BIBLIA - BIBLIOGRAFÍA - DATOS DEL AUTOR - ESPIRITUALIDAD - ESPIRITUALIDAD IGNACIANA - FE y POLÍTICA - GENEALOGÍA - LAICOS - MARÍA - POESÍA - RELIGIOSOS - TEOLOGÍA - CONFERENCIAS |
|
CAPITULO
CUARTO
LOS
TRES VOTOS
Hemos
visto en los capítulos anteriores que la Vida Religiosa es seguimiento de
Cristo y signo dado por Dios a la Iglesia. En el capítulo dedicado al
seguimiento veíamos que es propio de todo bautizado y que el seguimiento
propio del religioso se especifica por el signo de su carisma propio,
consistente en el carisma de la castidad. Esa castidad se ofrece a Dios con
voto. Pero no sola, sino en compañía tradicionalmente inseparable con los
votos de pobreza y obediencia. En este capítulo deseamos iluminar esa terna a
la luz de los textos de las Guerras de Yahveh
y como característica del religioso.
‑¿
Pertenecen los tres votos a la esencia de la Vida Religiosa?
Ha
dicho Th. Matura en un artículo reciente, que:
"Esta
distinción entre preceptos y consejos y la teoría de la vida religiosa que
se apoya en ella, ha sido, ciertamente, impugnada primero por la ciencia bíblica
y a continuación por teólogos de 1a talla de un Rahner, Congar y Tillard. A
pesar de eso, el esquema `clásico' vuelve a aparecer constantemente, faritó
en los documentos oficiales (incluso en los del Concilio, aunque con matices)
como en la mayoría de los discursos sobre la vida religiosa. Y esto sucede,
si no por e1 lado de 1a distinción entre preceptos y consejos, por lo menos
por el lado de la triada como estructura fundamental y propia de la vida
religiosa"[1]
.
"La
Concepción que ve 1a originalidad de la Vida Religiosa en el voto de
castidad, pobreza y obediencia, aparece singularmente estrecha, si se la
compara con el campo muy amplio que abraza e1 radicalismo evangélico. No
solamente porque la triada ‑aparte del celibato‑ no se encuentra
tal cual (en la Escritura), sino, sobre todo, porque el radicalismo es mucho más
vasto y expresa exigencias mucho más fundamentales que las de los tres
votos"[2]
"Esto no quiere decir ‑dice algo más adelante el P. Matura‑
que la triada deba ser eliminada; sino sólo resituada. No es ella, en efecto,
la que puede estructurar, como elemento principal, un género de vida
cristiano cuyo eje no puede ser jamás otro que 1a fe en Jesús y el amor al
hermano. La búsqueda de Dios, la oración, la comunidad con sus exigencias de
amor mutuo, el servicio del prójimo, predominan infinitamente sobre la
castidad y la obediencia"[3].
‑
Por qué tres y estos tres
El
P. Matura, a pesar de que toma sus distancias de la tesis propuesta por el P.
Tillard, coincide con El en admitir que cada uno de los tres votos carece
de fundamento evangélico. Ya hemos visto cómo estas tesis se han
difundido y son compartidas hoy por muchos.
El
P. Tillard, tras buscar en el Evangelio cada uno de los consejos, llega en
efecto a las conclusiones negativas de las que hablamos antes: "No tienen
en él fundamento directo y explícito".
En
su tiempo, Lutero se había preguntado por qué se hacía sólo los tres votos
y solos esos tres, en vez de hacer uno, o cuatro, o más, o sobre otras
materias. ¿Por qué tres y estos tres?
Parecería
que los tres votos, correspondientes a los tres consejos `clásicos’, no
servirían para delimitar correctamente la Vida Religiosa. O por lo menos no
serían los rasgos típicos que deberían subrayarse como elementos propios y
definitorios de la Vida Religiosa.
Sin
embargo, el Magisterio sigue usándolos. Los documentos del Concilio Vaticano
II, en los que no se quiso tocar cuestiones discutidas entre teólogos, no
tienen escrúpulos en emplear la triada y calificarla de esencial, como si
hubiera considerado que ese asunto estaba fuera de discusión.
