JOSEPH RATZINGER: ¿QUIÉN ES?
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EL CARDENAL RATZINGER [1]
Mons. Oliver Oravec

   Esta figura vaticana, muy prominente en la Neoiglesia, es nada menos que el prefecto de la «Congregación para la Doctrina de la Fe». Y es una muestra clara de la línea anticatólica del Vaticano de hoy.

   Este sacerdote alemán, otrora activo perito en el llamado segundo concilio vaticano, fue «consagrado obispo» por JP2, y más tarde designado cardenal para custodiar oficialmente la corrección de la doctrina católica en la Neoiglesia. Como la Neoiglesia ya no es católica, tampoco puede serlo su custodio. Es lógico.

   He estudiado íntegra su obra teológica principal, Theologische Prinzipienlehre del año 1982. Tengo la traducción inglesa: Principles of Catholic Theology[2].

Me permitiré citar algunas de sus opiniones:

v    pág. 16 [16]: «En esta perspectiva, tanto la interpretación católica como la protestante de lo cristiano tienen —cada una en su puesto— su importancia, son verdaderas en su hora histórica…»[3]

   Esto dice el hombre que en el Vaticano tiene que defender la pureza de la doctrina católica. ¿Qué es esa que llama interpretación protestante del cristianismo? «La misa es una farsa, el purgatorio no existe, no hay que rezar a la Virgen María, el divorcio es posible, el celibato no tiene sentido, etc. etc.»

   Salta a la vista que el señor cardenal perdió la fe católica hace mucho y que no la guardó mejor quien le asignó su función: Juan Pablo II.  

v   pág. 16 [17]: «Lo verdadero no es simplemente verdadero, porque tampoco la verdad es simplemente. Es verdadero en y por un tiempo, porque pertenece al devenir de la verdad, que está en cuanto que deviene… la fidelidad a la verdad de ayer consiste en abandonarla, en «superarla», elevándola a la verdad de hoy.»

v    pág. 17 [17]: «es verdadero es lo que sirve al progreso…»  

   Espanta pensar que la verdad no sea lo que la Iglesia declaró ayer porque ya han pasado veinticuatro horas. Lo que Dios o el Señor Jesús haya dicho, ya no debería en absoluto ser verdadero por el mucho tiempo que pasó desde entonces. Esto me recuerda el marxismo que también afirmó que lo que obstruye el progreso hay que eliminarlo revolucionariamente. Habrían sobrado los pronunciamientos infalibles de papas y concilios del pasado, porque todo evoluciona, y lo que obstruye el progreso es para relegarlo al olvido. Empero el señor cardenal Ratzinger se quedó sin decirnos quién nos definirá el significado de la palabra «progreso».  

v    pág. 53 [60-61]: «La Iglesia es celebración de la eucaristía y la eucaristía es Iglesia … Son uno y lo mismo. La eucaristía es el sacramento de Cristo y porque la Iglesia es eucaristía, por eso mismo es sacramento»  

   Aquí tenemos un miserable intento de negar la doctrina tradicional sobre la Eucaristía. La Eucaristía no puede ser la Iglesia, porque la Eucaristía es Cristo y Él es la Cabeza de la Iglesia[4]. Decir que también la Iglesia sea un sacramento, choca contra las resoluciones del concilio tridentino, que solemnemente definió el número de sacramentos, de los cuales hay siete, y no está entre ellos la Iglesia: «Quien diga que hay más o menos que siete sacramentos … sea anatema.»[5]  

v    pág. 56 [64]: «El intento de conferir al cristianismo una nueva fuerza de atracción a base de situarlo en una relación indiscriminadamente positiva respecto del mundo, más aún, a base de describirlo como una conversión al mundo, es una actitud acorde con nuestros sentimientos existenciales … Cierta falsa angustia de pecado, surgida de una teología moral de miras estrechas … ponía a los hombres en permanente conflicto consigo mismos»  

   En términos entendibles, el señor cardenal nos recomienda tener buena relación con el mundo —cosa que nos prohíbe la tradición católica y la misma Sagrada Escritura. No deberíamos escuchar a teólogos y sacerdotes que asustan con el pecado, sino a Satanás, príncipe de este mundo. Pero los santos huyeron del mundo a conventos y desiertos. San Pablo nos instruye a no asemejarnos al mundo[6] y a estar crucificados al mismo[7]. San Juan nos exhorta a odiar al mundo y a las cosas que están en él[8]. El Señor Jesús nos avisa que el mundo, porque no le pertenecemos, nos va a odiar[9]. Y habría más para citar.

