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ANALISIS
a cargo de daniel mundo
LA
CREACION Y EL CAMPO NITELECTUAL
LA OBRA DE CHARLY GARCIa
“Puedo deslizar a la
oscuridad
puedo
hasta eclipsar las luces
con
sólo mirar.
Dicen
entender,
mienten.”
Ch.
G.
Todo
campo cultural se ve atravesado por acontecimientos que si
bien son interiores a él porque surgen en el núcleo de su
disputa, aparecen como algo imprevisible, más o menos
catastróficos. Se pueden buscar los elementos dispersos de
los que se alimenta ese acontecimiento, como si las causas
lo preexistieran, como si en el campo hubiera diseminadas
las semillas que alimentan aquello va a transformarlo; o se
puede pensar que es el acontecimiento el que ilumina sus
propios orígenes y crea en realidad sus determinaciones;
aparecerían como si fueran exteriores al campo, como si
fueran una fuerza sui generis y desinteresada que llega como una especie de milagro a
transformar las costumbres. Nosotros nos vamos a inclinar
por esta segunda posibilidad, aunque siempre estaremos en
tensión con lo que presupone, con lo que implica la
primera. Y no lo hacemos porque creamos que un
acontecimiento que definimos como esencialmente político
sea sui generis, sino porque pensamos que un acontecimiento político es
desinteresado, donde desinteresado significa que sus
finalidades no pueden ser predichas o previstas
con anterioridad a su manifestación. El desinterés
no implica no poner en juego intereses propios --hace más
de cien años que Brentano planteó que siempre estamos
implicados intencionalmente con las cosas del mundo--, es
saber que esos intereses no gobiernan el juego en el que se
implican. Es desinteresado pero brota de un cruce de
intencionalidades, es decir, para adquirir sentido necesita
de la participación de varios factores: el actor, el
espectador y el mundo en el que esas dos subjetividades se
encuentran. El acontecimiento que nosotros estamos
comenzando a investigar podría llamarse Charly García.
Charly sería, como todos los grandes artistas, un foco de
luz: sus iluminaciones nos permiten extrañarnos de aquello
que se ha convertido en nuestra vida cotidiana. Charly nos
muestra algo que siempre hizo ([1])
y que el intelectual por lo general sabe, maneja temáticamente
pero también olvida: por un lado, como decíamos recién,
que las acciones de los individuos desbordan sus intenciones
explícitas o judicativas; por otro lado, que nosotros, que
nacemos cobijados en una sociedad y una lengua, somos en
verdad extranjeros del mundo que se presenta como nuestro.
El análisis antropológico y también la reflexión filosófica
deben cuidarse de confundir el sentido existencial de una
acción con su sentido representacional, con su sentido
consciente, porque éste, más interesado en ordenar, en
clasificar, en interpretar de
manera correcta, suele negar aquellas situaciones en las
que debe reconocer su impotencia; por otro lado, no deberían
olvidarse tampoco de que el extranjero no sólo convive con
nosotros sino que forma parte de nosotros, nos forma.
El
extrañamiento que conlleva el desencantamiento de nuestros
prejuicios puede manifestarse como asombro, y en ese asombro
encontrar una puerta para pensar de otro modo nuestra vida,
o puede ir acompañado del rechazo. Nos basta, quizá, con
recordar las incognitas y las ignorancias de nuestra
infancia: ¿Por qué se disolvió Sui Generis? ¿Por qué se
desintegró Serú Giran?. Asombro y
bronca, diría. ¿Tendrían sentido las respuestas? A veces
tuvieron que pasar años para que podamos escuchar y
comprender aquello que Charly había visto un tiempo antes,
y esto no --como le dijeron alguna vez-- porque él viva dos
minutos adelantado sino porque --como él respondió en
aquella ocasión-- “la sociedad vive dos minutos
atrasada”. Es decir, Charly, por un lado, nos permite
pensar qué sucede en el interior del campo del rock, cómo
de pronto ciertas prácticas inconcebibles en el campo del
rock comienzan a instituirse y a volverse habituales.
