IDEOLOGÍA SEÑORIAL EN EL CONDE LUCANOR.

ORDEN ESTAMENTAL Y MOVILIDAD SOCIAL.

 

Por Leonardo Candiano

 

 

Para analizar críticamente una obra literaria se necesita imperiosamente partir de una premisa fundamental: la relación dialéctica entre texto y contexto. Entender por qué aparecen determinadas obras en determinadas épocas, qué motivó su aparición, qué función cumplen en el universo cultural, social y político del momento de su creación y/o divulgación. Qué dicen y qué callan. Es decir, debemos empezar por aceptar que la literatura esta muy lejos de la ingenuidad y que se liga a los factores sociales. Reponer el contexto histórico de una obra es condición sine quanon para la comprensión de la misma, nos ayuda a recuperar información sustancial que la propia obra nos brinda y alejarnos del subjetivismo parcial.

En el caso de El conde Lucanor esta premisa se torna más elemental aún debido al lugar que ocupaba en la sociedad castellana de la época Don Juan Manuel, su autor y al rol que le daba este a la literatura. Resulta impracticable la posibilidad de llevar adelante una lectura crítica sin saber quién fue Don Juan Manuel y sin estudiar analíticamente el proceso histórico de esta sociedad durante el siglo XIV. Por otra parte, el rol instrumental que este autor le asignaba a sus narraciones dentro de las disputas sociales de su tiempo impide hacer un análisis del texto sin tomar las mismas.

Al tomar al azar cualquier texto de Don Juan Manuel resulta evidente que su literatura se enmarcaba dentro de una clara ideología señorial, un conservadurismo del orden estamental trifuncional que beneficiaba particularmente a la nobleza y un inmovilismo social eterno basado en un poder divino.

Don Juan Manuel fue un noble que heredó tempranamente un enorme patrimonio conseguido por su padre -el Infante Manuel- gracias al apoyo que le había dado primero a Alfonso el Sabio y luego a su hijo Sancho IV cuando este lo derrocó. A partir de 1304 se convirtió en amo y señor de media Castilla al encargarse de la regencia del rey Alfonso XI, menor de edad a la hora de heredar el trono.

Su etapa de gloria llegó a su fin cuando Alfonso XI se autodeclaró mayor edad a los 14 años y le quitó el poder. Fue allí cuando Don Juan Manuel se rebeló ante el monarca y comenzó, después de conspiraciones y traiciones, una guerra abierta contra él. Guerra que terminó perdiendo.

La conducta política de este hombre estaba orientada por la firme convicción de que nadie mejor que él iba a gobernar Castilla y que era la única persona que se merecía el reinado. La literatura era un medio más utilizado para ese fin.

Toda esta disputa entre Don Juan Manuel y Alfonso XI se desarrolló en medio de una terrible crisis que hizo tambalear el régimen feudal por casi cien años.

La crisis del siglo XIV provocó una enorme anarquía social y política en Castilla que se tradujo en continuas guerras, atacando los valores y la ideología en la que estaba apoyado el sistema y repercutiendo sobre todos los estamentos sociales. Aunque el sector más perjudicado fue el campesinado, la nobleza también se vio herida al perder poder y riquezas. Lo primero a causa de la política de Alfonso XI y lo segundo producto del agotamiento del modelo feudal.

Ya en el siglo XIII Alfonso X –el sabio- había intentado construir una monarquía de tipo absolutista, imperial, donde el rey sea la figura excluyente. Alfonso XI retoma esa idea e intenta afirmar la monarquía por sobre el estamento cortesano, acotando el poder nobiliario.

A su vez, la aparición de un nuevo factor social en las ciudades –comerciantes y artesanos protoburgueses- que comenzaba a organizarse bajo  hermandades y a tener apariciones políticas mediante las mismas, corroía la estructura feudal con bases que contradecían el orden existente. Este nuevo sector que comenzaba a organizarse era el resultado de un lento proceso de movilidad social ligado al comercio y al dinero. Su constitución era algo inadmisible para una nobleza que sólo podía concebir la riqueza bajo el manto de la posesión de la tierra y que hacía del estatismo social una cuestión religiosa. Esto se ve claramente en El conde Lucanor con el enxemplo XIV, donde Patronio le aconseja al conde rechazar la posibilidad de enriquecerse:

“(...) non entendades que este tesoro devedes ayuntar en guisa que pongades tanto el talante en ayuntar grand tesoro porque dexedes de fazer lo que devedes a vuestras gentes et para guarda de vuestra onra et vuestro estado”.