   En cuanto al «conflicto consigo mismos» que le cae mal al cardenal, ¿no nos dijo el Señor Jesús que nos negáramos a nosotros mismos[10], y que el espíritu es contrario a la carne y viceversa[11]? ¿No se expresa en aquel conflicto la negación de mí mismo y la mortificación que me son necesarias si quiero crecer en santidad?  

v    pág. 131 [154]: «Lutero [en sus catecismos] recurrió a las más viejas tradiciones catequéticas, respecto de las cuales, por lo demás, no se aparta formalmente de la Iglesia Católica … no acierto a entender por qué hoy día nosotros somos incapaces de actuar con esta modestia»

v    pág. 143 [169]: «La diferencia de las confesiones no procede del Nuevo Testamento, aunque puedan encontrar en él razones a favor de cada uno de los caminos; esta diferencia procede de que se lee el Nuevo Testamento en compañía de padres distintos. Con esto, hemos llegado, desde un punto en el que apenas podíamos esperar nada, hasta descubrir la enorme importancia de los padres en la Iglesia, incluso antes de que hayamos establecido el contenido estricto de este concepto de «padres». … Tomás de Aquino y Lutero son —¿quién puede negarlo?— padres sólo para cada una de las partes … Pero … sigue teniendo validez lo antes dicho.»[12]  

   Pobre Papa León X que excomulgó a Lutero: tendría que justificarse ante Ratzinger por haberle hecho eso, que el señor cardenal lo clasifica entre los padres de la Iglesia. ¿O tal vez el señor cardenal ya es luterano? Por lo que se puede apreciar, según Ratzinger el Espíritu Santo habría errado mucho en el siglo XVI cuando la Iglesia condenó los errores de Lutero, porque hoy los cardenales Ratzinger y Willebrands querrían beatificar y recientemente hasta canonizar a Lutero.

   Considerar a Lutero padre de la iglesia es una profunda ofensa a los auténticos padres de la Iglesia que amaron la Verdad de Dios y defendieron a la Iglesia Católica. Evidentemente el cardenal Ratzinger ya hace mucho tiempo se ha separado de la Iglesia Católica.  

v    pág. 186 [222]: «Según esto, la resurrección no puede ser acontecimiento histórico en el mismo sentido en que lo es la crucifixión. Tampoco ha sido descrita a través de una narración propiamente dicha. El instante en que sucede se delimita con la locución escatológico-figurativa “al tercer día”.»[13]  

   Parece un desafío a la verosimilitud que el señor cardenal se declare ateo que no cree en la historicidad de la resurrección de Nuestro Señor de Jesucristo. Pero negar esto significa negar todo el cristianismo. Entonces no hay diferencia entre los rabinos talmúdicos y Ratzinger. Y éste es el primer auxiliar del «papa».  

v    pág. 196 [235-236]: «La Iglesia no podía ya [En los siglos 14 y 15] ofrecer seguridad de salvación, toda su configuración objetiva era dudosa e incierta. La Iglesia auténtica, la auténtica garantía de salvación, había que buscarla más allá de la institución.»  

   Podemos afirmar con seguridad que aquí Ratzinger procede como un protestante liberal que denigra a la Iglesia Católica que en esa época nos dio muchos santos. Tampoco en aquel entonces la Iglesia faltó a su misión, a pesar de todos los pecados de sus miembros y hasta conductores. Un cardenal que de esa manera denigra y no soporta a la Iglesia de esos siglos, no tiene derecho a defenderla ahora, porque la Iglesia Católica es siempre la misma.  

v    pág. 202 [242]: «Significa que el católico no ha de pretender ni la disolución de las confesiones ni la destrucción de las Iglesias del ámbito evangélico, sino todo lo contrario, que espera y confía en un fortalecimiento de la confesión y de la realidad eclesial.»  

   Ése es un consabido principio ecumenista contra la conversión de los acatólicos a la fe católica. El cardenal quiere que los luteranos sean mejores luteranos, los budistas mejores budistas y los hechiceros africanos mejores hechiceros todavía. La Iglesia habría errado por dos mil años, cuando se afanaba por acercar a todos los hombres a Cristo y a su Divino Cuerpo en la Santa Comunión. Estoy profundamente convencido de que torcer el sendero no ha sido propio de la Iglesia: lo es, y mucho, del cardenal. .  

v    pág. 259 [311]: «la Iglesia griega, que siempre había sido Iglesia, pero sin estar sujeta al papa.»  

