Que se vayan...
(Informe político tras la asunción de Duhalde)
* Por Mario Mazzitelli
"El dato sobresaliente de la tremenda crisis argentina es
que los principales responsables de la misma se reciclan entre ellos perpetuándose
en el poder, sin solución de continuidad y burlándose descaradamente de la
voluntad del pueblo.
"La Asamblea Legislativa de los días 22 y 23 de Diciembre de 2001, apenas
horas después de los saqueos, cacerolazos, enfrentamientos callejeros, 30 jóvenes
argentinos muertos, renuncia de De la Rúa, asunción precipitada de Ramón
Puerta... Sostuvo que: “En democracia no hay gobierno legítimo si no es
elegido por el pueblo.” Nombró a Rodríguez Saá presidente
interino y convocó a elecciones para el 3 de Marzo de 2002. Una semana más
tarde la vergonzante, desacreditada y desprestigiada Asamblea legislativa, en
clara oposición con el reclamo popular sugirió que “el pueblo no delibera,
ni gobierna, ni vota” y así, eligió otro presidente para que se quede hasta
el 2003 y comenzó a preparar (Poder Ejecutivo y Legislativo, PJ, UCR y Frepaso)
una “reforma política” que, bajo la fachada de reducir el gasto, tiende a
dejar a los mismos personajes atornillados el poder mucho más allá del 2003.
Una oligarquía política que nos viene gobernando desde fines de 1983,
hoy caduca y repudiada, caracterizada como mentirosa y corrupta, sumisa ante el
imperio, subordinada al poder económico, prepotente ante el pueblo, represiva
ante los manifestantes, soberbia e incapaz –con solo algunas dignas
excepciones- , no quiere entender que ha llegado la hora de irse.
Que se vayan. Que salgan ordenadamente, sin tremendismo ni
dramatismo. Que reconozcan con humildad que han fracasado y llevaron al país al
desastre. Que en el mejor de los casos no saben o no pueden.
Deberían renunciar todos y convocar a elecciones anticipadas
para renovar todos los cargos electivos en el transcurso de este año 2002.
La Corte Suprema de Justicia no debería hacerse la desentendida. Sus
miembros son corresponsables y deberían actuar con grandeza, auque más no sea
una vez. Si pretenden hacer lo que el pueblo ya no está dispuesto a aceptar
sentirán las consecuencias sobres sus personas y habrán infringido un profundo
daño a la institución cuya única fuente real de poder es la credibilidad pública.
Uno podría caracterizar un gobierno con sólo observar su actitud frente
al principal drama que viva la sociedad. En nuestro caso, el crecimiento
constante de la desocupación desde principios de la década del 90.
El desempleo es la antesala de la flexibilización laboral, la caída del
salario, el debilitamiento del mercado interno, la caída en las ventas y la
producción, la recesión, la baja recaudación fiscal, el déficit en las
cuentas públicas, la reducción de la inversión (mal llamado gasto) y nuevo
aumento de la desocupación. El desempleo crea nueva desocupación.
El modelo de concentración de la riqueza y saqueo sustentado en la
convertibilidad, la apertura económica, las privatizaciones, la destrucción
del Estado y la sumisión al capital financiero, colapsó.
El tándem Duhalde-Alfonsín comprende esto y así lo expresan. Pero no
quieren, no saben o no pueden cambiarlo y continúan con el mismo modelo. Sólo
modificaron el precio del dólar. A priori un dólar más caro incentiva las
exportaciones. Ayuda a la producción local –y esto está bien- en detrimento
de industrias extranjeras muchas veces subsidiadas y vendiendo a precios dumping.
Pero este cambio por sí sólo no implica cambio de modelo y, por el
contrario, según sean las medidas que lo acompañen, puede significar su
profundización.
Con la devaluación se benefician algunos sectores: los
exportadores, los productores agropecuarios, algunas franjas de la industria.
Por el contrario, se perjudican los trabajadores ocupados ya que se achica su
salario por efecto de la inflación. De esta manera la capacidad de compra se
debilita, cae el consumo, se vuelve a resentir el mercado interno, se agudiza la
recesión...y se repite la historia agudizando la crisis. Peor de lo mismo:
hiper-recesión.
