El Pastizal Puntano

Esta inmensa llanura formada por
suelos loésicos, sólo se ve interrumpida, en San Luis, por
una constelación de aproximadamente 210 lagunas.
Las reinas de la pampa fueron las
gramíneas, que conformaban un ondulado y cambiante mar de verdes,
amarillentos y ocres. A lo largo de milenios estos pastos se adaptaron
a los animales, que los pisaron, comieron, vivieron y murieron entre ellos,
así como a las sequías e inundaciones, a las heladas del
invierno y a los calores del verano.
Cientos de especies de pastos surgieron
de ese juego evolutivo de la misma familia a la que pertenecen el trigo,
el maíz o el arroz y numerosas especies forrajeras, lo que habla
de la importancia de conservar esta valiosa diversidad. La cebadilla criolla,
el miel o el pelo de chancho son algunos de los pastos que se originaron
en la pampa.
Las gramíneas tienen algunas
características particulares. Una de ellas es la capacidad de crecer
desde la base. La mayoría de las plantas lo hacen desde las puntas,
y si sufren cortes sucesivos, muchas pueden morir. Los pastos, en el otro
extremo no tienen problemas aunque sufran mutilaciones permanentes: no
cesan de crecer.
La estepa de flechillas, dominada
por gramíneas en mata, es la comunidad climáxica –típica
de los campos altos de la pampa. Durante el invierno, merced al pasto corto,
pueden desarrollarse hierbas anuales como las vinagrillas, de flores rosadas
o amarillas, que florecen a principios de la primavera, y salpican de color
el paisaje, pero rápidamente las gramíneas crecen y cubren
los campos.
Sin duda el mayor y más majestuoso
de los pastos de la pampa es la cortadera, de llamativos penachos blanquecinos.
Además, muchas especies de plantas introducidas conviven ahora
con las autóctonas: como los cardos, que son los más notables.
Vivir en el pastizal
Vivir en un mar de pastos implica
adaptaciones especiales para la fauna. En la llanura tan extrema como la
pampa, sólo el suelo se ofrece a los animales no voladores. Las
opciones para refugiarse y huir de los predadores son más limitadas:
hay que agudizar el ingenio.
Tener cuevas es una de las estrategias
más comunes de los animales medianos y menores. Si son demasiados
grandes como para vivir bajo tierra, la opción es ser un veloz corredor
como el venado de las pampas, el ñandú y el guanaco, que
vivió marginalmente en la región. Otra posibilidad para no
resultar un bocado muy apetecible: como el zorrino, que con su olor persistente
aleja a la mayoría de los enemigos. O ser muy pequeño, como
las lauchas o el pequeño marsupial colicorto pampeano: para ellos,
una mata de pasto silvestre es refugio suficiente.
Para las aves voladoras, el problema
es dónde instalar el nido. Todo lo que consiguen normalmente para
ocultarlo es una mata vegetal, como sucede con los jilgueros o con el chingolo.
Otras prefieren arriesgarse a un lugar abierto donde nadie pensaría
encontrar un nido, tal como lo hace el tero común, y como algunas
pocas también desarrollan la nidificación en cuevas, por
ejemplo, las camineras o la lechucita de las vizcachera.
La dieta de los pastos es la mejor
opción porque es la más abundante. La cadena comienza con
herbívoros como el venado de las pampas, la vizcacha y una multitud
de roedores menores (cuises y ratones). Hay omnívoros como el ñandú,
los peludos, las mulitas y los zorrinos, Los tres últimos aprovechan
también la biomasa vegetal enterrada, más abundante que la
aérea. Los predadores como el hurón, el gato montés,
el gato de los pajonales y los ya ausentes: puma y yaguareté, así
como diversas aves. Complementan el ciclo los carroñeros: el chimango
y el carancho.
Corredores de la llanura
El Ñandú, exclusivo
de América del Sur y sin parentesco con el avestruz africano, es
el gran corredor. Su cuello le permite otear el horizonte y, en caso de
peligro, alejarse con un trote continuo que, convertido en veloz carrera,
llega a los 60 kilómetros por hora e incluye gambetas de increíble
agilidad.
