TALLER DE MEMORIAS









Tapa de "Taller de Memorias"





A Marcela, mi mujer
Y a todos aquellos
Que lo hicieron posible.

Cuando el dolor taladre tu corazón
Y logres que asimismo sonría,
Sabrás que el dolor hecho alegría,
ES POESÍA

Oscar S. Charpentier
PROLOGO
“La mayor libertad es posible dentro del mayor rigor” escribió Paul Valery, para explicar que las limitaciones originadas por un imperativo formal pueden sólo aparentes. Así, por ejemplo, suele ocurrir en la poesía que el requisito de sostener la coherencia del ritmo obligue al escritor a acudir a determinadas unidades métricas y a distribuir atinadamente los acentos en las sílabas de cada verso. Y es esa búsqueda de la palabra adecuada a la cadencia del poema la que, más de una vez, hace emerger nuevas significaciones o formas verbales que estaban sumergidas en el vasto –aunque desusado- léxico de poeta, revividas ahora por la necesidad.
Si se lo analiza detenidamente, el llamado “verso libre” dista de ser un ejercicio descuidado y arbitrario. Más bien sirve para revelar el hondo conocimiento de un poeta acerca de las técnicas de composición y su destreza para yuxtaponer metros tradicionales en una misma línea, o completar el período rítmico en la siguiente, produciendo, no obstante, el efecto de un trabajo informal y desparejo.
Los poemas que integran este libro de Esteban Charpentier evidencian que el empleo de recursos clásicos ( endecasílabos, eneasílabos y heptasílabos) de ningún modo restringen la libertad imaginativa ni impiden que el discurso sea contemporánea, vigente. En todo caso, constituyen una prueba de que el dominio del oficio y el compromiso con los procedimientos formales pueden generar una creación más genuina que de quienes disimulan su inepcia literaria tras la hipotética espontaneidad del verso libre. Y son por ello, un aporte que apuntala el frágil escenario de la joven poesía Argentina.

FELIX DELLA PAOLERA



ÍNDICE


Desencuentro
La sombra del bastón en el camino
Un sur
Del eco y la ruina
Botella de vida y poesía
De arriba abajo, arriba
Cielo Americano
10 de septiembre de 1888, yo Sarmiento
Luna
Los sueños todavía
A un soldado no tan desconocido
Plaza Saint-John Perse
Un buque en la ilusión
Como pájaros de Mazatlán
En el marfil y el ébano
Otro domingo más
Balada para un suicida
Un pescador
A la memoria de Jorge Luis Borges

Algunas colaboraciones imprescindibles

Sic transit – Oscar S. Charpentier
Olvido – Hugo Charpentier
Ausencia – Oscar Alberto Charpentier


DESENCUENTRO

He llegado, parece ser temprano,
Entre estatuas y árboles frondosos
El banco despintado nos espera,
El ocaso desvirtúa su color.

Los gatos merodean por comida,
Veo el banco vacío, desde lejos,
Me detengo frente al nombre de una flor,
El latín misterioso y complicado,
Apresó su esplendor y su belleza.

Avanzo, traigo el diario bajo el brazo,
Me siento, está mojado,
Miro impaciente el reloj,
No existe ya la hora señalada,

Tomo un papel y un lápiz,
Tal vez deba seguir en esta espera,
Si la tarde estival no te transporta,
Otras tardes conocen tu momento.

Deambulo entre las hojas suplicante,
El crepúsculo, rosa, rojo y negro,
Ve partir nuevamente mi esperanza,
En el botánico es de noche y parto,
Contemplando mi rastro y repitiendo:
Tal vez vengas otra tarde, POESÍA.

A Indice






LA SOMBRA DEL BASTÓN EN EL CAMINO

No tuve más que paz en el camino,
Ni cercos ni fronteras,
Ni sed ni desconsuelo,
El viento flotaba y sobre el lago gris,
Templos fueron los árboles,
Las hierbas fueron lecho para el hombre y la cabra,
Un ramo de lavanda,
Aroma del abuelo entre las manos,
Un sombrero de paja,
Atardecer sereno,
La sombra del bastón en el camino,
El vuelo inesperado de una alondra,
Cálidas lejanías de campanas,
Un perfil que se atreve al horizonte,
Sin cercos ni fronteras: es la aldea
Que beberá de mis postreras horas.

