SUCUMBE
Por Lucas Peralta
Sucumbe, todo se disipa
y en la anegación cúlmine de la osamenta,
la noche con sus manos de racimos fétidos
acaricia las mejillas de quienes,
en ese momento de comunión y de jadeos,
se lanzan a la abundante oscuridad.
Rastros de existencia se remueven
en la carroña,
el anciano se desangra en la negrura incapaz
e inefable.
Todo es tiempo, todo es ausencia,
marcas de vida displicente ofrecen personajes
en secuencias ilumunarias y azarosas.
Y miedo, mucho miedo
ecos proclives de figuras sin sombra,
sin pudor,
sin lágrimas.
Desde la ventana, llena de noche,
se confunden los estados.
Desde los ojos, hambrientos, se presagia
y se anhela el choque, la coronación de los espejos.
La soledad que mata es la del sacrificio
del pecado, la historia de la eternidad
está en una mariposa que se estremece bruscamente.
Ver algo por primera vez, un cuarto vacío,
un alma cerrada,
y aún ahora el ramo de misericordia se expande,
inconcluso.