Publicado en el n° 2 de la revista “Istmo” de la Unión Helénica Peloponense en mayo de 2002, el texto corresponde a las palabras de agradecimiento que Jorge Luis Borges pronunció en la ceremonia llevada a cabo el 12 de mayo de 1984 en la ciudad de Rethymno, en la que la Escuela de Filosofía de la Universidad de Creta le otorgó el doctorado Honoris Causa.
“Me
avergüenza no saber griego y verme forzado a agradecerles en inglés.
Como
poeta no puedo más que utilizar metáforas, y en esta ocasión utilizaré dos.
La primera es aquella del retorno a la patria, el retorno de Ulises. Ulises tardó
diez años para retornar a Itaca. Yo diría que regreso a Creta, que regreso a
Grecia, veinticinco siglos después de que todo comenzara aquí mismo; aquí
donde comenzó la reflexión, la dialéctica, la poesía, la filosofía, todo. Y
regreso después de tantos siglos para agradecerles.
Esa
es la primera metáfora. Pero hay una más, aún más extraña, y no queda más
que elegir entre una de ambas. La segunda metáfora es el sentimiento de haber
estado siempre aquí. Recuerdo haberle preguntado a mi padre el significado de
las palabras Magna Grecia. Él respondió que eran el sur de Italia y Sicilia, y
luego hablando solo continuó: “Acaso la Magna Grecia sea el mundo entero”.
Mis
primeras lecturas fueron, recuerdo, las fábulas de los hermanos Grimm, las Mil
y una noches, Alicia de Lewis Caroll y, por supuesto, la mitología griega.
De
mi padre aprendí filosofía, comenzando por la célebre carrera entre Aquiles y
la tortuga, de Zeón de Elea. Me impresionó profundamente esa paradoja, me
parecía una especia de pesadilla: que la carrera continuara, que Aquiles no
pudiera alcanzar a la tortuga, que la tortuga estuviera siempre delante de
Aquiles y que todo continuara eternamente.
De
la mitología griega me impresionaron los doce trabajos de Hércules, la
expedición de los argonautas y, por supuesto, el mito del laberinto.
Pasé
mi vida leyendo y escribiendo, y esas dos cosas me hicieron feliz. El mito del
laberinto me interesó siempre. Sin embargo el laberinto no me produce sólo
temor sino también una suerte de esperanza. Porque si el mundo es caos, estamos
perdidos. Pero si es un laberinto, entonces queda alguna esperanza; existe un
propósito: un plan secreto dentro de este caos aparente.
Pasé
mi vida leyendo y escribiendo poesía; y toda la poesía proviene, como sabemos,
al menos en Occidente, de Grecia. Y Grecia nos dio también la filosofía. Y al
decir filosofía digo no sólo las respuestas sino también los enigmas y los
cuestionamientos: enigmas y cuestionamientos que ocuparon a los presocráticos y
a Platón.
Y
ahora pueden elegir. Pueden considerarme un griego exiliado en América del Sur,
que regresa a su patria; o decir que siempre estuve en Grecia -quiero decir,
espiritualmente, no corporalmente.
Ya
pueden escoger. Pero lo que quiero que comprendan -y sé que lo entienden, o más
bien sienten (uno siente más que comprende)- es que me siento feliz aquí, muy
dichoso de estar en Grecia, y que estaré aquí por siempre, aún cuando mi
cuerpo esté ausente.”