Cuando uno habla de aborígenes o de indios, siempre piensa en que es algo del pasado, que pertenecen a los libros de historia de la escuela, donde nos informamos de sus costumbres ancestrales, cómo vivían, qué religión practicaban, qué cazaban o cómo se vestían. Pero no nos damos cuenta que todavía entre nosotros siguen viviendo algunos descendientes de estas culturas milenarias, sin que sepamos verdaderamente quiénes son.
En nuestro país existieron y existen comunidades aborígenes que día a día intentan sobrevivir en la Argentina, donde mucha veces sus derechos no son tomados en cuenta por las autoridades tanto nacionales como provinciales.
Muchas de estas comunidades indígenas han desaparecido con el tiempo, otras continúan luchando para que ello no ocurra, a pesar de la pobreza en la que viven, y día a día revalorizan sus costumbres en pos de defender su territorio y estilo de vida.
En nuestra provincia los primitivos habitantes del suelo puntano fueron los comechingones (moradores de las cavernas) y los michilingues (pobladores de los valles). Luego se constituyeron cuatro grupos bien definidos: los huarpes, los comechingones, los olongastas y los pampas.
Según los libros de historia estas cuatro comunidades se extinguieron hace tiempo, y solamente se puede aprender de ellos a través de los libros de textos, donde se recoge su vida y sus costumbres.
Pero en los últimos años, se empezó a hablar de una comunidad, que por mucho tiempo, se podría decir, permaneció dormida en nuestra provincia, esperando el momento justo de decir: "Escuchen, no desaparecimos, solamente nos callamos, somos los huarpes, y todavía vivimos en el territorio puntano, no en nuestro lugar de origen, nos hemos tenido que desplazar hacia otros puntos de nuestra provincia y de provincias vecinas para sobrevivir, y esperar que el tiempo nos dé un espacio para volver a surgir".
Hoy en día esta comunidad de aborígenes vive, en las Lagunas y Humedales de Guanacache, ubicado en el punto tripartito de las provincias de San Luis, Mendoza y San Juan. Hasta este lugar llegaron huyendo de la colonización de los españoles, buscando un lugar para esconderse del yugo de la esclavitud española.
A medida que los años pasaron y la historia de nuestro país cambió, los huarpes guardaron en secreto su origen, no se presentaban como indios, o como miembros de una determinada etnia. Sólo usaban como identificación su lugar de residencia y su condición en el sistema de relaciones de producción.
Así decían: "Soy de Guanacache, soy de las lagunas, soy del desierto, soy puestero". En cambio hoy, o mejor dicho desde hace casi diez años, dicen "soy huarpe, de aquí o de allá, no importa, porque 'antes que de San Juan, San Luis o Mendoza, somos de la Nación Huarpe", dicen los miembros de las distintas comunidades huarpes, que hoy protagonizan la historia conjugando los verbos en primera persona del plural y en tiempo presente.
De esta manera, los pueblos originarios han asumido una actitud protagónica reivindicando sus derechos.
"Los huarpes, uno de los pueblos ancestrales de Argentina, está presente, está vivo... aún cuando haya quienes lo nieguen, opinión de investigadores que muchos respetan, aunque no la compartan. La amalgama del proceso histórico vivido (etapa precolombina, la colonial y la república) anula las particularidades de la herencia, los particulares rostros que pueblan este país y las particulares maneras de sentir, de hacer y de pensar".
Después de un largo silencio
"Actualmente, lo que se impone, es que hablen 'los silenciados de la historia', las etnias originarias de América, esas que los libros dicen 'que se extinguieron', pero que hoy están de cuerpo y alma presentes en este mundo globalizado, hablando y diciendo quiénes son, y porqué se han decidido a hablar ahora, después de tan largo silencio".
"La colonización impuso a los huarpes su cultura hegemónica, produciendo una aculturación tan fuerte como profunda que llegó, tristemente, a generar autodiscriminación. Reconocerse indio era asumirse humillado, explotado y denigrado en su condición humana y cultural, de ahí que objetivamente no se reconocieran huarpes, y se definieran como puesteros, como mestizos, como descendientes", señaló en una entrevista Olga Rodríguez, docente de la Universidad Nacional de Cuyo y de la Universidad Nacional de San Juan, también asesora científica de la Fundación Inti-Cuyum.
"Los huarpes, como su nombre lo indica, son los hijos de Hunuc Huar (su dios). Habitantes ancestrales de esta tierra cuyana, que en Mendoza, San Juan y San Luis, continúan luchando por la propiedad comunitaria de su tierra, y que se concrete la aplicación de las leyes que reivindican la identidad aborigen en Argentina."
La docente comentó que "el pueblo huarpe se ve cada día más acorralado con nuevos alambrados, con nuevas tranqueras que les van seccionando de la manera más dudosa e injusta su territorio, su Madre Tierra, que ya no les alcanza para mantener a sus cabras, ni les permite cosechas de toda la algarroba ni del junquillo necesario para su alimento y sus obras".
"Actualmente hay comunidades huarpes en Mendoza, San Juan y San Luis. En San Luis, la creación del Parque Nacional en las Quijadas, desplazó a sus antiguos pobladores hispano-aborigen hacia Mendoza, salvo algunas familias que siguen viviendo en la zona de los bañados puntanos, que llevan en su sangre un origen huarpe, con un apellido de estirpe: Guaquinchay. En la ciudad de San Luis viven 25 integrantes de la comunidad huarpe de Guanacache, llamada Pinkanta, originaria del puesto el Junquillal, en Mendoza), próxima al área tripartita que comparten las tres provincias cuyanas".
Por Juan Carlos Romero Gatica
Colaboración: Lic. Olga Rodriguez (UNSJ)