Recordemos el auge democrático, recordemos el clima del
campo del rock, con Los Twist o con Los Abuelos --grupos que
tuvieron alguna relación con Charly--, y tal vez podamos
decir que Clics
Modernos y Piano
Bar son los mejores ejemplos para sintetizar las
condiciones de existencia que comenzaban a permear al rock
en aquella época, rock ligero --digamos-- frente a un rock
pesado. “La alegría no es sólo brasilera”. De todas
formas, por ahora nosotros no nos vamos a centrar en ese
tipo de acontecimientos históricos. Lo que nos interesa es
un fenómeno más reciente. Nos interesa lo que significó Say
No More (dicho entre paréntesis, éste es, de acuerdo a
lo que dijo el mismo Charly García, su nuevo nombre. Tema
que desarrollaremos en algún momento de la investigación:
hay que tener presente el gesto de Prince, el borramiento de
su nombre y el reemplazo por un símbolo, y reflexionar si
el gesto de Charly consiste en una simple copia o si en la
apropiación hay ya una resignificación que
“nacionaliza” una misma problematización de la época).
Creo que Say No More
pone en primer plano, profundiza, una cuestión que en
cierta medida es consustancial con el nacimiento del rock, y
a la que Charly siempre estuvo atento. Si pensamos que el
rock fue, en su origen, un movimiento de resistencia, de
inconformidad, de enfrentamiento a una sociedad a la que al
mismo tiempo le debía su existencia, me refiero a la
sociedad consumista de la década del ‘60, SNM
intenta encarnar el espíritu que está en su origen, y que
en Charly podríamos resumir en un arco que va de “La
grasa de la capitales” a “José Mercado”. Este es el
cariz romántico del rock y en particular de ciertos ídolos
populares: su poder desestabilizador, que si por un lado nos
rechaza, por otro nos fascina. Cuando decimos que queremos
pensar qué significa SNM lo hacemos porque tenemos la sospecha de que --como afirma el
mismo Charly-- SNM
inaugura una época. Lo que quiero contarles es un un poco
esto. Voy a tratar de resumir en unas líneas en qué
consistirá mi casi investigación para luego desarrollar
una crítica breve y apresurada, no sobre la sociedad de
consumo --que parece ser nuestra sociedad actual--, sino
sobre el concepto teórico que parece permitirnos definir a
esa sociedad de la que sin duda formamos parte activa, esa
sociedad en la que vivimos y de la que somos espectadores,
una sociedad de la que somos extranjeros y a la cual sin
embargo pertenecemos.
El
primer paso en la investigación se debió a uno de esos
accidentes que hacen que la vida tenga un mínimo de
sentido: la discusión que se suele tener con amigos
alrededor de temas que nos apasionan. Todos tenemos un
comentario o una opinión más o menos formada del caso
Charly García. Hasta los heavy metal, por oposición,
tienen algún juicio más o menos fundado sobre Charly. Pero
a nosotros no nos interesa la opinión del público en
general; nos interesa, más bien, un público acotado,
reducido sólo al discurso periodístico o a aquellos
discursos teóricos, casi inexistentes, que se refieren a
Charly en particular. Obviamente que esta bibliografía es
la fuente básica para comenzar a esbozar el fenómeno; esta
bibliografía se complementa con las textos que toman como
objeto al campo del rock, que tratan de investigar ese
objeto específico que es el rock adentro de las culturas
populares. El rock es quizás uno de los mejores lugares
desde donde reflexionar la juvenilización de la cultura, y
Charly es casi un objeto privilegiado, una especie de Kurt
Cobain que renace de sus propias decadencias. El tema que
queremos pensar no es, por supuesto, Charly García como
sujeto empírico. Si nos interesa saber que en una
entrevista de dos horas lo visita tres veces el dealer no es
para redactar una biografía anecdótica o para hacer un
juicio moral sobre Charly. El juicio moral se puede dejar
para aquellos que piensan que hay o debería haber una
moral, o que las clases de la facultad deben durar la
misma cantidad de tiempo que duran las películas de
Hollywood. Partimos de la idea de que ciertas figuras
singulares, en especial ciertos artistas, iluminan, sino el
devenir de la sociedad, sí su modo de existencia, y lo
hacen no sólo porque lo critican --la crítica no es una
característica acotada a la sensibilidad artística-- sino
porque lo enfrentan con lo imposible. De estas figuras se
desprende una moral que hace de la familia --de la vida
familiar-- una moral de idiotas.
