JOSEPH RATZINGER: ¿QUIÉN ES?
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EL FIDEISMO DEL CARDENAL RATZINGER*

Introducción
SanPío X da en el clavo
Elretorno del paganismo o New Age
Enel banquillo de los acusados: ¡la "teología clásica"!
Ycomo fundamento de la "teología contemporánea", la "exégesismoderna"
El"cometido" de la Autoridad
TambiénPío XII tenía razón
Contrael agnosticismo... más agnosticismo
Del agnosticismo al latitudinarismo: "formas sucedáneas" de fe

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    Introducción

       El Osservatore Romano del 1 de noviembre de 1996 (ed. esp., págs. 4-6) publicó la conferencia que el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pronunció ante los presidentes de las comisiones episcopales de América Latina [sic] para la doctrina de la fe (Guadalajara, Méjico, mayo de 1996). Título de la conferencia: Situación actual de la fe y la teología.

       Salta a la vista sin esfuerzo que el Prefecto de la Congregación para la Fe tiene un concepto muy lato de "teología" y de "fe". Tan lato como para incluir en él de todo: errores, herejías, apostasías verdaderas y propias. Sigámoslo punto por punto, al menos en los pasajes más importantes. 

    San Pío X da en el clavo

       En la primera parte de su conferencia habla el Card. Ratzinger de la "teología de la liberación",del "relativismo en teología" (cuyos exponentes punteros son el "presbiteriano americano J. Hick" y "el antes sacerdote católico P. Knitter") y de la "New Age".

       El cardenal Prefecto, como ocurre a menudo, hace gala de buena capacidad de síntesis y, en cierta medida, hasta de crítica. Así, por ejemplo, escribe que en la "teología de la liberación", que considera extinguida, "la redención se convertía en un proceso político [y por ende, temporal y terreno, agregamos nosotros],  para el que la filosofía marxista proporcionaba las orientaciones esenciales".

       Del "relativismo teológico" nos dice que su "punto de partida filosófico se encuentra en la distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno: nosotros nunca podemos captar la verdad última en sí misma, sino sólo su apariencia en nuestro modo de percibir a través de diferentes lentes". Por tanto, "la identificación de una forma histórica única, Jesús de Nazaret, con lo 'real' mismo, el Dios vivo, es relegada ahora como una recaída en el mito. Jesús es conscientemente relativizado como un genio religioso entre otros. Lo Absoluto o el Absolutomismo no puede darse en la historia, sino sólo modelos, formas ideales que nos recuerdan lo que en la historia nunca se puede captar como tal. De este modo, conceptos como Iglesia, dogma, sacramentos, deben perder su carácter incondicionado".

       Tocante al "primado dela ortopraxis respecto a la ortodoxia" del P. Knitter, "antes sacerdote católico", escribe el Card. Ratzinger que "este poner la praxis por encima del conocer (...) proviene lógicamente de la renuncia a la metafísica: cuando el conocer es imposible [dicho con más exactitud: si tal se le considera, erróneamente],  sólo queda la acción (...) no se puede conocer lo absoluto, pero sí hacerlo". Sigue la crítica del Card. Ratzinger: "la cuestión, sin embargo, es: ¿es verdadera esta afirmación? ¿Dónde encuentro la acción justa, si no puedo conocer en absoluto lo justo?(...) La mera praxis no es luz (...) Knitter (...) afirma que el criterio para diferenciar la ortopraxis de la pseudopraxis es la libertad. Pero todavía tiene que explicarnos de una manera convincente y práctica qué es la libertad, y qué sirve a la verdadera liberación del hombre".

       Conclusión: "el relativismo de Hick, Knitter y teorías afines se basa, a fin de cuentas, en un racionalismo que declara a la razón (en el sentidokantiano) incapaz del conocimiento metafísico". Y así, el Card. Ratzinger llega a indicar como fundamento de tales aberraciones,a las que más adelante gratificará con el título de "teología contemporánea", aquella mala raíz de todo el modernismo otrora desvelada por San Pío X en la encíclica Pascendi (1907): el racionalismo agnóstico e inmanentista de Kant, "el filósofo del protestantismo" (Paulsen).  (1907): el racionalismo agnóstico e inmanentista de Kant, "el filósofo del protestantismo" (Paulsen). 