Para
el Concilio, los tres consejos y la Vida Religiosa son casi sinónimos. Y los
tres consejos o los tres votos van siempre unidos en los textos conciliares,
también casi como sinónimos. A no ser en textos en que se apunta a una mayor
precisión canónica o jurídica. El Concilio define la Vida Religiosa como:
"el estado cuya esencia está
en
la profesión (e.d.: por los votos) de los consejos evangélicos" (LG.
44). Y cuando se refiere a los Institutos, lo hace definiéndolos como
aquellos: " . . . cuyos miembros profesan castidad, pobreza y obediencia
. . . " (PC. 1).
A
continuación intentaremos mostrar cómo los tres consejos, y los tres votos
correspondientes, son una triada que debe entenderse también a la luz de las
exigencias de la Guerra de Yahvéh.
Nos
fijaremos en los dos aspectos: 1) que se trata de una triada inseparable y 2)
que son votos: actos de decisión libre y excluyente.
‑
La Triada
A
diferencia del método del P. Tillard, que los busca uno por uno en el
Evangelio, para terminar descartando su presencia en él; nosotros vamos a
buscar la triada, sin separar sus tres elementos. La unión perenne con que
aparecen constantemente a lo largo de los siglos, nos parece un indicio no
despreciable de que 1a Tradición de la Iglesia no ha querido separarlos y que
esa indivisibilidad es un dato sobre el cual no debemos pasar a la ligera,
sino respetar, preguntándonos por su sentido.
‑
Pistas desde Qumran
Otro
indicio orientador y que nos debe hacer pensar, es el hecho de que la
comunidad de Qumran, organizó su vida comunitaria sobre la base de esta misma
triada. En efecto, hoy ya no se discute y es generalmente admitido por los
investigadores, que en la Comunidad de Qumran se vivía en pobreza, obediencia
y castidad. Naturalmente, los esenios no sacaron la triada de los Evangelios.
Pudieron y debieron sacarla de su meditación e interpretación del Antiguo
Testamento.
Un
estudio sobre Las Raíces del celibato
esenio, del profesor de Estrasburgo Alfred Marx[4]
, tras se±alar que hasta ahora, la razón de ser del celibato en Qumran, la
habían tratado de buscar los estudiosos en la dirección de la pureza
cultual, se inclina a explicar el celibato esenio como una exigencia de las
leyes de la Guerra Santa. En efecto, la Guerra de Dios tiene un lugar
importantísimo en el pensamiento esenio. El estudio del Prof. A. Marx, se
centra sobre el celibato, pero permite también reflexionar sobre la pobreza y
la obediencia esenias (o sea de la triada) y de su función dentro del
contexto de Guerra Santa. "La noción de guerra ‑dice‑ tiene
un lugar muy importante en ~el pensamiento esenio, dominado por la concepción
de una guerra escatológica que verá el aniquilamiento de los impíos. Todo
un rollo, `La Regla de la Guerra', está consagrado a una descripción
minuciosa de la estrategia que se empleará en ella. Pero el elemento más
interesante lo ofrecen los comentarios bíblicos (hallados en Qumran)".
Estos
comentarios concuerdan en gran parte con la literatura apocalíptica. Pero
difieren en una cosa, mientras que los apocalípticos esperan pacientemente la
intervención de Dios, los esenios entienden participar activamente en esa
guerra santa decisiva. Y esto no sólo en el combate escatológico, situable
al fin de los tiempos, sino desde ya, en su vida cotidiana, de cada día y de
cada monje.
‑
La guerra aquí y ahora
Esta
visión del combate cotidiano es la que se desprende sobre todo de la "Regla
de la Comunidad". Se funda en la doctrina de los dos espíritus. Dios
ha creado dos espíritus, el de la verdad y el de ia iniquidad. Ambos espíritus
coexisten en cada hombre, pero no coexisten pacíficamente. Están en guerra
permanente para asegurarse el dominio sobre el hombre. Y esa lucha no cesará
hasta el día de la visita de Dios, en que éste pondrá fin al reino de
Belial. Hasta ese día durará la dominación de Belial y su cortejo de vicios
y hasta ese día el ángel de las tinieblas tratará de extender su dominación,
de extraviar y hacer caer a los hijos de justicia.
