EL CARDENAL RATZINGER:
¿GUARDIÁN DE QUÉ FE?
(Cont.)
Examen del segundo argumento del Cardenal
Respecto al segundo argumento (la fe de la iglesia asiria), tampoco vale nada: esta iglesia no
es más ortodoxa que aquella ya que adhiere al nestorianismo. A título de ejemplo de la
heterodoxia de esta iglesia, el Profesor Barth señala que ya no tiene el sacramento de la penitencia y
que en lugar del sacramento de la extremaunción, se administra al enfermo un cocktail
compuesto de aceite, agua y polvo extraído de la tumba de Santos. Además, en el caso de la eucaristía,
los asirios cismáticos creen que el pan y el vino permanecen después de la consagración, aun
cuando admitan cierta presencia real (algo parecido a la concepción de Lutero).
El documento de Roma pretende que a pesar de todo eso esta iglesia ha conservado…
“la plenitud de la fe católica”.
Sin embargo, según la doctrina católica, cuando se niega un dogma de la Iglesia (y los
nestorianos no aceptan que Nuestro Señor Jesucristo es una única persona), se pierde la fe. No se
puede conservar “la plenitud de la fe eucarística” si no se tiene la fe
católica. Señalemos que los dos primeros argumentos a favor de la validez de esta anáfora (la antigüedad de la anáfora y la fe
que conserva la iglesia asiria) no explican cómo puede ser válida sin las palabras de la
consagración. Se trata de "argumentos de autoridad” que se remiten especialmente a la autoridad de “Unitatis redintegratio”, documento del Vaticano II sobre el ecumenismo. Ahora bien, precisamente
éste es uno de los textos más controvertibles del Concilio ya que afirma este grave error:
"El Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas (de las iglesias no católicas y de las
comunidades separadas) como medios de salvación”.
No hay que sorprenderse que fundándose en un texto tan poco católico se arribe a una
conclusión falsa.
Examen del tercer argumento del Cardenal
En lo que hace al tercer argumento, según el cual las palabras de la consagración están de
hecho presentes “no bajo la forma de una narración coherente y literal sino de modo eucológico y
diseminadas”, tampoco vale más que los dos precedentes.
“Si se examina la anáfora de Addai y Mari, en vano se buscarán las palabras de la consagración.
(…) Incluso fuera de la anáfora, es decir en el conjunto del texto de la liturgia asiria, no hay modo de
llenar esta laguna”.
En un artículo intitulado “Reflexión sobre la admisión a la eucaristía entre la iglesia caldea y
la iglesia asiria de Oriente”, cuyo objeto es “aclarar el contexto, el contenido y la aplicación
práctica de estas disposiciones”, “L’Osservatore Romano” (edición francesa) del 27 de noviembre de
2001 presenta las plegarias en las cuales, según la Congregación para la Doctrina de la Fe,
estarrían “presentes de hecho”, aunque “diseminadas”, las “palabras de la institución de la eucaristía”,
de modo que constituyen una “casi-narración (sic) de la institución eucarística”.
Son las siguientes:
“1) Oh Señor, por tus innumerables e inenarrables misericordias, acuérdate en tu bondad de todos
los padres justos y rectos que obraron bien en tu presencia, en la memoria del cuerpo y de la sangre
de tu Hijo que te ofrecemos, como tú mismo lo enseñaste, sobre el altar puro y santo.
“2) Que todos los hombres de la tierra te conozcan (…) y nosotros también, oh Señor, tus
pequeños servidores, débiles y miserables, reunidos ante ti, hemos recibido por tradición el ejemplo que
proviene de ti, alegrándonos, glorificando, exaltando, haciendo memoria y celebrando este gran y
terrible misterio de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
“3) Oh Señor, que venga tu Espíritu Santo y que descienda sobre las oblatas de tus servidores, que
las bendiga (sic) y las santifique a fin de que sean para nosotros, oh Señor, para remisión de las
deudas, para perdón de los pecados, para la gran esperanza de la resurrección de la muerte y para la
vida nueva en el reino de los cielos junto a todos cuantos te fueron agradables.
No hay dudas, como dice Julianus en “Sí Sí No No”, que estas plegarias presuponen la
consagración y prueban que en otros tiempos se encontraban en la anáfora de Addai y Mari; con
todo, el lector puede leerlas y releerlas y no encontrará, ni siquiera diseminadas, las palabras de la
consagración: “Este es mi cuerpo”, “Esta es mi sangre”.