    El retorno del paganismo o New Age

       El Card. Ratzinger explica también a la perfección el neopaganismo de la New Age, que "quiere ofrecer un modelo totalmente antirracionalista de religión, una moderna 'mística' en la que lo absoluto no se puede creer, sino experimentar. Dios no es una persona (...) sino la energía espiritual que invade el Todo (...) La redención está en el desenfreno del yo (...) en el retorno al Todo (...) Los dioses retornan. Ellos aparecen más creíbles que Dios. Hay que renovar los ritos primitivos [precristianos] en los que el yo se inicia en el misterio del Todo y se libera de sí mismo".El New Age dice, en una palabra: "abandonemos la aventura del Cristianismo, que ha fracasado, y, en cambio, volvamos a los dioses".Más adelante señalará el Card. Ratzinger el influjo de la New Age en algunas "liturgias" católicas: "hoy se siente el cansancio de la pura liturgia hablada [pero ¿es que acaso se reduce a palabras la liturgia católica?]  y se desea una liturgia vivencial que no tarda en acercarse a las tendencias del NewAge: se busca lo embriagador y extático".

       Acabado su examen, pasa el Card. Ratzinger a hablar de las "tareas de la teología".Y aquí comienzan las "notas discordantes". 

    En el banquillo de los acusados: ¡la "teología clásica"!

       ¿Qué esperaría el sensus fidei, o incluso el simple sentido común, del cardenal Prefecto de la Congregación asignada a la doctrina y a la tutela de la Fe? Esperaría que tratase a todas estas pseudoteologías como se merecen.

       En efecto: la teología es "la ciencia que, a la luz de la razón y de la divina revelación, trata de Dios, y de las criaturas en relación con Dios"; de ahí que "incluya la Revelación, por parte de Dios, y por parte del hombre, la fe (...) Como tal, se distingue de la 'teodicea' [o teología natural], ciencia puramente racional de Dios. Parte la teología de principios fundamentales que toma, sin discutir, de las fuentes de la Revelación" (Parente-Piolanti-Garofalo, Dizionariodi Teologia dogmatica).

       De ahí que no sea posible considerar como "teologías", sino que han de ser condenadas como apostasías, los desvaríos heréticos de tales sedicentes "teólogos", en quienes falta a todas luces el requisito de la fe, y que en vez de tomar "sin discutir" sus principios fundamentales de la Revelación, impugnan el hecho mismo de la divina Revelación, negando la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, coherentemente, todos los dogmas de la Fe católica. Pero así es: parece que para el Card. Ratzinger es "teología" cualquier parlamento acerca de Dios, aunque sea iniciado y desarrollado sin fe y contra la fe.

       Por lo demás, el cardenal Prefecto de la Congregación para la Fe, en lugar de incoar un proceso a estas falsas "teologías", sienta en el banquillo de los acusados a la teología católica. En efecto, se hace la siguiente pregunta:"¿por qué se ha mostrado tan indefensa [sic] la teología clásica [sic] ante estos acontecimientos?¿Dónde se encuentran los puntos débiles que la han vuelto ineficaz?". Nótese: "teología clásica", no teología católica, evitando hasta en los términos la discriminación entre verdadera teología y falsas teologías.¿Y por qué "se ha mostrado", al parecer, "tan indefensa la teología clásica ante estos acontecimientos"? ¿Acaso no fue repudiada pura y simplemente, junto con la filosofía "clásica", por los "nuevos teólogos" artífices del Vaticano II? ¿O es que tal vez dichos "acontecimientos" (que, a fin de cuentas, no son más que herejías que se presentaron antes, en otras ocasiones, en la historia de la Iglesia) no están refutados por la "teología clásica"? ¿O tal vez debemos pensar que el Card. Ratzinger no está suficientemente familiarizado con la teología católica?

