FRAGMENTO Nro. 37: Noches de color

Me toca vivir en esta época de sombras. El tintero se torna gris. El torno no taladra sino hasta la mitad de su potencia. Miro esta lluvia que cae muy sangrante, gotea tristezas porque no quedan tantos argumentos vacíos: una costumbre insoportable que adoptan las bestias de turno cuando, hambrientas, eructan todas sus proezas o los lagos en los cuales nadie nada nunca; la topografía de una ciudad desmantelada que gira en su propia incógnita, la muchedumbre amansada de esos edificios desgastados; allí, en los que no se pasan las horas de más porque el tiempo robó esos tiempos festivos; la otra muerte, la de aquellos que realmente tienen que morir ("merecen morir" - dicen las voces más extremistas). La cuchilla del carnicero no corta ni los sesos débiles; no se oyen cacareos ni el sonido del vuelo de los elegantes coleópteros.

La noche niega sus ventajas, nubla su fe en la eternidad. Viajo incómodo entre tantos que dejaron de respirar. Muero en la inmensa soledad de un programa radial de madrugada. Quizás, por error, no supe dirigir el timonel de mis pasos. Cuando fui alegre, cuando los vientos soplaban a mi favor, me dejé llevar por la frialdad. Aquí está la baulera. Dentro de ella, mi afortunada herencia se roba el aliento que dejé en esos rincones de sensualidad. Mis ojos sueñan con vivir un instante más pero es el cuerpo, ya cansado, ya consumido por las penumbras famélicas, que pide consuelo de un falso suero. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el arrullo que codificó cada raíz que me edificó; el arrullo, ése que supo mentir cada verdad que yo sostenía. El arrullo de esa voz que le dará el color necesario a mis ulteriores pasos para que se llenen los poros del camino de esa oscuridad vivida.

DESIDERIO ’01

 


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