LA FURIA

 

 


 

 

Principal | Firmar Libro | Email  | Leer libro                Año 1 Nº 1

 


Aquí encontrarás vómitos, furias, broncas y todo fluído que salga del cuerpo en forma de palabras. Sería bueno, también, que este sea tu tacho de basura. Este es un rincón maldito. Un lugar de males sin solución.


 

El fracaso: Y nos amontonamos sobre él. Escurrimos nuestras miasmas sobre la ficción de un poder. Nos habremos perdido en un laberinto gris y desencantado. Solo una práctica más, un atolondrado convencionalismo que se nos avalancha. ¿La iglesia católica?, ¿cómo no condenarla?, Dios puesto como meta, y una espantosa rigidez de modelo macabro, ¿cómo no sentirnos fracasados? Ante un modelo inalcanzable, torcemos las rodillas como el gusano que se enrosca y se entrega sin razón al poderío humano. Así avanzamos a la gloriosa meta, al Dios del horror, al Dios de los medievales, al Dios de los inquisidores. El psicoanálisis tampoco nos salva, inmerso en el capitalismo y de estructura reaccionaria, se encoge de hombros ante el deseo inusual.

Ningún fracaso lo es en sí mismo, el linyera no es tal, sólo agrupa sus miserias y las muestra al mundo, he ahí la razón del rechazo.

Dando pautas, corrompiéndonos con sus normas, es como el Otro se adueña del discurso barato, en un siglo muerto y vacío de encantos. El Otro nos ha pisoteado la cabeza, y la masa ignorante de bobos sigue sus huellas como a un profeta que adora. Nadie fue capaz de reventar las chatas ideas de ese Otro. Sumidos en sus redes nos adherimos a él sin ganas, sin fuerzas, así esclavizamos nuestros propios deseos, ya no son nuestros, ya no nos pertenecen, hemos vuelto a la antigua Grecia, a la Grecia de la esclavitud, ya no somos ciudadanos, la polis no nos abraza, hemos caído en la inmundicia del fracaso. ¿Nuestros deseos?, ya no son nuestros, son los deseos del Otro... (MANDINGA)

 


 

DEMOS CRACIA

Vosotros venís y decís al mundo qué debe hacer, qué debe comer, dónde debe dormir y mil cosas más. Tomáis el atributo de todopoderosos, disponiendo de la vida y la muerte. De la libertad. ¿Habéis sido dotados vosotros, acaso, de algún extraordinario don? ¿Sois superhombres teñidos de extraños poderes? No, señores. Sois apenas políticos. Y esto lo digo en pleno dominio de mis facultades.

Ahora bien. No acepto vivir en democracia. ¿Puedo elegir no vivir en democracia? ¿Me lo permitiríais?

Seguramente que no. Veo cercenada mi libertad ya que gran parte de mis deseos no los puedo cumplir. Diríais que soy anarquista, vosotros, a los que tanto les gustan los títulos terminados en ismo o ista.

Pero no. No soy anarquista. Simplemente quiero ser libre. De caminar. De hacer. De pensar. De hablar. De copular. De putear.

Usáis la fuerza que os da la multitud para prohibir y castigar. Usáis la autoridad que os da el ser fuertes y mayores en número. Y eso no es ni más ni menos que patoterismo.

Seguramente me llamaríais anarquista.

Se os llena la boca diciendo que ley pareja no es rigurosa. Pues os digo que si es ley, y además vivimos en democracia, pues es rigurosa. ¿O acaso no castigáis al que no la cumple? ¿O acaso no encerráis al que no la respeta? ¿O acaso no condenáis al que la rechaza? ¿Y qué otra cosa es eso que rigurosidad? La obligación de cumplirla la genera.

Y hablando del método que aplicaríais, encerráis, golpeáis, condenáis. ¿Y eso, pregunto, no es la mayor y peor de las rigurosidades? ¿Tenéis, acaso, la valentía de reconocerlo? Les contesto, ¡no! No la tenéis.

Políticos, les hablo y les digo, no estáis en condiciones de administrar el deseo popular. Porque no sufrís los que sufren las gentes. En vosotros no habla el hambre. O por lo menos el hambre que viene del estómago. Y sí hablan otras hambres. El de la codicia. El del poder. El de la gloria. Creería en la democracia si no la tomaran entre vuestras manos y la amasaran formando un muñeco con bandera y disfraz. Creo en la pistola del asesino que es más sincera que las garras entre las ropas. Creo en la convicción de Guevara. En las palabras de los poetas malditos y sus desenfrenos por elevarse. Pero vosotros, políticos de ayer, hoy y mañana, negociantes del hambre y la miseria. Arcones de odios inventados en grandes palacios de justicia, que al final inmediato desembocan en la enfermedad y el deshonor. Se llaman a sí mismos políticos. ¿Sabéis, acaso, el significado de esta palabra? “Versado en las cosas del gobierno y del estado”. Y eso es lo que sois, versados en los negocios del estado. Qué cosa más lejana a un pueblo. No creo en nada de lo que decís. (JERICÓ)