Ante
esta lucha angélica, el hombre no puede permanecer inactivo. El hombre puede
contribuir a inclinar la balanza de la victoria. Si ha ingresado en la
Comunidad, ha sido para tomar parte activa en esta lucha, en este combate
contra los trasgresores de la Ley. Participará, en el combate de los espíritus
opuestos, mediante su esfuerzo ético y religioso. En este combate que libra a
cada instante, el monje no está abandonado a sus propias fuerzas, que son
pocas y débiles. Dios mismo, y el ángel de la verdad, acuden en su auxilio y
sostén.
Para
asegurarse esa ayuda y renovar su fidelidad de soldados, cada a±o, la
Comunidad celebra una ceremonia (litúrgica) en la que pronuncia bendiciones y
maldiciones, refrescando su adhesión a la causa de Dios y su oposición a la
causa de Belial. El ritual de esta ceremonia y su contenido se inspiran en un
texto del Antiguo Testamento: Dt 27, 12‑13 que pertenece al contexto de
la guerra santa:
"Y
Moisés dio aquel día esta orden al pueblo: Cuando hayáis pasado el Jordán,
las tribus de Simeón, Leví, Isacar, José y Benjamín, se situarán en el
monte Garizim, para la bendición del pueblo; y las de Rubén, Gad, Aser,
Zabulón, Dan, y Neftalí se situarán en el monte Ebal, para la maldición"
(Dt 27, 11‑13).
La
visión esenia de la vida cotidiana de los miembros de la Comunidad como una
guerra santa la confirma todo el lenguaje técnico, que no podemos detenernos
a analizar aquí. Está tomado de los contextos bélicos del Antiguo
Testamento en los que Dios aparece interviniendo de manera poderosa
y terrorífica, para luchar, exterminan,
visitar y vengar.
El
profesor Alfred Marx interpreta la existencia del celibato entre los esenios
como una exigencia no sólo de la guerra escatológica al fin de los tiempos,
sino de esa guerra iniciada, cotidiana, de carácter religioso, moral y cósmico,
que el monje libra desde ya, con su conducta y su decisión, con la renovación
periódica de la alianza, y en la cual lo asisten seres celestiales, presentes
a su lado en el campo de batalla.
Nos
hemos detenido algo extensamente en este ejemplo de Qumran, para explicar por
qué orientamos nuestra búsqueda en dirección de los textos de guerra del
Antiguo Testamento cuando buscamos el sentido bíblico de la triada de los
votos.
En
la guerra santa como veremos se exigía la castidad, por lo menos temporaria,
del combatiente. En Qumran se exigía además la obediencia, una elemental
norma guerrera para todo ejército, pero que se encuentra también exigida
como vimos (seguimiento) en las guerras sagradas o profanas del Antiguo
Testamento. Estando los esenios en un combate, esa obediencia preservaba la
unidad e integridad del grupo contra los intentos del espíritu del Mal para
dividirlos y triunfar. Ya vimos también la importancia que daba S. Ignacio de
Antioquía, sobre las huellas de San Juan, a la unidad en la Iglesia.
En
cuanto a la pobreza entre los esenios, la Regla de la Comunidad pone como
primera exigencia para el ingreso:
"Todos
los que son voluntarios por su fidelidad, aportarán todo su conocimiento, su
fuerza y su fortuna a la Comunidad de Dios; para purificar su conocimiento por
la fidelidad (obediencia) a las prescripciones de Dios, para disciplinar su
fuerza (física; castidad) según la perfección de sus caminos, y toda su
fortuna (pobreza) según el designio de Su justicia" (Regla
de la Comunidad, I, 11‑13).
El
ejemplo de la Comunidad de Qumran, nos pone sobre la pista de la triada y nos
conduce a explorar los textos de la guerra santa del Antiguo Testamento para
ver si encontramos e~ ella su sentido.
