Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras mismas y por vuestros hijos.
(Lucas,
23, 28).
Santa Mónica, madre de San Agustín, derramó
tantas lágrimas y oró a Dios con tanto fervor por la conversión de su hijo,
que vio realizarse la palabra de San Ambrosio que le aseguró que un hijo de
tantas lágrimas no podía perderse. Siguió a su hijo por todas partes para
exhortarlo a que renunciara a sus desórdenes y a la herejía de los maniqueos.
Cuando por fin lo vio convertido, exclamó: Ahora moriré contenta, hijo mío,
porque ya nada me queda por desear en la tierra. Murió en el año
387.
MEDITACIÓN ACERCA DE
DE LA PRIVACIÓN
DE CONSUELOS ESPIRITUALES
I. Dios permite, algunas veces, que sus
elegidos queden privados de consolaciones al punto de no encontrar descanso ni
en la oración. No te asombres de este triste estado: Dios lo ve y lo permite, y
a me nudo es su autor. ¿Jesucristo no fue, acaso, sumergido en esta tristeza
mortal en el Huerto de los Olivos y en la cruz, cuando dulcemente se quejaba de
que su Padre lo hubiera abandonado? Cuando estés en este estado de desolación, resígnate generosamente a la
voluntad de Dios, y resuélvete a sufrir por todo el tiempo que a Él le plazca.
Reza con humildad, continúa tus ejercicios de piedad: si los haces con menos
gusto y consuelo, los harás con más mérito.
II. Cuando Dios permite que así seas
privado de todo consuelo, Él lo hace, ya para castigar tu tibieza, ya para
darte a entender que la devoción sensible, que antes tenías, era un don de
su pura bondad; o para hacerte estimar las consolaciones, que menos preciarías
si fueran continuas; o, en fin, para darte ocasión a que adquieras mayores méritos.
Busca, pues, con santa diligencia, al Esposo de las almas. Se oculta cuando
se lo busca, a fin de que, no encontrándolo, se redoble el ardor. (San
Gregorio).
III. Para salir
cuanto antes de este lastimoso estado, examina seriamente qué motivo diste a
Dios para que te abandonara, e implora su perdón. Humíllate ante su adorable
Majestad, reconociendo que eres indigno de sus mercedes; y en vez de desanimarte redobla tu fervor, busca a Dios con mayor empeño, y dile de todo corazón:
Señor, que sois la alegría de mi alma, ¿por qué volvéis vuestro
rostro? ¿Dónde estáis, bien mío, dónde os encontraré? (San Agustín) .
La paz
Orad la buena educación de la
juventud.
ORACIÓN
Oh Dios, consuelo de los afligidos y salvación
de los que en Vos esperan, que bondadosamente recibisteis las lágrimas que
Santa Mónica vertió por la con versión de su hijo Agustín, concedednos, por
la intercesión de ambos, la gracia de llorar nuestros pecados y gustar las
verdaderas alegrías del espíritu. Por J. C. N. S. Amén.
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