       Por lo que toca a la "ineficacia"de la "teología clásica", fuerza es decir que la teología, de suyo, sólo puede tener eficacia en el ámbito teórico; la eficacia práctica no depende de la especulación teológica, sino de la sinceridad de los que yerran, de la intervención tempestiva y eficaz de la Autoridad (en particular, del dicasterio encargado de la tutela de la Fe, presidido por el Card. Ratzinger, después del Papa).Santo Tomás, al comentar el precepto dado por San Pablo a Timoteo("que requieras a algunos que no enseñen doctrinas heterodoxas",I Tim. 1, 3), recuerda que el deber de la Autoridad es doble: 1) "ponerfreno a quien enseña lo falso"; 2) "impedir que el pueblo dé oídos a quien enseña lo falso". Atribuir a la "teología clásica" la ineficacia de la Autoridad dimisionaria (o algo peor) significa, por parte del cardenal Prefecto dela Congregación para la Fe, imputar indebidamente a la teología católica la responsabilidad que le incumbe a su propio dicasterio en el triunfo de la herejía en el mundo católico. 

    Y como fundamento de la "teología contemporánea", la "exégesis moderna"

       En su intento de hallar una respuesta a su pregunta: "¿por qué se ha mostrado tan indefensa la teología clásica [sic] ante estos acontecimientos?¿Dónde se encuentran los puntos débiles que la han vuelto ineficaz?", el Card. Ratzinger fija su atención en la exégesis y, nuevamente, en la filosofía kantiana. Hick (pero¿qué tiene que ver un "presbiteriano" con la teología católica?) y Knitter (¿y qué tiene que ver con la teología católica un cura secularizado?) "se remiten, para justificar su labor destructiva [sic] de la cristología, a la exégesis: dicen que la exégesis ha probado que Jesús no se consideraba en absoluto hijo de Dios, Dios encarnado, sino que él habría sido hecho tal después, de un modo gradual, por obra de sus discípulos [tesis que los modernistas tomaron y siguen tomando en préstamo a sus "hermanos separados" racionalistas]. Ambos (...) se remiten, además, a la evidencia filosófica. Hicknos asegura que Kant ha probado irrefutablemente que lo absoluto o el Absoluto [porque Dios, para algunos de estos herejes, ni siquiera es una persona] no puede ser reconocido en la historia ni aparecer en ella como tal".

       De lo cual se desprende que como fundamento de la "teología contemporánea", o sea, del modernismo redivivo, se encuentra la exégesis, o diríamos mejor, una supuesta exégesis que también arranca del racionalismo agnóstico de Kant, al cual los "teólogos contemporáneos "han transferido el carisma de infalibilidad que niegan a la Iglesia. Tampoco hay aquí nada nuevo: como fundamento del modernismo figuró la "exégesis" de Loisy, vaciada en los moldes de la exégesis protestante-racionalista, y como fundamento del neomodernismo figura hoy la "nueva exégesis", que sigue siendo de cuño protestante-racionalista, y es por esto por lo que nuestro periódico dedica tanto espacio al problema de la exégesis.

       El Card. Ratzinger extrae la siguiente conclusión de su explicación: "las preguntas por la exégesis y por los límites y posibilidad de nuestra razón, es decir, por las premisas filosóficas de la fe, me parece que indican de hecho el punto crucial de la crisis de la teología contemporánea [sic], por el que la fe (y, cada vez más, también la fe de los sencillos) entra en crisis".

       Así pues, "teología de la liberación", "relativismo en teología" con su "destrucción de la cristología", New Age, etc., son para el Card. Prefecto de la Fe, no herejías y apostasías, sino... la "teología contemporánea", distinta de la "teología clásica", no incompatible con ella, como si se tratara de una variante normal de la única teología.

       Luego veremos cómo afronta el Card. Ratzinger "las preguntas por la exégesis y por los límites y posibilidad de nuestra razón", que constituyen el fundamento de la actual crisis de fe. Ahora nos urge señalar que el Card. Ratzinger se muestra consciente de que la "teología contemporánea", sin fe o en crisis de fe, no sólo obra la "destrucción de la cristología", sino que está demoliendo (son sus propias palabras) "cada vez más, también la fe de los sencillos". ¿Y cuál considera él que constituye su deber en tanto que Prefecto de la Congregación para la Fe? 

    El "cometido" de la Autoridad

       "Querría ahora tan sólo bosquejar la tarea que se nos presenta", dice el Card. Ratzinger, refiriéndose con ese "nos", como parece lógico, a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a los presidentes de la Comisión para la Doctrina de la Fe de las Conferencias Episcopales, a los cuales va dirigida su conferencia.

