HISTORIA
DE LOS DOS QUE SOÑARON
Gustavo
WEIL,
orientalista alemán, nacido en Salzburg, en 1808; muerto en Friburgo, en 1889.
Tradujo al alemán los Collares de Oro, de Samachari, y Las 1001
Noches. Publicó una biografía de Mahoma, una introducción al Corán y una
historia de los pueblos islámicos.
Cuentan
los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y
misericordioso y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas,
pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su
padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó, tanto que
el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un
desconocido que le dijo:
—Tu
fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla.
A
la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los
peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de
los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo
sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había,
junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso una pandilla
de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que
dormían se despertaron y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron,
hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y
los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y
en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo
hizo comparecer y le dijo:
—¿Quién
eres y cuál es tu patria?
El
hombre declaró:
—Soy
de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.
El
juez le preguntó:
—¿Qué
te trajo a Persia?
El
hombre optó por la verdad y le dijo:
—Un
hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi
fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser
esta cárcel.
El
juez echó a reír.
—Hombre
desatinado —le dijo—, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de
El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín, un reloj de sol y después
del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor
crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo
la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y
vete.
El
hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que
era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y
lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.
De
la Geschichte des Abbassidenchalifats in Aegypten (1860-62) de Gustav
Weil.