San
  Román se había retirado, con su hermano Lupicino, al monte Jura, para hacer
  penitencia. Fue allí tan cruelmente tentado y atormentado por el demonio, que
  abandonó el yermo para volver al mundo; mientras lo hacía dio en el camino
  con una dama venerable que lo exhortó a la perseverancia. Volvió sobre sus
  pasos, y permaneció en esa soledad durante el resto de su vida, atrayendo a
  ella a muchos santos varones. Murió hacia el año 460. Sobrevivióle su
  hermano unos 20 años.
 
 
 MEDITACIÓN 
 
 
 SOBRE LA PENITENCIA
 
    I. Haz penitencia; ¿acaso
 no eres un pecador? y ¿qué más necesario para un pecador que la penitencia?
 ¿Por qué diferirla de hoy a mañana? El reino de los cielos está cerca;
 acaso mueras pronto, y si no pagaste tus deudas, ¿qué harás? ¿Qué
 mortificaciones hiciste? Te quieres convencer de que se ha de dejar la
 penitencia para los que se metieron en un convento; y yo te digo que las
 personas de mundo la necesitan más que los religiosos, porque más caen en
 pecado.
 
    II. Pero, ¿cómo hacer Penitencia? Has abandonado
 a Dios para amar a las creaturas; desásete de las creaturas para amar sólo a
 Dios. Castiga tu cuerpo con austeridades, pues ofendió a Dios con el pecado.
 No te engañes en esto, la penitencia debe afligirte; debe arrancarte, si es
 posible, suspiros del corazón y lágrimas de tus ojos, por no decir sangre, de
 tus venas.
 
    III. Persevera en este áspero ejercicio hasta el
 fin de tu vida. Estuvo San Román a punto de perder el fruto de sus trabajos
 por no haber tenido coraje para atacar desde un principio, y vencer, las
 dificultades que encontraba en la penitencia. ¡Cuán agradables te resultarán
 esos esfuerzos y sufrimientos si de tiempo en tiempo consideras las espantosas
 austeridades de tantos insignes ermitaños, si piensas en lo que Jesucristo
 sufrió por ti! Busquemos hasta el fin de nuestra vida aquello que nos
 procurará felicidad sin fin. (San Euquerio). La
  esperanza  
  Orad por los peregrinos.
 
ORACIÓN
 
   Haced, Señor, que la intercesión de los
santos Román y Lupicino, abades, nos haga agradables a Vuestra Majestad, y que
obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.
Por J. C. N. S. Amén.
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