‑
Ordenanzas de Guerra
En
el Dt. cap. 20, 1‑9 leemos: "Cuando
salgas a la guerra contra tus enemigos"
Es
el comienzo de una "Regla de
guerra ", que tiene valor de mandamientos divinos. Puede colocarse en
el género legal de los juquim
umishpatim, preceptos y juicios o preceptos
y consejos. Quizás la tan impugnada distinción entre preceptos y
consejos podría tener su razón de ser en este uso del Antiguo Testamento al
referirse a los mandamientos divinos, Mishpatim,
son ordenanzas de Dios. De la misma raíz shafat, de la cual deriva la palabra
Mishpatim-ordenanzas, derivará la palabra shofetim‑jueces. Los jueces
del libro de los Jueces, líderes guerreros que siguen las ordenanzas divinas,
que hacen juicio en el sentido hebreo: restableciendo el orden de la justicia
con gran amplitud, según el designio de Yahvéh. Colocando todas las cosas en
orden: al pueblo respecto de Dios, al pueblo en su derecho sobre la tierra,
expulsando a los invasores.
‑
No temas
"Cuando
salgas a la guerra . . . si vieres caballos y carros y un pueblo más grande
que tú, no tengas temor de ellos, porque
Yahvéh tu Dios está contigo (y es) el que te sacó de 1a tierra de
Egipto"
‑ prosigue el texto que estamos comentando.
El
primer mandamiento del soldado es "no
tener miedo ". La motivación del coraje será la fórmula de
Asistencia divina: "Dios está contigo". Dios está de tu parte.¿
Acaso no te sacó de Egipto? Así como actuó en tu favor con poder, puede
volver a hacerlo. Jesús, después de su Pasión, también motivará de forma
semejante a aquéllos que envía a todas las naciones: "Yo
estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". La fórmula
de Asistencia en labios de Jesús se fundamenta implícitamente en su gesta
liberadora de la Cruz y Resurrección, en su triunfo sobre la muerte y el
pecado.
Los
"no temas" resuenan en todo el Evangelio: "No
temas María", peq"No
temas José" "No temas, rebañito ueño",
"No temáis a los que pueden matar el cuerpo", "Yo
os ensenaré a quién debéis temer", "En
el mundo tendréis tribulación, pero tened confianza, Yo he vencido al
mundo", "No se encoja vuestro corazón ni se acobarde". . .
Como
ya vimos, en la Sagrada Escritura, ese "no temas" ,
esa prohibición de temer es la que explica las seguridades que Dios
multiplica mediante la fórmula de asistencia, la fórmula de entrega y el
signo de victoria. Las tres cosas van dirigidas a ahuyentar el temor. Es que
ese miedo al enemigo, es contrario a la fe en Dios y al amor a Dios.
Esta
teología de la guerra santa será en Dt. 20, la sustancia de la predicación
del sacerdote. Un típico ejemplo de homilía de guerra santa:
"Y
cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará
al pueblo, y les dirá: Escucha Israel: hoy vais a entrar en combate con
vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no tengáis miedo, ni os turbéis,
ni tembléis delante de ellos, porque Yahvéh vuestro Dios marcha~ con
vosotros para pelear en vuestro favor, contra vuestros enemigos y
salvaros".
La
intervención del sacerdote, nos está mostrando que se trata de un acto de
culto. La guerra Santa es casi como una liturgia, como un sacrificio en el
Templo. A Dios no sólo se le rinde culto con "holocaustos y
sacrificios" sino luchando contra sus enemigos, y sobre todo obedecéndolo
y siguindolo. Por eso la arenga del sacerdote comienza con las mismas palabras
"Escucha Israel" que
suelen encabezar las invitaciones a la obediencia a Dios en cosas muy
importantes: los decálogos, las leyes
divinas. Es una fórmula de promulgación de la Ley divina y del contexto
de la Alianza. En las dos palabras "Guerra‑San
ta" el énfasis está cayendo en la segunda: "Santa".
Es una acción religiosa. Y el único mandamiento es: no temer al enemigo;
confiar en el auxilio, asistencia, y poder divinos; y en su voluntad salvífica
respecto de los suyos. El sacerdote, por función, proclama el aspecto
positivo: las promesas, las bendiciones, las acciones pasadas de Dios.
