"El
país que viene es un misterio"
Todo
periodista bien informado
en la Argentina sabe una cosa:
Se imponga quien se imponga en las elecciones de hoy, habrá un sólo ganador:
la embajada de EE.UU. y su lobby de bancos y empresas que operan en el país.
Sin embargo de "eso no se habla" en la prensa argentina.
Eduardo Van Der Koy,
periodista del diario Clarín, tituló su columna de hoy: el país que
saldrá hoy de las urnas es un misterio.
Este periodista, como la mayoría de los profesionales
exitosos que actúan en los medios masivos, construyen información y
análisis periodísticos a partir de fuentes instaladas dentro del poder
real.
Y
ahí no existe ningún "misterio". Las cosas transcurren
matemática y gradualmente como están planificadas desde la City bancaria y la sucursal
política del imperio. O sea, la embajada de EE:UU., y su Virrey de
turno.
Dentro de las tareas burócraticas que realiza el señor embajador americano en
la Argentina, está la de vigilar y supervisar comicios periódicos que
legitimen gobiernos de turno dóciles a sus intereses, estratégicos y
económicos.
Y
de que la prensa hable de los candidatos sólo a partir de sus discursos,
no de los intereses que van a representar una vez elegidos en las urnas.
El "que se vayan todos" de las movilizaciones durante El
Cacerolazo se construyó sobre la sabiduría popular del "todos son
iguales".
La
gente intuía lo que el periodismo y los medios masivos siempre ocultaron en la
Argentina: que los políticos, del signo que sean, son simples instrumentos formales
de un poder superior.
Lo de quien gane o quien pierda en los comicios de hoy, es apenas un anecdotario
de color.
Quien gane tendrá que hacer lo mismo que hicieron los que lo precedieron.
En primer lugar, olvidarse del marketing electoral de campaña y sintonizar
atentamente las luces verdes y rojas que envía la Embajada por
medio del establishment económico que le dirá al ministro de Economía lo que
hay que hacer.
Todo periodista bien informado sabe que los planes económicos se
seguirán elaborando en las oficinas de ABA (agremiación de los bancos
extranjeros), y desde ahí serán girados al ministerio de Economía para que se
le dé forma y sea presentado a la opinión pública como una idea del
ministro de turno.
Y que el que pierda pasará a la "oposición" y se
atrincherará en el Parlamento, en los municipios o en las gobernaciones, para
sacarle la mayor cantidad de prebendas al gobierno central.
Y
como es de uso, seguirá engordando su fortuna personal con las
coimas permitidas por el establisment y la Embajada, y esperará por otra chance
en la próxima elección.
Gane
Menem, Kirchner, López Murphi, Rodríguez Saa, Carrió, o quien sea, las cosas
seguirán invariablemente el curso de acción señalado.
Caso
contrario, el señor embajador y la oficina local de la CIA se encargarán de
que los medios masivos lo desestabilicen hasta morir.
Esta lógica, tan simple de entender para una persona con sentido común, es la
que ocultan los medios masivos de comunicación quienes presentan cada elección
del imperio como si fuera una gesta popular.
El Virrey
Los periodistas
y los multimedios argentinos consiguieron un milagro: fabricar noticias sin la presencia -o la omnipresencia- de
Estados Unidos y el poder económico por ningún lado. Analizan o
informan sobre economía, política, o procesos electorales como asuntos que nada tienen que ver con decisiones
tomadas en los centros del poder real.
El embajador de Estados Unidos en la Argentina es un ser casi mítico, cuyo nombre -deslizado en suaves cuchicheos al oído- nunca se
pronuncia abiertamente en público salvo cuestiones protocolares o de Estado.
El jefe de la diplomacia estadounidense, es el hombre más
reverenciado y homenajeado por el establishment de poder local, incluído
los periodistas.
Cada 4 de julio,
aniversario de la Independencia Americana, recibe en su residencia de avenida
Libertador a sus más de dos mil invitados quienes hacen fila en las
escaleras para estrechar su mano.
Es un virtual Virrey de la Corona a quien todos quieren cortejar y rendir pleitesía.
