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CAPITULO CUARTO 

LOS TRES VOTOS

 Hemos visto en los capítulos anteriores que la Vida Religiosa es seguimiento de Cristo y signo dado por Dios a la Iglesia. En el capítulo dedicado al seguimiento veíamos que es propio de todo bautizado y que el seguimiento propio del religioso se especifica por el signo de su carisma propio, consistente en el carisma de la castidad. Esa castidad se ofrece a Dios con voto. Pero no sola, sino en compañía tradicionalmente inseparable con los votos de pobreza y obediencia. En este capítulo deseamos iluminar esa terna a la luz de los textos de las Guerras de Yahveh y como característica del religioso.

 

‑¿ Pertenecen los tres votos a la esencia de la Vida Religiosa? 

Ha dicho Th. Matura en un artículo reciente, que: 

"Esta distinción entre preceptos y consejos y la teoría de la vida religiosa que se apoya en ella, ha sido, ciertamente, impugnada primero por la ciencia bíblica y a continuación por teólogos de 1a talla de un Rahner, Congar y Tillard. A pesar de eso, el esquema `clásico' vuelve a aparecer constantemente, faritó en los documentos oficiales (incluso en los del Concilio, aunque con matices) como en la mayoría de los discursos sobre la vida religiosa. Y esto sucede, si no por e1 lado de 1a distinción entre preceptos y consejos, por lo menos por el lado de la triada como estructura fundamental y propia de la vida religiosa"[1] .

 

"La Concepción que ve 1a originalidad de la Vida Religiosa en el voto de castidad, pobreza y obediencia, aparece singularmente estrecha, si se la compara con el campo muy amplio que abraza e1 radicalismo evangélico. No solamente porque la triada ‑aparte del celibato‑ no se encuentra tal cual (en la Escritura), sino, sobre todo, porque el radicalismo es mucho más vasto y expresa exigencias mucho más fundamentales que las de los tres votos"[2] "Esto no quiere decir ‑dice algo más adelante el P. Matura‑ que la triada deba ser eliminada; sino sólo resituada. No es ella, en efecto, la que puede estructurar, como elemento principal, un género de vida cristiano cuyo eje no puede ser jamás otro que 1a fe en Jesús y el amor al hermano. La búsqueda de Dios, la oración, la comunidad con sus exigencias de amor mutuo, el servicio del prójimo, predominan infinitamente sobre la castidad y la obediencia"[3].

 

Por qué tres y estos tres

 

El P. Matura, a pesar de que toma sus distancias de la tesis propuesta por el P. Tillard, coincide con El en admitir que cada uno de los tres votos carece de fundamento evangélico. Ya hemos visto cómo estas tesis se han difundido y son compartidas hoy por muchos.

 

El P. Tillard, tras buscar en el Evangelio cada uno de los consejos, llega en efecto a las conclusiones negativas de las que hablamos antes: "No tienen en él fundamento directo y explícito".

En su tiempo, Lutero se había preguntado por qué se hacía sólo los tres votos y solos esos tres, en vez de hacer uno, o cuatro, o más, o sobre otras materias. ¿Por qué tres y estos tres?


 

Parecería que los tres votos, correspondientes a los tres consejos `clásicos’, no servirían para delimitar correctamente la Vida Religiosa. O por lo menos no serían los rasgos típicos que deberían subrayarse como elementos propios y definitorios de la Vida Religiosa.

 

Sin embargo, el Magisterio sigue usándolos. Los documentos del Concilio Vaticano II, en los que no se quiso tocar cuestiones discutidas entre teólogos, no tienen escrúpulos en emplear la triada y calificarla de esencial, como si hubiera considerado que ese asunto estaba fuera de discusión.

Para el Concilio, los tres consejos y la Vida Religiosa son casi sinónimos. Y los tres consejos o los tres votos van siempre unidos en los textos conciliares, también casi como sinónimos. A no ser en textos en que se apunta a una mayor precisión canónica o jurídica. El Concilio define la Vida Religiosa como: "el estado cuya esencia está

 en la profesión (e.d.: por los votos) de los consejos evangélicos" (LG. 44). Y cuando se refiere a los Institutos, lo hace definiéndolos como aquellos: " . . . cuyos miembros profesan castidad, pobreza y obediencia . . . " (PC. 1).