       Y aquí el Card. Ratzingerse sume en reflexiones teóricas sobre la "exégesis moderna". Comienza por decir que, para sostener que "la exégesis ha probado que Jesús no se consideraba en absoluto hijo de Dios, Dios encarnado, sino que él habría sido hecho tal después, de un modo gradual, por obra de sus discípulos", Hick y Knitter "no pueden indudablemente apoyarse [¡menos mal!] en la exégesis en general, como si se tratase de un resultado indiscutible y compartido por todos los exégetas (...) Es cierto que un recorrido global a través de la exégesis moderna [sic] puede dejar una impresión que se acerca a la de Hick y Knitter". Conque también aquí, para el Card. Ratzinger, existe una "exégesis moderna" distinta, sí, de la "exégesis en general", pero no incompatible con ella (suponemos, y así lo esperamos, que ésta última engloba también a la verdadera exégesis: la exégesis católica). Dicha "exégesis moderna", que niega radicalmente la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, ha enterrado claramente a la exégesis católica. Pero esto no le parece un problema al Card. Ratzinger, que se pone a buscar el fundamento de la susodicha "exégesis moderna", para la cual, como para la vieja exégesis modernista, Jesús no es Dios ni nunca afirmó que lo fuese (cfr. San Pío X, Pascendi).

       "Mi tesis -dice- es la siguiente: el hecho de que muchos exégetas piensen como Hicky Knitter, y reconstruyan como ellos la historia de Jesús [es decir, negando su divinidad], se debe a que comparten su misma filosofía. No es la exégesis la que prueba la filosofía [¿?], sino la filosofía la que engendra la exégesis". ¡Acaba de descubrir el Mediterráneo! Pero ¿es que hay alguien que no sepa que fue el racionalismo, negador de lo sobrenatural, el que produjo los delirios de los sistemas protestantes (Formgeschichte, Redaktiongeschichte, etc.), que presumen de "exégesis"? ¿Y quién ignora que la "exégesis moderna", copia católica de la "exégesis" protestante-racionalista, comparte su presupuesto filosófico: el racionalismo negador de lo sobrenatural? Siempre se ha sabido. Con la salvedad de que, hasta el Vaticano II, Roma no reconocía dignidad alguna de "exégesis" a los delirios del racionalismo protestante, y contra ellos no exponía "tesis", sino que fulminaba condenas inequívocas. Así, León XIII definió a los racionalistas como "hijos y herederos" de la "reforma" luterana, quienes "rechazaron absolutamente incluso aquellos restos de la fe que habían recibido de sus padres"; alertó sobre todo a los Obispos, recordando que tales cosas "deben excitar e inflamar su común solicitud pastoral, de tal modo que a esta nueva 'ciencia de falso nombre' (I Tim. 6, 20) se oponga la antigua y verdadera que la Iglesia recibió de Cristo por medio de sus Apóstoles" (León XIII, encíclica Providentissimus Deus, 18 de noviembre de 1893). Hoy, en cambio, la "solicitud pastoral", muerta a manos de la "pastoral" del Vaticano II, no se excita y no se inflama ya, ni siquiera ante el escándalo de los "sencillos". El mismo Prefecto de la Congregación para la Fe parece que lo único que tiene que oponer a la "exégesis moderna" son sus tesis doctorales. Peor todavía: declara paladinamente que, puesto que "la fundamentación mediante la teoría del conocimiento kantiana" goza de sufragios "como acceso hermenéutico incuestionable a la crítica", "la autoridad de la Iglesia no puede imponer sin más que se deba encontrar en la Sagrada Escritura una cristología de la filiación divina". ¡Pues claro que no! Son los herejes los que dictan la ley a la Iglesia, no la Iglesia a los herejes, y contra ellos la Iglesia, según parece, no puede hacer hoy lo que siempre ha hecho por derecho divino desde su origen, imponiendo la "regla de la fe" y excomulgando a quien la niega pertinazmente: "dobleguemos todo intelecto a la obediencia de Cristo y estemos prestos a castigar toda desobediencia" (San Pablo, II Cor. 10, 5-6; cfr. ivi 13, 2 y ss.; I Cor.4, 18-21; I Cor. 5, 1-5; I Tim. 1, 20; Hech. 5, 1-10).¿De qué "Iglesia" habla el Card. Ratzinger? No ciertamente de la Iglesia Católica, sino de la "Iglesia conciliar", que ha adoptado la errónea concepción de la autoridad propia del liberalismo, condenada del siguiente tenor por León XIII: "otros admiten la existencia de la Iglesia (...) pero le niegan la naturaleza y los derechos propios de una sociedad perfecta, y afirman que la Iglesia carece del poder legislativo, judicial y coactivo y que sólo le corresponde la función exhortativa, persuasiva y rectora respecto de los que espontánea y voluntariamente se le sujetan" (Libertas Praestantissimum n. 28; Doctrina Pontificia. Documentos políticos, BAC 174,Madrid 1958) (sobre la "desistencia" de la autoridad a partir del Concilio, vid. Romano Amerio, Iota Unum, Salamanca 1995, págs. 110-123).