   Así, según Ratzinger, un cristiano ya no debe estar sujeto a un papa legítimo, y aún así será miembro de la verdadera iglesia. ¿Pues entonces para qué el Señor Jesús estableció el oficio papal en la Iglesia? El Papa Bonifacio VIII en su bula solemne «Unam Sanctam» declara que todo ser humano, si quiere ser salvo, debe estar sujeto al pontífice romano.»[14]

   El Vaticano nos echa en cara que no somos católicos verdaderos porque no estamos sujetos al papa, mientras que reconocen como verdadera iglesia a los ortodoxos que niegan completamente el oficio papal como tal. A lo que nosotros nos negamos es a sujetarnos a un falso papa.  

v    pág. 334 [401-402]: «La señal que había dado Teilhard de Chardin llegaba más lejos … la evolución avanza ahora en forma de progreso tecnicocientífico, en el que, como punto final de llegada, la materia y el espíritu, el individuo y la sociedad producirán un todo omnicomprensivo, un mundo divino. La constitución conciliar sobre la Iglesia en el mundo actual hizo suya aquella señal. La divisa teilhardiana “ser cristiano significa más progreso, más técnica” se convirtió en un impulso en el que los padres conciliares de los países ricos y los países pobres confluían»  

   Es increíble que el jesuita Teilhard, a quien los superiores de su congregación y de la misma Iglesia prohibieron difundir sus ideas, se gane el encomio del hombre que debería custodiar la pureza de la Fe. Que Teilhard no creyera en el pecado original, que negara que haya alguien en el infierno, que reconociera una evolución aún de la materia inanimada a la vida, que cuestionara la gracia sobrenatural, el celibato, la infalibilidad pontificia etc., —todo eso evidentemente no lo estorba al cardenal. Y cuando diviniza la tecnología se olvida de alertar que precisamente gracias a la tecnología desarrollada y al llamado progreso, el siglo XX fue el más sangriento de la historia de la humanidad. .  

v    pág. 334 [453]: «No todos los concilios legítimos de la historia de la Iglesia han sido concilios fructuosos. De algunos de ellos sólo queda, como resumen, un enorme «celebrado en vano». [Nota de pie de página:] En este contexto, se menciona con frecuencia, y con razón, el concilio Laterano V, celebrado en 1512-1517, pero sin aportar una ayuda eficaz para la superación de la crisis amenazante.»  

   Irritado Ratzinger de que este concilio justamente condenara varios errores contemporáneos y afines a Lutero, lo llama infructuoso.[15] La perfecta pérdida de tiempo fue el que se llama concilio vaticano segundo, que no condenó nada y trajo pura ruptura a la Iglesia. .  

v    pág. 381 [457]: «Si se desea emitir un diagnóstico global sobre este texto [Gaudium et spes], podría decirse que significa (junto con los textos sobre la libertad religiosa y sobre las religiones mundiales) una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Antisyllabus. Es bien sabido que Harnack interpretó el Syllabus de Pío IX como una declaración de guerra, pura y simple, a su siglo.»  

   Citar a un «teólogo» protestante liberal y posiblemente hasta ateo, que levantaba dudas sobre la Santísima Trinidad, sobre la gracia, sobre la encarnación de Cristo y sobre otros artículos fundamentales de fe, y citarlo contra tan importante documento del papa Pío IX como lo fue el Syllabus de errores que aún hoy son actuales y destructores de la fe católica, es muy repugnante y sólo muestra de qué lado está el señor cardenal Ratzinger.

   El Syllabus de Pío IX condenó el comunismo, el indiferentismo, las sociedades secretas, la disolución del matrimonio, el panteísmo, el racionalismo, la libertad religiosa, la sujeción de la Iglesia a la autoridad civil, la interferencia del estado en la enseñanza de escuelas y seminarios católicos, etc.

   El Papa Pío IX, que sufrió persecución masónica continua, hoy es condenado nada menos que por los «cargos» de haber realizado el primer concilio vaticano y haber declarado el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

   Lástima que el hombre Nº 2 en el Vaticano declarara en pág. 391 [469]: .  

v    «no hay punto de retorno al Syllabus».  

   Los miembros de la Neoiglesia tendrían que conocer al que los conduce, y también tener presente quién llevó a Ratzinger a esta alta función.