 

A continuación intentaremos mostrar cómo los tres consejos, y los tres votos correspondientes, son una triada que debe entenderse también a la luz de las exigencias de la Guerra de Yahvéh.

Nos fijaremos en los dos aspectos: 1) que se trata de una triada inseparable y 2) que son votos: actos de decisión libre y excluyente.

 

‑ La Triada

 

A diferencia del método del P. Tillard, que los busca uno por uno en el Evangelio, para terminar descartando su presencia en él; nosotros vamos a buscar la triada, sin separar sus tres elementos. La unión perenne con que aparecen constantemente a lo largo de los siglos, nos parece un indicio no despreciable de que 1a Tradición de la Iglesia no ha querido separarlos y que esa indivisibilidad es un dato sobre el cual no debemos pasar a la ligera, sino respetar, preguntándonos por su sentido.

 

Pistas desde Qumran

 

Otro indicio orientador y que nos debe hacer pensar, es el hecho de que la comunidad de Qumran, organizó su vida comunitaria sobre la base de esta misma triada. En efecto, hoy ya no se discute y es generalmente admitido por los investigadores, que en la Comunidad de Qumran se vivía en pobreza, obediencia y castidad. Naturalmente, los esenios no sacaron la triada de los Evangelios. Pudieron y debieron sacarla de su meditación e interpretación del Antiguo Testamento.

 

Un estudio sobre Las Raíces del celibato esenio, del profesor de Estrasburgo Alfred Marx[4] , tras se±alar que hasta ahora, la razón de ser del celibato en Qumran, la habían tratado de buscar los estudiosos en la dirección de la pureza cultual, se inclina a explicar el celibato esenio como una exigencia de las leyes de la Guerra Santa. En efecto, la Guerra de Dios tiene un lugar importantísimo en el pensamiento esenio. El estudio del Prof. A. Marx, se centra sobre el celibato, pero permite también reflexionar sobre la pobreza y la obediencia esenias (o sea de la triada) y de su función dentro del contexto de Guerra Santa. "La noción de guerra ‑dice‑ tiene un lugar muy importante en ~el pensamiento esenio, dominado por la concepción de una guerra escatológica que verá el aniquilamiento de los impíos. Todo un rollo, `La Regla de la Guerra', está consagrado a una descripción minuciosa de la estrategia que se empleará en ella. Pero el elemento más interesante lo ofrecen los comentarios bíblicos (hallados en Qumran)".

Estos comentarios concuerdan en gran parte con la literatura apocalíptica. Pero difieren en una cosa, mientras que los apocalípticos esperan pacientemente la intervención de Dios, los esenios entienden participar activamente en esa guerra santa decisiva. Y esto no sólo en el combate escatológico, situable al fin de los tiempos, sino desde ya, en su vida cotidiana, de cada día y de cada monje.

 


‑ La guerra aquí y ahora

 

Esta visión del combate cotidiano es la que se desprende sobre todo de la "Regla de la Comunidad". Se funda en la doctrina de los dos espíritus. Dios ha creado dos espíritus, el de la verdad y el de ia iniquidad. Ambos espíritus coexisten en cada hombre, pero no coexisten pacíficamente. Están en guerra permanente para asegurarse el dominio sobre el hombre. Y esa lucha no cesará hasta el día de la visita de Dios, en que éste pondrá fin al reino de Belial. Hasta ese día durará la dominación de Belial y su cortejo de vicios y hasta ese día el ángel de las tinieblas tratará de extender su dominación, de extraviar y hacer caer a los hijos de justicia.

