancias, exceso de confianza diría yo.

Hicimos noche en la boca del brazo largo, sin visitas no deseables, y al día siguiente lo remontamos hasta encontrar una salida hacia el sur, un arroyo mas ancho y hermoso que nuestro río Gualeguaychú y tan largo que parecía no tener fin pero que finalmente concluyó sacándonos al Paraná de las Palmas, ancho, encrespado, con marejada muy corta, muy alta que hizo que tuviéramos que remontarle viento a favor y corriente en contra, para volver en diagonal a alcanzar el canal Arias que nos llevaría al río Lujan, y desde allí iríamos a encontrar la entrada al C.N. San Isidro punto final de un viaje realizado con toda normalidad.

La caída de la tarde estaba tan avanzada que decidimos que seria mejor encontrar la boca de alguno de los arroyos finales del Delta para esperar el nuevo día y encontrar con comodidad la entrada al Club, y así con la vista del río de la Plata, entramos a un arroyito cuyo nombre no tengo en la memoria y allí tuvimos el encuentro con el "Whaler", amarrado en la boca, un ya viejo conocido de ustedes.

Entramos y amarramos en la isla y luego de cenar nos acomodamos para hacer noche, y como a las dos de la mañana, la pronunciada escora del EMITA nos despertó y no sin alarma salimos para ver que pasaba.

Antes habíamos quitado los payoles, para revisar si había agua en la sentina, pues si la hubiera habido, era signo claro de que nos estabamos hundiendo.

Comprobamos que todo estaba bien, no había ni gota, todo seco.

Al salir al exterior, comprobamos que el arroyo se estaba yendo y el barco, cayéndose del veril.

Sin perder tiempo atamos el mástil con una a un árbol de la costa y evitamos que se tumbara.

Cerca de las once de la mañana cruzó un residente de las islas, navegando con una canoa sobre un hilo de agua que apenas le permitía el paso, y le preguntamos que pasaba, nos dijo que era por la marea, que en esos lugares se siente cada vez mas, pero que no nos aflijeramos, por que a la una o dos de la tarde, tendríamos agua como para poder salir al Lujan.

Así en efecto sucedió.

El barco. poco a poco se fue enderezando y al quedar nivelado lo soltamos del árbol y nos dispusimos a continuar el viaje y a las seis de la tarde estabamos amarrando al lado del velero de Horacito Montes de Oca.

Una semana estuvimos en la Capital por que tenia que ver como conseguir el pasaporte que solo otorgaba la policía federal pero con recomendación, "sine qua non".

Unas clientas de mi Estudio me habían proporcionado una carta de presentación para la señora madre de Angelito, el Ministro, me pidió todos los datos que le deje y me fui, pensando que ese tramite demoraría un mes, por lo menos.

En el CNS. Isidro no vimos a nadie con quien pudiésemos cruzar palabra, al Emita lo habían desacoderado del barco de Horacito y colocado en la costa de enfrente, pero teníamos a la mano el "Superflus", el chinchorro de Horacito y con el íbamos y veníamos.

Un marinero que tenia Horacito le había puesto ese nombre al chinchorro al oírle a su patrón decir que era una cosa superflua para navegar con un bote a la rastra, y como no tenía nombre , un día se lo pinto lo que en su media lengua creía haber entendido, y, "Superflus " le quedó.

Regresamos "por viejos Caminos", como dice un viejo tango campero, pero sin los caballos "Chiche, Moro y Zaino" sino por el Chrisler, que se había tragado ida y vuelta, casi doscientos litros de combustible.

Cuando llegamos a la salida del Brazo Largo, estabamos preparándonos para cenar atracados a la costa, cuando de pronto sentimos, un tropel de ruidos de botas sobre el techo de la cabina irrumpiendo violentamente en el interior- "Que quienes son, los papeles, dennos los papeles, !Hay que revisar, revisen todo!

Era un griterío infernal, pero si lo que querían era impresionar, les aseguro, lo habían logrado.

Los cuadros en las cabeceras de las cuchetas, los pararon, y tras comprobar que allí no había nada que les pudiese servir de algo se retiraron tan descomedidamente como habían llegado.

Las gavetas bajo las cuchetas ni las vieron, en una de ellas había un arma que ya lo dije ni sabia para que la había llevado.

Pero lo mas grave el caso hubiera sido el significado de una sola palabra que figuraba en el despacho, "INCLUSIVE".

Inclusive quiere decir INCLUIDO su Capitán .Eramos cuatro según la lectura pero éramos tres en realidad.

Faltaba uno.

Quien era el Inclusive ?

De vuelta y por las dudas nunca lleve el Despacho, Hice un viaje mas en el EMITA, el motor suplantando las velas, ya era un viaje derecho, como en un camino y eso no tenia el encanto de navegar, era otra cosa, ya era un viaje directo, como en un camino, querías llegar y llegabas.

La navegación se había convertido en salidas cómodas, todo calculado, todo bien, todo perfecto.

Salíamos al Uruguay pero no se podía pasar el limite, solo mirar que hay en la costa de enfrente y no poder llegar.

Es como una prisión sin rejas, pero seguíamos yendo, aguardando el momento en que la cortina se abriese o se cayese, daba igual.

Hasta que un día, la cortina, no se abrió, se cayó. y esa misma noche, metí a todos en el EMITA y cruce !!!!

No Rol !! No despacho !! No Nada !! !! CRUZE !!

EMITA no era un WolK Wagen, ni siquiera tenia un motor alemán, pero fue tanto como eso, siempre lo consideré, no como un "Cupido Motorizado", mas vale, un "Cupido Nautificado "Fue el mas grande servicio que haya podido prestar barco alguno a persona alguna.

Y un Club, dentro del Club.

 

Las vivencias en el Río, vivencias puras, las de la Estancia las mañanas luminosas con esa sensación de estarlas viviendo cosa que así sentía en el río y que van mas allá de todo razonamiento, constituyen lo que se denomina con una sola palabra, "Recuerdos", los que pueden devolvernos mágicamente muchos trozos de nuestra vida, mas allá, pero mucho mas allá de los hechos acaecidos y que en este caso son el resumen, la esencia de otra sola palabra, utópicamente, llamada LIBERTAD !!

 

 

 

 

 

EL RIO Y YO

Primavera del 2OO1

Carlos Lisandro Daneri Delgado