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1º Convocatoria Literaria en Letra Universal


Guillermo Enrique Cribb

Aguas vienen, aguas van

La paz íntima que teníamos, lograda en las actividades religiosas dentro del templo, se vio interrumpida (luego expulsada), por el avistamiento de la ventanilla abierta (yo, personalmente, las había revisado a todas antes de ir misa).
¬ ¿Alguno de ustedes se olvidó de cerrar? – miré inquisidoramente a los míos, buscando una imposible respuesta afirmativa.
Revisé apresuradamente todo, puertas y ventanas; sólo estaba abierta la susodicha. ¡Menos mal!, dije en silencio, mientras suspiraba.
¬ ¡Papi! – dijo Gabriel – Nos afanaron de nuevo: nos 'hicieron' la radio que te regalamos para el 'cumple'.
Y así era, nomás. Habían forzado la ventanilla de la puerta corrediza de la van; luego, habrían entrado por allí o abrieron la puerta del acompañante (vaya uno a saber). El asunto: por tercera vez nos habían robado el estéreo (y eso que estaba sin el frente desmontable).
Entramos al auto y nos pusimos a revisarlo, para ver si faltaba algo más. Los presupuestos se confirmaron: se habían llevado también una carterita que contenía los documentos de toda la familia.
¬ ¿Para qué llevaban los documentos en el auto?
¬ El sábado anterior habíamos cruzado a Encarnación...y me olvidé de bajarlos, ¡qué querés!
Continúo. Fuimos a la comisaría, a la Primera. Un suboficial me recibió, con el rostro algo preocupado (pura pose).
¬ ¿En qué puedo ayudarlo, señor?
El tono era más falso que billete de tres pesos. Pero lo hubieras visto: actitud atenta, los brazos al costado, cabeza ladeada. Le refería lo del robo del estéreo, sucintamente, y sin conocer las señas del vehículo ni las circunstancias...
¬ ¿Sobre Tucumán o sobre Corrientes lo tenía estacionado?; ¿de qué mano? – me preguntó sorpresivamente.
{Cara...yá conocido, según malicio.}
¬ Eh..., Tucumán casi Corrientes, a mitad de cuadra, a la derecha – respondí titubeando.
¬ ¿Le rompieron la ventanilla? – prosiguió el uniformado.
¬ ¡No!, la forzaron – continué – También me sustrajeron (¡sí!, así se lo dije) los documentos.
¬ ¡Ah! Entonces van a tener que hacer la exposición, nomás. Tenga la bondad de esperar por aquí al oficial de guardia: salió por un procedimiento, pero vuelve enseguida.
{¡Qué olor tienen "las aguas"!}
Barruntando la idea de que éstos ya sabían lo que yo iba a declarar y que, por lo tanto, lo mío iba a ser una mera formalidad, me dispuse a planchar mis nalgas sobre el banco de cemento. Por acá, un hermoso póster con una poesía al esforzado poesía (cual héroe cotidiano de la ciudad). En unas habitaciones más al fondo, unos cuantos de ellos se reían por no sé qué asunto; y a veces me miraban, como al pasar (¿me 'vigilanteaban' a mí?).
¬ ¿Y cómo fue que recuperaste tus cosas?
¬ Pará: enseguida llego a esa parte.
Hecha la declaración, una hora después de haber llegado, nos retiramos sin el comprobante, "porque la impresora se quedó sin tinta". Cuando te tomaban la exposición con la Remington, la cinta era de hilachas y las letras reproducían en el papel las estribaciones de las Sierras de Misiones... ¡Qué 'lo re pan con queso'!
Al mediodía del sábado siguiente, alguien llama por teléfono y pregunta por mí. Refiere que encontró tirado un bolsito con mis documentos, que por el 112 se enteró de mi número telefónico, y que desea 'devolvermelo' personalmente. Me puse de acuerdo con él y le pedí a mi hijo mayor que me acompañe...
¬ Sebastián...
¬ ¡Sí!, ese.
El lugar de encuentro fue una parada de colectivos sobre López y Planes, en el Barrio Yacyretá, a media cuadra de la comisaría seccional. Estaba llegando, y un muchacho demasiado abrigado nos hizo señas. Paramos.
{Ha de ser el técnico 'chompiraz': "agua viene"}
¬ ¿Señor Gustavo Krispa? – preguntó innecesariamente.
¬ ¡Sí! – respondí - ¿Tenés los documentos? ¡Qué suerte que los encontraste vos, que si fuera otro quizás los tira 'de cagón nomás'. – Le dije como para generar confianza. – (...) No sabés cuánto te lo agradezco.
