Dirección: Howard Hawks (director). Richard Rosson (co-director).

Guión: Armitage Trail (novela).
Ben Hecht y Howard Hawks (guión). Fred Pasley (adaptación). Seton I. Miller, John Lee Mahin y W.R. Burnett (continuidad). Seton I. Miller, John Lee Mahin y W.R. Burnett (dialogos).
País:
 EE.UU.
Año: 1932.

Genero: Crimen.
Duración: 93 min.

Titulo Original: Scarface.
Elenco: Paul Muni (Antonio 'Tony' Camonte), Ann Dvorak (Francesca 'Cesca' Camonte), Karen Morley (Poppy), Osgood Perkins (John 'Johnny' Lovo), C. Henry Gordon (Insp. Ben Guarino), George Raft (Guino Rinaldo), Vince Barnett (Angelo).
Boris Karloff (Gaffney).

Producción: Howard Hawks y Howard Hughes.





 

Scarface

Por Maximiliano Curcio

 

     Sinopsis: Tony Camonte, un pistolero de origen italiano, ignorante y sin escrúpulos, es el lugarteniente de Johnny Lovo, el hampón más poderoso del South End de Chicago. Ambicioso y cruel, Camonte, que por una cicatriz que le cruza el rostro recibe el apelativo de Cara cortada, elimina poco a poco a los rivales de Lovo hasta que, con la ayuda de su amigo Gino Rinaldo, le arrebata también el poder y se convierte en el amo de la ciudad. Tras un mes de vacaciones en Florida descubre que su hermana Cesca, por la que siente un amor confuso y arrebatado, es la amante de Gino...

    

 

* * * * * / EXCELENTE

 

La película (o su móvil) quiere aleccionar sobre el tema a los ciudadanos de la época. Lo deja claro desde el principio y en el desarrollo se puede cierta ideología acerca de cómo se tiene que comportar la población frente al terror que provoca la amenaza del mundo del hampa. Situada en Chicago, la ciudad del crimen y la corrupción, escenario de masacres colectivas. Film que seria heredero de la incursión de Frtiz Lang en el cine negro y que sentaría las bases dramáticas (trágicas y macabras) para un subgénero –el policial noir- eje del sistema de estudios que domino los géneros en Hollywood en los ’40 y ’50 y que el propio Howard Hawks volvería a explorar con éxito en la brillante “El Sueño Eterno”. Innovando técnicas y sentando el terreno estético (elipsis, planos secuencia, fueras de campo) en el que se situarían las posteriores “Buenos Muchachos”, “El Padrino” o la misma “El Precio del Poder”, remake de la citada “Scarface”. Vale citar también, otra joya del genero en su época de oro, como “El Enemigo Publico”, con otro gran protagónico de Muni.

Aunque filmado a principios de 1930, su estreno se vio retrasado dos años debido a fuertes discrepancias con la industria debido a una supuesta complacencia y carácter polémico que tanto Howard Hawks como su controvertido productor y emblemático Howard Hughes encararon el delicado perfil del mundo gangsteril, no olvidemos que estamos en plena Ley Seca y sin todavía el Codigo Hays de por medio, pero bien, con un dedo apuntalando a la política del momento y otro intentado despertar al espectador para comprometerlo con tal violenta escena, no tiene sustento tal acusación. Desde su vertiginoso ascenso, hasta su declive y perdición. Deleznable en su ambición inescrupulosa de poder, una suerte de Macbeth contemporánea. Así de Intensa y oscura, es brillante e impactante la interpretación de Paul Muni, en uno de sus tantos protagónicos sobresalientes para una carrera cinematográfica como pocas.

Aunque Al Pacino, el próximo interprete del mafioso Tony (no Camonte, sino Montana) llegue a opacar al mismísimo Muni, cuando hablamos nada menos que de uno de los mejores cinco interpretes de todos los tiempos. Volviendo a la interpretación de Muni, infalible y sin remordimientos, solo el peligrar la vida de su ser querido lo hace perder la sangre fría y entra en juego su talón de aquiles, la debilidad ante la cual se arrebata, cede terreno y es derrotado, en una escena plagada de maestría en su planificación y dramatismo en su concepción, con esa fotografía en blanco y negro tan expresionista que caracteriza al film por completo y esa música de jazz que tan bien suena incluso hasta el plano final que hace mención a un cartel cuya frase sintetiza el propósito de Camonte. En eso de que el fin justifica los medios según algunos (y con todos los riesgos que conlleva), alguna vez tuvo el mundo en sus manos.

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