Después que el impiísmo Juliano el Apóstata
fue aclamado por su ejército como emperador en Francia, con la muerte del emperador Constancio, su primo
hermano, cobró fuerzas y se vio señor, luego comenzó a quitarse la máscara de
piedad con que antes había favorecido y engañado a los cristianos a los cuales
determinó perseguir y deshacer y conservar y ampliar el culto de sus falsos
dioses: pero, porque pretendía ser tenido de todos por príncipe
manso y benigno, y no quería que los que morían por Cristo fuesen honrados como mártires, y ya la religión se
había extendido, y florecía mucho por el mundo, temiendo alguna turbación en el
Imperio, por razón de estado pretendió con maña destruir a los cristianos,
haciendo presidentes y gobernadores de las provincias a hombres crueles y bárbaros, para tirar la piedra
como dicen, y esconder la mano. Entre los ministros que nombró el apóstata para destruir la Iglesia de Cristo, fue uno Gordiano, el
cual nombrado vicario en Roma,
ejercitaba su crueldad y derramaba la sangre inocente de los cristianos.
Estaba preso con otros muchos un santo presbítero llamado Jenaro. Tuvo con él
Gordiano largas pláticas, y finalmente tocándole el Señor el corazón abrió los ojos al rayo de la divina luz,
y terminó por abrazar la fe; y en efecto, recibió el bautismo por mano de san Jenaro
junto con Marina su mujer, y otros cincuenta y tres de su familia, y entregó a Jenaro un
ídolo de Júpiter que tenía en su casa, y le que quebraron y desmenuzaron y echaron en un lugar inmundo. Supo lo que pasaba
Juliano, y embravecióse por ver que sus principales ministros se volvían contra
él y se hacían cristianos: y quitando a Gordiano el cargo, ordenó al tribuno que
le castigase severamente. Mandóle este atormentar y azotar y quebrantar los huesos con plomadas, y como el santo mártir
diese gracias al Señor por la merced que le hacía en dar le que padecer por él, el tribuno le condenó a ser descabezado delante
del templo de la diosa Tierra y que echasen el cadáver a los perros. Mas el Señor ordenó que los
perros hambrientos no tocasen el santo cuerpo, antes con ladridos le guardasen y
defendiesen. Cinco días después, un criado de Gordiano y otros cristianos le
tomaron de noche y le
sepultaron en la vía Latina en una cueva donde antes había sido enterrado san
Epímaco, mártir, cuyo martirio también celebra hoy la Iglesia: el cual siendo
natural de Alejandría fue preso por el nombre de Jesucristo, y habiendo padecido muchos días
excesivos trabajos y molestias en una áspera y dura cárcel y llevádolos con gran
paciencia y alegría, al cabo fue mandado quemar y sus
huesos y cenizas fueron llevados a Roma por algunos cristianos y
puestos en aquel sepulcro en que dijimos que después fue sepultado san Gordiano.
Por eso la Iglesia católica celebra junta mente el
martirio de estos dos santos en un mismo día.
REFLEXIÓN
No es para decir la rabia y furor con que los crueles emperadores veían convertirse a la
fe a los mismos principales ministros que ponían por perseguidores de los cristianos
y defensores de su imperio: mas en esto se echa de ver la maravillosa virtud de la gracia de Cristo que puede hacer
que lobos sanguinarios se ofrezcan al sacrificio como inocentes corderos. ¿Quién
sino Dios puede obrar tan admirable mudanza en los corazones? Pidámosle pues como el
santo Profeta David: ¡Señor! cread en mí un corazón limpio y
poned en mi interior un espíritu nuevo y recto. (Ps.
L.)
ORACIÓN
Oh Dios omnipotente, concédenos tu gracia para que los que celebramos la solemnidad de tus bienaventurados mártires Gordiano y Epímaco seamos ayudados en tu presencia por su intercesión. Por J. C. N. S. Amén.
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