No importa el nombre del ocasional ocupante del palacete francés de la
avenida Libertador al 2000, en la Capital Federal. La crema del poder vernáculo -empresarios,
banqueros, políticos, funcionarios, sindicalistas, directivos o dueños
de los más poderosos conglomerados mediáticos- sabe que ese hombre
representa al capitalismo de Wall Street y al poder estratégico de Washington
en la Argentina.
Si viviéramos en el siglo dieciocho, sería el representante
de la Corona Española.
Pero como estamos en el siglo XXI, ese
funcionario, de modales afables y tranquilos, es el representante de la potencia
imperial más poderosa del planeta.
Sus tareas como embajador se
sostienen a partir de dos funciones bien definidas: velar por los intereses
estratégicos de EE.UU.-el dominio imperial- y oficiar de primer lobbista de sus
bancos y corporaciones en el país.
Estar junto a él, estrechar su mano
inmortalizado en una foto equivale al logro del trofeo más valioso para
cualquier amante del poder doméstico. Es un diploma de honor que lo acredita
como integrante del círculo exclusivo del poder imperial en la Argentina.
La relación con el periodismo
La relación de la
Embajada con el periodismo se desarrolla en tres niveles:
A) el contacto personal directo- y a veces amistoso- del embajador, o altos
funcionarios de la Embajada, con los directivos superiores, propietarios, o
periodistas "estrellas" de los más importantes medios de la
Argentina.
B) La red de periodistas
"prestigiosos", con amplia llegada
al público masivo, que mantienen un aceitado contacto -en carácter de
informantes u hombres de consulta- con los más altos niveles de la
representación diplomática estadounidense. Y que, en muchos casos, trabajan como agentes mediáticos
encubiertos de la CIA.
C) la red de periodistas (columnistas, corresponsales, o
cronistas acreditados en organismos oficiales o empresariales clave) quienes se
relacionan indirectamente con los canales secretos de la Embajada a
través de sus "fuentes".
Estas pueden ser un funcionario oficial, un
empresario, un banquero, un político, un sindicalista o un gobernador con
llegada al embajador o a los más encumbrados funcionarios de la delegación
diplomática.
En muchos casos, algunas de estas
"fuentes" del periodista son agentes de la
CIA infiltrados en el Gobierno o en el mundo empresarial. La CIA cuenta con
diversas empresas, fundaciones y organismos sociales y empresariales, que sirven
como pantallas para sus operaciones en el país.
Los altos directivos y propietarios
En el nivel A, los altos directivos o propietarios de consorcios mediáticos
mantienen una relación de "intereses comunes" con la Embajada de
Estados Unidos.
Son como
miembros de la misma familia. Sus integrantes forman parte del
establishment de poder económico, y en muchos casos (el del Grupo Clarín, por
ejemplo) mantienen intereses comerciales diversificados en otros rubros, al
margen del negocio mediático.
La relación personal directa de estos
personajes con el embajador, así como su presencia habitual en las fiestas y
reuniones privadas del palacete imperial, obedece a su total coincidencia
ideológica, económica y política, con los postulados y las estrategias del
capitalismo norteamericano en la Argentina.
En este selecto grupo se anotan
(entre otros de menor relevancia)
Héctor Magnetto (Grupo Clarín), Carlos Avila (Grupo América TV.), Daniel
Hadad (flamante jefe del hólding Canal 9-Radio 10), Julio Ramos (Ambito
Financiero), Manuel Escribano (La Nación).
Estos grupos periodísticos tienen -además-
intereses económicos concretos
con las empresas y bancos representados por la Embajada en el
país. La mayor parte de la "torta" publicitaria que financia la
rentabilidad de esos multimedios, proviene de las corporaciones, los bancos y
las empresas privatizadas ubicadas bajo el paraguas "lobbista" del embajador
de turno
Estos grupos -por
medio de sus hóldings y redes mediáticas- son los fabricantes y
direccionadores de la información que a diario consume la mayoría de la
sociedad argentina.
Son los que -en última instancia- tienen el poder de
decisión sobre las noticias que se instalan masivamente en la opinión pública.
Esos multimedios deciden, en tácita complicidad corporativa, de que se
habla o de
que no se habla en en el país. Son los dueños de los contenidos y de los
ejes de la información del día.
Y, por razones obvias, esa información
-recreada masivamente por sus periodistaas en diarios, radios y
televisión- nunca debe contraponerse a los intereses estratégicos de Estados
Unidos en la Argentina.
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