En
una primera mirada, los caracteres del alfabeto griego que uno pudiera encontrar
en cualquier texto producen una fuerte sensación de extrañeza para quien no
esté familiarizado con el mismo, casi similar a la que produce el árabe. Y
esta extrañeza es, generalmente, la triste causa de que ahí se termine el
contacto con esta lengua.
Pero
una mirada más reposada permite ver que muchos (realmente, muchísimos) de
estos caracteres son idénticos a los de nuestro alfabeto latino (A, B, E, H, I,
K, M, N, O, P, T, Y, X, Z, d, w, n, o, p, t, u, v, k, x, z), y los que no, los
conocemos por las clases escolares de matemática (p,
”pi = 3,14...”,
S, ”sumatoria”, los nombres
de los ángulos a, b, g ;
el
concepto de diferencia: D ”delta”,
las coordenadas geográficas y celestes: f,
l, etc.).
En suma: no es tan extraño.
Afortunadamente,
tampoco hay tantas diferencias fonéticas, al menos con el griego moderno: ellos
tienen un solo sonido que no usamos los hispanoparlantes, la “s” intervocálica
italiana de “cosí”, o, si se prefiere, la “z” inglesa de “zoo” (el
sonido que parece el zumbido de una abeja); en rigor, para los
hispanoamericanos, dos sonidos: porque también tienen lo que se correspondería
con la “z” española y su correspondiente pronunciación ibérica. Pero, de
todos modos, esto no es nada si lo comparamos con las diferencias fonéticas del
castellano con el inglés, el francés, el alemán o el conjunto de todos los
idiomas orientales.
Ya
desvanecido el fantasma de la diferencia, intentaremos, mediante el presente
breve artículo, familiarizar al lector con este alfabeto y facilitarle su
ingreso al idioma griego, o al menos posibilitarle la decodificación de los
textos antiguos y modernos con los que tome contacto.
El
alfabeto griego es de claro origen semítico. En estas lenguas, no había
representación de las vocales. Los griegos lo tomaron específicamente de los
fenicios (aproximadamente en el siglo VIII A. de C.), y le asignaron un valor
vocálico a ciertas letras que no tenían correspondencia fonética con su
lengua: éste fue el genial y práctico invento que luego derivó, también, en
el alfabeto latino de uso hoy universal.
En
un principio había algunas formas alternativas para distintas letras y sonidos,
que diferían según la zona o dialecto griegos. Para la época helenística (es
decir, inmediatamente posterior a la muerte de Alejandro Magno), ya era de uso
único y corriente la forma actual, que se impuso, hegemónica, al mismo tiempo
que los dialectos tendían a unificarse en la lingua franca del imperio
grecorromano denominada koiné (lengua
común), y hablada por los comerciantes y ciudadanos ilustrados durante siglos
en toda la zona de influencia del imperio.
Su
pronunciación fue cambiando naturalmente, como en toda lengua. La Ilíada no se
decía del mismo modo cuando fue compuesta, ni dos siglos después en la época
clásica, ni tres siglos después en la helenística, ni siglos después en la
bizantina, ni hoy en la Grecia moderna (podemos encontrar una imagen muy cercana
en la alteridad que nos provocan los primeros textos que los filólogos
denominan “españoles”, de hace apenas siete siglos, y cuya escritura,
bastante lejana a la actual, sin embargo no da cuenta cabal de la fonética de
entonces: si escucháramos ahora a un juglar recitando el Poema del Mio Cid como
en su momento, no entenderíamos ni jota).
Desde
el Renacimiento, se impuso para la pronunciación del griego antiguo en los ámbitos
académicos occidentales la propuesta del humanista holandés Erasmo de
Rotterdam (1467-1536), la cual, según muchos estudiosos, está bastante cerca
de la pronunciación ateniense del V A. de C., el Siglo de Oro griego, en la época
de Pericles. Pero ésta, tanto antes, como luego, continuó modificándose
naturalmente, hasta llegar a la pronunciación del griego actual.
Uno
de los rasgos más característicos que diferencia a una y otra pronunciación
es el fenómeno llamado “iotacismo” (por la letra “iota”), en el cual
cinco vocales o combinaciones diferentes (i,
h, u, oi, ei),
que tenían cada una un valor fonológico distintivo, pasaron a decirse todas
como la i, es
decir, con el sonido de la “i” española. Asimismo, las tres consontantes
aspiradas (q, f, c), pasaron a ser fricativas
(“z”, “f” y “j” españolas actuales, respectivamente), y se modificó
el sonido de algunas combinaciones de letras. Por otro lado, el acento, que era
en aquella época melódico (es decir, estaba basado más en la altura que en la
intensidad, como en el caso de muchas lenguas orientales actuales), pasó a ser
tónico, como en la mayoría de la lenguas occidentales modernas, y se perdió
la aspiración de ciertas vocales (que los filólogos helenísticos marcaban con
el llamado “espíritu áspero”) y que asemeja a la “h” inglesa (una
especie de “j” muy suave).
