La Mujer, el Matrimonio y la Familia
La expresión "igualdad social con el
hombre" implica que, junto con la libertad, pedimos iguales derechos y
debe-res para el hombre y la mujer; es decir, la nivelación de los derechos de
la mujer, tanto políticos como sociales y económicos, con los del hombre ; en
consecuencia, deseamos la abolición de la ley familiar y matrimonial, y de la
ley eclesiástica tanto como civil, indisolublemente ligadas al derecho de
herencia.
Abolición
de la familia jurídica. Al aceptar el programa
revolucionario anarquista - único que ofrece, a nuestro entender, condiciones
para una emancipación real y completa del pueblo común - y convencidos de que
la existencia del Estado en cualquiera de sus formas es incompatible con la
libertad del proletariado e impide la unión internacional fraterna de las
naciones, expresamos la exigencia de abolición de todos los Estados.
La abolición de los Estados y del derecho jurídico
implicará necesariamente la abolición de la propiedad personal hereditaria y
de la familia jurídica basada sobre esta propiedad, porque ninguna de estas
instituciones es compatible con la justicia humana.
Libre
unión matrimonial. [Contra el matrimonio por
compulsión hemos levantado la bandera de la unión libre.] Estamos convencidos
de que al abolir el matrimonio religioso, civil y jurídico, restauramos la
vida, la realidad y la moralidad del matrimonio natural basado exclusivamente
sobre el respeto humano y la libertad de dos personas: un hombre y una mujer que
se aman. Estamos convencidos de que al reconocer la libertad de ambos cónyuges
a separarse cuando lo deseen, sin necesidad de pedir el permiso de nadie para
ello - y al negar de la misma forma la necesidad de cualquier permiso para
unirse en matrimonio, y rechazar en general la interferencia de cualquier
autoridad en esta unión - los unimos más el uno al otro. Y estamos convencidos
también, de que cuando ya no exista entre nosotros el poder coercitivo del
Estado para forzar a los individuos, asociaciones, comunas, provincias y
regiones a convivir en contra de su voluntad, habrá entre todos una unión
mucho más estrecha, una unidad más viva, real y poderosa que la impuesta por
el aplastante poder esta-tal.
La
educación de los niños. Con la abolición del
matrimonio se plantea la cuestión de la educación de los niños. Su crianza,
desde el embarazo de la madre hasta su madurez, y su formación y educación,
igual para todos -una formación industrial e intelectual donde se combinen la
capacita-ción para el trabajo manual y mental- deben corresponder
fundamentalmente a la sociedad libre.
La
sociedad y los niños. Los niños no son propiedad
de nadie: ni de sus padres ni de la sociedad. Sólo pertenecen a su propia
libertad futura. Pero en los niños esta libertad no es todavía real; es sólo
una libertad en potencia. Porque una libertad real -es decir, la conciencia
plena y su realización en cada individuo, basada fundamentalmente en el
sentimiento de la propia dignidad y en un auténtico respeto por la libertad y
la dignidad de los otros, o sea basada en la justicia - sólo puede
desarrollarse en los niños mediante un desarrollo racional de su inteligencia,
carácter y voluntad.
De aquí se deduce que la sociedad, cuyo futuro
depende por completo de la adecuada educación e instrucción de los niños y
que, por tanto, no sólo tiene el derecho sino también la obligación de velar
por ellos, es el único guardián de los niños de ambos sexos. Y como la futura
abolición del derecho a la herencia convertirá a la sociedad en el único
heredero, ésta tendrá que considerar como una de sus primeras obligaciones el
suministro de todos los medios necesarios para el mantenimiento, la formación y
la educación de los niños de ambos sexos, con independencia de su origen o de
sus padres.
Los derechos de los padres se limitarán a amar
a sus hijos y ejercer sobre ellos la única autoridad compatible con ese amor,
en la medida en que esta autoridad no atente contra su moralidad, su desarrollo
mental o su libertad futura. El matrimonio como acto civil y político, al igual
que cualquier otra intervención de la sociedad en cuestiones amorosas, está
llamado a desaparecer. Los niños serán confiados - por naturaleza, y no por
derecho - a sus madres, quedando la prerrogativa de éstas bajo la supervisión
racional de la sociedad.