Carlos
Alberto García nació el 23 de octubre de 1951. Fue anotado
como García Moreno, pero en 1995 decidió cambiar el García
Moreno por el García Lange, tomado de su abuela Maurine
(Mauricia) Lange, por el cual se identifica con una prosapia
familiar que tiene una tradición de genialidad. Charly siempre
menciona que su abuelo paterno hizo el puerto de la ciudad
de Buenos Aires y el torreón de Mar del Plata y que su padre
era físico y matemático. Lejos de la exageración, la historia
es verídica y la teoría genética parecería encontrar una
ratificación en sus cualidades musicales, propias de un
genio, y en la inteligencia de su hijo Miguel Ángel, un
bocho de la computación con una marcada sensibilidad artística.
Charly siempre dice que Carmen, su madre, no recuerda a
qué hora nació. "No sé – suele comentar ácidamente –, creo
que estaba muy ocupada con otras cosas". Pero Carmen sí
que se acuerda, o por lo menos otorga un dato preciso: Carlitos
nació a las 12.50 hs . Su signo astrológico es Escorpio,
aunque su carta natal indica que todos los planetas estaban,
a la hora exacta de su nacimiento, alineados en Libra. Por
lo tanto, García tiene características de ambos signos,
y a veces dice que es de Libra, simplemente porque su máximo
ídolo, John Lennon, también lo era. Gente que sabe asegura
que Charly es de Libra. Sin embargo, a la hora de la verdad,
Charly García está amparado por la fortaleza de los escorpiones,
un signo que provee de una protección especial a los nacidos
en él. Una de sus mayores características es la resurrección;
cuando parece que el escorpión está definitivamente abatido,
ése es el momento en que se recupera. Esto lo he presenciado
en Charly, no una sino decenas de veces. En varios momentos
de su vida, Charly corrió riesgos mortales. Al día siguiente,
inevitablemente, uno contemplaba atónito la recuperación.
En este preciso instante no sé por cuánto tiempo más vivirá
García pero – y deseo estar en lo cierto – creo que él es
del tipo que nos va a enterrar a todos los saludables del
planeta. Carlitos García era un niño hermosísimo. Distintas
fotos familiares nos lo muestran como un bebé robusto y
con una simpática serenidad en su rostro. Primogénito, gozó
de la exclusividad de los mimos paternos hasta que llegó
su hermano Enrique, a los dos años. Después arribarían a
la familia Daniel y Josi. Por no ir a la exposición "Rock
Nacional: 30 años", Charly se perdió de ver una fotografía
suya en una balanza con su madre que asombró a todos los
que se pararon a darle un vistazo. Parece que hay gente
que no cree que Charly García haya sido niño alguna vez.
Carlos Jaime García Lange, papá de Charly o Carlitos, venía
de una familia adinerada, por lo que sus hijos estaban destinados
a crecer en un hogar donde los problemas económicos no existían.
Es más: cada uno llegó a tener su propia habitación, su
niñera personal, un cuarto de juegos y otro de costura para
Carmen. Sin embargo, en ese hogar no había una ostentación
de dinero ni pretensiones de realeza, aunque don Carlos
Jaime portara sangre azul: Lange Van Domcelar. Premonitoriamente
quizá, sus padres le hicieron un regalo a Carlitos cuando
aún no había cumplido los tres años: un pianito de juguete.
Como todo niño, lo inspeccionó, lo aporreó y finalmente
comenzó a jugar con él. Un buen día Carmen escuchó una melodía,
como de cajita de música. Fue a averiguar el origen del
ruido y se encontró con que Charly tocando una por una las
teclitas, creando una cancioncita. Entonces, un pensamiento
se instaló en la mente de sus padres: quizás el chico tuviera
alguna clase de talento musical, una predisposición natural
para la música. Carmen estaba segura y su marido trataba
de no darle demasiado vuelo a su locura, propensa a cobrar
alas ante el menor estímulo. Finalmente decidieron hacer
una prueba con el piano de un vecino. Llevaron a su hijo
y lo sentaron enfrente del instrumento. Charly se quedó
quieto un rato, pero pronto descubrió que esa cosa enfrente
de él funcionaba igual que su juguete a pesar de su enorme
escala. Naturalmente, comenzó a tocar como si no hubiera
hecho otra cosa en su vida. Sus padres no podían creerlo,
ni mucho menos el vecino. Charly era un niño prodigio de
casi tres años, con un instintivo conocimiento musical que
le venía desde algún lugar imposible de detectar. Era un
milagro o algo que se le parecía muchísimo. Pronto comenzarían
sus clases de piano. A los milagros había que ayudarlos.
Carlitos García comenzó sus estudios de música en el Conservatorio
Thibaud Piazzini en el año 1956 con la profesora Julieta
Sandoval. Había entre sus compañeros más niñas que niños,
cada uno con cierto grado de aptitud y algunos troncos de
esos a los que las madres los envían a estudiar piano porque
era algo bien visto en esa época. La primera actuación de
Charly García en público de la que existe testimonio data
del sábado 6 de octubre de 1956, a las seis de la tarde.