Así, por ejemplo, la epíclesis de esta anáfora (la tercera de las oraciones citadas antes) pide a
Dios la consagración (la palabra “santificar” verosímilmente significa “consagrar”); pero la forma
que expresa la consagración es inválida porque carece de la fórmula consagratoria.
En la liturgia romana se encuentran esas oraciones, por ejemplo, la plegaria del Quam
oblationem que antecede a la consagración y en la cual se pide a Dios que bendiga las oblatas para
que sean el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Pero es claro que si el sacerdote tuviese una
distracción u omitiese la oración siguiente que contiene las palabras de la consagración, no habría
presencia real.
Además, la cuestión ya ha sido decidida porque Roma se ha pronunciado muchas veces
condenando a los que atribuían valor consagratorio a la epíclesis. En un breve del 8 de mayo de
1822 dirigido al Patriarca greco-melquita de Antioquía y a sus obispos, el Papa Pío VI afirmó:
“No sin dolor comprobamos que los cismáticos han divulgado ciertas opiniones que enseñan que
la forma por la cual se realiza este sacramento vivificante (la eucaristía) no consiste en las solas palabras
de Cristo —que utilizan los sacerdotes tanto latinos como griegos en la consagración— sino que la
consumación de la consagración supone la oración (la epíclesis) que entre nosotros antecede y entre ellos
sigue a las palabras evocadas a continuación (…) En virtud de la santa obediencia
ordenamos que en adelante no tengan la audacia de apoyar esta opinión que afirma que esta admirable conversión de
toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo del Cristo y de toda la sustancia del vino en la
sustancia de su sangre requiere que además de las palabras de Cristo es preciso recitar también esta
fórmula (ecclesiasticam precum formulam) que ya mencionamos varias veces (DS 2718)”.
En el mismo sentido, San Pío X, en la carta “Ex quo non” del 26 de diciembre de 1910
condena a quienes hacen del recurso a la epíclesis una condición sine qua non para la validez de la
eucaristía (DS 3556).
El artículo de “L’Osservatore Romano” concluye diciendo:
“De este modo, las palabras de la institución no están ausentes de la anáfora de Addai y Mari sino
que se encuentran mencionadas explícitamente, aunque diseminadas a través de los pasajes más
importantes de la anáfora”.
Pero en realidad no están.
¿Influencias de la teología del misterio pascual?
El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en el artículo ya citado
de “L’Osservatore Romano” en lengua francesa del 27 de noviembre de 2001, cierra sus
argumentos teológicos a favor de la validez de la anáfora mediante las siguientes palabras:
“Además, resulta claro que los pasajes mencionados recientemente (las tres plegarias consignadas)
expresan la plena convicción de la conmemoración del misterio pascual del Señor, en el sentido fuerte
de hacerlo presente, es decir, con la intención de traducir en actos exactamente aquello que Cristo
estableció mediante las palabras y los actos al instituir la eucaristía”.
En esto trasunta verosímilmente una influencia de la “teología del misterio pascual”
que es
hija de la “teología del misterio” de Dom Casel. Esta teología sostiene que la concepción
escolástica de los sacramentos como “instrumento productor de gracia santificante” es reductora.
Para Dom Casel y sus discípulos el sacramento es un misterio que contiene a Cristo todo entero y
su obra redentora.
Para ellos (los teólogos del misterio) la gracia es Cristo mismo y su obra redentora en toda su
plenitud y no solamente un fluido que se produce y que el sacramento nos comunica casi al
modo “de un medicamento en una cápsula”.
Al contrario, los signos sacramentales contienen y realizan lo que representan, expresión
acuñada por Eugène Masure y que suscitó la admiración de Dom Casel.
La teología del misterio considera que Cristo estaría presente con una presencia misteriosa en
virtud de los actos de la asamblea que hace memoria de Él. Para la teología del misterio
lógicamente el simple hecho de realizar un memorial ritual de la Última Cena sería suficiente para
hacer válida la misa.
Con o sin influencia de la teología del misterio, los simpatizantes de la “nueva teología” están
contentos con esta decisión romana, en la medida que los conforta en su rechazo de la teología
tradicional sobre la materia y la forma de los sacramentos (calificada como “concepción mágica
de los sacramentos”).
El Padre Robert Taft
S.J.., seguidor de esta nueva teología, considera que este documento
romano es “probablemente la decisión más significativa publicada por la Santa Sede en estos
últimos cincuenta años” ya que nos permite “superar la teología medieval de las palabras
mágicas”.