 

Ante esta lucha angélica, el hombre no puede permanecer inactivo. El hombre puede contribuir a inclinar la balanza de la victoria. Si ha ingresado en la Comunidad, ha sido para tomar parte activa en esta lucha, en este combate contra los trasgresores de la Ley. Participará, en el combate de los espíritus opuestos, mediante su esfuerzo ético y religioso. En este combate que libra a cada instante, el monje no está abandonado a sus propias fuerzas, que son pocas y débiles. Dios mismo, y el ángel de la verdad, acuden en su auxilio y sostén.

 

Para asegurarse esa ayuda y renovar su fidelidad de soldados, cada a±o, la Comunidad celebra una ceremonia (litúrgica) en la que pronuncia bendiciones y maldiciones, refrescando su adhesión a la causa de Dios y su oposición a la causa de Belial. El ritual de esta ceremonia y su contenido se inspiran en un texto del Antiguo Testamento: Dt 27, 12‑13 que pertenece al contexto de la guerra santa:

 

"Y Moisés dio aquel día esta orden al pueblo: Cuando hayáis pasado el Jordán, las tribus de Simeón, Leví, Isacar, José y Benjamín, se situarán en el monte Garizim, para la bendición del pueblo; y las de Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan, y Neftalí se situarán en el monte Ebal, para la maldición" (Dt 27, 11‑13).

 

La visión esenia de la vida cotidiana de los miembros de la Comunidad como una guerra santa la confirma todo el lenguaje técnico, que no podemos detenernos a analizar aquí. Está tomado de los contextos bélicos del Antiguo Testamento en los que Dios aparece interviniendo de manera poderosa y terrorífica, para luchar, exterminan, visitar y vengar.

 

El profesor Alfred Marx interpreta la existencia del celibato entre los esenios como una exigencia no sólo de la guerra escatológica al fin de los tiempos, sino de esa guerra iniciada, cotidiana, de carácter religioso, moral y cósmico, que el monje libra desde ya, con su conducta y su decisión, con la renovación periódica de la alianza, y en la cual lo asisten seres celestiales, presentes a su lado en el campo de batalla.

 

Nos hemos detenido algo extensamente en este ejemplo de Qumran, para explicar por qué orientamos nuestra búsqueda en dirección de los textos de guerra del Antiguo Testamento cuando buscamos el sentido bíblico de la triada de los votos.

 

En la guerra santa como veremos se exigía la castidad, por lo menos temporaria, del combatiente. En Qumran se exigía además la obediencia, una elemental norma guerrera para todo ejército, pero que se encuentra también exigida como vimos (seguimiento) en las guerras sagradas o profanas del Antiguo Testamento. Estando los esenios en un combate, esa obediencia preservaba la unidad e integridad del grupo contra los intentos del espíritu del Mal para dividirlos y triunfar. Ya vimos también la importancia que daba S. Ignacio de Antioquía, sobre las huellas de San Juan, a la unidad en la Iglesia.

 

En cuanto a la pobreza entre los esenios, la Regla de la Comunidad pone como primera exigencia para el ingreso:

"Todos los que son voluntarios por su fidelidad, aportarán todo su conocimiento, su fuerza y su fortuna a la Comunidad de Dios; para purificar su conocimiento por la fidelidad (obediencia) a las prescripciones de Dios, para disciplinar su fuerza (física; castidad) según la perfección de sus caminos, y toda su fortuna (pobreza) según el designio de Su justicia" (Regla de la Comunidad, I, 11‑13).

El ejemplo de la Comunidad de Qumran, nos pone sobre la pista de la triada y nos conduce a explorar los textos de la guerra santa del Antiguo Testamento para ver si encontramos e~ ella su sentido.

