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CHARLY GARCIA: ¿EL PERSONAJE FAMOSO SE DEVORO AL MUSICO GENIAL?
la
nostalgia: un cheque en blanco
Charly
García no perdió el juicio. Ganó el de la opinión
pública. Y ahora parece que es inapelable. Se oye decir “Charly
es un genio”. A lo cual él responde: “Soy lo más”. Tal
el circuito cerrado de la admiración incondicional y la
egolatría. Al final, en 1996, cuando el músico decidió
ponerse el alias “Say No More” (no digas nada) fue cuando
más habló. Dejándonos mudos a muchos de nosotros que,
según dice, nunca terminamos de entenderlo. ¿Será que no
todos pertenecemos a la elite de los iniciados en la “charlylogía”?
La verdad que últimamente sus discos, sus palabras y sus
actos nos confunden. Y cómo. Pero, ¿tendremos permiso para
opinar? ¿O estamos condenados a dejar cualquier juicio de
valor – sea ético o estético – en punto muerto? Pero,
¿no será peor reírnos del chiste aunque no lo entendamos?
Nadie duda que García es uno de los mejores compositores de
canciones de nuestro rock. Pero antes, con Sui Géneris, con
Serú Girán o como solista, trataba de comprendernos él a
nosotros y por eso nos identificábamos en sus letras. Por
esto, ya es un clásico. Ahora, no se le oye cantar otra cosa
que “yo”, “yo” y “yo”, mientras nos reprocha que
no lo comprendemos a él. Por eso tiene a su favor el cheque
en blanco de la nostalgia, consiguiendo que sus compilaciones
y su disco “Unplugged” logren más resonancia popular que
“La hija de la lágrima” (1994), “Estaba en llamas
cuando me acosté” (1995) y “Say No More” (1996).
Gracias a ese cheque en blanco también son tolerados muchos
de sus actuales “descontroles” (que no siempre son
autodestructivos sino que, incluso, pueden llegar a
transformarse en agresiones verbales contra su público, como
sucedió en el Opera). No en vano habla de “aliados” en
vez de “público”. Su mundo se reparte así, entre sus
fanáticos y sus enemigos, esos que le tiran mala onda y “le
hacen la cama”. Lo suyo es alternar la omnipotencia
con la vulnerabilidad de una manera realmente única. Desde
cierta izquierda, unos piensan que Charly sigue siendo un
trasgresor de prejuicios en un país hipócrita. A la derecha,
los conservadores le recriminan el
hecho de ser un mal ejemplo para la juventud. Mientras tanto,
aparece una revista de historietas que lo reduce a un
personaje que hace de la sordidez una estética: “Charly
Bizarro”. Y llega a best seller una biografía, “No digas
nada”, de Sergio Marchi, que a veces descarnada, acaba
canonizándolo como genio incomprendido. A todo esto, dos
frases del genio vienen a cuento. Una: “Yo soy loco, pero no
estoy loco. Estar loco quiere decir que el espejo se rompió y
no tenés ningún control”. Y otra, referida a su relación
con la fama: “Que no me miraran me molestaría muchísimo”.
Atando cabos, no es difícil llegar a la conclusión de que,
últimamente, nuestro papel ha sido mirarlo mirarse en el
espejo (un espejo con rajaduras). La obra de arte es él. Sus
discos y sus shows recientes son sólo informes
meteorológicos de su ánimo (con la corriente de El Niño
incluida) desde “Garcíalandia”. “A ustedes les gusta
que yo sea un reventado”, se justifica la obra de arte
humana. Y enseguida, la palabra “aliado” suena
peligrosamente a “cómplice”. Pero a veces, de tanto
mirarlo mirarse, dejamos pasar declaraciones como ésta: “Como
todos, yo también quiero gobernar el mundo. Porque el asunto
es ellos o nosotros. Y mi pregunta es: Entre Astiz y yo, ¿a
quién prefieren como rey?”. Nadie niega su sentido del
humor, claro. Pero no quedaría descolocado recordar, durante
la sonrisa, que lo ideal no sería cambiar la democracia por
la anarquía. Aunque el rey sea Charly García.
Pablo
Schanton
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