 

Por otra parte, los campesinos no fueron actores pasivos en estas luchas. Numerosas y sangrientas revueltas contra el régimen feudal y los excesos de los nobles los tuvieron como protagonistas. Numerosas masacres también.

Pero las peleas y guerras que marcaron casi un siglo de la historia de la región no se produjeron meramente por contradicciones antagónicas de clase –campesinos contra nobles o comerciantes contra nobles- y no tan antagónicas aunque cruentas también –en el caso del rey contra los nobles- La pelea por el poder entre los propios sectores nobiliarios producto de la anarquía política producida por sucesivas minorías –Fernando IV y Alfonso XI-, la crisis económica a causa del agotamiento del modelo feudal y las epidemias de la época, fueron las últimas gotas vertidas sobre un vaso que no paró de rebalsarse durante casi un siglo, y que tuvo a Don Juan Manuel en primera plana por largo tiempo.

Por todo esto, al hablar de El conde Lucanor resulta evidente que el caótico contexto político, económico, social y hasta existencial del siglo XIV en Castilla fue un elemento estructural y estructurante de la propia obra.

Lo anteriormente citado, acompañado del propio proyecto político y cultural de Don Juan Manuel, sus ambiciones y enfrentamientos con el rey y la defensa de un orden en vías de extinción, hicieron de argumentos más que sólidos para toda su escritura. La estructura formal de El conde Lucanor y los contenidos de los enxemplos encierran las respuestas a las preguntas con que comenzó este análisis.

Desde el punto de vista ideológico al cual adhería militantemente Don Juan Manuel,  la humanidad estaba dividida en estados. Planteando como base la desigualdad social.

Los estados eran tres: El de los oradores, que tenían la función de rezar y que era ocupado por los clérigos. El de los defensores, que cumplían el rol de hacer la guerra y al cual pertenecían los nobles. Y el de los labradores, que trabajaban la tierra. A este sector, que era el más despreciado,  pertenecían los campesinos.

Cabe destacar que si bien dentro del pensamiento señorial la figura del rey existía, en ella el monarca no era superior a ningún noble. Todos los hombres pertenecientes a la nobleza eran iguales entre sí y tenían los mismos deberes y derechos ante la sociedad. El rey que ocupaba el trono lo hacía por acuerdo entre los diferentes sectores de la clase y debía hacer las veces de juez, tratando de transformarse en el equilibrio perfecto entre los miembros de la aristocracia. De esta manera, el rey tenía una ley que lo superaba y a la que debía atenerse, tenía que aceptar que el poder lo manejasen entre todos los miembros de la nobleza. Este orden trifuncional se apoyaba en un origen divino, por lo tanto, inmodificable, estático, viéndose dañoso cualquier tipo de movilidad social.

Los principios éticos y morales de este grupo social estaban vinculados a este orden, por lo que basaban su razón de ser en la desigualdad de clases y en el ordenamiento jerárquico. Ellos deben tener privilegios. El resto no. Al respecto, el profesor e investigador Leonardo Funes plantea:

“Los principios que rigieron tanto la vida como la obra de Don Juan fueron los propios de la ética estamental de la nobleza y no los de una ética universal.” (Funes; 1998)

 

La defensa de este orden totalmente en crisis en el siglo XIV fue encarado desde varios frentes por Don Juan Manuel; el político, el militar y el ideológico. Este último a través del didactismo de sus textos orientados hacia los jóvenes caballeros.

A tanto llevaba la creencia en este funcionamiento de la sociedad, que Don Juan Manuel no veía en los comerciantes y en los artesanos -que por cuya realidad material no entraban bajo ninguno de los tres estados, complejizando el esquema- a un nuevo sector social, sino que los incluía en el grupo de los labradores. Precisamente, en El Libro de los Estados, deja en claro su concepción al respecto:

“porque los mercadores conpran et venden et los ruanos fazen labrar la tierra et criar ganados et bestias et aves, asi commo los labradores, por esta razon los estados de los ruanos et de los mercaderes encierran se en el estado de los labradores” (Abad)

 

Así seguía cerrándole sin problemas su triángulo perfecto. Aunque la realidad nos entregara ya otra cosa. Como dice Luciana de Stefano en su libro La sociedad estamental de la baja edad media española a la luz de la literatura de la época:

“el burgués constituye el elemento dinámico de la sociedad, que ya no vive del trabajo de la tierra ni está sujeto a ella como una planta, sino que vive del comercio y que con ello crea una nueva economía basada en el dinero”(Baruque; 1977)

 

Si algo llama la atención al hacer un estudio sobre este autor es que sus principales obras: El libro de los Estados, El libro del caballero et del escudero y El conde Lucanor fueron producidas durante el enfrentamiento con el Rey Alfonso XI. Es decir, en los momentos de su mayor actividad política. La figura estereotipada del escritor tranquilamente sentado, retirado de la actividad y reflexionando en la pasividad de la vida, resulta casi irónica ante Don Juan Manuel.  Esto ocurre porque dentro de su concepción del arte, la literatura era un instrumento más en la batalla contra el centralismo monárquico y las rebeliones campesinas, y en la defensa del estado nobiliario.