‑
Triada de Impedimentos
"Luego
los escribas hablarán al pueblo diciendo:
"¿Quién
ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado todavía? Váyase y vuelva a
su casa; no sea que muera en el combate y la estrene otro hombre. ¿Quién ha
plantado una viña y todavía no la ha disfrutado? Váyase y vuelva a su casa,
no sea que muera en el combate y la disfruten otros. ¿Quién se ha desposado
con una mujer y no se ha casado aún
con ella? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y se case
con ella otro hombre".
Observemos
que los escribas anuncian al pueblo tres
impedimentos para ir a la guerra Santa. Son tres impedimentos porque son
tres motivos de temor. Y la guerra
exige hombres decididos a todo y que no tienen nada que perder. Los tres
impedimentos apuntan a asegurar una decisión "radical".
Cuando
David huye de Saúl, se le une una banda de gente desesperada y que no tiene
nada que perder, como él: "Todo
el que se encontraba en apuro, todos los entrampados y desesperados se unieron
a él y fue jefe de ellos" (I Sam. 22, 2)
Dios
quiere hombres así decididos a todo. Hombres que no tienen nada que perder.
Cuando Gedeón marcha con sus tropas, se deshace de los que se detienen a
beber y a llenar sus cantimploras y sólo se lleva consigo para el combate a
los que bebían "como los perros",
lamiendo el agua. Se entiende: tomando el agua de la palma de la mano mientras
cruzan el torrente, y además, sin hacer provisión de agua. Las cantimploras,
las romperá luego, durante el combate, para hacer ruido. (Jue. 7, 4‑6).
El modo de tomar el agua, por lo tanto es un test para medir la decisión
de combatir y el deseo de pelear por Dios que hay en sus hombres.
También
Jesús quiere discípulos así, que lo dejen todo por El. Como lo hicieron los
apóstoles. El joven rico no fue digno de seguirlo, por un apego.
Pablo,
poco antes de morir, lo exhorta a Timoteo con una imagen militar:
"Soporta
las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús: Nadie que se
dedica a la milicia (a la vida militar, a la guerra) se
enreda (empléketai: se queda
pegado, enzarzado. El término griego empléketai
se usa por ejemplo para hablar de una oveja que se enreda por la lana en las
zarzas) en las cosas de esta vida, si
quiere complacer al que lo alistó"
(II Tim. 2, 3‑4).
En
otro pasaje, el mismo Pablo, hablará de la castidad alegando el mismo motivo
de complacer únicamente al Señor
y como un modo de no enredarse en las cosas de esta vida (I Cor. 7,
32‑34).
A
nuestro parecer estos textos explican el sentido de la triada de los consejos
y los votos religiosos.
‑
Impedimentos y votos
La
relación entre el texto de Dt. 20, 1‑9 que comentamos con la triada de
la Vida Religiosa, tiene su fundamento en la tradición de la Iglesia.
Afraates,
un escritor eclesiástico de la Iglesia Siria, parafraseando los consejos
dados a los Israelitas en el pasaje del Deuteronomio, define las disposiciones
requeridas para el combate espiritual de los monjes de Siria, a los cuales se
les llamaba ijidayé:
"Oh
vosotros que habéis sido llamados al combate, escuchad el sonido de la
trompeta y tened coraje. También me dirijo a vosotros que tenéis las
trompetas, vosotros sacerdotes, doctores y sabios. Proclamad y decid a todo el
pueblo: que aquel que tenga miedo se retire del combate, no sea que debilite
el coraje de sus hermanos como el suyo".
Aquí
alude Afraates al versículo de Dt. 20, 8:
"Y
volverán los. escribas a hablar al pueblo y dirán: ¿Quién
tiene miedo y siente enflaquecer su ánimo? Váyase y vuelva a su casa, para
que no se desanime el corazón de sus hermanos como lo está el suyo".
Afraates
ha comprendido bien que este versículo, resume el sentido profundo de 1a
terna o triada de los vv. 5‑7. No se teme sólo el efecto individual del
miedo, sino su efecto colectivo en las tropas.
Y
al revés, resulta claro, que el ejemplo de los decididos, en nuestro caso el
de los que abrazan con decisión el estado militante de la Vida Religiosa para
el combate espiritual y apostólico, tienen sobre el resto de la Iglesia un
influjo benéfico de animación y de coraje para su vida cristiana.