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UN SUR

Ocultándome entre los vientos fríos,
De una noche invernal y evanescente,
De perfiles simétricos,
Larga humedad porteña, de gris y bandoneón,
Me llevaron las calles,
Rígidas, congeladas, malolientes,
Con lenta persuasión adoquinada,
Hasta una infancia de ladridos,
Podada de eufemismos,
Y recuerdos frívolos.

Sin saber yo el destino, me llevaron,
Escena repetida, penetrando en mis poros,
Y en mi conciencia virgen,...esa obcecada bohemia,
Fatalmente enhebrada,
Presagio instantes de poesía,
Posible en la otra orilla.
Pero de mis manos y mi alma,
De estas calles que transitaba,
En esa instancia tan lejana y vacua,
Casi en el límite de lo inverosímil,
Se escaparon las líneas elegidas,
De un libro sepultado, de esos tangos,
En una esquina fría de San Telmo,
Sacudiendo el dolor de mi pasado.

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DEL ECO Y LA RUINA

En ramificaciones infinitas,
Se desangra dichosa la semana
Y sus días inmóviles
Que conmemoran fechas ya olvidadas,
Inexorablemente te golpean.
Los labios entreabiertos,
Apenas por tu adiós humedecidos,
Murmuran insensatos,
En la tácita espera,
Las palabras y el polvo, fina arena.
Persisten en el eco y la memoria
Las heridas ocultas,
De noches desgarradas,
Que como espadas mágicas encubren,
El laberinto odioso del domingo,
Ruina de un nombre ajeno y mustio.

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BOTELLA DE VINO Y POESÍA

Late compacto, tibio, incandescente,
Tras un cristal que le endurece el cuerpo,
Hasta el instante exacto en que las almas tiñen,
Con su abrazo embriagante y complaciente,
De robustez purpúrea debilidades, ansias,
Y algunas sombras de tempranas muertes.
Hoy se abre paso su espesura audaz,
Entre los llantos y poesías tintas,
Desdoblando figuras, embodegando historias,
En cubas de silencio y melancol.
Dolor, sangría, heridas en mis venas,
Despiertan de las copas,
Pasiones, letanías.
En un acompasado zigzagueo
Ha pasado la vid,
Ha medrado el deseo,
Y los recuerdos quedan embebidos
En hálito de magia y desconsuelo.

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DE ARRIBA A ABAJO, ARRIBA

De arriba abajo, arriba,
La aguja del reloj del doce al seis,
El arco de un violín contra las sienes,
Una paloma herida.

De arriba abajo, arriba,
Las manos de peones ordeñando,
Las latas y los frascos de un estante,
Tus párpados esquivos y los míos,
La voz de un vendedor en las esquinas.

De arriba abajo, arriba,
Las armas y banderas redimidas,
Las copas de licor en los inviernos,
Los brazos de los niños despidiéndose.

De arriba abajo, arriba,
Las manos del pintor de rascacielos,
La soga y la campana de la iglesia,
Un gorrión detenido en pajarera,
Las lunas y los soles todavía.

De arriba abajo, arriba,
Los árboles en los aserraderos,
La cuchara de sopa dividida,
La muerte del católico y la mía.
De arriba abajo, arriba.

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CIELO AMERICANO

En este páramo cercano a Chile
Sin ecos solitarios
Ni más penumbras concebibles,
Que las que habitan mi alma,
Me sorprendió una noche de verano,
(tu sueño inmemorial)
Echado sobre piedras o esculturas.
Mirando al cielo calmo
Como un andén de madrugada,
Rebautizando una a una
A las constelaciones olvidadas.
Así pasaron días, noches, nombres,
Amanobenda, Santocracia,
Fenix Porteño, Tenuentepecalpa,
Y así pasaron fechas, soles, hombres,
Mi regocijo azul se perpetuaba,
Desesperadamente azul,
Mi carne se fue haciendo piedra, roca,
Mi espíritu y mi cuerpo,
Anónima y elemental estatua.