Carlitos Alberto García Moreno interpretó dos piezas, una
de ellas anónima y la otra una canción de su profesora.
Todo parecía ir muy bien y Charly progresó rápidamente.
No fue el único de esos conciertos. En alguno de ellos ya
se vería su propia impronta: en el medio de interpretaciones
de Chopin, el compositor clásico favorito de Charly, el
niño comenzó a tocar sus melodías propias. Nadie se dio
cuenta, salvo su profesora. Repetiría el truco varias veces
a lo largo de su corta carrera como músico clásico. Julieta
Sandoval era una profesora de las de antes. Amorosa, pero
sumamente estricta a la hora de los deberes y la educación
que según ella debía tener todo futuro concertista. Charly
recuerda muy bien esos tiempos. "Yo tocaba música clásica
todo el tiempo, y la música popular me daba asco, no entendía
nada. Tocaba
Chopin,
Bach y hasta prendía las velas. Venían los vecinos, y me
querían cortar los brazos. Comencé a componer cuando cumplí
los nueve años; ahí salieron las primeras cosas que tenían
que ver con lo que yo escuchaba en ese momento, y obviamente
era muy derivativo. Más tarde quise componer en serio pero
mi maestra, que era una divina aunque muy aferrada al catolicismo
y a la música clásica, me hizo sentir que no había lugar
para mí en eso (lo clásico). Que podía, sí, ser un buen
concertista, pero no un creador. Y ahí es cuando llegan
Los Beatles". Pero mucho antes del arribo de Los Beatles,
en el hogar de Charly pasaron cosas que habrían de marcarlo
de por vida. A mediados de la década del ’50, viajar a Europa
era casi una utopía. No eran tan habituales los viajes en
avión como ahora, y era mucho más económico hacer la travesía
en barco. Los padres de Charly decidieron realizarlo antes
de tener más hijos. Ya había nacido Enrique, el hermano
de Charly. Era una buena oportunidad. Carmen consiguió los
pasajes. La situación económica de la familia era aún muy
sólida y había con quien dejar a los chicos. Charly no había
cumplido aún los 5 cuando sus padres viajaron. Las distintas
versiones familiares disienten acerca de si los chicos se
quedaron con su abuela, con una tía poco paciente y propensa
a la paliza, o con sus respectivas niñeras. Lo cierto es
que Charly sintió muy dolorosa y negativamente la ausencia
de sus padres. Incluso en momentos en que está mal, Charly
recuerda esa época angustiante de su vida. "Me dejaron con
dos boludas y el piano", supo decir más de una vez. Fue
el piano lo que lo salvó, a esa edad en que las heridas
marcan para siempre a un niño que después, de adulto, podrá
o no resolver esas cuestiones que quedan en su inconsciente.
Charly encontró dos cosas: el clavo y la cruz. Por un lado,
se aferró al piano con todas sus fuerzas, y gracias a él
pudo soportar el estar tanto tiempo alejado de sus padres.
Pero su cuerpo acusó el efecto desarrollando vitíligo, una
enfermedad de la piel que se origina, entre otras cosas,
a raíz de trastornos nerviosos. A Charly le dejó la mitad
de la cara blanca. La crisis actual de Charly García no
se inició por la fama, las presiones del éxito y la vida
disipada, aunque todo esto la haya profundizado terriblemente.
Su origen debemos buscarlo en ese momento de su vida en
que se sintió como Cristo en la cruz, preguntándose por
qué sus padres lo habían abandonado. En "Say No More" hay
pistas que conducen inevitablemente a aquellos momentos.
Por el cariño inmenso que aún hoy siente por su padre (y
por su madre, aunque no lo reconozca), intenta creer que
la culpa es de otra gente. La verdad es que, cuando volvieron
sus padres, se encontraron con que su hijo Carlitos tenía
la mitad decolorada. El pápa de Charly era uno de los dueños
de la primera fábrica de fórmica del país. Cuando murió
Evita, él no puso el crespón negro de rigor con que los
trbajadores despedían a la venerada dirigente política.
En épocas del peronismo, ese detalla era obligatoiro y a
partir de esa amisión, Carlos Jaime coménzo a ser perseguido
por las autoridades justicialistas. Ésa es una de las explicaciones
que surgen acerca de lo que motivó aquel viaje a Europa:
persecución política. La relación entre Charly y su padre
es crucial para entender por qué hoy pasan algunas de las
cosas que pasan. El asunto es que desde la vuelta de los
padres de Europa, las cosas comenzaron a empeorar notoriamente.