"Que
aquel que ha plantado una viña, ‑prosigue Afraates- se
vuelva para cultivarla, no sea que tema por su viña y sea vencido en el
combate. Que aquel que ha tomado mujer y va a desposarla se vuelva y se
regocije con ella. Que aquel que ha construido una casa, se vuelva a su casa,
no sea que por pensar en su casa no se entregue plenamente al combate ".
Notemos
cómo Afraates ha modificado el orden de los impedimentos que tiene ahora un
orden coincidente con el de la triada de los consejos en la tradición
cristiana: pobreza, castidad y obediencia: viña, mujer, casa. Esto sugiere
que Afraates ha interpretado que existe correspondencia entre los impedimentos
para la guerra santa y la triada de los votos.
Afraates
continúa explicitando la comparación mediante una paráfrasis del
Deuteronomio:
"Porque
en efecto, es a los ijidayé que
les conviene el combate, porque miran hacia adelante y no piensan en
nada de lo que dejan atrás, porque sus tesoros están por delante, el
botín de guerra que harán será todo para ellos y es eso lo que estiman
sobre todas las cosas"[5].
Nuestra
triada cobra dentro del contexto de la guerra santa, todo su sentido, como una
expresión de la decisión, de la voluntariedad, de la libérrima decisión,
de entregarse radicalmente, enteramente, al combate de Cristo. Lo hace en el
lenguaje de una tradición del Antiguo Testamento, que Pablo asumió en el
Nuevo.
‑
Recapitulando
Dentro
de la triada, el voto de castidad y el carisma de castidad, tienen un lugar
particular, se trata de un don
carismático de Dios "raro y milagroso", como decía Lutero, porque
reviste categoría de signo, no sólo
visible, como son también ‑no los minimicemos‑ los de pobreza y
castidad, sino particularmente llamativo.
El
término "consejos" nos hace pensar en los "mishpatim"
juicios o consejos de Dios. El término "voto" nos hace mirar a la
decisión del hombre que se adhiere al juicio y consejos de Dios, en forma
libre y con propósito de permanencia. La
triada de los votos expresa pues apropiadamente la "consagración"
religiosa, el hecho de abrazar la milicia cristiana en forma particularmente
activa y decidida.
Por
eso, la diferencia entre el cristiano y el religioso, no está solamente en
que éste vive casta o celibatariamente, como también vive el sacerdote no
religioso en la Iglesia latina. La diferencia está en la triada de los votos,
como expresión de la única preocupación de salir victorioso en el combate
espiritual y apostólico. El
signo del celibato o castidad es un elemento, un aspecto particular, de una
estructura más general de dedicación y renuncia, que concierne por un lado
al modo de entregarse al Reino de Dios y por otro expresa una renuncia más
general. Una renuncia que concierne a todas las actividades de este mundo y
que tiene como finalidad, guardar al hombre y hacerlo interiormente apto, por
la ausencia de todo temor y de la intrepidez cristiana, para el combate de
Cristo.
‑
Consagración
La
triada expresa algo único: la decisión, la voluntariedad, la adhesión al
liderazgo divino. Son tres votos que expresan un
voto, es decir: un deseo, una decisión, una promesa, un propósito. Cuyo
carácter libérrimo Dios respeta, Cristo respeta, limitándose a invitar:
"si quieres . . ."
La
Regla de la Comunidad de Qumran, como hemos visto, se refiere a los que
ingresan como "todos los que son
voluntarios por su fidelidad".
El
Canto de Débora conoce ya, al parecer, y celebra a los que se consagraron a
la guerra:
"Mi
corazón es para vosotros, jefes de Israel, para los que voluntariamente os
ofrecisteis entre el pueblo" (Jue, 5,9)
En
I Crón 29, 8‑9 se celebra las ofrendas voluntarias
del pueblo:
"(En
tiempos de David) los que tenían piedras preciosas las entregaron para el
tesoro de la Casa del Señor... y el pueblo se alegró por estas ofrendas
voluntarias, porque de todo corazón lo habían ofrecido espontáneamente al
Señor. Y también el rey David tuvo un gran gozo".