Otro
dato de interés es que, originalmente y durante siglos, los textos se escribían
exclusivamente en mayúsculas (no existían las minúsculas), las palabras se
escribían sin espacios entre las mismas, y no había signos de puntuación, ni
acentos, ni espíritus u otras marcas llamadas “diacríticas”. Todos estos
elementos fueron siendo agregados como marcas identificatorias por los filólogos
y copistas de la época helenística y bizantina, a medida que el griego
hablado se iba separando de la escritura del griego clásico documentado en las
grandes obras de la literatura.
De
acuerdo a este criterio, en la siguiente tabla de correspondencias fonéticas
para la pronunciación erasmiana y la moderna, pondremos mayor énfasis en la
segunda: las letras serán nombradas cada una en su versión actual, y
mencionaremos solamente algunas de las marcas diacríticas (sobre todo por
limitaciones técnicas de la mayoría de las computadoras que lean este texto),
dado que, de todos modos, en el griego contemporáneo, solo se ha mantenido el
“acento agudo”, idéntico a nuestro acento tónico occidental.
Hemos
elegido representar en general la sibilante sonora con el símbolo “$”, que
corresponda al sonido de la “z” inglesa de “zoo” o la “s” intervocálica
italiana de “cosí”. Recomendamos, antes de aplicar directamente las
correspondencias, cotejar al final de la lista las combinaciones de letras
(diptongos incluidos), que en muchos casos cambian el valor fonético
originalmente indicado en las columnas.
A a
alfa
A española
ídem
B b
beta
B labial española
V labiodental española
G g
gamma
G
española ga gue etc.
Íd, más suave con E y I
D d
delta
D española
D española interdental
E e
épsilon
E española
ídem
Z z
$íta
Z italiana (DS)
Z
inglesa de “zoo”
H h
íta
E española
I española
Q q
zíta
T aspirada (TH)
Z española (castiza)
I i
ióta
I española
ídem
K k
kappa
K española
ídem
L l
lámbda
L española
ídem
M m
mi
M española
ídem
N n
ni
N española
ídem
X x
xi
X española (CS)
ídem
O o
ómicron
O española
ídem
P p
pi
P española
ídem
R r
ro
R española
ídem (inicial, no tan fuerte)
S s V
sigma
S española
ídem
T t
táu
T española
ídem
U u
ípsilon
Ü
francesa/alemana
I española
F f
fi
P aspirada (PH)
F española
C c
ji
K aspirada (KH)
J española, más suave si E-I
Y y
psi
PS española
ídem
W w
oméga
O española
ídem
AI ai
AI
española
E española
OU ou
U española
ídem
EI ei
EI
española
I española
OI oi
OI
española
I española
AU au
AU
española
AV o AF, según contexto
EU eu
EU
española
EV o EF, según contexto
MP mp
MP
española
B labial española
NT nt
NT
española
D española
TZ tz
TS
española
D$ ó Yé bonaerense
TS ts
TS
española
ídem, ó Ché bonaerense
GG gg
NG
española
ídem
GK gk
NG
española
ídem
GC gc
NJ
española
ídem
En
los diptongos, el acento se coloca en la segunda vocal, pero se pronuncia en la
primera.
Los
acentos y espíritus helenísticos y bizantinos, colocados sobre las minúsculas
o a la izquierda de las mayúsculas, son como siguen:
acento
agudo
/
(más
alto)
acento
grave
\
(no
tan alto)
acento
circunflejo ~
(con ascenso y descenso)
espíritu
suave
)
(sin
valor fonético)
espíritu
áspero
(
(aspiración,
como la “h” inglesa)
diéresis
¨
(como en español, “anula” el diptongo)
Existen
la coma ( , ) y el punto ( . ). Nuestro punto y coma ( ; ) es el equivalente de
nuestro signo de interrogación ( ? ) al final de frase interrogativa. Un punto
en alto representa a nuestros dos puntos ( : ) y a nuestro punto y coma ( ; ),
según el contexto.
Muchos
filólogos usan una forma muy práctica de simbolizar los caracteres griegos y
sus marcas diacríticas con el alfabeto latino y el teclado de la máquina de
escribir o computadora, llamada betacode.
Para fonts de griego clásico:
http://www.sabuco.com/griego/fuentes%20informaci%C3%B3n.htm