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Observatorio de Conflictos
ÁFRICA Y LOS EFECTOS DE LA COLONIZACIÓN
Por Amaia García Ibáñez
Observatorio de Conflictos, Argentina
La historia del África colonial es una
historia de compulsiones diarias dirigidas desde el gobierno colonial, a través
de intermediarios, hasta la comunidad campesina. Como señala Mahmood Mamdami(1)
la manera más efectiva de realizar la coerción era revestir a la autoridad nativa de poderes para hacer
cumplir las órdenes del gobierno colonial, y la fuerza era un elemento
fundamental para llevar a cabo estos mandamientos. Es comprensible que las
aldeas campesinas se resistieran a abandonar sus cultivos y forma de vida
tradicionales, por ello los gobiernos coloniales tuvieron que imponerse
mediante la violencia.
La economía colonial se orientó a la
producción de materias primas y minerales para la exportación, convirtiendo los
países africanos en monoproductores de cultivos como el algodón y los cereales.
La introducción de esta agricultura no tradicional provocó, entre otras cosas,
el agotamiento del suelo, así como la dirección de la mano de obra a esta
actividad en detrimento de los cultivos de subsistencia. ¿Consecuencias? La
aparición de hambrunas y epidemias. Para no perder esta mano de obra tan barata
el gobierno colonial introdujo el cultivo de productos como la mandioca, que
permitían que el campesino no muriese de hambre y pudiese seguir trabajando a
costa de una desnutrición generalizada.
Coincido con Claude Meillassoux (2) en
señalar que la explotación de la fuerza de trabajo (y no el intercambio
desigual) es la clave para entender la pauperización creciente de las
sociedades africanas, el atraso tecnológico, la urbanización, el abandono de
los cultivos de subsistencia y la creciente dependencia del mercado. Una de las
principales instituciones para la explotación del campesino fue el trabajo
forzado. La abolición de la trata y la esclavitud no significó la aparición de
un trabajador libre, por el contrario, se mantuvo a la mano de obra en
condiciones de superexplotación, para que las potencias coloniales obtuvieran
un beneficio mayor. La obligación de construir obras públicas y de trabajar en
determinados cultivos, minas y granjas de los colonos blancos, ausentaba a los
campesinos temporalmente de sus hogares y los que quedaban tenían que compensar
el trabajo de los que se habían ido, así, la carga para los que quedaban era
mayor.
La colonización no pretendió eliminar las
comunidades campesinas dado que, gracias a la autoridad nativa, obtenía la
cantidad de hombres e impuestos que requería. Además, como explica bien
Meillassoux (3), el imperialismo obtuvo toda su ganancia mediante la
explotación de estas comunidades y no mediante su destrucción. El trabajador
que migraba temporalmente, una vez terminado el trabajo forzado, volvía a su
comunidad. De esta manera, el costo de la reproducción de la fuerza de trabajo
recaía sobre la comunidad y no sobre el empleador o el estado colonial. Sin
embargo, las comunidades domésticas comenzaron a desestructurarse, las
compulsiones de las que eran víctimas determinaron que, para poder pagar todas
las cargas, tuvieran que alterar el ciclo de dejar la tierra en barbecho, con
el consiguiente agotamiento del suelo, agravado por las demarcaciones
territoriales hechas por las administraciones coloniales. Las cosechas
comenzaron a ser insuficientes para la
correcta alimentación, provocando hambrunas y desnutrición tanto en adultos como
en niños. Acto seguido, las epidemias hicieron su aparición. Es verdad que
muchos autores acuerdan en que los gobiernos coloniales desarrollaron políticas
sanitarias, pero éstas se debieron a la
necesidad de mantener con vida la mano
de obra y no a la filantropía
occidental. Es por ello que las comunidades (reservas de mano de obra) pierden
su capacidad de reproducción de fuerza de trabajo. Allí, según Meillassoux,
radica la contradicción que genera el imperialismo.
La economía doméstica dejó de ser
autosuficiente no sólo por la escasez de las cosechas y la necesidad de buscar
en el mercado alimentos, sino también por la necesidad de numerario para
obtenerlos, para poder pagar los impuestos y para comprar nuevas necesidades
creadas por la colonización. La dependencia creciente del campo respecto de la
ciudad provocó la migración definitiva de muchos campesinos, y la pérdida de los lazos de solidaridad con sus
comunidades. Al llegar a las ciudades y no encontrar un empleo que retribuyera
seguros sociales, esta masa de campesinos quedó sin contención y pasó a
integrar la esfera marginal. La pérdida de lazos de solidaridad y el excedente
de mano de obra en la ciudad permite a las autoridades coloniales seguir
obteniendo beneficios de la explotación de la mano de obra migratoria que no
regresa a su comunidad.
