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Roberto Bardini

Con "V" de venganza

No sollozó, ni se arrepintió, ni suplicó clemencia. Tras 24 meses de un juicio lleno de irregularidades, el ex dictador Saddam Hussein aceptó con una entereza sorprendente el veredicto que lo condenó a muerte y tuvo un último gesto de dignidad: solicitó que no lo ahorcaran, sino que lo fusilaran como a un soldado. La petición, desde luego, fue denegada.

Al día siguiente de conocerse la sentencia, los abogados defensores del hombre que gobernó Irak con mano de hierro durante 27 años divulgaron una carta de tres páginas, redactada en noviembre y dirigida “al pueblo iraquí”, en la que afirma que se ofrece a sí mismo “como sacrificio” y que va “a la muerte como un mártir”. La carta concluye con un lema:¡Dios es grande, larga vida a Irak y larga vida a Palestina!”.

El Partido Baas, que tomó el poder en 1968 y que fue desmantelado luego de la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, distribuyó un comunicado en el que advierte que “la resistencia tomará represalias por todos los medios y en cualquier lugar, para dañar a Estados Unidos”. El mensaje afirma que “el gobierno estadounidense es el que toma las decisiones y no el gobierno títere iraquí”.

Jalil al Dileimi, director del equipo defensor de Hussein, declaró en octubre del año pasado: “Se trata de tribunales políticos que no tienen nada que ver con la legalidad, pues han sido establecidos por invasores. La condena es la expresión de la justicia de los vencedores”.

“Imponer la pena de muerte, indefendible en cualquier caso, está especialmente mal luego de procedimientos tan injustos”, dijo Richard Dicker, de Human Rights Watch. El organismo consideró que el juicio por crímenes de lesa humanidad contra el ex mandatario fue “profundamente defectuoso”. También la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) expresó sus dudas de que el dictador haya tenido un juicio equitativo y recordó que la pena capital es “contraria a la dignidad humana” y que su efecto disuasorio “jamás ha sido establecido”.

Por eso se equivocan quienes consideran que la ejecución de Saddam Hussein servirá como un llamado de atención para movimientos armados antiestadounidenses en Oriente Medio, como Hamas, Hisbolá y Al Qaeda. Quienes piensan así desconocen las profundas raíces del nacionalismo árabe, que se exaltará aún más.

Esto lo explicó muy bien Abdul Haq Al Alani, asesor legal del grupo de defensa de Hussein:  desde la perspectiva de los árabes, “fue un gobernante depuesto por los estadounidenses, enjuiciado bajo la supervisión estadounidense y ahora será ejecutado por decisión estadounidense. Nadie se compadece de Saddam. Es un hombre despreciable. Pero esto es degradante para todos los regímenes árabes”.

Un viejo proverbio árabe sostiene que “la sangre del prisionero no honra al guerrero”. Posiblemente inspirado en este dicho, en agosto de 1979 el entonces comandante nicaragüense Tomás Borge acuñó una frase que hizo famosa a la revolución sandinista: “Implacables en el combate, generosos en la victoria”. Los que juzgaron a Saddam Hussein carecieron de esa grandeza: sembraron venganza y venganza recogerán.

Fuente
http://bambupress.wordpress.com

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