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10 DE SEPTIEMBRE DE 1888, YO SARMIENTO

Recorre mi memoria ensangrentada,
La forma de tu mano,
Entre el niño y el hombre intercalada,
Que es un augurio del estío
Y que imagino en la distancia,
Como si un espejismo, una imagen lejana.
¡Bárbaros, las ideas aún no han muerto!
Desde un amanecer en las fronteras
Embriagan mi conciencia enardecida
Frivolidades, patriotismo,
Recuerdos de Provincia.
Dulce fascinación la del exilio,
La soledad de mis ideas,
La terca soledad reconquistada
Con algunas palabras y retórica,
Occidentalmente esgrimidas...
Y los primeros aires de la muerte.
Los pliegues de mi alma,
Los sinsabores y las alegrías,
Las ramas de una higuera quebrantadas,
Los caídos, los libros, las migajas,
San Juan, Facundo, Dominguito,
La insólita palabra libertad,
Tan vapuleada y corroída
Son ganancias tardías.
Alba de una mañana paraguaya,
Dejo caer los párpados cansados,
Como último deseo,
De un cuerpo dolorido
De andar por áridos caminos,
De un país que nace, mientras muero.

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LUNA

Constelaciones de ventanas,
Perforan la virginidad nocturna,
Con la luna de agosto,
Refugio de miradas solitarias,
Flautas y clavicordios extraviados.
Deambulo entre los cráteres y mi conciencia turbia,
Enriquecido de carencias, seguro de mis dudas,
Como un ciego que guía entre las nieblas.
Náufrago de mi infancia,
Bebiendo de las dulces gotas
De un manantial que de tus manos nace,
Y de mí mismo nace.
He dejado de ver tu lado oscuro,
Adiviné tus flores invisibles,
Tus momentos, tus efigies,
Y en el reflejo de tus mares, congelados y mórbidos,
Flotaron las imágenes de un niño,
Que sueña con la luna en las mañanas.

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LOS SUEÑOS TODAVÍA

Los sueños todavía, en la memoria,
Sobre la piedra, el rastro y una herida,
En la pradera del distante olvido,
En la mañana cálida.

Los sueños todavía,
En la poesía trémula y violenta,
En la nostalgia del azul y el verde,
en la rama caída.

Los sueños todavía,
En una habitación desordenada,
bajo el cristal que la memoria empaña,
en la rosa y el sándalo.

Los sueños todavía,
En vientos que desfilan y agonizan,
En la recova inhóspita y desierta,
En las postreras gotas.

Los sueños todavía,
En el vacío que tu nombre deja,
O el silencioso espacio de tu cuerpo,
En los ojos y el alma,
Los sueños todavía, iluminándonos.

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A UN SOLDADO NO TAN DESCONOCIDO

Después de la victoria, de mañana,
Cuando los últimos dolores
Dejaban paso a las plateadas muertes,
Desvanecidas las banderas
Erguida espiga, espada,
Resurgieron los cánticos, las manos.
¿De qué sangre has manchado tu uniforme?
Hay una ausencia de sonrisas, vidas,
Que se plasma en los surcos de tu frente.
¿Con cuántos nombres se ha alzado tu lanza?
¡Con qué medalla, con qué mérito,
te irán a devolver tu honor, un día¡

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PLAZA SAINT-JOHN PERSE

“Roses, pourpre delice”
las palabras diseñan
el rumbo de los pájaros,
un tibio olor de azahares
moviliza un millar de mariposas,
desde un rincón verde infinito
esperando las gotas del rocío,
cambio mi soledad por primaveras.