Al hablar de los labradores por ejemplo, Don Juan Manuel dice:

“muchos destos son menguados de entendimiento, que con torpedat podrían caer en grandes yerros non lo entendiendo, por ende son sus estado muy peligrosos para salvamiento de las almas”.  

(Fragmento de El libro de los Estados)

 

Debemos entender ese non lo entendiendo como la posible resistencia del campesino a ser explotado y humillado por los nobles. A ellos, que cometen grandes yerros por torpedat, los espera el infierno. Los enxemplos XIII y XXVI de El conde Lucanor, por tomar sólo dos, ponen al propio Lucanor –un noble- en el papel de víctima de reboltosos y mintriosos (enxemplo XXVI). Si bien no especifica quiénes eran esos revoltosos que fazen a las vegadas enojos et daños en mi fazienda et en mis gentes (exemplo XIII), no resulta dificultoso inferir que sean campesinos o propios nobles del bando enemigo si consideramos las peleas sociales de la época.

Tampoco resulta casual la repetida aparición de reyes torpes o ingenuos (enxemplo XX), soberbios (enxemplo LI) y traicioneros (enxemplo L -aunque aquí finalmente, por escuchar los consejos de un sabio, el rey da marcha atrás en su intención de acostarse con la mujer de un vasallo suyo-) como protagonistas de los apólogos, con una gran incapacidad para resolver problemas. Como contrapartida Lacarra encuentra que:

“más de veinte ejemplos tienen por protagonistas a los defensores que encarnan todo tipo de virtudes”. [1]

 

Al respecto resulta también evidente la comparación establecida en el enxemplo XXVII entre un emperador y un noble: Minaya Alvar Hánez. El emperador se casa con una donzella de muy alta sangre pensando que va a mejorar aún más su posición y termina viviendo un infierno con esa mujer. Minaya en cambio, aparece como un hombre más mesurado. Decide hablar con las tres hijas de un conde y recién después de tener una charla con cada una se decide por la menor. Y no se equivoca. Detrás de un aparente relato amoroso, encontramos la disputa encarada por Juan Manuel. El que se equivoca es el líder supremo. El noble es más reflexivo y toma mejores decisiones.

 

 León Trotski afirma que “cada clase tiene su propia política artística”[2]. Se puede afirmar que Don Juan Manuel se constituyó en un referente ineludible de la suya. En un fiel representante de la política cultural de su clase. Una vidriera tras la que se luce toda la desfachatez de un sector que se cree unos cuantos escalones por encima del resto y defiende con todas las armas disponibles ese lugar, actuando en consecuencia a su supuesta superioridad sobre los demás. Todo El conde Lucanor es un auténtico diccionario señorial sobre qué hacer ante determinados conflictos comunes que puedan sufrir los nobles.  En el enxemplo III por ejemplo, el rey Richalte salva su alma por pelear contra los moros, la guerra es la razón por la cual va al paraíso. La guerra es la razón por la cual los nobles existen como tales según el orden divino. Además, este enxemplo remite a una “edad heroica” señorial donde los nobles ingleses le impusieron una serie de condiciones – la carta magna- a Juan sin Tierra cuando el rey Richalte fue a combatir. Esto de la existencia de una “edad heroica” en un momento pasado que fue casi perfecto y que hay que recuperar ejemplifica el carácter reaccionario de Don Juan Manuel. Lo mismo ocurre en los enxemplos XV, XVI, XXVIII y XXXVII, que teóricamente hablan sobre hechos históricos -por lo menos los personajes de los apólogos son personajes históricos- donde los nobles llevaban las riendas de la historia.

Precisamente en el enxemplo XXXVII se expresa explícitamente la razón de ser del noble: la guerra. A pesar de acabar de terminar una cruenta batalla, el Conde Ferrant González decide ir a combatir contra el rey de Navarra que está haciendo su ingreso en el territorio. La enseñanza: Un noble nunca debe huir. Nunca debe negarse a la lucha. Nunca debe dejar de cumplir su deber divino.