       En efecto: según el Card. Ratzinger, la autoridad eclesiástica, si bien "no puede imponer sin más que se deba encontrar en la sagrada Escritura una cristología de la filiación divina", no obstante "sí que puede y debe invitar [¡eso es todo! ¡in camera caritatis!] aexaminar críticamente la filosofía del propio método". Se ve a las claras que el Card. Prefecto de la Congregación para la Fe no cree que Nuestro Señor Jesucristo instituyera en su Iglesia un verdadero poder de gobierno, sino que estima, a despecho de las Sagradas Escrituras y de la Tradición de la Iglesia, que Él instituyó tan sólo un cargo de exhortación fraterna. El doble cometido de la autoridad de "poner freno a quien enseña lo falso" y de "impedir que el pueblo dé oídos a quien enseña lo falso", "se inmola hoy ante el principio de la libertad", escribió egregiamente Romano Amerio (op. cit., pág.373). 

    También Pío XII tenía razón

       "El problema de la exégesis -concluye el Card. Ratzinger- se encuentra ligado, como vimos, al problema de la filosofía. La indigencia de la filosofía, la indigencia a la que la paralizada razón positivista se ha conducido a sí misma, se ha convertido en indigencia de nuestra [¿?]  fe". Más vale tarde que nunca. El Card. Ratzinger comienza a entrever no sólo lo que San Pío X indicó con claridad en la Pascendi, y León XIII en la Providentissimus Deus, sino también lo que Pío XII denunció con igual claridad en la Humani Generis, cuando reprobó la pretensión de que "satisfaciendo a las exigencias actuales pueda expresarse también el dogma por las nociones de la filosofía moderna, ya del inmanentismo, ya del idealismo, ya del existencialismo, ya de cualquier otro sistema" (Denz.582310).

       En rigor, la teología (y dígase otro tanto de la exégesis, que aplica normas precisas de orden racional y de orden teológico, la denominada "hermenéutica") no necesita de ningún "sistema" filosófico; necesita de la fe y de la recta razón, y si la Iglesia está acorde con la "filosofía perenne" y ha adoptado sus términos para la formación de su doctrina, es porque dicha filosofía es expresión de la sana razón y de "un verdadero conocimiento de lo creado" (Pío XII, Humani Generis), y sus términos son "nociones humanas estables" (R. Garrigou-Lagrange, O.P., La nouvelle théologie, où va-t-elle?). La pretensión de fundamentar la Verdad revelada en una filosofía enferma y malsana, que vaga lejos de la  recta razón y del buen sentido común, cual es el Kantismo, no puede sino concluir en el naufragio de la fe (personal, y no objetiva, como parece entender el Card. Ratzinger, aunque en el naufragio se arrastre a muchas almas). Para salvarse de tal desastre habría bastado la humilde obediencia al Magisterio de los Romanos Pontífices: "te doy gracias, oh Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los inteligentes según el mundo, y las has revelado a los humildes"(cfr. Lc. 10, 21). 