Esto sin hablar de la injusticia. Así como el corralito sirve
para salvar a los bancos en detrimento de millones de pequeños y medianos
ahorristas –ya que los grandes fugaron su dinero al exterior- la devaluación
con pesificación de deudas, sirve para realizar una enorme transferencia de
recursos a favor de los grupos económicos más poderosos: una nueva
concentración de riquezas a favor de los ricos y en detrimento de los
ahorristas.
Si estos grandes grupos económicos nativos o extranjeros se
endeudaron en dólares, justo es que se devuelvan dólares. Al pesificar estas
deudas –si el dólar vale dos pesos la unidad- el gobierno reduce a la mitad
los pasivos de estos grupos.
¿Quién se hace cargo de la otra mitad? El pueblo argentino, que tendrá que pagar por vía directa o
indirecta el costo de la medida. Nuevamente, como en 1982, se estatiza la
deuda privada.
¿Quiénes son los beneficiarios? Según aparece en un estudio elaborado por economistas de la
CTA, los mismos que hubiéramos imaginado: Repsol, Techint, Pérez Companc,
Fate, Ford, Arcor, Fiat, Pescarmona, Renault, Carovaglio, Acindar, Bridas,
Soldati, Yoma, Telefónica, Telecom., Roggi, Roemmers, Macri, Loma Negra, La
Nación, Eurnekian, Castellone, Clarín, entre otros. Es bueno familiarizarse
aún más con nombres tan conocidos porque cuando llega la hora de recuperar
alguna de estas herramientas para el pueblo, buena parte de la expropiación
estará paga por la suma de favores que estos grupos le deben al Estado
argentino, es decir, al conjunto de la sociedad.
Por caso, Repsol-YPF, de la que ya dimos cuenta reiteradamente
denunciando el precio vil por el que fue adquirida la empresa y el petróleo,
por la política de saqueo y vaciamiento petrolífero que viene haciendo la
compañía española y por la remisión de ganancias cuantiosas ala exterior.
Ahora se vio beneficiada como exportadora -ya que recibe un dólar más caro- y
como deudora por la pesificación de sus deudas. Encima el gobierno no se anima
a aplicar retenciones a las exportaciones logrando que en plena crisis la española
incremente sus ganancias.
Por eso decimos “más –y peor- de lo mismo”. Porque
piensan y actúan de la misma manera en que lo vinieron haciendo los últimos 18
años y los resultados están a la vista.
El
Presupuesto Nacional es otra muestra.
Todo gira alrededor de un posible acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional. Y como todos sabemos, con el FMI no se acuerda, solo se
cumplen o no sus ordenes. Este gobierno está dispuesto a cumplir.
El presupuesto parece a simple vista un mamarracho. Prevé una caída en la actividad del 4,9 por ciento, cuando
la recesión en los dos primeros meses del año marca una caída del 60 por
ciento en la venta de automóviles o el 44 por ciento en la construcción. Prevé
una inflación del 14 por ciento para todo el año, cuando la devaluación está
superando el 100 por ciento y los precios van a superar esa marca en el primer
trimestre del año. Prevé una recaudación fiscal equivalente al año 2001,
cuando la caída de los meses de Enero y Febrero están marcando una caída de
alrededor del 20 por ciento.
Pero el núcleo del problema sigue apareciendo en el trato de
la deuda externa.
El presupuesto marca un superávit primario de 3.000 millones.
“¡Eureka! -podría
plantear algún desprevenido- no sólo no tenemos déficit, sino que vamos a
poder contar con 3.000 millones de pesos para reactivar la economía, para
establecer créditos blandos a favor de la producción y el consumo...!”. Nada
más alejado de la realidad. A pesar de la crisis, a pesar del 19 y 20 de
diciembre, de los muertos, de las imágenes argentinas estremeciendo al mundo
entero, a pesar de los desocupados, de la recesión y el hambre..., el
gobierno no sólo no decreta moratoria sino que piensa pagar 6.000 millones y
con esto el superávit se transforma en déficit y volvemos a seguir teniendo la
misma necesidad de contar con la “ayuda” del Fondo para paliar el déficit
crónico de la Argentina.
