COMPLOT CONTRA LA IGLESIA

Maurice Pinay

Cuarta Parte
LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO

Capítulo Noveno

INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS: TRIUNFO ARRIANO-JUDÍO.

   El prestigiado historiador hebreo Narcisse Leven, en su obra titulada: "Cincuenta años de historia: La Alianza Israelita Universal" –a la que después nos referiremos más ampliamente-, señala entre otras cosas que al triunfar la iglesia en el Imperio Romano y convertirse en la religión oficial, "dirige la fuerza del Imperio contra los judíos", persiguiendo tanto a los judíos públicos en su religión, como a los convertidos al cristianismo por las aguas del bautismo, añadiendo:

   "El `jus honorem´ les es quitado; aun los bautizados son excluidos de las funciones superiores y de la carrera militar; les es prohibido bajo pena de muerte tener comercio con los cristianos, poseer esclavos aun paganos... Justiniano va tan lejos como a rehusar toda fuerza al testimonio de los judíos contra los cristianos delante de los tribunales..." diciendo el escritor israelita, finalmente, que estas disposiciones "...fueron recopiladas en los Códigos de Teodosio II y de Justiniano, siendo derribadas con la invasión de los bárbaros. El Imperio de Oriente las conserva y las renueva...en el Imperio de occidente la invasión de los bárbaros detiene la persecución" (53).

   Lo más interesante de la legislación de la Roma católica, estriba en que los jerarcas del Imperio y de la Santa Iglesia aprobaron excluir de las funciones superiores y de la carrera militar no sólo a los judíos declarados como tales, sino también a los bautizados. Quiere decir que a los judíos convertidos al cristianismo y a sus descendientes, unos y otros bautizados, se les segregó de los puestos dirigentes del Estado y del ejército. La razón de tales medidas queda patente, si se toma en cuenta que otros autorizados historiadores judíos como Graetz y Cecil Roth, nos confiesan claramente que las conversiones realizadas por los hebreos al cristianismo eran fingidas, ya que aunque practicaran en público dicha religión, en secreto seguían siendo tan hebreos como antes; y que entre tales falsos cristianos, la práctica oculta del judaísmo se transmitía de padres a hijos, aunque estos últimos fueran bautizados y vivieran en público como cristianos.

   Ante tales hechos, es muy comprensible que sabedoras las autoridades de que la conversión para los hebreos, en su casi totalidad, no era más que una farsa y el bautismo otra, cuando se tomaron las medidas para evitar que dominaran el Imperio –eliminándolos de los puestos públicos y de los grados militares- acordaron que se incluyera en tales medidas a los descendientes de judíos, aunque hubieran recibido las aguas del bautismo. Estas medidas de defensa fueron, sin duda, un antecedente remoto de las famosas leyes o estatutos de limpieza de sangre, por los cuales se eliminó de los puestos dirigentes del Estado y de las dignidades de la Santa Iglesia católica –en algunos países- a los católicos que tuvieran ascendencia judía. Estas leyes de limpieza de sangre fueron aprobadas por SS.SS. los Papas Paulo III, Paulo IV y otros, como medio para impedir que siguieran invadiendo el clero de la Iglesia los falsos cristianos que en secreto eran judíos, es decir, la quinta columna hebrea introducida en el seno de la clerecía y que fue la responsable principal de los triunfos de la herejía en un principio, y lo es, posteriormente, de las revoluciones masónicas y comunistas, como lo vimos en su oportunidad.

   La situación de los hebreos en víspera de la caída del Imperio Romano de Occidente, es descrita por el israelita Graetz, como sigue: 

"El fanatismo de Teodosio II operó también en Honorio, Emperador de Occidente, y por sus absurdas leyes, ambos colocaron a los judíos en esa extraordinaria posición en que los encontraron los nuevos Estados germanos que se formaron. Ya no se permitió más a los judíos desempeñar puestos públicos, ni adquirir grados militares, como antes se les había permitido ocupar" (54).

   El historiador y gran amigo de los judíos, José Amador de los Ríos, comentando la situación de los hebreos en el Imperio después del Concilio Iliberitano, dice:

   "No podía, en verdad, ser más comprometida ni desconsoladora para los hijos de Israel la situación que, en virtud de semejantes proyectos, le creaban los PP. del Concilio Iliberitano. Animados éstos sin duda del mismo espíritu que, al declinar aquel siglo, iba a resplandecer, según dejamos notado, en la lira de Prudencio, o tal vez interpretando el universal sentimiento de los católicos, daban insigne muestra de la desdichada animadversión, con que era en todos los confines del mundo saludada la desventurada grey, cuya frente agobiaba la terrible acusación del deicidio" (55).

   Los escritores judíos y los filosemitas se lamentan de la situación de los hebreos en los últimos tiempos del mundo romano, pero se cuidan de mencionar las verdaderas causas que los orillaron a tal situación, siendo digno de tomarse en cuenta que fue, precisamente, cuando la bestia judaica quedó encadenada, cuando el catolicismo logró su triunfo completo en el Imperio, coincidencia muy significativa.

   Por ello, la invasión de los germanos arrianos fue para los judíos un gran triunfo, aunque fuese solamente temporal.

   En efecto, las tribus germánicas del norte controladas por la secta arriana, seguían una política de amistad y alianza con los israelitas, contraria a la que observaban los católicos triunfantes en el Imperio Romano.

   Debido a esta circunstancia, al invadir los bárbaros el Imperio de Occidente, cambió por completo la situación de los judíos y de los católicos: los primeros volvieron a escalar las gradas del poder y la influencia; y los segundos, tuvieron que sufrir, sobre todo en algunos lugares, las más crueles persecuciones.