Trabajaremos
con SNM. SNM no se reduce a un disco, y por lo tanto nuestra tarea no se
reducirá a un análisis formal de las letras y la música. SNM está rodeado de discursos y de acciones, está atravesado por
ellos y es por ellos por lo que termina de asumir su dimensión
de acontecimiento. Por este motivo, para comprenderlo no sólo
debemos escucharlo con atención --como propuso algún
periodista de Clarín-- sino que debemos integrarlo con
aquellas prácticas que rodearon su aparición, desde el
“fracaso” de los shows de presentación hasta la aparición
de Charly en Cosquín cantando un par de canciones con
Mercedes Sosa. Se hace difícil acotar el objeto, porque el
objeto a pensar es un objeto vivo que no deja de cambiar y
de instituir sentido, de discutir con lo que es y de luchar
con lo que tendría que ser. Precisamente nosotros queremos
pensar la tensión entre lo ya sido y lo que aún no es, de
aquí el tema de la identidad. Un poco por este motivo SNM
debe contraponerse a El
aguante, con los discursos y las acciones que rodearon
la aparición de El
aguante. Quiero decir, todo acontecimiento tiene ciertas
características comparables con una catástrofe. ¿Por qué?
Porque una vez que ha ocurrido no puede dejar de ocurrir, no
puede dejar de continuar donándole sentido al mundo y
transformando por lo tanto a la sociedad. Ahora, en el caso
que estamos pensando el acontecimiento tiene como sujeto a
un individuo. Inventemos un par de ejemplos: el sujeto de un
terremoto que sacude una ciudad es la naturaleza; pero a la
naturaleza no le podemos pedir más finalidad que la de
permitir que el hombre termine de desarrollarse --como
pensaba Kant--. ¿Cambia la naturaleza con el terremoto? No.
Lo que cambia, sí, es la vida de la ciudad, cambia hasta
que se vuelve a instituir un cierto orden habitual. Otro
ejemplo: el sujeto de una revolución posible puede no ser
una clase social en particular, puede ser --digamos-- el
devenir de la historia: su finalidad también es la
realización del hombre. En ambos ejemplos la sociedad que
surge una vez ocurridos los acontecimientos no será nunca
la misma que la que los preexistía. Ahora, cuando el sujeto
del acontecimiento es un individuo podemos confundirnos y
pensar que el primero que será otro es ese individuo, en
nuestro caso Charly García (los nombres pueden
multiplicarse, aunque tendríamos que desconfiar de nuestras
preferencias: es el agradecimiento lo que nos puede hermanar
con nuestro objeto). ¿Esto es necesariamente así?. ¿Puede
un individuo ser el mismo que era antes una vez ocurrida la
catástrofe? En otras palabras, el Charly de El
aguante ¿a quién se parece, al Charly de SNM
o al Charly de Casandra Lange, o acaso al Charly de La
hija de la lágrima? La respuesta no será ni unívoca
ni clara. Por supuesto que uno
es otro, pero la diferencia no es un producto natural
dado por el simple hecho de existir, es el devenir de una
acción política. Todo esto no impide que volvamos a
encontrar ciertas prácticas o ciertas rutinas comerciales
de las que SNM
--me refiero tanto al disco como a Charly-- había intentado
separarse: la publicidad de los conciertos de presentación,
cuya realización o suspensión nos son en sí mismas, por
el momento, indiferente; la concurrencia de Charly a una
gran cantidad de programas televisivos; la cartelística
cubriendo una buena parte de las paredes de la Capital
Federal; la gira por el interior del país, cuyos
incovenientes también nos son indiferentes; la difusión
del disco por la radio, y su exibición en las grandes
disquerías. En cada elemento de esta enumeración existe
una tensión entre lo que fue y proponía SNM y lo que hizo y planteó El
aguante. Contaré una anécdota para tratar de mostrar
esta tensión.