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NOTAS
  • [1] Este artículo es un fragmento del libro Pravda o Cirkvi (La verdad sobre la Iglesia) de Su Excelencia Mons. Oliver Oravec, publicado en eslovaco en 1998 (http://home.nextra.sk/olinko/15.html. Traducción directa del eslovaco al castellano por Patricio Shaw, con permiso del autor.

  • [2] Tomamos las citas directamente de la traducción castellana: Teoría de los principios teológicos; Materiales para una teología fundamental. Traducción de Marciano Villanueva. Biblioteca Herder. Barcelona, 1985. Tras la numeración de página de la traducción inglesa, ponemos entre corchetes la de la castellana recién referida.

  • [3] N. del T. Algunos alegarán en defensa de Ratzinger que en ese pasaje él dice que otros dicen eso. Pero lo dice tras haber dicho él mismo pocas líneas antes que «El ser es ahora tiempo … no se lo puede contemplar como suprahistórico, como siendo-existiendo en sí mismo». A inmediata continuación, Ratzinger presenta como dos derivaciones supuestas de un hecho quimérico (que la última realidad de las cosas sea histórica). 1ª. derivación: «Ideología de la reconciliación». «Todo lo pensado hasta ahora tiene sentido en cuanto instante de la totalidad». En la explicación de esto se incluyen las primeras dos citas espantosas: catolicismo y protestantismo turnadamente verdaderos, superación de la verdad de ayer. Resumen, en palabras de Ratzinger mismo: «la verdad es función del tiempo» 2ª. derivación: «Ideología de la revolución». Marxismo. En vez de metamorfosis y caleidoscopio contínuo, ruptura con la situación dada. Resumen, en palabras de Ratzinger mismo: «la idea de verdad queda, pues, reducida a ser expresión de los intereses de dominio». En la explicación de esto se incluye la supeditación de la verdad al progreso. Las dos derivaciones no son tales, pues aquello de lo cual Ratzinger las deriva es inexistente. Y no presenta ninguna otra «derivación» de esa bella «temporalización del ser», perfectamente existencialista, y, en último análisis reveladora de … la nada, «escondida como víbora bajo la hierba del ser» (P. Curzo Nitoglia, Nel mare del nulla). Por fin, si Ratzinger dice que otros dicen eso, lo dice con buenos tonos de que tienen por qué decirlo, y es responsable de fomentar todos esos errores. La antinomia aquí planteada por Ratzinger entre la aberración de conservar lo perennemente instituido superándolo, y la aberración de destruir lo perennemente instituido, reaparece en términos bastante análogos en su antinomia entre dos aceptaciones del concilio monstruoso, de las cuales elige la primera.

  • [4] N. del T.: Lo que es peor, Ratzinger reduce la Eucaristía a su celebración, con lo cual la vacía de la Presencia Real y Substancial del Cuerpo, la Sangre, el Alma, y la Divinidad de Cristo.

  • [5] Denz. 844.

  • [6] Ef 2, 2.

  • [7] Gal 6, 14.

  • [8] 1 Jn 2, 15.

  • [9] Jn 15, 19.

  • [10] Mt 16, 14.

  • [11] Mt 26, 41 — Mc 14, 38. Cf. Gal 5, 17.

  • [12] La aparente ambigüedad y «parcial salvabilidad» de este pasaje no es tal: lo más decisivo del mismo es que «los padres de la Iglesia» importan enormemente antes de que se haya establecido de qué parte son, y aún después de establecerlo, «sigue teniendo validez» que son importantísimos padres de la Iglesia, y que Lutero lo es junto a Santo Tomás.

  • [13]N. del T.: Esta monstruosa blasfemia es de Ratzinger, aunque la envuelva en un complicado sofisma idealista-modernista en torno del adjetivo «escatológico» que no arregla la monstruosidad. Como los modernistas, y milenio y medio antes, Porfirio, establece una distinción contrapuesta, y en último análisis apóstata, entre un Jesús de la historia y un Jesús de una «fe» sin realidad objetiva.

  • [14] Denz. 469.

  • [15] N. del T.: El concilio lateranense quinto ocurrió en vísperas de la rebelión de Lutero, y condenó sus errores de antemano en su sesión octava del 19 de diciembre de 1513, al condenar toda declaración contraria a la Fe y al enfrentar muy directamente la «prolongada y múltiple herejía de los bohemios» —la herejía de Juan Hus, gran propagandista del espantoso Wyclif, a quienes los protestantes llaman «estrella matutina de la reforma».