En algunos enxemplos aparece una problemática diferente, Lucanor piensa en dedicarse a descansar dejando de lado su deber social. Pero Patronio es la voz de la ideología señorial y, a través de apólogos sobre casos concretos (es decir, mediante respuestas dadas con la lógica del pensamiento señorial) lo persuade para que siga cumpliendo su deber. Esto lo vemos en los enxemplos XVI: “querría de aquí en adelante folgar e cazar, et escusar los trabajos et afanes”. Es Partronio quien lo persuade mediante el apólogo de que nunca deje de hacer lo que le corresponde según su estamento. En el XXIII expresa:

“to só assaz rico, et algunos conséjanme que pues lo puedo fazer, que non tome otro cuidado, sinon tomar plazer et comer et bever et folgar”

 

A lo que Patronio le contesta con la fábula de las hormigas, que trabajan siempre.

 

La novedad y la sorpresa que provoca la marcada voluntad de autoría de este autor, algo totalmente inexistente hasta su aparición en el espectro cultural castellano, es también producto de su ideología. Funes expresa ante este tema:

“(...) la mayor parte de su obra coincide con el período más turbulento de su vida pública, por lo que la literatura pasa a funcionar como la continuación de la lucha política pero por otros medios. (...) La conciencia de autoría de Don Juan Manuel procede del interjuego de una conciencia estamental y de una voluntad personal” (Funes; 1998). No es cualquiera el que escribe. Es un noble que escribe para otros nobles. Uno de ellos que les enseña a manejarse dentro del ámbito señorial, los capacita para resolver conflictos y nos muestra su inteligencia. Es un hombre sabio. Un hombre que puede gobernar.

No sólo firma los textos sino que, en un gesto vanguardista, aparece ficcionalizado él mismo como personaje de la obra. Al final de cada enxemplo de El conde Lucanor se asoma su figura avalando la fábula y la moraleja, y mandándola a escribir en unos pocos versos para que no se pierda ni se olvide. Así es como llegamos a la sentencia final que rescata la esencia del relato. Esto se repite en cada uno de los 50 enxemplos y en el epílogo. Casi siempre de manera idéntica, los exemplos terminan:. “Et porque Don Johan tovo este exiemplo por muy bueno, fízolo escrivir en este libro et fizo estos viessos que dicen así” dando lugar a los versos rimados finales de cada exemplo.

 

El conde Lucanor es una especie de red, no posee linealidad alguna. Podemos comenzar leyendo cualquier enxemplo y terminando por cualquier otro. Podemos tomar el que más nos guste o convenga utilizar. Se trata de enxemplos inconexos que llevan una estructura general, pero no hay una historia que los englobe. La estructura es la propia de los relatos enmarcados. Se abre con un diálogo que nos lleva a que uno de los personajes cuente una historia, abriéndose un relato dentro del relato. El relato del personaje culmina y en ese momento volvemos al primer nivel, el diálogo entre los personajes, esta vez ya no con la presentación de un problema sino con la moraleja del problema esbozado anteriormente. Como expresé con anterioridad, en el caso de este libro luego aparece el propio autor como personaje dejándonos unos versos con la sentencia final.

Esto también es reflejo de la crisis de la época. El fragmentarismo del texto no es otra cosa que un mero reflejo formal del fragmentarismo social que aquejaba al régimen feudal. El concepto de red es retomado por Julio Valdeón Baruque en su artículo “Las tensiones sociales en tiempos de Don Juan Manuel”, cuando expresa que:

“El argumento básico de la historia castellana de la primera mitad del siglo XIV parece ser esa tupida red de conflictos de tipo político (...) entre los grandes personajes de la época”(Baruque; 1977).

 

Esto es lo que aparece precisamente en El conde Lucanor, una red de conflictos que la sabiduría de Patronio resuelve afirmativamente, como dice el texto en cada uno de los enxemplos:  “El conde tovo este por muy buen consejo et fizolo assí, et fallose ende muy bien”. La voluntad de autoría ahora nos resulta obvia, todos deben saber que detrás de las palabras de Patronio está la voz de Don Juan Manuel. No es un tal Patronio, ayo de un conde, quien habla. Es Don Juan Manuel quien crea a ese personaje para que hable y es él mismo quien aparece al final de cada enxemplo para sintetizarnos la enseñanza. Si Patronio resuelve la red de conflictos de El conde Lucanor. Don Juan Manuel puede resolver la red de conflictos políticos de Castilla. La voluntad de autoría entonces, como marca Funes, responde no sólo a su ideología señorial sino también a su ambición política.

Encontramos entonces: un fragmentarismo, una red de conflictos en él, y una voluntad de autoría. Los tres ejes son el resultado de la crisis contemporánea a la creación del texto y a los planteamientos frente a ella de un hombre de la nobleza con ansias de poder. Es importante recordar que dentro de esa red inconexa de enxemplos subyace un orden dado por el didactismo, que unificaría todos y cada uno de los relatos entre sí.