Se
refiere a un comentario que hizo Charly. El
aguante es el último disco que la productora tenía
contratado con Charly. Este dato no es menor. En una
entrevista Charly sostuvo que El
aguante le gustaba, porque a él le gusta todo lo que
hace, afirmación interesante. No hay tiempo como para
desarrollarla aquí, pero sin duda en algún momento de la
investigación la vamos a retomar; la frase no afirma que
uno deba justificar todo lo que hace, aunque ésta, como ya
lo demostró Nietzsche, sea una práctica habitual, ni
tampoco dice que todo lo que uno haga concuerde con lo que
quería hacer o había planeado hacer, todo lo contrario: no
es al agente al que le debemos pedir razones; es que
simplemente lo que se hizo no puede deshacerse, y uno está
obligado a aceptarlo, o mejor, tiene que aceptarlo si quiere
comprender el mundo. Más allá de que le guste o no a
Charly o al crítico, entonces, lo que interesa resaltar aquí
es que Charly quería grabar un disco de covers como había
grabado, tres o cuatro años antes, el disco de Casandra
Lange, y que la productora se lo prohibió. Charly se atuvo
a la prohibición --gesto que lo diferencia de otros ídolos
populares que en su discusión práctica con la
“normalidad” no pueden discernir el límite de sus
posibilidades, cuando el problema del límite es central
para comprender la significación de sus acciones: estos ídolos
no se enfrentan a la sociedad en una relación de enemistad,
se ubican en la frontera de las significaciones sociales.
Son, de algún modo, la frontera, por eso cuando pierden la
dimensión del límite que ellos mismos constituyen, sus
acciones comienzan a vaciarse de sentido y a perder su poder
contestatario y transformador. Para poder concebir al objeto
como sujeto político debemos mostrar el papel dialógico
del límite en su conformación. El aguante es con claridad el producto de una negociación: aparecen
algunos covers, aparecen algunos inéditos propios, inéditos
de la época de Sui Generis y de fines de la década del
‘80, y también lo integran temas compuestos especialmente
para el disco. Lo significativo es que Charly dijo que el
disco “iba a vender”, que uno sabe, que él sabe cuándo
hace algo que puede vender y cuando no. El sabía que SNM
no iba a vender, y eso no porque “hubiera salido mal”, SNM salió “como estaba planeado”. Sólo tengamos en cuenta que
lo que se había planeado era el desastre: SNM
constituye un acontecimiento que si bien no es un hecho inédito
--retoma una táctica que los dadaistas ya utilizaron hace más
de setenta años--, es un hecho al
que nunca nos hemos acostumbrado y al que tal vez
nunca nos vamos a acostumbrar a ver o a escuchar. Podríamos
denominarlo la producción del sin-sentido. Los recitales de
presentación de SNM se
suspenden al segundo día. El show del sábado dura quince
minutos. Discusiones, peleas arriba del escenario, órdenes
contradictorias emitidas por los altoparlantes crean un
clima de hostilidad. Pero ir a ver a Charly García es eso:
no poder predecir cómo terminará aquello en lo que uno se
ve envuelto y que no es otra cosa que una acción política:
“La entrada es gratis/ la salida vemos” dice un tema de
Charly (entreparéntesis: recordemos que la presentación de
La hija de la lágrima duró más de cuatro horas; en aquel recital
Charly dijo que nadie iba a pedir bises porque esa noche él
tenía ganas de tocar, y que iba a tocar hasta que nos cansáramos
de escucharlo). De estos dos versos es posible derivar toda
una moral. Y esta moral, si se quiere, es arbitraria o
aristocrática, pero no es, como afirmaría el buen sentido,
autoritaria. Es una moral aristrocrática pero también
radicalmente democrática. SNM
--dice Charly-- es “un lugar democrático”, lo que no
significa que sea ni deba ser un espacio consensuado, armónico,
en donde debatamos libremente nuestras ideas, nuestros
prejuicios: ésta es la imagen pastoral de un paisaje que
nunca existió y, esperemos, nunca exista. Una acción política
no va acompañada de consenso, al contrario, es el disenso,
es la lucha agonística por la imposición de sentido lo que
hace que una acción sea democrática. En este sentido, la
crítica no significa opinar amparado por juicios
verdaderos. La verdad, en la sociedad histórica, es una
fuerza, es decir, se crea como resultado del encuentro de
dos entes, no por la imposición unidireccional de uno sobre
el otro. Esto es algo que nos enseña Charly: Charly no
enuncia una verdad que nosotros debamos interpretar y mucho
menos acatar, nos enseña, nos muestra un mundo en el que
esa idea de verdad es simplemente un prejuicio y una fábula
fuertemente asentados.