Si algo está claro sobre el problema es que cualquier
gobierno del pueblo debe suspender el pago de la deuda hasta que el Congreso
Nacional dictamine los pasos a seguir. Si partimos del fallo del Juez Ballestero
y observamos que la deuda externa es ilegal y fraudulenta es -por lo menos-
contradictorio que en la ley de presupuesto se destinen fondos al pago de la
misma. Y mucho más en este momento.
¿Hacia
la re-colonización de la Argentina?
En 1982, tras la crisis de la deuda desatada por el no pago de
México, Henrry Kissinger sostuvo que los países latinoamericanos ya no iban a
estar en condiciones financieras de asumir sus compromisos externos y que -por
lo tanto- iban a tener que pagar con su patrimonio. En aquellos años, imaginar
que nuestro país podría desprenderse de sus principales empresas para
“honrar la deuda” parecía poco menos que imposible. De hecho, desde la
naturaleza que las sostenía, la inteligencia que las había creado, el trabajo
que las acrecentaba...todo era argentino, y dado que venían siendo trasmitidas
de generación en generación, resultaban inenajenables para cualquier gobierno.
Esto fue cierto hasta el momento en que supieron profundizar la crisis y quebrar
la voluntad nacional. Luego, con la “complicidad debida” se las apropiaron,
con el agravante que ni siquiera llegamos a pagar la deuda. Esta historia es
conocida. Pero lo válido es recordar que ya Kissinger nos lo había anunciado
10 años antes para quienes quisieran oírlo.
Hacia fines de febrero de este año, Rudiger Dornbusch,
famoso economista norteamericano, nos dio una clave para entender la política
del imperialismo en el futuro. Bajo el pretexto que “la profunda crisis que
vive la Argentina supera largamente a los propios argentinos”, que “es
imposible llegar a un acuerdo nacional porque nadie cree en nadie y no hay grupo
de poder que pueda confiar el timón a otro para salir de la crisis”, que
“las instituciones no funcionan, el gobierno no tiene reputación y la cohesión
social ha colapsado”, concluyen: “No hay escapatoria a que la solución
es una radical intromisión externa”. Dentro de 10 años no podremos decir
que no nos lo dijeron. La apropiación externa ya no se limitará a nuestras
riquezas y empresas, también tendrán el poder político y determinarán
definitivamente que debemos ser.
“tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague el hoyo
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar” (Martín Fierro)
La solución a los graves problemas que aquejan a nuestro
pueblo no pasan por esta oligarquía política y tampoco por ningún mesiánico,
iluminado o delegado imperial que no vaya a sacar del pozo. Pasa sí por un
programa revolucionario, una nueva actitud patriótica y solidaria, que recupere
los principios de dignidad, soberanía e independencia. Esta es una tarea de las
mayorías. De los trabajadores que deben recuperar protagonismo, de los
piqueteros, los empobrecidos, de los sectores medios, de las asambleas populares
democráticas y participativas, y de todas las organizaciones del pueblo,
incluyendo a aquellos partidos políticos que hemos dado muestras de recta
conducta. La gente lo expresó en las calles al grito de “el pueblo unido jamás
será vencido”.
Creemos en la unidad nacional cargada de contenido popular y
revolucionario y no en el contubernio de unos pocos que definen políticas a
espaldas del pueblo y sus necesidades más elementales. Creemos en la unidad
latinoamericana, en el proyecto que soñaran los próceres de nuestra
independencia. Allí tenemos la clave.
Un camino se ha abierto en la Argentina -es el camino que deja
atrás este pasado que se resiste a morir- para dar lugar a una nueva sociedad.
La decisión de transitarlo es nuestra.
La posibilidad de refundar a la Nación sobre principios éticos
distintos, sostenerla en el marco de la justicia social, hacerla “respetable
por sus propósitos sanos y sus acciones eficientes”
-como nos enseñara Juan B. Justo- está en nosotros.
Como pueblo, como argentinos y latinoamericanos, como
militantes socialistas, tenemos el deber de construir un poder popular
de nuevo tipo capaz de lograrlo.
(*) Secretario General del Partido Socialista Auténtico.
volver a la
página del PSA
volver
a sumario