   Algunos afirman que los hebreos instigaron a los caudillos germanos a invadir el Imperio y que incluso les ayudaron en su labor de conquista. Al respecto encontramos en la "Enciclopedia Judaica Castellana" algo de mucho interés en el vocablo arrianismo, que al referirse al buen trato que daban los bárbaros arrianos invasores a los hebreos, dice: "Como consecuencia del trato tolerante que recibieron, los hebreos se solidarizaron con aquéllos (los arrianos) en sus guerras contra las monarquías católicas. Así, tomaron parte activa en la defensa de Arlés contra el rey franco Clodoveo (508) y en la de Nápoles (537) contra Justiniano" (56).

   Además, el historiador hebreo Graetz anota que: "En Italia se tiene noticia de la existencia de judíos desde los tiempos de la República, habiendo estado en pleno goce de los derechos políticos, hasta que les fueron arrebatados por los emperadores cristianos. Ellos (los judíos) probablemente vieron con gran placer la caída de Roma y se regocijaron al ver la ciudad que regía al mundo convertida en presa de los bárbaros y en burla de todo el mundo..." (57).

   Es evidente que a los judíos no les conviene reconocer que fueron en gran parte responsables de la destrucción del Imperio Romano y de las catástrofe que ese hecho significó para la civilización, pero ese placer que sintieron con la caída de Roma y la afirmación general de que se solidarizaron con los bárbaros arrianos "en sus guerras contra las monarquías católicas", hace recordar que la principal monarquía católica contra la que lucharon los germanos discípulos de Arrio, fue precisamente el Imperio Romano de Occidente.

   Para esclarecer la verdad histórica y deslindar responsabilidades será necesario que se trate de explicar esto, tomando en cuenta que a nadie más que a los judíos convenía la destrucción del orden entonces imperante y la sustitución por otro favorable a ellos.

   La casi totalidad de las tribus germanas que invadieron el Imperio eran arrianas, destacando entre las pocas excepciones, la de los francos, que abrazó el catolicismo desde un principio.

   Hablando el filosemita J. Amador de los Ríos del cambio político operado con las invasiones bárbaras, dice, refiriéndose a la Península Ibérica:

   "Fue así como, abriéndole la tolerancia arriana las vías de una prosperidad desacostumbrada, aumentábase prodigiosamente en el suelo ibérico la grey israelita durante la primera época de la dominación visigoda, y como, merced a su inteligencia y sus riquezas, alcanzaba dentro del Estado no escaso valimiento e importancia. Levantándose al ejercicio de los cargos oficiales, lo cual les daba inusitada representación en la república..." (58).

   A su vez, el historiador hebreo Cecil Roth, se refiere también al hecho de que los visigodos arrianos favorecían a los judíos, en contraste con los católicos, que los perseguían (59).

   Un ejemplo que demuestra la buena situación de que gozaban los judíos en las tierras conquistadas por los nórdicos arrianos, en contraste con la que disfrutaban en los reinos católicos, nos la describe el historiador judío Graetz, quien, después de narrar que en el Imperio Bizantino, entonces católico, uno de los emperadores había echado a los judíos de su sinagoga, convirtiéndola en la iglesia de "La madre de Dios" y que en medio de tantas persecuciones los hebreos habían tenido que llevar, de un lugar a otro, los vasos sagrados del Templo de Salomón, hasta conducirlos a un lugar seguro que fue Cartago, entonces bajo el dominio de los vándalos arrianos, cuenta que:

   "...Permanecieron cerca de un siglo. Y fue con gran dolor que los judíos de la capital bizantina presenciaron su transporte a Constantinopla, por Belisario el Conquistador del Imperio de los Vándalos. Los trofeos judíos fueron llevados en son de triunfo, junto con Gelimer, el Príncipe de los Vándalos, y nieto de Genserico, y en unión de los tesoros del infortunado monarca" (60).

   Durante el desgarramiento del Imperio Romano de Occidente por los bárbaros seguidores de Arrio, los judíos se dedicaron en gran escala al comercio de esclavos. A este respecto, el israelita Graetz constata que:

   "Las repetidas invasiones de las tribus bárbaras y las numerosas guerras habían incrementado el número de prisioneros y los judíos llevaban a cabo un animado comercio de esclavos, aunque no eran los únicos que lo hacían" (61).

   Es bueno hacer notar que los judíos han desempeñado un papel capital en el comercio de esclavos a través de la historia y que en los siglos XVII y XVIII fueron los principales mercaderes de este infame comercio, capturando en África a los infelices negros y arrancándolos despiadadamente de sus hogares, para venderlos como siervos en distintas partes del mundo, principalmente en América del Norte y del Sur.

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NOTAS

  • [53]  Narcisse Leven, Cinquante ans d´histoire: L´Alliance Israélite Universelle (1860-1910). París, 1911. Tomo I, pp. 3, 4.

  • [54] Graetz, obra citada, tomo II, p. 622.

  • [55]  José Amador de los Ríos, Historia de los judíos en España y Portugal. Madrid, 1875. Tomo I, p. 75.

  • [56] Enciclopedia Judaica Castellana. Vocablo arrianismo. Tomo I, p. 514, col. 1.

  • [57] Graetz, obra citada, tomo III, p. 27.

  • [58] José Amador de los Ríos, obra citada, tomo I, p. 79.

  • [59] Cecil Roth, Historia de los marranos, pp. 15, 16.

  • [60] Graetz, obra citada, tomo III, p. 26.

  • [61] Graetz, obra citada, tomo III, pp. 28, 29.