 

 


‑ Ordenanzas de Guerra

 

En el Dt. cap. 20, 1‑9 leemos: "Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos"

 

Es el comienzo de una "Regla de guerra ", que tiene valor de mandamientos divinos. Puede colocarse en el género legal de los juquim umishpatim, preceptos y juicios o preceptos y consejos. Quizás la tan impugnada distinción entre preceptos y consejos podría tener su razón de ser en este uso del Antiguo Testamento al referirse a los mandamientos divinos, Mishpatim, son ordenanzas de Dios. De la misma raíz shafat, de la cual deriva la palabra Mishpatim-ordenanzas, derivará la palabra shofetim‑jueces. Los jueces del libro de los Jueces, líderes guerreros que siguen las ordenanzas divinas, que hacen juicio en el sentido hebreo: restableciendo el orden de la justicia con gran amplitud, según el designio de Yahvéh. Colocando todas las cosas en orden: al pueblo respecto de Dios, al pueblo en su derecho sobre la tierra, expulsando a los invasores.

 

No temas

 

"Cuando salgas a la guerra . . . si vieres caballos y carros y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos,  porque Yahvéh tu Dios está contigo (y es) el que te sacó de 1a tierra de Egipto" ‑ prosigue el texto que estamos comentando.

           

El primer mandamiento del soldado es "no tener miedo ". La motivación del coraje será la fórmula de Asistencia divina: "Dios está contigo". Dios está de tu parte.¿ Acaso no te sacó de Egipto? Así como actuó en tu favor con poder, puede volver a hacerlo. Jesús, después de su Pasión, también motivará de forma semejante a aquéllos que envía a todas las naciones: "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". La fórmula de Asistencia en labios de Jesús se fundamenta implícitamente en su gesta liberadora de la Cruz y Resurrección, en su triunfo sobre la muerte y el pecado.

 

Los "no temas" resuenan en todo el Evangelio: "No temas María", peq"No temas José" "No temas, rebañito ueño", "No temáis a los que pueden matar el cuerpo", "Yo os ensenaré a quién debéis temer", "En  el mundo tendréis tribulación, pero tened confianza, Yo he vencido al mundo", "No se encoja vuestro corazón ni se acobarde". . .

 

Como ya vimos, en la Sagrada Escritura, ese "no temas" ,  esa prohibición de temer es la que explica las seguridades que Dios multiplica mediante la fórmula de asistencia, la fórmula de entrega y el signo de victoria. Las tres cosas van dirigidas a ahuyentar el temor. Es que ese miedo al enemigo, es contrario a la fe en Dios y al amor a Dios.

 

Esta teología de la guerra santa será en Dt. 20, la sustancia de la predicación del sacerdote. Un típico ejemplo de homilía de guerra santa:

 

"Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo, y les dirá: Escucha Israel: hoy vais a entrar en combate con vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no tengáis miedo, ni os turbéis, ni tembléis delante de ellos, porque Yahvéh vuestro Dios marcha~ con vosotros para pelear en vuestro favor, contra vuestros enemigos y salvaros".

 

La intervención del sacerdote, nos está mostrando que se trata de un acto de culto. La guerra Santa es casi como una liturgia, como un sacrificio en el Templo. A Dios no sólo se le rinde culto con "holocaustos y sacrificios" sino luchando contra sus enemigos, y sobre todo obedecéndolo y siguindolo. Por eso la arenga del sacerdote comienza con las mismas palabras "Escucha Israel" que suelen encabezar las invitaciones a la obediencia a Dios en cosas muy importantes: los decálogos, las leyes divinas. Es una fórmula de promulgación de la Ley divina y del contexto de la Alianza. En las dos palabras "Guerra‑San ta" el énfasis está cayendo en la segunda: "Santa". Es una acción religiosa. Y el único mandamiento es: no temer al enemigo; confiar en el auxilio, asistencia, y poder divinos; y en su voluntad salvífica respecto de los suyos. El sacerdote, por función, proclama el aspecto positivo: las promesas, las bendiciones, las acciones pasadas de Dios.

 

 

 


Triada de Impedimentos

 

"Luego los escribas hablarán al pueblo diciendo:

"¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado todavía? Váyase y vuelva a su casa; no sea que muera en el combate y la estrene otro hombre. ¿Quién ha plantado una viña y todavía no la ha disfrutado? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y la disfruten otros. ¿Quién se ha desposado con una mujer  y no se ha casado aún con ella? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y se case con ella otro hombre".

