ESPAÑOL

INTRODUCCIÓN
Lengua
española, lengua románica, derivada del latín, que pertenece a la
subfamilia itálica dentro del conjunto indoeuropeo; es el idioma de
España y de las naciones de Sudamérica y Centroamérica —excepto Brasil,
las Guayanas y Belice—, y, en el Caribe, de Cuba, Puerto Rico y la
República Dominicana; cuenta con unos cuatrocientos millones de
hablantes, entre los que se incluyen los hispanos que viven en Estados
Unidos y algunos cientos de miles de filipinos, así como los grupos
nacionales saharauis y los habitantes de Guinea Ecuatorial en la costa
occidental africana.
CASTELLANO
O ESPAÑOL
Esta
lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad
lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales:
Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma;
el término español es relativamente reciente y no es admitido por los
muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que
español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco,
idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus
comunidades autónomas respectivas. Son esos hablantes bilingües quienes
proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua:
castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.
En los
países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no
plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los
términos castellano y español. En los primeros documentos tras la
fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por
acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado
esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado
Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres
nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una
vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los
autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como
Andrés Bello, Rufino José Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de
Rossetti.
Renunciar
al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter
oficial de una lengua que tan abierta ha estado para acoger en su seno
influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro
lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su
lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños a
calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar
algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la
fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer
lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán
y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen
desconocido.
ORÍGENES
Ramón
Menéndez Pidal Ramón Menéndez Pidal fue el creador de la escuela
filológica española y maestro indiscutible del medievalismo español. En
esta ilustración aparece leyendo el discurso inaugural de la Casa-museo
Como dice
Menéndez Pidal “la base del idioma es el latín vulgar, propagado en
España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas
ibéricas” y al vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato
ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados
hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como:
cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.
Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de
entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el
origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la
evolución peculiar del sistema consonántico.
Otro
elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que
en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega
desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también
influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en
diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos huérfano,
escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del
moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba)
proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A
partir del renacimiento, siempre que se ha necesitado producir términos
nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas
para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente
creación, o helicóptero.
Entre los
siglos III y VI entraron los germanismos, en su mayor parte a través del
latín por su contacto, entre los siglos III y V, con pueblos bárbaros
muy romanizados. Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo,
robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y
way), guarecer y burgo, que significaba ‘castillo’ y después pasó a ser
sinónimo de ‘ciudad’, tan presente en los topónimos europeos como en las
tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo
junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que
entraron en la lengua mucho más tarde. Hay además numerosos patronímicos
y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez,
Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación
especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen
Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.
Junto a
estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco,
idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto.
Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades
gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del
castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un
territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León;
junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes
se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos
lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte
castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos
fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano. La
introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro,
cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y
ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno
de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del
fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).
HISTORIA
En la
formación del español cabe distinguir tres grandes periodos: el
medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los
siglos X y XV; el español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI
hasta finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la
Real Academia Española hasta nuestros días.
El castellano medieval
El nombre
de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró,
Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces
existían cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que pueden
fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina o en
sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó en ué en el
castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en el leonés y aragonés (puorta)
y mozárabe (puarta). En términos generales, se mantuvo la o del latín
(porta) en la lengua del extremo occidental, el galaico-portugués —del
que surgirían el gallego y el portugués—, y en el catalán del extremo
oriental, que ejercería su influencia posterior por las tierras
mediterráneas, fruto de la expansión política.
El
castellano fue tan innovador en la evolución del latín como lo fueron
los habitantes de Castilla en lo político. A esta época pertenecen las
Glosas silenses y las Glosas emilianenses, del siglo X, que son
anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y
construcciones que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el
monasterio benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un
penitencial puede leerse “quod: por ke”, “ignorante: non sapiendo”; las
Glosas emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la
Cogolla o de Suso.
En el sur,
bajo dominio árabe, las comunidades cristianas hablaban mozárabe.
Heredado de la época anterior a la conquista musulmana, lo mantuvieron
sin grandes alteraciones, bien por afirmación cultural que marcara la
diferencia con las comunidades judía y árabe, bien por falta de contacto
con las evoluciones que se estaban desarrollando en los territorios
cristianos. En esta lengua se escriben algunos de los primeros poemas
líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en alfabeto árabe
o hebreo, pero que transcritas corresponden a una lengua
arábigo-andaluza. De los cambios fonéticos que se produjeron en esta
época en el castellano, el más original consistió en convertir la f-
inicial del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque
conservada en la escritura.
