Me duele
que
mueran de hambre niños en un país
capacitado para dar de comer a
cientos de millones de personas.
Me
duele
que
las autoridades lo tomen como:
una "falta de organización
social" en vez de reconocer
que es el rotundo fracaso de
sucesivas gestiones de gobierno.
Me
duele que
no renuncien en masa los
responsables por acción y por
omisión de este genocidio que
se está gestando en la Patria.
Me
duele
que
se sostenga el mito de la
soberanía popular cuando el
poder real pasa por los
escritorios de los organismos y
empresas transnacionales.
Me
duele
que
demos vuelta la página,
hablemos de otro tema mientras
la Patria se desangra y todo
queda reducido a una macabra anécdota.
Me
duele
que
durmamos tranquilos olvidando
que todos somos responsables:
"Apartaos de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para
el diablo y para sus ángeles.
Porque tuve hambre y no me
disteis de comer; tuve sed y no
me disteis de beber.... En
verdad os digo que cuando
dejasteis de hacer eso con uno
de estos pequeñuelos conmigo
dejasteis de hacerlo". (Mt.
25, 41-45)
Me duele
el
dolor de un pueblo que agoniza y
sobre todo hoy, el sufrimiento
de las familias que vieron
apagarse a sus retoños.
Vaya una oración por las almas
de los niños que dejamos morir
y por los que dejaremos perecer
por el absurdo capricho de
seguir defendiendo lo
indefendible.
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