¬ Y...dejame algo para el 'morfi' y una 'coca'; todavía no comí nada – acotó el vaguito, con cara de 'vos sabés a qué me refiero'.
Me subían y bajaban un sinfín de pasiones; quería tirarle la puerta encima, patearle las costillas, aplastarle esos ennegrecidos dedos, borrarle esa cara burlona... ¡Pero no!, quería recuperar el equipo también.
¬ ¡Qué sangre de pato! No sé cómo te lo 'bancaste' tan sereno y tranquilo. Si yo hubiera estado en tu lugar, creo que lo fumigo primero con la catorce doble caño y después..., ¡que lo reconozca su madre!
¬ Una cosa es contarlo (porque ya pasó) y otra, muy distinta, es cuando te está pasando (y no sabés si lo vas a poder contar y si te agrada el final).
Prosigo. Totalmente 'contento', le ofrecí veinte pesos como gratificación, mientras lo miraba alelado a los ojos. Nos cruzamos un saludo de manos, estrechándolas a la manera habitual entre 'jopendes', sin dejar de encargarle que, si se enteraba de alguien que estuviera ofreciendo un estéreo, que yo estaba interesado en 'recuperarlo'.
{Entró en la tranza: "agua va"}
¬ ¿Te rompieron algo cuando lo sacaron? – me inquirió Cacho (después me dijo su apodo).
¬ ¡No! Fue trabajo de profesionales – le dije – Eso hay que reconocerlo: me lo 'hicieron' limpiamente (entretanto, lo miraba de reojo).
¬ ¡Para mí que fue él! O algún cómplice.
¬ ¡Claro, Tito!; si le hubieras visto las manos, como de mecánico chapucero (de esos que están acostumbrados a 'arañar'...
¬ ¡No 'jodás', che! ¿Qué tenés contra el gremio?
A eso de las tres de la tarde, sonó el teléfono otra vez. Era él. Me dijo que su tío, que trabaja en Radio Guaçurarí, recuperó un equipo parecido al mío, por veinticinco pesos; que él no quería nada; que se conformaba en recuperar el importe; que me había tomado aprecio (¡a mi dinero!); que yo tenía 'buena onda'; que ...
Corrientes y Mitre.
Rotonda con fuente de agua.
{Frente a 'los aguateros españoles': "agua viene"}
Él ya tenía menos frío y estaba sin campera, pero con mochila. Al estacionar el vehículo, comenzó a manifestarme sus dudas con respecto al equipo, que tal vez no era el buscado, pero quizás sí, porque le faltaba el frente desmontable... (¿Cuándo le dije a él que yo tenía el frente?).
¬ ¿Era o no el tuyo?
Era el mismo. Encima, se ofreció para colocarlo, porque él también tiene un tallercito de electrónica y entiende de 'eso' (¿viste?). Por más que le dije que no, intentó hacerlo; los cables pelados (durante la extracción delictuosa) hicieron contacto entre sí y reventó el fusible. De todos modos le agradecí y le entregué el dinero pactado.
{Arreglo extrajudicial: "agua va"}
¬ ¿Le pagaste?
Quedamos como amigos. Cuando se despedía, incluso, me dijo que no me merecía que me hayan hecho este 'feo'.
¬ Los excluidos no atentan contra la gente porque sí, sino porque están ocupando un lugar deseado e inalcanzable: son conflictos esperables del campo social – dijo la voz.
¬ ¿Y éste quién es? – le pregunté a Tito en vos baja.
¬ ¿Recién te das cuenta de su presencia? Él ya estaba cuando llegaste; también estaba cuando yo llegué. Si a veces me parece que él ya estaba cuando empezaron a poblar el predio con relocalizados y la transformaron en barrio.
Según desde dónde lo mire, esto me dice muy poco (o demasiado). Ya termino...
Siguió hablando por un rato, cual si fuera un héroe meridional de Posadas. Y, según sé, nunca más re-instaló el estéreo. (A mí me hubiera gustado contarles la saga).
Hasta la próxima pintura[1],
de las aguas
que vienen
y van.





[1] Producida por un pintor de autos y afines, autodidacta que pulula por las fotocopiadoras aledañas a la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Posadas - Misiones, en especial los días de mucha humedad. (Nota del Escriba)


de Guillermo Enrique Cribb
Argentina
49 años
-

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