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cuadro.jpg (40009 bytes) Lo tocaron con la varita mágica. Es uno de esos elegidos que inventa, desde sus pies sublimes, las jugadas que cualquier mortal amante de la redonda hubiese soñado hacer. Todas las utopías futboleras se sintetizan en tipos como Riquelme. Romy, a secas, como lo empezaron a llamar en la Villa San Jorge, un modesto barrio de 400 metros cuadrados en Don Torcuato, construido a fines del 66, donde el ciudadano ilustre tiene nombre y apellido. Jugaba en Boca, ahora en el Barcelona. Tímido, amante de los recuerdos y de sus orígenes, Román conoció las necesidades desde siempre. Eso sí, de pibe podía faltarle un pedazo de pan pero nunca un potrero a mano. Y ahí, se sabe, pocos dibujan como él. Se crió en un barrio de duros, donde una moneda tirada al aire seguro que no toca el piso. "Si entrás sin que te conozcan, mejor rezá un padre nuestro", bromean todavía hoy los vecinos. En ese ambiente Romy es el patriarca, el silencioso y célebre patriarca. Cuentan que en un campito de la zona, con arcos hechos con ramas, un cinco habilidoso se divertía metiendo pisadas. ¿Un cinco? Exacto, porque Riquelme arrancó como volante tapón. Elegante, del estilo de Marangoni decían los que le auguraba un futuro celestial. Su padre, Luis Ernesto, fue su referente.

Era un enganche talentoso, que no pasaba inadvertido. Lo veía en esos picados duros, en los que corría plata y mucha cerveza, y se maravillaba. Romy todavía no llegaba a los diez años y ya sabía lo que quería. Vivía en una casa precaria y muy humilde como cualquiera de las demás del lugar. Nada del otro mundo: un comedor sencillito, angosto, con una mesa vieja en el medio y una heladera en un rincón. A primera vista aparecen los cuadros que colgó Cacho o Piturro -así lo conocen al papá de Román en el barrio-. Una foto del nene con Maradona, otra con Francescoli, una junto a su gran amigo Emanuel Ruiz en Boca y otra más de cuando estaban en las inferiores de Argentinos, abrazando a Enzo. Al fondo, los dormitorios. Bajo ese techo de chapas viven el padre, la madre (María) y los nueve hermanos del crack. Atrás quedaron los días en que cruzaba gran parte de Buenos Aires (tenía dos horas de ida y otras tantas de vuelta de viaje) para entrenarse con los juveniles de Argentinos Juniors. La rutina no se modificaba: 15 cuadras a pie hasta la estación del tren, poco más de media hora hasta llegar a la estación Aristóbulo del Valle -Puente Saavedra- y para rematarla, una hora arriba del colectivo 133. Sacrificio puro, que le dicen.
Introvertido de pies a cabeza. Por eso trata de no despegarse de sus afectos, de los seres queridos que le dan la seguridad familiar que tanto le hace falta. Y es, también, un muchacho desconfiado. Que habla poco (casi nada, en realidad) pero sabe cuándo hay que aprovechar un micrófono amigo y salir a disparar munición gruesa contra quien se le ponga en el camino.
Pero en la semana lo escuchaban disparar con sus reclamos enérgicos y entonces se planteaba la disyuntiva. Pero, a esta altura, el hincha de ley dio su veredicto: eligió al Riquelme jugador y se tapo los oídos cuando escucha al Riquelme que hace de sus reclamos una cuestión de estado. Algo no se discute: Román fue el dueño de los mayores aplausos del pueblo boquense ahora lo espera el Camp Nou.

Asi lo ven a Juan Roman Riquelme, sus colegas y entrenadores.

RONALDO

“Es un futbolista sensacional; le he visto hacer cosas increíbles con el balón en los pies y él ha sido la clave del gran Boca estos años”

GUARDIOLA

“Es un gran jugador, tiene mucha calidad, técnica, visión de juego; me encanta, sólo espero que no le hayan fichado de cara a la galería”

SAVIOLA

“Román es un jugador bárbaro que tiene una gran técnica y mucha personalidad; esperaba que viniera, tiene todo para triunfar acá”

LUIZ FELIPE SCOLARI

“Es un futbolista fantástico; lo sufrimos en el Palmeiras y ahora le deseo lo mejor en esta etapa como jugador del Barcelona”


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