Charly
dice: “estoy en guerra contra la Nada”. Lo primero que
hay que descartar es la idea de vacío, idea fácilmente
relacionada con la nada: “No hay nada detrás de aquel
espejo, es un espacio vacío”. La nada, entonces, como
concepto teórico, no es algo que daba ser llenado de
sentido como se llena de agua un vaso vacío. Desde la década
del ‘20 el pensar dio vuelta la afirmación de Parménides
para sostener que la Nada es, mientras que el Ser, digamos,
no es: el Ser es Nada. ¿Qué es la Nada? Es un espacio
ordenado (todo lo contrario al caos) superpoblado de
sentido. Por eso luchar contra la Nada no puede consistir en
develar en ella sentidos verdaderos, como tampoco puede
consistir en denunciar las mentiras y los engaños, sus
falsedades e ilusiones. Lo que se debería evitar es donarle
al mundo más sentido del que ya tiene, lo cual es, casi,
una tarea imposible. Como sostuvo Barthes por la década del
‘60, “hacer sentido es muy fácil, toda la cultura de
masas lo está elaborando todo el día”. Cada vez que
hablamos, cada vez que elaboramos un juicio correcto o
emitimos una estupidez trascendental, alimentamos a esa
megamáquina en la que --como sostiene Charly-- “grabar un
disco es un hecho antiartístico, antimusical, antifilosófico,
antitodo. Ir a un estudio de grabación es como ir a una fábrica
o una clínica”. Si grabar un disco es algo antimusical no
debemos ni tampoco podemos renunciar a hacer música;
tengamos en cuenta que siempre estamos produciendo sentido.
Así como el hombre no puede producir no-sentido, así como
al sentido no se le contrapone el no sentido sino el
sin-sentido, así también hay que hacer una música que esté
en el límite exterior de la música, una música sin-música.
SNM --dice
Charly-- es un nuevo concepto de música, un “constant concept”, una música hecha de ruidos cotidianos, de
llamadas en los contestadores, de repeticiones, de letras
inaudibles, de superposiciones de sonidos. SNM
trata de concluir, y esto es lo que nosotros queremos
pensar, con la canción fetiche,
así como los intelectuales deberíamos terminar con las
palabras claves y las oraciones-consignas. Lo que no podemos
predecir es si este (nuevo) modo de vivir, se terminará
instituyendo, o si terminará siendo rechazado y amontonado
junto con Charly en el baúl de la historia.