Esta nueva teología ha penetrado en la Conferencia Episcopal de Alemania. En el documento
"Padres en duelo por haber perdido a su hijo recién nacido. Indicaciones para un
acompañamiento religioso y espiritual” se consigna:
“Si en el pasado, en el caso de urgencia, se lo bautizaba, aun sin autorización de los padres, e
incluso si se bautizaban fetos, se debía a que la Iglesia quería seguir la «vía segura» (en el sentido del
tutiorismo). Hay que tener en cuenta que de ese modo se corre el peligro de favorecer una concepción
mágica de los sacramentos. Al contrario, es preciso señalar: si alguien no opone obstáculos a la gracia de
Dios, no puede dejar de tenerla”[37].
Siempre de acuerdo al jesuita Taft,
“el documento reconoce los grandes progresos hechos en los estudios sobre la evolución de la
plegaria eucarística. Cualquiera que lea un libro de liturgia escrito durante los últimos cincuenta años
sabe que hoy en día se admite generalmente que la oración consagratoria de la eucaristía es toda la
oración que se dice sobre las oblatas y no solamente una fórmula verbal extraída de su contexto”[38].
Esa es la opinión del Padre Peter Hofrichter, partidario de la validez de esta anáfora, quien ha
escrito:
“El testimonio de la anáfora de Addai y Mari puede conducirnos a comprender que la antigua
controversia entre católicos y ortodoxos sobre el problema de saber si la presencia de Cristo en el
sacramento de la eucaristía se produce por las palabras de la institución o por la epíclesis del Espíritu Santo,
de hecho carece de sentido. No es por tal o cual fórmula sino por el conjunto de la celebración con su
gran plegaria o anáfora que Cristo se hace presente en los dones eucarísticos de pan y de vino
conforme a su promesa: «allí donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos»
(San Mateo, 18, 20)”[39].
De este modo se llega a confundir la presencia real y sustancial de Nuestro Señor en la
eucaristía con su presencia espiritual en la asamblea. Se vuelve a encontrar aquí el error de la
primera versión del artículo 7 de la “Institutio generalis” del nuevo misal:
“La cena del Señor o Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo de Dios reunido en común,
bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor. Por lo tanto, para la
asamblea local de la santa Iglesia vale en grado eminente la promesa de Cristo: «Donde hay dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (San Mateo, 18, 20)”[40].
Pero así, como apuntaban los Cardenales Ottaviani y Bacci, uno
“se aleja de manera impresionante, tanto en el conjunto como en el detalle, de la teología
católica de la Misa, tal como ella ha sido formulada por la XXIIª sesión del Concilio de Trento”[41].
El Cardenal se condena a sí mismo
Sea cual fuere el momento en que —según el pensamiento de los autores del documento
romano— tendría lugar la transustanciación, causa gran sorpresa leer al fin del mismo:
“Cuando los fieles caldeos (es decir católicos) participan en una celebración asiria (herética) de la
santa eucaristía, se invita vehementemente al ministro asirio que introduzca las palabras de la
institución en la anáfora de Addai y Mari”[42].
En efecto, el Cardenal admite que la misa es válida sin las palabras de la consagración. Y
ahora pide que se agreguen. Pero así se consagra dos veces, lo que está absolutamente prohibido.
Es una falta grave de respeto al sacramento volver a confeccionarlo una vez que ya lo ha sido
hecho válidamente[43].
Por ello está prohibido volver a bautizar a alguien que ha sido válidamente bautizado. No
olvidemos que Moisés fue severamente castigado por haber golpeado dos veces la piedra para
hacer salir agua, como si dudase que un solo golpe fuera suficiente.
Ello, salvo que la primera consagración —la realizada por el conjunto de la anáfora— fuese
dudosa. Pero si es así, no hay derecho a comulgar en semejante ceremonia.
En pocas palabras, el Cardenal se condena a sí mismo por esta “vehemente invitación” a
incluir las palabras de la consagración que había admitido como válida sin esas palabras.
¿Un éxito para el ecumenismo?
El Cardenal Walter Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad
de los Cristianos, presenta este documento como un gran éxito ecuménico. En su discurso
pronunciado con motivo del congreso “Perspectivas del ecumenismo en el siglo XXI”, celebrado en
Berlín del 1º al 4º de noviembre de 2001, declaró:
“Hemos reconocido la validez de la anáfora de esta Iglesia (asiria) cuando esta plegaria no
contiene el relato de la institución sino a través de alusiones diseminadas y no bajo la forma de una
narración coherente. Así, en el corazón y en el punto culminante de la vida cristiana de la celebración de la
eucaristía fue reconocida la unidad en la diversidad”[44].