Para Don Juan Manuel, una constante de la conducta humana es el aprendizaje. Frente al caos de las apariencias que expresa en el prólogo del libro subyace un orden, algo común a todos, inmodificable, que es el aprendizaje. Esto tiene que ver con el pensamiento político y el pensamiento ideológico de Don Juan Manuel. Hay una experiencia humana que es inmutable. Frente al caos social existente también plantea un orden social inmutable: El orden estamental. Bajo la crisis del siglo XIV subyace ese orden que hay que rescatar.

Don Juan Manuel es coherente a su tiempo y a su ideología. Escribe fragmentariamente en una sociedad fragmentada Pero en ambas, esa fragmentación posee un orden que las unifica.

El didactismo de la obra está orientado a los jóvenes caballeros, al aprendizaje de los deberes y derechos de los nobles. En medio de semejante crisis que afecta material e ideológicamente a ese sector social, Don Juan Manuel recurre al típico regimiento de príncipes para que sirva como guía a los futuros aristócratas.

La ideología señorial se basa en la experiencia y este es un punto de conflicto muy importante con el rey en cuanto al derecho. No es casual entonces que Patronio recurra a anécdotas concretas para aconsejar a Lucanor y que esos consejos sean eficaces. Asimismo tampoco es casual que Lucanor sea un noble, un conde, que tomando los consejos de la experiencia pueda resolver sus incontingencias. La experiencia es el único medio capaz de resolver los conflictos. En El conde Lucanor se antepone la casuística señorial a la reflexión teórica, al pensamiento monárquico de Alfonso XI, que había decidido darle validez a las viejas partidas de Alfonso el Sabio.

 

A modo de conclusión, se pueden proponer posibles respuestas para las preguntas con las que comenzó este análisis, respuestas que bien lejos de agotar el tema, sólo pretenden bosquejar ciertas cuestiones sobre la aparición de este texto en la sociedad de la época.

El conde Lucanor es la obra más lograda de Don Juan Manuel. La ideología señorial pasa a través de la forma en una amalgama perfecta entre contenido y estructura. Ante la crisis social y política, plantea la defensa inextricable del orden antiguo. En ese sentido es un libro profundamente reaccionario dentro de las conservadoras obras de este escritor. Contra la movilidad social evidentemente en curso de la mano de los protoburgueses, definitivamente anclados ya en esa época dentro de la arena económica, política y social, propone la inmovilidad social para alejar el caos.

La aparición de este texto, además del ya largamente comentado por la crítica didactismo hacia los jóvenes caballeros, intenta posicionar a su autor entre los nobles mejor preparados para gobernar mientras en la arena militar intentaba vencer al rey y su proyecto centralizador.

Como se ve, aquella frase de Don Juan Manuel en la que basa los fundamentos de su escritura en un mero pasatiempo “es mejor pasar el tiempo en fazer libros que en iugar los dados o fazer otras uiles cosas” no es un argumento sincero sino más bien parece la burla de un hombre que en realidad no tenía demasiado tiempo para aburrirse y que dificilmente le hubiera dedicado días enteros de su vida a la literatura sin buscar un buen rédito a cambio. 


BIBLIOGRAFÍA:

 

Don Juan Manuel. El conde Lucanor. Edición Austral. Buenos Aires, Argentina, 1947.

 

Julio Valdeón Baruque. “Las tensiones sociales en Castilla en tiempos de Don Juan Manuel”en  Juan Manuel Studies. Londres, Inglaterra, 1977. Tamesis Ed..

 

Francisco Abad. “El príncipe Don Juan Manuel” en Literatura e historia de las mentalidades. Madrid, España. Cátedra.

 

Leonardo Funes. “Paradojas de la voluntad de autoría en la obra de Don Juan Manuel” en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Madrid, España, 1998.

 

José Luis Romero. Estudio de la mentalidad burguesa. Ediciones Alianza. Buenos Aires, Argentina, 1999.

 

Aníbal Biglieri. Hacia una opética del relato didactico. Ocho estudios sobre El conde Lucanor. “Cap. V Ética estamental y reelaboración de las fuentes: Ejemplo 23”. Chappel hill, University of North Carolina, 1989.

 

 

 

NOTAS:

 

[1]María Jesús Lacarra. Introducción a El conde Lucanor. Ediciones Austral. Buenos Aires, Argentina, 1993.

[2] León Trotski. Pp. 118 Literatura y Revolución y otros escritos sobre literatura y arte. Ediciones Crux. 1924.

 


 

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