Después de la Segunda guerra mundial,
surgieron movimientos de liberación en toda África. Hacia las décadas de 1960 y
1970, las antiguas colonias se independizaron. El traslado de realidades
occidentales, como las de un estado con fronteras territoriales bien
delimitadas, lleva a pensar que la emancipación no fue tal. África sigue
dependiendo de estructuras y de ideas ajenas a ella, no por la incapacidad de
generar sus propios mecanismos de gobierno,
sino una vez más por la imposición del dominio blanco (4). La
dependencia económica respecto de
EE.UU. y Europa no permitió que los nuevos estados, bien por el
colaboracionismo de la clase dirigente o por directa intromisión externa,
solucionaran los problemas acarreados por la colonización.
En la actualidad África, cada vez más poblada, ha perdido muchas de
sus formas tradicionales de vida. El hacinamiento en las ciudades , la
pauperización creciente, la dificultad para acceder al agua potable, han favorecido
la propagación de múltiples epidemias en un entorno subalimentado. El VIH es
una de las principales enfermedades que aqueja a la población, no sólo por la
gran cantidad de muertos sino porque debilita todavía más la estructura
familiar. Los miembros enfermos de la familia no pueden seguir trabajando y de
esta manera no transmiten los conocimientos de cultivo a la siguiente
generación. El círculo vicioso continúa, se cultivan menos parcelas de tierra ,
menos variedades de cultivo, se obtienen peores cosechas y se producen hambrunas
en tiempos de sequía.
En este contexto de miseria generalizada,
el deterioro de la estructura familiar es tal que encontramos casos de padres
que venden a sus hijos. Estos niños son comprados para realizar trabajos
forzados, la vieja institución pervive y permite explotar una mano de obra
infantil no calificada. Muchos de ellos se convierten a temprana edad en
soldados, luchando en conflictos que Occidente denuncia a través de organismos
no gubernamentales pero de los que se beneficia. Es irónico saber que, en
Occidente, hay innumerables organizaciones que tratan de impedir que los padres
vendan a sus hijos, que el VIH siga expandiéndose sin ningún tipo de freno, que
las comunidades sigan desintegrándose y que el hambre provoque miles de
muertos, porque las políticas económicas occidentales perpetúan el estado de
cosas y lucran con la vida de todo un continente. Un ejemplo lo proporciona la
privatización de un bien de primera necesidad como el agua, se denuncia que la
privatización encareció su acceso haciendo imposible que gran parte de la
población la obtenga. En Mozambique 660.000 personas están al margen de este
recurso. El servicio de salud es, hoy en día, un derecho que gran parte de la
población no disfruta. Las personas que son internadas huyen de los hospitales,
porque no pueden pagar las facturas. En Ghana, por ejemplo, el paciente tiene
que pagar el 100% del gasto previsto de su tratamiento antes de que comience el
mismo.
África soñó con liberarse de las potencias
coloniales, los movimientos de liberación lucharon pacíficamente en unos casos
y por medio de la violencia en otros, para decidir y manejar su futuro. Treinta
años después la explotación es tan brutal que cabe preguntarse ¿hubo
descolonización?.
Notas
(1) MAMDAMI, Mahmood, Ciudadano y
súbdito, África contemporánea y el legado del colonialismo tardío. Siglo
XXI, México, 1998, pp.154-202. El autor habla de despotismo descentralizado.
(2) MEILLASSOUX, Claude, Mujeres,
graneros y capitales. Siglo XXI, México, 1985, pp. 131-203.
(3) MEILLASSOUX, Claude, Mujeres...,
cit, pp 131-203.
(4) BENZ, W y GRAML, H, Problemas
mundiales entre dos bloques de poder. Volumen 36, Siglo XXI, México, 1982,
pp. 300-354.
BIBLIOGRAFÍA
BERTAUX, Pierre, Africa desde la
prehistoria hasta los años 60. Siglo XXI, Madrid, 1991.
BENZ,W y GRAML, H, Problemas mundiales
entre dos bloques de poder. Siglo XXI, México, 1982, pp. 300-354.
COQUERY VIDROVITCH, C y MONIOT, H, El
África negra desde 1800 a nuestros días. Labor, Barcelona, 1976.
MAMDAMI, Mahmood, Ciudadano y súbdito,
África contemporánea y el legado del colonialismo tardío. Siglo XXI,
México, pp.154-202.
MEILLASSOUX, Claude, Mujeres, graneros
y capitales. Siglo XXI, México, 1985, pp.131-203.
OUDET, Maurice, La necesidad de un
fuerte mundo campesino, www.rebelion.org.
SARPONG, Samuel, Desarrollo humano y
lucha contra la pobreza, www.rebelion.org.
STÜRTZE, Alizia, Pillaje, guerra e imperialismo en África,
www.rebelion.org.
EQUIPO DE NOTICIAS DE AFROL, El hambre
y el difícil acceso al agua afectan a 660.00 personas en Mozambique, www.afrol.com
Prolongado
deterioro de la agricultura de subsistencia en Mozambique, www.afrol.com
23
de los 54 países africanos sufren emergencias alimentarias, www.afrol.com
Liberados 70 niños víctimas de
la trata en Ghana, www.afrol.com