    Contra el agnosticismo... más agnosticismo

       Una vez acabado su diagnóstico,¿qué remedio propone el Card. Ratzinger para curar a la exégesisy a la teología? ¿Acaso el retorno a la "filosofía perennemente válida"? ¿Al sano realismo cristiano?. Ni pensarlo. Si bien el diagnóstico del Card. Ratzinger coincide con el de San Pío X y Pío XII, no así la terapia. SanPío X y Pío XII (por no hablar de los otros Romanos Pontífices) oponen a la falsa filosofía moderna la filosofía perenne y, ante todo, el tomismo, que "se fundamenta sobre la capacidad de la razón humana y rechaza todo escepticismo, total o parcial" (Romano Amerio, op. cit., pág. 367). El Card. Ratzinger, en cambio, alude a la necesidad de un "nuevo diálogo (...) entre fe y filosofía" para liberar la razón; pero, precisamente porque quiere que sea "nuevo", se apresura a cerrar el paso a cualquier tentativa de "restaurar" la "filosofía perenne": "soy de la opinión -afirma- de que ha naufragado ese racionalismo [el sano, que no contrasta con la fe, sino que la sirve] neo-escolástico [y, por ende y con mayor motivo aún, la escolástica] que, con una razón totalmente independiente de la fe, intentaba reconstruir con una pura certeza racional los praeambula fidei". No sólo eso, sino que "no pueden acabar de otro modo las tentativas que pretenden lo mismo",nos asegura el Card. Ratzinger. Lo que significa, en otras palabras, que para el Card. Ratzinger es imposible demostrar con argumentos de pura razón los dos hechos sobre los que se funda el Cristianismo: 1) que Dios existe;2) que Dios ha hablado verdaderamente. Pero, preguntamos, ¿por qué es inalcanzable, a lo que parece, la "pura certeza racional" de los praeambula fidei? ¿No equivale esto a afirmar que el conocimiento metafísico es imposible? ¿Y no es éste precisamente el postulado kantiano que el Card. Ratzinger ha criticado hasta ahora? Y así, el Card. Prefecto de la Congregación para la Fe no sólo opone agnosticismo a agnosticismo, sino que declara errada a toda la Iglesia, que por el contrario ha enseñado y defendido durante dos mil años la posibilidad de justificar racionalmente el acto de fe, comenzando por su divino Fundador, que apela a la razón (Jn. 10, 37-38: "si no queréis creerme a Mí, creed a mis obras"), siguiendo por los Apóstoles (cfr. I Pedr.3, 15; Rom. 12, 1, etc.), los Apologistas, que defendieron la credibilidad del Cristianismo con argumentos de pura razón, y los Padres de la Iglesia (San Agustín: ratio antecedit fidem, "la razón precede a la fe"), hasta llegar al dogmático Vaticano I ("la recta razón demuestra los fundamentos de la fe", Denz.581799) y Pío XII, quien en vísperas, por decirlo así, del Vaticano II, contra los neomodernistas que "atacan el carácter racional de la 'credibilidad' de la fe cristiana" (Humani Generis, Denz.58 2319), ratifica que "se puede probar con certeza el origen divino de la religión cristiana con sola la luz natural de la razón" (ivi); de ahí que para un católico sea de fe que la credibilidad de la Revelación se prueba con argumentos de pura razón. Además, si la Iglesia se ha equivocado durante dos mil años tocante a la justificación racional del acto de fe, si la vía de los praeambula fidei está destinada al fracaso, no queda sino continuar en esa "vía del escepticismo, de la fantasía y de la herejía" que retorna fatalmente al modernismo (Garrigou-Lagrange, O.P. art. cit.), del que escribe San Pío X que "sentados estos principios [los del agnosticismo kantiano] cualquiera puede ver fácilmente qué queda dela teología natural, qué de los motivos de credibilidad, qué de la revelación externa. Y es que todo eso lo suprimen los modernistas" (Pascendi, Denz.58 2072). En efecto, el Card. Ratzinger, aunque parece distanciarse un tanto de los "principios" del modernismo, es decir, del agnosticismo kantiano, continúa sin embargo compartiendo las consecuencias que, coherentemente, extrajeron y siguen extrayendo los modernistas, a cuya semejanza suprime los praeambula fidei: teología natural y motivos de credibilidad. Extrañamente, el Card. Ratzinger acepta el principio de que "la fe libera y protege a la razón de los errores" (Vaticano I, D.B. 1799), pero no acepta el principio igualmente sancionado por el Vaticano I, de que "la recta razón demuestra los fundamentos de la fe" (ivi); por lo cual la fe, para él, carece de fundamentos racionales. Pero, entonces, nos preguntamos, ¿cómo puede dejarse "curar" la razón por una "fe" que no tiene argumentos para justificarse ante aquélla? 