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UN BUQUE EN LA ILUSIÓN

A la hora del crepúsculo,
Cuando la brisa y las gaviotas
Festejan ciertas alegrías,
La penumbra y el frío
Agitan ansiedades solitarias.
En la cubierta despoblada
De un buque en la ilusión,
Te meces, marinero.
El libro de bitácora,
Entibia la memoria,
Sin las manchas de vino entre sus hojas,
Deterioradas, comúnmente,
Ni el aceite de cebo pegajoso
Entre la pluma y la cartografía.
Los umbrales del mar,
Los cánticos marinos,
Tu afición por el norte de las brújulas,
Son las leyendas y el misterio,
La Atlántida y Copérnico.
Sueños de timonel, sueños de sal,
Aventurero fiel, mendigo,
Muy pronto el mar estallará en tu orilla,
Dispersando el insomnio,
Bañándote de estrellas,
Llevándote a algún puerto, en el silencio.

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COMO PÁJAROS DE MAZATLÁN

Estallido de pájaros,
Un manantial alado
De sangre y plumas rebeladas,
Se fundieron en las murallas grises
Encuadrando tu rostro,
Y negando el espacio
A tus rasgos que surgen
Renacen como fogoso vuelo,
Desfigurándose pero develando
Reconocidos perfiles futuros.
Por las playas de Mazatlán
Perdido infantilmente, como un pájaro,
Deambulo sin un rumbo,
En las horas siniestras del olvido.

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EN EL MARFIL Y EL ÉBANO

En el marfil y el ébano, el tablero,
Cubriéndose de sombras diminutas
De escenarios erróneos,
Diametralmente expuestos,
Genera incógnitas sobre un destino,
Conquista las fronteras
Un rostro ajado y dolorido,
Con mirada profunda y penetrante,
Que abarca los contornos y asesina,
Apoderándose de espacios tibios.
Debajo de unos guantes colorados,
Unas manos marcadas,
Deambulan confundidas,
Entre el sudor y el miedo devastantes,
En busca de algún signo
Que resuelva en el arduo laberinto,
Todas las dudas del insomnio,
Y que devele en el espejo
Esa figura indefinida y gris
Como un metal pulido,
Enigmática, mística, acechante
Que intenta doblegarme.
Pero en este tablero solitario,
Donde manos marcadas dibujaron
Irreversibles movimientos,
Que han despoblado de esperanzas
Cualquier intento último,
Aparece un rival que se aproxima
Perfecto y fascinante,
Como un sétimo sello,
Con un designio claro, el de mi muerte.

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OTRO DOMINGO MÁS

Tránsito matinal sin números,
La religiosa simetría
De una atmósfera solitaria.
Un poeta desconocido
En suplementos literarios,
Algunos perros y sus sombras,
Ningún reloj en el tablero de ajedrez.
En la glorieta, dos bastones andan
Recorriendo pasiones de otras vísperas.
Otro domingo más, de madrugada,
Que se diluye en la tristeza.

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BALADA PARA UN SUICIDA

a Hugo Charpentier


En un portón de esos oscuros y altos,
Pintado de “Negro y Marfil”
Ciénaga verosímil,
Con un azul de tango,
En empedrado, ochava y conventillo.

Medio ladrón, poeta,
Noctámbulo, borracho,
Bohemio trascendente,
Me da la mano el bronce,
Para golpear tu puerta.

Razón, luna y memoria... y en tu piano
Latente la esperanza del suicidio,
Nostalgia de evocar, Amartamando
Lejanía distante del sentido,
Entre grito y locura, pudiste trepar.

Y ese límpido salto,
El golpe contra el suelo,
Cachetada lacerante al amor,
Al mundo y a la vida.

Ese balcón que hoy flota en el crepúsculo,
Laberinto posible,
De una flor que renace,
De la ruptura de una pesadilla,
PÁJARO, PÁJARO. Hoy alzaste vuelo.