 

Observemos que los escribas anuncian al pueblo tres impedimentos para ir a la guerra Santa. Son tres impedimentos porque son tres motivos de temor. Y la guerra exige hombres decididos a todo y que no tienen nada que perder. Los tres impedimentos apuntan a asegurar una decisión "radical".

 

Cuando David huye de Saúl, se le une una banda de gente desesperada y que no tiene nada que perder, como él: "Todo el que se encontraba en apuro, todos los entrampados y desesperados se unieron a él y fue jefe de ellos" (I Sam. 22, 2)

 

Dios quiere hombres así decididos a todo. Hombres que no tienen nada que perder. Cuando Gedeón marcha con sus tropas, se deshace de los que se detienen a beber y a llenar sus cantimploras y sólo se lleva consigo para el combate a los que bebían "como los perros", lamiendo el agua. Se entiende: tomando el agua de la palma de la mano mientras cruzan el torrente, y además, sin hacer provisión de agua. Las cantimploras, las romperá luego, durante el combate, para hacer ruido. (Jue. 7, 4‑6). El modo de tomar el agua, por lo tanto es un test para medir la decisión de combatir y el deseo de pelear por Dios que hay en sus hombres.

 

También Jesús quiere discípulos así, que lo dejen todo por El. Como lo hicieron los apóstoles. El joven rico no fue digno de seguirlo, por un apego.

 

Pablo, poco antes de morir, lo exhorta a Timoteo con una imagen militar:

 

"Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús: Nadie que se dedica a la milicia (a la vida militar, a la guerra) se enreda (empléketai: se queda pegado, enzarzado. El término griego empléketai se usa por ejemplo para hablar de una oveja que se enreda por la lana en las zarzas) en las cosas de esta vida, si quiere complacer al que lo alistó" (II Tim. 2, 3‑4).

 

En otro pasaje, el mismo Pablo, hablará de la castidad alegando el mismo motivo de complacer únicamente al Señor y como un modo de no enredarse en las cosas de esta vida (I Cor. 7, 32‑34).

 

A nuestro parecer estos textos explican el sentido de la triada de los consejos y los votos religiosos.

 

Impedimentos y votos

 

La relación entre el texto de Dt. 20, 1‑9 que comentamos con la triada de la Vida Religiosa, tiene su fundamento en la tradición de la Iglesia.

 

Afraates, un escritor eclesiástico de la Iglesia Siria, parafraseando los consejos dados a los Israelitas en el pasaje del Deuteronomio, define las disposiciones requeridas para el combate espiritual de los monjes de Siria, a los cuales se les llamaba ijidayé:

 

"Oh vosotros que habéis sido llamados al combate, escuchad el sonido de la trompeta y tened coraje. También me dirijo a vosotros que tenéis las trompetas, vosotros sacerdotes, doctores y sabios. Proclamad y decid a todo el pueblo: que aquel que tenga miedo se retire del combate, no sea que debilite el coraje de sus hermanos como el suyo".

 

Aquí alude Afraates al versículo de Dt. 20, 8:

 

"Y volverán los. escribas a hablar al pueblo y dirán: ¿Quién tiene miedo y siente enflaquecer su ánimo? Váyase y vuelva a su casa, para que no se desanime el corazón de sus hermanos como lo está el suyo".

 

Afraates ha comprendido bien que este versículo, resume el sentido profundo de 1a terna o triada de los vv. 5‑7. No se teme sólo el efecto individual del miedo, sino su efecto colectivo en las tropas.

 


Y al revés, resulta claro, que el ejemplo de los decididos, en nuestro caso el de los que abrazan con decisión el estado militante de la Vida Religiosa para el combate espiritual y apostólico, tienen sobre el resto de la Iglesia un influjo benéfico de animación y de coraje para su vida cristiana.