El Inambú común y
la martineta colorada, si bien buenos corredores, no tienen la velocidad
del ñandú, por lo que confían en su plumaje mimético
para hacerse perdiz entre los pastos. Además, pueden ejecutar cortos
y enérgicos vuelos batidos.
El otro corredor de la llanera es
un ciervo: el venado de las pampas, a cuya hembra se suele llamar gama.
Fue el herbívoro más abundante de la región, y en
algunos lugares eran tan comunes que parecían tacuras saltando en
un alfalfar. Pero en la primera década del siglo pasado, por modificaciones
humanas, se produjo su declinación abrupta, que lo llevó
casi a la extinción. Hoy sobrevive en algunos pocos lugares y bajo
estricta protección.
La vida bajo tierra
Los que sobreviven bajo tierra tienen
dos ventajas: están protegidos de muchos predadores y soportan temperaturas
moderadas (más cálidas en invierno y más fría,
en verano).
La vizcacha que come pasto y vive
en cuevas tiene asegurada su subsistencia en la pampa, que fue su centro
de distribución. Este gran roedor vive en ciudades subterráneas
de 20 o 30 u a veces hasta 50 animales. Mantiene el pasto muy corto en
los alrededores de la cueva, lo que permite ver acercarse a sus predadores,
originalmente jaguares, pumas y zorros que pueden cazar a sus crías.
Muchos animales aprovechan las vizcacheras
para hacer su vivienda. La golondrina ceja blanca y la caminera común
pueden instalar sus nidos en las cuevas de vizcachas, igual que la lechuza
vizcachera.
El zorro pampeano ( animal cavícola)
no desdeña la oportunidad de instalarse cerca de las vizcacheras,
especialmente en la época de cría. Además, hay comadrejas,
ranas, sapos, el lagarto overo y una miríada de insectos, como chinches
y avispas, que conviven con la vizcacha.
Otro roedor es el tuco-tuco, que
raramente sale al exterior, pues come raíces y bulbos que encuentra
bajo tierra. También son cavícolas el hurón, el zorrino
pampeano, el peludo y la mulita, los tres últimos eximios cavadores
que usan su habilidad para desenterrar bulbos, larvas de insectos y otros
alimentos indispensables.
De vuelos y cantos
Al vivir en un mundo horizontal,
muchas aves desarrollaron técnicas particulares para hacerse notar
entre sus congéneres. Los despliegues aéreos son comunes
y los practica, por ejemplo, la cachirla común, de miméticos
colores pardos, que se eleva y canta hasta ser sólo un punto perdido
en el cielo, para luego dejarse caer en planeo mientras emite su voz. Algo
similar hacen el pecho colorado y el jilguero dorado, pero su plumaje pone
una nota escarlata en el primero y amarilla en el segundo. La tijereta
hace vuelos de exhibición mientras abre y cierra las larguísimas
timoneras de su cola, que le dieron el nombre.
Hay aves más modestas, como
el chingolo, habitante de todo el país y que en la pampa es común
cerca de las casas, o el conocido hornero, asociado a las zonas de
pasto corto y árboles, que aumentó su distribución
en la llanura gracias a la multiplicación de esos ambientes por
obra humana.
Típicos de los pastizales
y capaces de aprovechar las semillas de las gramíneas gracias a
su pico robusto son el verdón y la corbatita común, en tanto
el espartillero pampeano, de pico aguzado, prefiere una dieta de insectos.
Entre los predadores, el halcón
plomizo es el más eximio cazador y el milano blanco, el malabarista
aéreo. El omnipresente chimango come carroña. Insectos y
pequeñas presas, y el carancho, de mayor tamaño, tiene hábitos
similares. La noche es el turno de las lechuzas. La de campanario y el
lechuzón de campo, capturan lauchas y otros pequeños mamíferos.