Tal vez este texto sea un gran éxito ecuménico, pero revela sobre todo que el ecumenismo
conciliar no es católico. En cuanto al Cardenal Ratzinger, si es un guardián de la fe, existen serias
razones para preguntarse de qué fe se trata…
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PORTADA
NOTAS |
-
-
Para la Roma conciliar la fe puede
seccionarse en pedazos. El nuevo Código admite que los heréticos
puedan recibir los sacramentos de manos de los católicos desde el
momento en que profesen “la fe católica sobre esos sacramentos”,
aunque por otra parte no tengan la fe católica: “Los ministros
católicos administran lícitamente los sacramentos de penitencia,
Eucaristía y unción de los enfermos a los miembros de las Iglesias
orientales que no están en comunión plena con la Iglesia católica (…)
con tal que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y
estén bien dispuestos” (Can. 844, § 3 y 4).
-
Profesor Barth, “La anáfora de Addai
y Mari”, pág. 437. Hablamos en este caso evidentemente del modelo
nestoriano (asirio) de la anáfora.
-
“ORLF”, 27de noviembre de 2001,
pág. 9. La tercera plegaria es el texto de la epíclesis. Hemos
conservado el tuteo (en la versión francesa de este trabajo, no así en
la española – Nota del Traductor) de la traducción del ORLF, pero
según un especialista, en lengua asirio-caldea se utiliza una forma que
puede traducirse por el vos (conforme al estilo francófono de los
textos sagrados… hasta el Concilio).
-
“Sí Sí No No”, abril de 2002,
pág. 3.
-
Consultar la segunda parte del libro de
la Fraternidad San Pío X, “El problema de la reforma litúrgica”,
ediciones Fundación San Pío X, Buenos Aires, 2001 (comentado en el nº
38 de “Le Sel de la terre”).
-
G. Söhngen, “Symbol und
Wircklichkeit ins Kultmysterium”, Bonn, 1940, XXIª edición, pág.
58.
-
Dom Éloi Dekkers (partidario de la
teología del misterio), “La Liturgie, mystère chrétien”, La
Maison-Dieu nº 14
(1948), pág. 40.
-
El Padre Taft es antiguo vicerrector del Pontificio Instituto Oriental y miembro de la Comisión especial para las
liturgias orientales. Conoce perfectamente el problema de la anáfora de Addai y Mari porque fue profesor en Bagdad.
-
“Sí Sí
No No”, abril 2002, pág. 4.
-
Escuela de teología moral que enseña que en materia sacramental debe siempre seguirse la vía más segura
(Nota del Traductor).
-
Citado por el Prof. Barth, “La
anáfora de Addai y Mari”, pág. 443. Los sacramentos no tienen nada
de “mágico”. Operan en virtud de la omnipotencia de Jesucristo que
se sirve de estos ritos como de instrumentos para comunicar su gracia.
-
-
Peter
Hofrichter, “L’anaphore d’Addaï et Mari dans l’Église d’Orient.
Une eucharistie sans récit de l’institution?”, "Istina”,
1995, nº 1, pág. 104.
-
“Institutio generalis missalis romani
7. Enchiridion documentorum instaurationis liturgicæ 1402”, nota al
pie de página (texto latino) o “Les nouveaux rites de la messe”,
Centurion, 1969, pág. 23.
-
“Breve examen crítico de la nueva
misa”, por los Cardenales Ottaviani y Bacci, ed. Iction, Bs. As.,
1980.
-
“DC”, 3 de marzo 2002, nº 2265,
pág. 214.
-
No se indica el lugar donde deberían incluirse las palabras de la institución. En los antiguos misales de los
caldeos y malabares (que también utilizan los textos sirio-orientales para la misa), las palabras consagratorias se
encuentran después de la plegaria eucarística; en los más recientes, después del Sanctus.
-
Citado por el Prof. Barth, “La
anáfora de Addai y Mari”, pág. 436. Mientras el documento romano
afirma que las palabras mismas de la institución “están presentes en
la anáfora de Addai y Mari (…) de modo eucológico y diseminado”,
el Cardenal Kasper, más honesto, no habla sino de “alusiones
diseminadas”
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