 

"Que aquel que ha plantado una viña, ‑prosigue Afraates- se vuelva para cultivarla, no sea que tema por su viña y sea vencido en el combate. Que aquel que ha tomado mujer y va a desposarla se vuelva y se regocije con ella. Que aquel que ha construido una casa, se vuelva a su casa, no sea que por pensar en su casa no se entregue plenamente al combate ".

 

Notemos cómo Afraates ha modificado el orden de los impedimentos que tiene ahora un orden coincidente con el de la triada de los consejos en la tradición cristiana: pobreza, castidad y obediencia: viña, mujer, casa. Esto sugiere que Afraates ha interpretado que existe correspondencia entre los impedimentos para la guerra santa y la triada de los votos.

 

Afraates continúa explicitando la comparación mediante una paráfrasis del Deuteronomio:

"Porque en efecto, es a los ijidayé que les conviene el combate, porque miran hacia adelante y no piensan en  nada de lo que dejan atrás, porque sus tesoros están por delante, el botín de guerra que harán será todo para ellos y es eso lo que estiman sobre todas las cosas"[5].

Nuestra triada cobra dentro del contexto de la guerra santa, todo su sentido, como una expresión de la decisión, de la voluntariedad, de la libérrima decisión, de entregarse radicalmente, enteramente, al combate de Cristo. Lo hace en el lenguaje de una tradición del Antiguo Testamento, que Pablo asumió en el Nuevo.

 

Recapitulando

 

Dentro de la triada, el voto de castidad y el carisma de castidad, tienen un lugar particular, se trata de  un don carismático de Dios "raro y milagroso", como decía Lutero, porque reviste categoría de signo, no sólo visible, como son también ‑no los minimicemos‑ los de pobreza y castidad, sino particularmente llamativo.

 

El término "consejos" nos hace pensar en los "mishpatim" juicios o consejos de Dios. El término "voto" nos hace mirar a la decisión del hombre que se adhiere al juicio y consejos de Dios, en forma libre y con propósito de permanencia. La triada de los votos expresa pues apropiadamente la "consagración" religiosa, el hecho de abrazar la milicia cristiana en forma particularmente activa y decidida.

 

Por eso, la diferencia entre el cristiano y el religioso, no está solamente en que éste vive casta o celibatariamente, como también vive el sacerdote no religioso en la Iglesia latina. La diferencia está en la triada de los votos, como expresión de la única preocupación de salir victorioso en el combate espiritual y apostólico.  El signo del celibato o castidad es un elemento, un aspecto particular, de una estructura más general de dedicación y renuncia, que concierne por un lado al modo de entregarse al Reino de Dios y por otro expresa una renuncia más general. Una renuncia que concierne a todas las actividades de este mundo y que tiene como finalidad, guardar al hombre y hacerlo interiormente apto, por la ausencia de todo temor y de la intrepidez cristiana, para el combate de Cristo.

 

‑ Consagración

 

La triada expresa algo único: la decisión, la voluntariedad, la adhesión al liderazgo divino. Son tres votos que expresan un voto, es decir: un deseo, una decisión, una promesa, un propósito. Cuyo carácter libérrimo Dios respeta, Cristo respeta, limitándose a invitar: "si quieres . . ."

 

La Regla de la Comunidad de Qumran, como hemos visto, se refiere a los que ingresan como "todos los que son voluntarios por su fidelidad".

 

El Canto de Débora conoce ya, al parecer, y celebra a los que se consagraron a la guerra:

"Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel, para los que voluntariamente os ofrecisteis entre el pueblo" (Jue, 5,9)

 


En I Crón 29, 8‑9 se celebra las ofrendas voluntarias del pueblo:

 

"(En tiempos de David) los que tenían piedras preciosas las entregaron para el tesoro de la Casa del Señor... y el pueblo se alegró por estas ofrendas voluntarias, porque de todo corazón lo habían ofrecido espontáneamente al Señor. Y también el rey David tuvo un gran gozo".