El primer
paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de
Castilla y León lo dio en el siglo XIII Alfonso X, que mandó componer en
romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y
legales. El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy
han desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora intervocálica, que en
la escritura se representaba por s, como en casa, y una s sorda, que
podía estar en posición inicial de palabra como silla, o en posición
interna en el grupo -ns-, como en pensar o en posición intervocálica que
se escribía -ss- como en viniesse. Las letras ç y z equivalían a los
sonidos africados (equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era
sonoro), como en plaça y facer. La letra x respondía a un sonido palatal
fricativo sordo, como la actual ch del francés o la s final del
portugués y también existía correspondiente sonoro, que se escribía
mediante j o g ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía entre una
bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la -p- intervocálica del
latín o b de la inicial sonora del latín (y que es la que hoy se
conserva), y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín, cuyo
sonido se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos.
El castellano moderno
La
publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio de
Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma de
Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la
segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma.
A esta
época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida
definitivamente el sistema fonológico del español. Desaparece la
aspiración de la h, cosa que testimonia la versificación. Se funden en
un único fonema la s sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las
consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo (con pronunciación
equivalente a ts) que se escribirá ç durante el siglo XVI y pasará a
tener el valor de la z (con su pronunciación actual) en el siglo
siguiente, con lo que de esta manera se resolvió la vacilación
ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas que representaban x, g,
j, se solucionaron también en favor del sonido velar fricativo sordo que
en el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía actuales de g y de j.
Desapareció asimismo la distinción -b-, -v- que se neutralizó en -b-
durante el siglo XVI. En la morfología aparecieron los tiempos
compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar el verbo haber. En
la sintaxis el orden de los elementos de la oración se hace más rígido,
y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y gerundios.
Desde el
punto de vista del léxico, el español adquirió una gran cantidad de
neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión de Castilla
y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió consolidarse
como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al llevarse
a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser el castellano la
lengua de los documentos legales, de la política exterior y la que llegó
a América de la mano de la gran empresa realizada por la Corona de
Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de
los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la denominación de
española para la lengua del nuevo imperio, y la preocupación de los
intelectuales del momento se refleja en la enorme tarea de
sistematizarla, analizarla y divulgarla. Lo demuestran la publicación
del gran Diccionario de Alcalá, obra de la Universidad Complutense
creada por Cisneros; la aparición de la Minerva de Francisco Sánchez de
las Brozas, conocido por El Brocense, que es una gramática normativa y
descriptiva más moderna que la realizada por el grupo francés de Port-Royal,
y, a principios del siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua
castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, primer
diccionario de la lengua, que contiene cuanta información histórica y
sincrónica había disponible en el momento de su publicación.
El español contemporáneo
Real
Academia Española Fachada de la Real Academia Española, en la madrileña
calle Felipe IV. El edificio que la sirve de sede fue proyectado para
dicho fin por el arquitecto Miguel Aguado de la Sierra y resultó
inaugurado como tal el día 1 de abril de 1894. Hasta entonces, esta
institución, fundada en 1713, había tenido sus dependencias en distintos
lugares.Fernando Camino Martín
Ampliar
En el año
1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de
fijar el idioma y sancionar los cambios que habían introducido los
hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo unos criterios de
autoridad. En esta época ya había finalizado el cambio fonético y
morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el
mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX.
Los
pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y,
gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración se
pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los
estilos literarios, desde la mayor violación sintáctica que representan
el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el
lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos,
también violentadores del orden del español, que incorporaron los
neoclásicos o los primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer tercio
del siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones gramaticales que aún
hoy están en proceso de asentamiento. De ellas cabe citar: la reducción
del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y
subjuntivo, la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del
tipo tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo, la
reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras oracionales
y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una
conjugación en voz media como en le debo dinero a María; la posposición
casi sistemática de los calificativos, la reducción de los relativos,
prácticamente limitados a que y quien en la lengua hablada. Junto a
ello, la irrupción continua de neologismos, que nombran innovaciones
técnicas y avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la
mitad del siglo pasado, que contienen raíces clásicas como termómetro,
televisión, átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los
neologismos apenas castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto
de la difusión que de ellos hacen las revistas especializadas, la
publicidad o la prensa, como filmar, radar, módem, casete,
anticongelante, compacto, PC, o spot.
DIALECTOS
Hasta la
irrupción de la radio y la televisión en la sociedad —en la segunda
mitad de este siglo—, era relativamente fácil diagnosticar por los
hábitos fonéticos y la entonación la pertenencia de un determinado
hablante a su correspondiente área dialectal. Hoy, aunque también se
siguen dando estas diferencias, la imitación de la norma que esos medios
han ido creando entre los hablantes, hace que la pertenencia a
diferentes comunidades lingüísticas no sea tan clara ni tan rotunda.
