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Martes 27 de junio de 2000 DISCOS: CRITICA
Los chicos no quieren crecer
En Radio Insomnio, tercera pata de una trilogía invisible, Attaque 77 propone una música ideal para sublimar una adolescencia traumada.
JOSE BELLAS.
Ya va una larga
temporada desde que Attaque 77 decidió congelar los relojes y negarse a entrar
en la etapa vital que cronológicamente les toca: la adultez. Los primeros
síntomas comenzaron a darse en ¡Un día perfecto! (1997), que giraba en
torno a la búsqueda de experimentación, como si de la primera vez se tratara. El
tema no era el estiramiento sin fin de la adolescencia sino el regreso a la
niñez como el paraíso del que todo hombre es expulsado. Todo tan conceptual como
su continuación, el disco de covers Otras canciones o un repaso por los
temas alojados en el inconsciente colectivo, compuestas por artistas tan
distintos como Gilda, Ramones, Alberto Cortez, Erasure, Soda Stereo, Sumo y
Roberto Carlos.
En Radio insomnio, tercera pata de una trilogía
invisible, Attaque 77 prefiere asumir su condición como una elección de vida.
Así es que en Canción inútil (que en realidad habla de los escraches de
H.I.J.O.S.) Ciro Pertusi termina cantando que "es todo lo que tengo para ser
adolescente siempre, que es como vencer".
Siguiendo en esa línea, el
épico tratamiento de Caballito de hierro (oda a una bicicleta
desmantelada en un accidente) y el power pop de Espiral de silencio (una
descripción de las mascotas condenadas del Instituto Pasteur) ofrecen lecturas
tan sinceras como ingenuas.
Las canciones, 15 en total, son presentadas
con interferencias radiales de emisoras porteñas, cordobesas, santiagueñas,
californianas, peruanas, colombianas, españolas, tantas como tramos tienen sus
giras. En ese contexto, canciones como El camino (un preciosista
ejercicio de canción con cuerdas y tratamiento vocal a la Gustavo Cerati) y
Vacaciones permanentes están plagadas de alusiones al tipo de vida de los
músicos de rock.
A nivel sonoro, más allá de la evolución técnica
conseguida a través de los años, siguen girando alrededor de los powerchords de
The Who, el ímpetu punk y las melodías pop afines a grupos como Social
Distortion y Bad Religion. Es decir, la música ideal para sublimar una
adolescencia traumada y la lógica progresión de una banda de Flores que hace
largo rato que abandonó la dieta estricta de Ramones con la que fueron criados.
Dos de los contados ejemplos fuera de esos prototipos son una canción de amor
titulada Beatle (que, en tal caso, reproduce un clima circa Rubber Soul)
y no tan bien concretada idea de traducir al reggae Resistiré (clásico de
los metaleros españoles Barón Rojo). La producción, otra vez cortesía del
norteamericano Jim Wirt, se encarga de poner el material en condiciones de
aplastar al oyente contra la pared, sobre todo si se toma la precaución de poner
el volumen en 10 como sugiere la portada.
Hasta aquí, el reporte al día
de lo que propone Ataque 77 en su versión 2000. Los chicos están bien, pero no
quieren crecer. Tan claro como querer madurar sin recibirse de adulto.