Inés Raimondo, viuda de Enrique, hermano de Charly, me contó
una tarde que la fábrica de fórmica tuvo que cerrar porque
uno de los socios de Carlos Jaime García Lange se mandó
una cagada y se vino a pique el negocio. Tuvieron que vender
una propiedad en Paso del Rey y Carmen debió salir a trabajar
para sostener a su familia. La infancia de Charly transcurrió
entre la escuela primaria, las clases de piano y los ejercicios
correspondientes. Un señor llamado Guillermo Otero, que
dijo ser vecino suyo en esos tiempos, aseguró que cuando
él practicaba "se caían los cuadros de mi casa". Charly
afirma que jamás durmió de chico, y que nadie se convierte
en profesor de piano a los doce años si duerme. Tal vez
fuera porque tenía sueños espantosos de los que se despertaba
con la culpa de quien comete un crimen. Carlitos no había
hecho nada, pero no podía evitar esa sensación horrorosa.
Lo que sucedía era simple: se sentía reprimido por una educación
que tenía como base la culpa y el castigo. La prédica católica
de Julieta
Sandoval
se hacía sentir. Por suerte, Carlitos era un chico inquieto
y tenaz lector desde los cinco años. Su madre, incluso,
se sorprendía con los razonamientos de su hijo mayor que
parecían los de un grande. "De chico – recuerda Charly –,
me gustaban, principalmente, tres temas: los dinosaurios,
los planetas y los mitos griegos". Un poco más tarde se
interesó por los mitos de la religión católica, y después
fue un apasionado lector de Homero, devorándose La Ilíada
y La Odisea. Esos libros lo llevaron por otros mundos, menos
angustiantes para un niño. Le costaba conciliar la noción
del sacrificio que le imponía su profesora, la rigidez del
cristianismo y otros dogmas, con la libertad de los sonidos
musicales. Esas contradicciones se hicieron carne en la
mente de Carlitos, que creció sintiendo que tenía dentro
de sí un ángel y un demonio. Suponer por eso que Charly
García es un esquizofrénico es equivocarse por completo.
Pero es verdad que le resultó un proceso difícil el comprender
cómo suceden las cosas en el mundo y lo distinto que es
lo ideal de lo real. Carmen Moreno comenzó a trabajar fuerte
en radio, como productora de "Folklorísimo", un programa
muy exitoso en donde distintas estrellas de la canción telúrica
se convirtieron en invitados estables. Carmen les habló
a todos de su hijo, y no exageraba cuando decía que era
un Mozart de nuestros tiempos. Eso lo comprobó Mercedes
Sosa, un día en la casa de los García Moreno, al escuchar
tocar a Carlitos y comentarle por lo bajo a Ariel Ramírez:
"Este chico es como Chopin". Otro de los que se sorprendieron
fue Eduardo Falú, quien descubrió que lo de Carlitos iba
más allá de un talento natural para la música. Una noche,
en un show producido por Carmen, se puso a ejecutar la guitarra
para probar sonido. A poco de tocar se escucha una vocecita:
– El maestro tiene una cuerda desafinada – le dice Carlitos
a su madre, que no pudo evitar que Falú escuchara. – A ver
¿qué es lo que dice el chango? – se acerca Falú, divertido.
– Nada, Eduardo. Le pareció que había una cuerda desafinada
– intentó zafar Carmen. – ¿Ah sí? ¿Cuál es? – insiste Falú.
– Esta – le responde Charly señalando la quinta cuerda.
El maestro hace vibrar esa y comprueba que, efectivamente,
está desafinada. Así todos descubren que Carlitos tenía
oído absoluto, una capacidad con la que nace solamente una
persona entre cada millón. Carlitos creció tratando de conciliar
el mundo ideal del arte elevado que él aprendía en piano,
con lo que veía todos los días. A los doce años se recibió
de profesor de teoría y solfeo. Pero poco tiempo antes había
encontrado la válvula liberadora más importante de su corta
existencia. Fue una canción, un sonido, un llamado de la
sangre. Corría el año 1964, el sonido de Los Beatles comenzaba
a llegar a la Argentina, y había captado el oído inquieto
de Carlitos. Allí acabaron los sueños de sus padres, de
tener un concertista en la familia. En ese instante terminó
aquel futuro de un auditorio en el que señores de sonrisa
y frac aplauden un concierto de música clásica. Fue como
si el mundo comenzara a rotar al revés, como si todas las
certezas de su educación volaran por los aires en una explosión
de sonido. "Cuando escuché a Los Beatles – evoca entusiasmado
–, me volví loco: pensaba que era música marciana. Música
clásica de Marte. Enseguida comprendí el mensaje: ’tocamos
nuestros instrumentos, hacemos nuestras canciones y somos
jóvenes’. Para mi época y mi formación, eso era muy raro.
No se suponía que los jóvenes hicieran canciones y cantaran.
Lo primero que escuché de ellos fue ’There’s a place’. Me
di cuenta de lo que pasaba con las cuartas y un par de cosas
interesantes más. Y ahí, ¡kaboooom!, acabó mi carrera de
músico clásico". Muere un concertista de piano. Nace una
estrella de rock and roll.