Del mapa
lingüístico medieval ibérico surgieron variedades lingüísticas, de la
cuales, algunas se convirtieron en lenguas, y otras, con el paso del
tiempo, se transformaron en dialectos de alguna de ellas. Entre las
variedades relacionadas con el español se encuentran: el leonés, que se
habló desde Asturias hasta las tierras de Cáceres y que, ya a finales
del siglo XV, había dejado su lugar de idioma en pugna con el castellano
para ocupar el puesto de mera variedad dialectal; el aragonés, con una
situación análoga al leonés, que se habló en el reino de Aragón y cuyas
fronteras naturales son los Pirineos por el norte, la cordillera Ibérica
por el oeste y los límites de Cataluña y Valencia por el este. A partir
del siglo XIV, como consecuencia de la conquista de Andalucía por los
castellanos, surgió el andaluz, que integró algunos rasgos del mozárabe,
como un auténtico dialecto del castellano. El extremeño, que empezó
siendo una variedad fronteriza del leonés y el castellano se ha
consolidado como uno de los pocos dialectos hoy todavía identificables
por sus aspiraciones implosivas y su peculiar léxico. El riojano, que se
habló en La Rioja, y que tan decisivamente influyó en el castellano
escrito de los primeros tiempos, era una variedad dialectal del
aragonés. Otro dialecto fronterizo aún vigente lo representa el
murciano, en el que confluyeron el castellano, el aragonés y el
valenciano, variedad catalana.
En cuanto
al continente americano, no han faltado autores que calificaban de
dialectos a cada una de las variedades lingüísticas que se han
consolidado en los respectivos países. Pero, en rigor, no se puede
hablar del dialecto argentino, sino del dialecto porteño, variedad
popular de un barrio de Buenos Aires. Tampoco cabe hablar de grandes
zonas dentro del español americano como el caribeño, andino,
rioplatense, ecuato-peruano, mexicano o centroamericano, porque son
imprecisas e imposibles de sistematizar. La dialectología del español en
América debe hacerse por cada país antes de que la homogeneidad que
imponen la radio, el cine y la televisión borren las fronteras
dialectales que aún existen. El único rasgo común al español americano
consiste en la práctica desaparición del fonema interdental fricativo
sordo /z/, rasgo que comparte con el dialecto andaluz, extremeño y
canario. Así pues, hablando con propiedad cabría decir lo contrario: en
el español peninsular existe un fonema que no comparten la mayoría de
los dominios lingüísticos de este idioma.
GRAMÁTICA
ESPAÑOLA
Desde el
punto de vista de la clasificación de las lenguas, el español es una
lengua flexiva, aunque en menor medida de lo que lo fue el latín. Es una
lengua de acentuación fundamentalmente grave, es decir, acento en la
penúltima sílaba, lo que no significa que no existan palabras agudas,
muy numerosas, o esdrújulas, procedentes mayoritariamente de préstamos
griegos. Conserva desinencias para el género, pero ha perdido el neutro
en los nombres y los adjetivos y lo conserva en los pronombres como eso,
lo vuestro, y en el artículo determinado lo, que se emplea como
mecanismo nominalizador de adjetivos y de oraciones, a las que confiere
una significación de totalidad y abstracción, como en lo que quieras.
Morfología y sintaxis
El nombre
ya había perdido las desinencias de caso en el latín tardío del siglo
VI. En su lugar el español, como las demás lenguas románicas
mediterráneas, sustituyó por un procedimiento sintáctico lo que fue en
principio morfológico, es decir, marcó con preposiciones más nombre las
funciones gramaticales de sujeto, objeto directo, indirecto y
complementos verbales de otra especie. En el caso de los objetos
directos personales o afectivos usa la preposición a, como en el esquema
querer a una persona y querer al gato; emplea a, asimismo, en el caso
del objeto indirecto, como en, por ejemplo, dar algo a alguien; en el
caso del sujeto, son las desinencias verbales las que llevan la marca
del sujeto (comíamos, supone siempre un sujeto en primera persona del
plural) y, sólo en el caso de necesitar especificarlo, es la posición
del sujeto en la frase, antepuesto al verbo, el elemento que determina
esta función. Por ejemplo, Los poblamientos humanos destruyen los
bosques cambiaría su sentido si se escribiera al revés: Los bosques
destruyen los poblamientos humanos; por lo tanto, el orden de los
objetos que van pospuestos al verbo también es importante. Los demás
complementos observan un orden bastante libre.