En
II Crón 17, 16 se nos habla de alguien
consagrado a la guerra:
"Josafat
. . . tuvo una guarnición de guerreros elegidos en Jerusalén . . . a su
lado: Amasias hijo de Zikrí, que se había consagrado
espontáneamente al Señor y bajo su mando 200.000 hombres
esforzados". Hubo pues al parecer en el Antiguo Testamento, hombres que
se consagraban voluntariamente al servicio militar por motivos religiosos.
Según
lo que venimos diciendo, parece que podríamos establecer el eslabón (que hoy
parece, por lo visto, perdido) entre los tres votos y el radicalismo evangélico.
A 'vuestro parecer, no es de provecho para la teología de la Vida Religiosa
insistir en el "radicalismo evangélico" a costa de los tres votos.
Al contrario, los indicios que hemos presentado, tomados de la Escritura,
aunque escasos, permiten comprender por qué la Tradición de la Iglesia y el
Magisterio se adhieren en bloque a la tradición de los tres votos y la
mantienen como una triada inseparable. Lejos de ser superflua, ella es la
mejor expresión de lo que teólogos como el P. Tillard quieren reafirmar: la
absoluta decisión y radicalidad de la entrega al seguimiento de Cristo.
Sólo
que para comprender el sentido de la triada, hay que recolocarla en su
contexto propio: la teología de la Guerra Santa, y de su prolongación en el
combate y victoria de Cristo y del cristiano.
CONCLUSIÓN
Hemos
tratado de rastrear el sentido de la Vida Religiosa a la luz de las Sagradas
Escrituras. Y hemos señalado dentro de ellas un gran tema, un gran capítulo
de la Teología del Antiguo y Nuevo Testamento: La Guerra Santa, o Guerra de
Yahvéh y su cumplimiento en el Combate de Cristo y de la Iglesia.
Ningún
tema de teología bíblica, agota por sí solo la plenitud de sentido de las
obras de Dios. Tampoco el tema de la Guerra Santa agota el sentido de la Vida
Religiosa.
En
el Nuevo Testamento, todos los temas del Antiguo Testamento confluyen y se
combinan, se complementan y se explican mutuamente en Cristo. El es la clave
que unifica lo que en el Antiguo Testamento parece aún inconciliable:
justicia y misericordia, elección de un Pueblo y voluntad universal de
salvación, violencia y mansedumbre, Siervo y Rey.
En
Cristo, en la Iglesia, en la Vida Religiosa, confluyen y se combinan los temas
de la Guerra Santa y los del
culto o servicio divino. Comunión y holocausto. Guerra y Paz. La Palabra de
Dios, es a la vez pan y espada. El combate de Cristo es vigilia y oración en
el Huerto. La prueba del cristiano, no se resuelve con la espada de Pedro sino
en el velad y orad para que no caigáis
en el embate de la tentación. La Guerra Santa, es en la Vida Religiosa,
combate espiritual y apostólico. Oración y Acción, acción que es oración
y oración que es acción. El soldado de Cristo, lo es en la predicación y en
la celebración de la Eucaristía, y en la adoración ante
el Santísimo. Todo en El, es culto divino y todo en El es combate.
No
hemos tocado otros aspectos de la Vida Religiosa que podrían considerarse a
la luz de las Escrituras. Por ejemplo el de la Imitación, que también emplea
el Concilio (PC. 1; "seguir a
Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca"). Pero esperamos
que este aspecto tradicional, que hoy amenaza ser olvidado, y que hemos
tratado de reproponer aquí haya arrojado luz sobre la Vida Religiosa,
considerada desde las Sagradas Escrituras.
[1]
Th.
MATURA, Le radicalisme évangélique et Ia vie religieuse en: Nouvelle Rewe
Théologique 103 ( 1981 ) 175‑186, en especial pp. 181‑182.
[2]
Matura,
Art. cit., p. 183‑184.
[3]
Matura,
Art. cit., p. 184.
[4]
Alfred
MARX Les Racines du CÚlibat EssÚnien, en: Revue de Qumran 7 (1970) N░
27, pp. 323‑342.
[5]
Hemos
tomado estos textos de Afraates de: A. GUILLAUMONT, Aux Orígenes du
Monachisme Chretien, 1979, p. 52.