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UN PESCADOR

Las miradas estáticas consumen
El voltaje del pez que se sacude
En el suelo fangoso.
Y el párpado escamado
Cae lento, preciso como el agua,
Como esa noche fría,
En la escollera marplatense.
Entre unas manos ásperas, mortales,
Su boca ensangrentada, el ojo fijo,
Tal vez un grito... un llanto,
O un silencio envolvente y resignado,
Del triste encuentro matinal.
Aferrado al anzuelo,
Masticando la muerte, que tan lenta,
Viene, lenta, nadando,
Y oculta tras su manto
Un último fulgor, como un relámpago,
Que acaba esa amistad,
Extraña relación incomprensible,
De la que siempre hablaba un pescador.

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A LA MEMORIA DE JORGE LUIS BORGES

Me moría , Memoria,
Entre tus recovecos, escondites,
Apocalipsis y distancias
Azules, negros, grises laberintos.

Me moría, Memoria,
Entre nombres, imágenes y esferas,
Tu lengua castellana
Tan dulcemente concebida.

Iba cayendo indefectiblemente
Y a cada lado sucedían,
Pasados, reflexiones,
Poemas que creí olvidados, inmemoriales.

La sombra de un bastón en el camino,
La marca de tu mano en el puñal,
Una vieja partida de ajedrez
En el momento del enroque.

Me moría, Memoria,
Entre tus números e insignias,
Las grandes equivocaciones,
La telaraña de tu espíritu,

La Enciclopedia tan Británica,
El brillo de tu oscuridad,
Esa amistad de un gato, Bepo,
Espejos, paneles y colmenas.

Me moría, Memoria,
Queriéndote y a un tiempo odiándote,
Golpeando con tu nombre las canteras, María,
Embardunándome en la arena,

Bebiendo de mil y una noches,
Sin ojos y sin voz, sin sombra,
Con sangre y la bandera entre las manos,
(la patria, una canción perdida).

Me moría, Memoria,
Entre rincones llorisqueando,
De tu brazo, guiándome,
Enloqueciendo como un sabio.

Me moría, Memoria,
Recorriendo como agua,
Con lentos pasos de la angustia,
Un lírico camino hacia ese olvido, la muerte.

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ALGUNAS COLABORACIONES IMPRESCINDIBLES

He reservado esta sección del primer libro que edito, para estos tres poetas a quienes tanto admiro y que fueron los que me iniciaron en este grato camino.
Prof. Dr. Oscar S. Charpentier, (mi abuelo).
Prof. Hugo Charpentier, (mi padrino y tío).
Dr. Oscar Alberto Charpentier, (mi padre).
Espero que ellos sepan disculparme el atrevimiento de incluirlos en esta publicación pero, como lo dice el título de la sección, estas colaboraciones fueron para mí absolutamente imprescindibles.
Gracias a los tres, aunque dos de ellos ya no escuchen, de tu nieto, abuelo, de tu ahijado, Hugo, de tu hijo, Papá.
Esteban Charpentier




SIC TRANSIT

A mi querida nietita Marta Susana
Oscar S. Charpentier

Fue breve historia de un fulgor que pasa,
Una dulce esperanza que dibuja
Sus contornos dorados en la casa,
Y se deshace al fin como burbuja.

Septiembre sopla la ilusión primera.
Y ya pasada la novena luna,
Al no llegado piececito espera
Un rosado escarpín, sobre la cuna.

Y cuando llega al fin la presentida,
A Dios se eleva agradecido rezo;
Alguien recoge aquel temblor de vida,
Sobre el que deja su impaciente beso.

Gozó la madre su dolor fecundo
Y apagó toda queja en su ternura;
Pues nueva reina pareció, del mundo,
Aquélla fragilísima criatura.

Dibujada en la seda de la cuna,
A nuestro amor Martita sonreía.
Mas pronto trueca su color de luna,
Y en noche negra se convierte el día.

Aquel cuerpo ofrecido a la caricia,
Como el niño Jesús en el pesebre,
Del dolor fue la víctima propicia
Y en su carne sintió morder la fiebre.

Sin tiempo, acaso, de saberse amada,
Martita busca su negra bruma,
El beso, la caricia, la mirada,
Que eleve su vivir sobre la espuma.