 

En II Crón 17, 16 se nos habla de alguien consagrado a la guerra:

"Josafat . . . tuvo una guarnición de guerreros elegidos en Jerusalén . . . a su lado: Amasias hijo de Zikrí, que se había consagrado espontáneamente al Señor y bajo su mando 200.000 hombres esforzados". Hubo pues al parecer en el Antiguo Testamento, hombres que se consagraban voluntariamente al servicio militar por motivos religiosos.

 

Según lo que venimos diciendo, parece que podríamos establecer el eslabón (que hoy parece, por lo visto, perdido) entre los tres votos y el radicalismo evangélico. A 'vuestro parecer, no es de provecho para la teología de la Vida Religiosa insistir en el "radicalismo evangélico" a costa de los tres votos. Al contrario, los indicios que hemos presentado, tomados de la Escritura, aunque escasos, permiten comprender por qué la Tradición de la Iglesia y el Magisterio se adhieren en bloque a la tradición de los tres votos y la mantienen como una triada inseparable. Lejos de ser superflua, ella es la mejor expresión de lo que teólogos como el P. Tillard quieren reafirmar: la absoluta decisión y radicalidad de la entrega al seguimiento de Cristo.

Sólo que para comprender el sentido de la triada, hay que recolocarla en su contexto propio: la teología de la Guerra Santa, y de su prolongación en el combate y victoria de Cristo y del cristiano.

 

CONCLUSIÓN

 

Hemos tratado de rastrear el sentido de la Vida Religiosa a la luz de las Sagradas Escrituras. Y hemos señalado dentro de ellas un gran tema, un gran capítulo de la Teología del Antiguo y Nuevo Testamento: La Guerra Santa, o Guerra de Yahvéh y su cumplimiento en el Combate de Cristo y de la Iglesia.

 

Ningún tema de teología bíblica, agota por sí solo la plenitud de sentido de las obras de Dios. Tampoco el tema de la Guerra Santa agota el sentido de la Vida Religiosa.

 

En el Nuevo Testamento, todos los temas del Antiguo Testamento confluyen y se combinan, se complementan y se explican mutuamente en Cristo. El es la clave que unifica lo que en el Antiguo Testamento parece aún inconciliable: justicia y misericordia, elección de un Pueblo y voluntad universal de salvación, violencia y mansedumbre, Siervo y Rey.

 

En Cristo, en la Iglesia, en la Vida Religiosa, confluyen y se combinan los temas de la Guerra Santa  y los del culto o servicio divino. Comunión y holocausto. Guerra y Paz. La Palabra de Dios, es a la vez pan y espada. El combate de Cristo es vigilia y oración en el Huerto. La prueba del cristiano, no se resuelve con la espada de Pedro sino en el velad y orad para que no caigáis en el embate de la tentación. La Guerra Santa, es en la Vida Religiosa, combate espiritual y apostólico. Oración y Acción, acción que es oración y oración que es acción. El soldado de Cristo, lo es en la predicación y en la celebración de la Eucaristía, y en la adoración ante  el Santísimo. Todo en El, es culto divino y todo en El es combate.

 

No hemos tocado otros aspectos de la Vida Religiosa que podrían considerarse a la luz de las Escrituras. Por ejemplo el de la Imitación, que también emplea el Concilio (PC. 1; "seguir a Cristo con más libertad e imitarlo más de cerca"). Pero esperamos que este aspecto tradicional, que hoy amenaza ser olvidado, y que hemos tratado de reproponer aquí haya arrojado luz sobre la Vida Religiosa, considerada desde las Sagradas Escrituras.

 



[1] Th. MATURA, Le radicalisme évangélique et Ia vie religieuse en: Nouvelle Rewe Théologique 103 ( 1981 ) 175‑186, en especial pp. 181‑182.

[2] Matura, Art. cit., p. 183‑184.

[3] Matura, Art. cit., p. 184.

[4] Alfred MARX Les Racines du CÚlibat EssÚnien, en: Revue de Qumran 7 (1970) N 27, pp. 323‑342.

[5]  Hemos tomado estos textos de Afraates de: A. GUILLAUMONT, Aux Orígenes du Monachisme Chretien, 1979, p. 52.