¿Por
qué nos acercamos a este problema? Porque esta vez somos
nosotros en tanto intelectuales los que se ven convocados
como objeto de crítica. En los Charlys anteriores se podía
confiar en que no éramos nosotros aquello de lo que Charly
se burlaba o criticaba: ninguno de nosotros se reconocería
como dinosaurio o como consumidor compulsivo, aunque lo
fuera. Pero podemos plantear que el objeto de crítica de SNM
sí somos nosotros, o mejor: Charly nos enseña que podrían
pensarse dos tipos de crítica: una crítica sobre el otro,
al que voy a mirar, lo anoto, lo observo, hasta interpretó
su manera de comer o de mirar televisión; y otra crítica,
que es la que Charly practica, que consiste en pensar en
contra de lo que somos, en contra de lo que pensamos y
creemos, en contra de nuestras costumbres. Pensar no es
construir una subjetividad a partir de los datos que nos
proporciona el mundo, la construcción de la subjetividad es
la tarea que asume la sociedad, que asume la familia y que
también asume el sí mismo. Para Charly --que discute en más
de una ocasión con su familia, principalmente cuando
recuerda sus internaciones forzadas-- el pensar debe
permitir destruir esa identidad, debe ayudarnos a
destruirla. Pero pensar solo no alcanza; para lograrlo
necesitamos actuar porque sólo aquello que se manifiesta
entre los otros tiene un sentido para el mundo. Por eso, la
pregunta que surge casi de manera natural es qué significa
pensar para Charly García, y en este sentido, si mi acción
puede estar gobernada por las pre-visiones de mi
razonamiento. ¿Pensar no será instalar incoherencia allí
donde todos vemos y queremos ver orden y consenso?. No puedo
responder esta pregunta ahora. Sólo voy a citar tres o
cuatro versos de “Necesito un gol”, el tema de Andrés
Calamaro. Charly canta: “Estoy peinado igual/ que el chico
del tablón/ por favor/ yo necesito un gol”. ¿Por qué
nos parecen iluminadores estos versos? Por la posición en
que se coloca el sujeto crítico. No es que el otro tiene
que parecerse a mí, no es que le debo enseñar a él lo que
es correcto hacer en la situación en la que está envuelto,
función clásica del intelectual: volverse la conciencia
del otro aunque rescate sus saberes y sus haceres; en otras
palabras, recetarle soluciones al otro como si el otro, su
existencia (no sus condiciones de existencia, en donde la
discusión sería otra) fuera un problema que él no podría
solucionar por sí solo. Lo que queremos pensar alrededor
del fenómeno de Charly es qué tipo de crítica se
desprende de su obra y de sus acciones, partiendo del
prejuicio de que Charly no sólo no mantiene esta estructura
clásica de objetividad y objetivación, de distancia
participativa, de diagnóstico y denuncia, si no que la
ridiculiza, o mejor, le muestra sus olvidos y sus engaños:
la única manera que encontramos de explicar que un
individuo se acueste en una cama en llamas es concibiéndolo
como loco o imaginándolo borracho. Y esto ocurre porque la
pregunta ya supone una respuesta, porque la pregunta
interroga sobre la causa del hecho, como si la causa lo
preexistiera y lo determinara. Pero qué sucedería si no
todos los hechos fueran los efectos de determinaciones
previas (éste es, creo, la opinión instituida en el
discurso de las ciencias sociales, cuyos agentes singulares
le siguen preguntando a Charly por qué su show duró quince
minutos; o peor aun, que sostenga o argumente que duró
quince minutos simplemente porque Charly está arruinado por
el consumo de droga).
Habría
que pensar de qué modo la manera de actuar de Charly es,
por un lado exterior a la situación que reflexiona y
critica, y por otro lado interior a ella hasta el punto de
no dejar de convocarlo, porque lo supone y lo interpela.
Digo, es evidente que Charly es uno de las figuras más
importantes del campo del rock, por lo menos del rock
moderno, y también del campo intelectual en tanto una buena
parte de nosotros nos hemos educado, hemos crecido escuchándolo
y tarareando sus canciones. Lo interesante de Charly es el
esfuerzo que hace por destituir las instituciones que él
mismo ayuda a crear, el esfuerzo que hace, aun ahora, por
volverse extranjero de aquello en lo que está
necesariamente involucrado y cuya pertenencia no deja de
reivindicar: “Yo nunca me fui de aquí”. “Nunca
tendremos país/ nunca tendremos hogar/ y sin embargo ya
ves/ somos de acá”. En ese desfasaje de copertenencia, es
ese quiasma, reside el fenómeno que esperamos nos permita
iluminar los desencuentros entre los discursos y las
acciones que nos conforman, a nosotros que queremos pensar
los problemas de la cultura y de la política.
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