Una
ordenación diferente y peculiar del sujeto está presente en las
oraciones interrogativas del español que se habla en toda la zona de
influencia del Caribe. Mientras que en las demás variedades del idioma
el sujeto de una oración interrogativa va pospuesto al verbo de acuerdo
con el esquema: pronombre interrogativo-verbo-sujeto, como ¿qué quieres
tú?, en esa variedad el orden de la oración es: pronombre
interrogativo-sujeto-verbo, como por ejemplo ¿qué tú quieres? No se
trata, como algunos estudios señalaron, de ningún anglicismo sintáctico,
sino de una evolución interna del idioma relacionada con otros hechos,
como el cambio en la determinación y la pérdida de algunas desinencias
verbales, consecuencia de la relajación de los fonemas finales y su
consiguiente neutralización.
El cambio
afecta por igual a la conjugación verbal y al paradigma de los
pronombres personales y se denomina voseo al cambio en el empleo de tú
por vos, tanto en el verbo como en los pronombres, así como en los
posesivos que también necesitan la concordancia de persona. Hoy se
observa una tendencia a aceptar el paradigma peninsular entre las clases
urbanas y cultas, sobre todo entre las argentinas.
La voz verbal
En el caso
de la voz, las cosas no son tan claras como aparecen en algunos
manuales. La voz activa emplea haber como verbo auxiliar para formar los
tiempos compuestos, lo que permite a ciertas escuelas lingüísticas
hablar de desinencias discontinuas o morfemas discontinuos en los
tiempos compuestos, porque el verbo auxiliar está completamente
gramaticalizado y no posee otra función que la de marca de tiempo,
persona y modo. En la voz pasiva todos los tiempos se forman con el
auxiliar ser, también gramaticalizado, y no existen más desinencias de
pasiva que las que comporta el auxiliar.
El verbo
carece de desinencia de aspecto, pero existe una serie de perífrasis con
claro valor aspectual de acción en desarrollo, como estar + gerundio o
acabar de + infinitivo. En las gramáticas escolares hasta mediado el
siglo XX se hablaba de una conjugación perifrástica, activa y pasiva;
hoy las gramáticas más completas hablan de perífrasis de obligación del
tipo haber de + infinitivo, tener que + infinitivo, o deber (de) +
infinitivo. Sea adecuado o no el tratamiento como voz o como meras
perífrasis, son procedimientos muy rentables en español para construir
la obligación y hasta los matices del futuro; compárense estos matices
en la significación de vendrá, debe venir, tiene que venir, ha de venir.
EL ESPAÑOL
EN EL MUNDO
El español
es, por número de hablantes, la tercera lengua del mundo. Pese a ser una
lengua hablada en zonas tan distantes, existe una cierta uniformidad en
el nivel culto del idioma que permite a las gentes de uno u otro lado
del Atlántico entenderse con relativa facilidad. Las mayores diferencias
son de carácter suprasegmental, es decir, la variada entonación, fruto
al parecer de los diversos substratos lingüísticos que existen en los
países de habla hispánica. La ortografía y la norma lingüística aseguran
la uniformidad de la lengua; de ahí la colaboración entre las diversas
Academias de la Lengua para preservar la unidad, hecho al que coadyuva
la difusión de los productos literarios, científicos, pedagógicos,
cinematográficos, televisivos, ofimáticos, comunicadores e informáticos.
Desde
España se ha elaborado el primer método unitario de enseñanza del idioma
que difunde por el mundo el Instituto Cervantes. El trabajo coordinado
de las Academias ha cristalizado en la “Elaboración de la norma culta de
las grandes ciudades”, que presta especial atención a la fonología y al
léxico. Es el segundo idioma hablado en Estados Unidos, que cuenta con
varias cadenas de radio y televisión con emisiones totalmente en
español; asimismo, y por razones estrictamente económicas, es la lengua
que más se estudia como idioma extranjero en los países no hispánicos de
América y Europa. Lejanos ya los tiempos en que fue considerada la
lengua diplomática, condición en la cual la sustituyó el francés, hoy es
lengua oficial de la ONU y sus organismos, de la Unión Europea y de
otros organismos internacionales. Ha sido incluido como idioma dentro de
las grandes autopistas internacionales de la información como Internet,
lo que asegura la constante traducción de las innovaciones informáticas,
su difusión e intercomunicación. Donde aparece más incierto el futuro
del idioma es en el continente africano, abandonado por razones
políticas a la voluntad de sus hablantes; no hay que olvidar que todavía
sirve de lengua diplomática junto al francés para el pueblo saharaui. No
obstante, todo parece augurar que en el próximo siglo será una de las
lenguas de mayor difusión, y quién sabe si en momentos de deseable
mestizaje no dé lugar a una lengua intermedia que asegure la
comunicación con el continente americano en su conjunto. |