    Del agnosticismo al latitudinarismo: "formas sucedáneas" de fe

       A lo largo de esta vía del agnosticismo continúa el Card. Ratzinger sin titubeos, hasta el término de su conferencia, y extrae de ella la totalidad de sus conclusiones más ruinosas.

       "Si consideramos la presente situación cultural [N. de la R.: la edición italiana del Osservatore Romano dice 'situación religiosa'; nosotros nos guiamos por la edición española, ignorando a qué circunstancia atribuir esta llamativa diferencia], acerca de la cual he intentado dar algunas indicaciones, nos debe francamente parecer un milagro que, a pesar de todo, todavía haya fe cristiana. Y no sólo en las formas sucedáneas [¡sic!] de Hick, Knitter y otros; sino la fe completa y serena del Nuevo Testamento, de la Iglesia de todos los tiempos".

       Así, pues, "Hick, Knitter y otros", que niegan la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia, los Sacramentos y, en sustancia, todo el Cristianismo, para el Card. Ratzinger " a pesar de todo" continúan teniendo fe cristiana, ¡aunque en "formas sucedáneas"! Habría que preguntarse qué quiere decir "tener fe cristiana" para el Card. Prefecto de la Congregación para la Fe. Además, esa "fe completa y serena" de la "Iglesia de todos los tiempos", que parece diferir de las apostasías actuales tan sólo en completitud y tono, una vez eliminados los praeambula fidei carece de títulos de credibilidad que puedan ser reivindicados ante la razón respecto de las mentadas "formas sucedáneas". El Card. Ratzinger se pregunta, en efecto: "¿por qué tiene la fe [la de "todos los tiempos", así como sus "formas sucedáneas"], en suma, todavía una oportunidad?". Respuesta: "yo diría lo siguiente: porque está de acuerdo con lo que el hombre es (...) En el hombre anida un anhelo inextinguible hacia lo infinito. Ninguna de las respuestas intentadas es suficiente [pero esto ¿hay que creerlo bajo palabra o hay que conocer por experiencia todas las religiones?] ;sólo el Dios [pero que, en opinión del Card. Ratzinger, la razón no puede demostrar que es verdaderamente tal] que se hizo él mismo finito para abrir nuestra finitud y conducirnos a la amplitud de su infinitud [¿no para redimirnos del pecado?] responde ala pregunta de nuestro ser".

       Así pues, lo que al parecer explica la "oportunidad" (la "vitalidad", decían los modernistas) de la "fe" ("de todos los tiempos" o en sus "formas sucedáneas", poco importa), no son motivos de orden histórico y racional, ni, por ende, la verdad del Cristianismo, sino tan sólo la apreciación subjetiva que nos lleva a constatar que satisface las profundas exigencias de nuestra naturaleza. No obstante, no es esa la doctrina católica; ésa es la apologética modernista (cfr. San Pío X, Pascendi), fundada en la aseverada imposibilidad del conocimiento metafísico (o agnosticismo o escepticismo), que el Card. Ratzinger parecería querer abandonar en la primera parte de su conferencia.

       Se hace así patente por qué el Card. Ratzinger tiene un concepto tan lato de "teología" y de "fe" como para englobar de todo en él: teología y herejías, fe y apostasía. En el sendero que continúa frecuentando, el de la negación de la capacidad cognoscitiva de la razón, le falta el "instrumento para discernir la fe de lo que no lo es" (Romano Amerio, op. cit., pág. 242), y consecuentemente para discriminar la teología de la no-teología, la verdad de la herejía: "todas las teologías resultan anuladas por equivalencia, y el nudo de la religión sigue siendo (según el principio modernista) el sentimiento, lo vivido" (ivi,pág. 370).

       No vemos cómo puede sustraerse al anatema del Vaticano I dicha posición del cardenal Prefecto de la Fe: "si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por signos externos y que, por lo tanto, deben los hombres moverse a la fe por sola la experiencia interna de cada uno y por la inspiración privada, sea anatema" (Denz.581812).

    Romualdus

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    * Tomado de SíSí NoNo