Mas su vida naufraga. Su lamento
Es un grito de alondra detenida
Por el cansancio en el confín del viento,
A quien Dios niega su ración de vida.

Y al ver en su minúsculo delirio,
Su sonrisa cual breve luminaria,
No hay ojos que no lloren su martirio,
Ni labio que no arrime su plegaria.

En vano pasan cuentas de rosario
Por los dedos febriles del que llora.
En la ruta mortal de su Calvario,
El designio de Dios marcó su hora.

Ajeno el hombre a la intención divina,
Sufrió por ella sin saber, acaso,
Que allí donde el dolor clavó su espina,
Del tránsito hasta Dios redujo el plazo.

Y el cupo entre un beso y un adiós
La triste historia de su vida breve,
No lloremos; que así lo quiso Dios,
Para el barro redimir su nieve.

Cuando la muerte se prendió su vida,
Cristalizó, la paz, en su paciencia;
Y resignada a su dolor, vencida,
En sus ojitos anidó la ausencia.

¡Pobre Martita! Se nos fue sin ruido,
sin llanto y sin clamor, cual si durmiera.
Plegó las alas al calor del nido,
Segura de la eterna primavera.

Allá la tiene Dios sobre las nubes.
Desde su cuna de perenne gloria,
Nos da por bien pagada, ente querubes,
La desventura de su breve historia.

No digamos “adiós”, sino “hasta luego”,
Muy breve plazo nos separa de ella
Y de su gran mundo de feliz sosiego.
Acaso este dormida en una estrella.

Acaso esté envolviendo nuestra vida,
Donde el divino celestial regazo,
Y apacigüe el dolor de nuestra herida
Con invisible y cariñoso abrazo.

12 de septiembre de 1957



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OLVIDO

Por Hugo Charpentier

Estoy solo en la mesa de un café.
Quisiera recordarla mientras fumo
Y en mi soledad, se enreda el humo
Con una imagen dulce que se fue.

Y no distingo bien si es la figura,
La que llenó de dicha mi pasado.
Veo un turbio contorno borroneado...
Reminiscencia gris de tu hermosura.

Y no sé si la imagen es la tuya,
Porque de tanto recordarte, un día,
Una niebla confusa diluía
La imagen con un grito de aleluya.

En mi memoria fuiste al fin, sonidos
Que esfumaron también, su vibración.
Hoy eres lejanísima canción
Que no ha dejado huella en mis oídos.

¡Es que tanto ayer te recordé!
¡Es que tanto sufrí por recordarte!
Que por vivir así, sin olvidarte...
¡¡De recordarte –un día- me olvidé!!
Dispersos como arena en el desierto,
Mis recuerdos de ti, se han esparcido.
Hoy quiero recordarte como has sido
¡y siento solo tu recuerdo muerto!

Pero al sentirte así, desdibujada,
Me encuentro tontamente dolorido.
Pues pienso en lo que fue, que hoy es olvido...
¡qué sufro al no sufrir por ti, ya nada!

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AUSENCIA

Por Oscar Alberto Charpentier

Balance de invierno. Tus flores y tu queja
Turbulencias de ensueños tal vez muertos
Barco perdido que triunfal regresa
Al amoroso nido que aguardó en su puerto.

Biografía apasionada del Poeta
Holocausto en sublime redención
Sinfonía para la Rosa buena
Epílogo y laurel a quien te “respondió”.

Luna de plata. Marinero. Lirio.
Tálamo infinito lanzado al firmamento
Tus ojos azules. Tu bajel. Tu olvido
Tus penas y Tu Dios. Tus noches y Tus sueños.

Sacudo tus musas en pos de un recuerdo.
Bate estudiantil, pasionauta, tronco viejo.
Rebusco en la buhardilla de tus versos
Vibro con tu lira...con tu pena tiemblo.

Y al fin una lágrima, pura y escondida
Brotando desde el fondo de mi Tiempo
Tras la afanosa búsqueda perdida
Se duele así: Papá...yo no me encuentro...

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Se terminó de imprimir en noviembre de 1986