La
Inquisición

Se considera como tal a las actividades que tienen como común denominador el
ejercicio de un poder sobrenatural siniestro, ejercido por personas que vivían
sometidas al demonio. Generalmente sus practicantes, supuestos o reales, eran
mujeres. También se le conocía como hechicería o magia negra. Entre las
principales razones para acudir a la ayuda de las brujas predominan los desórdenes
sexuales -tales como adquirir filtros para seducir a la persona deseada-,
suscitar calamidades y daños contra enemigos o rivales, invocar a los muertos
y, en general, para resolver todo tipo de problemas. No todas las brujas seguían
las mismas prácticas, pero las siguientes eran las más comunes: la bruja
reniega de Cristo y los sacramentos realizando un pacto con el demonio, en cuyo
honor realiza ritos diabólicos en los que hace una parodia de la Santa Misa o
de los oficios de la Iglesia, adorando a Satanás, príncipe de las tinieblas,
al cual le ofrece su alma a cambio que le diese poderes sobrenaturales. Así, la
brujería está directamente relacionada con el satanismo.
"La
hechicería se vivía como una verdadera amenaza en el seno de la comunidad, las
convicciones relativas a la magia estaban profundamente arraigadas en la vida
social. Para el hombre común la hechicería resulta un complejo ideológico
capaz de aportar soluciones a gran parte de los problemas cotidianos. La acción
del hechicero se desarrolla en dos direcciones, magia de protección y magia
destructora: sanar enfermedades, deshacer hechizos, adivinar, proteger de los
ataques, preparar filtros. Su posición social es ambivalente, el paso de una
categoría benefactora a otra malhechora es producto del temor y sospechas que
este poder levanta entre sus vecinos.
De
acuerdo con este credo, los males no son un castigo de Dios por nuestros
pecados, sino los ataques malintencionados de ciertas personas, y en
consecuencia, se tomaba por muy real la explicación de que alguien podía estar
provocando la desgracia. Quién mejor que el enemigo o el marginado para hacerse
responsable del infortunio imprevisto, de su envidia o resentimiento podían ser
víctimas no sólo personas adultas...".
Este tipo de
actividades se remonta a épocas inmemoriales y a las más diversas regiones del
mundo a través de toda la historia de la humanidad. Coinciden con una concepción
dualista. Según esta cada día y en cada lugar se enfrentan las fuerzas del
bien (hijos de Dios) con las del mal (servidores del diablo). Cada una de estas
tendencias efectúa sus ritos, tiene su organización, sus jerarquías y sus prácticas.
Las brujas resultaban siendo servidoras del demonio, a quien le debían sus
dones excepcionales. Según las creencias populares se les solía atribuir una
serie de poderes, considerándolas capaces de producir plagas en las cosechas,
tormentas, enfermedades o diversos tipos de daños en los enemigos de sus
clientes incluyendo la muerte. Se les suponía expertas en la preparación de pócimas
que tenían la facultad de hacer que el que las bebiese se enamorase u odiase a
otras personas. Asimismo, se creía que podían transformarse o transformar a
otros en animales, realizar vuelos nocturnos, hacerse invisibles, acceder a
cualquier lugar por más lejano y seguro que fuese y que eran las responsables
de las desgracias de los reyes, etc. Para realizar sus atrocidades se reunían,
generalmente por la noche, en aquelarres, reuniones orgiásticas en las que se
daba rienda suelta a todo tipo de abominaciones y que tenían como invitado de
honor al propio Lucifer, representado por un macho cabrío. La brujería era una
de las actividades más antisociales por lo cual, como sostenían Lutero y
Calvino, se hacía merecedora de los más severos castigos.
"Las
consecuencias que trae a una sociedad el hecho de que se crea objeto de actos mágicos
constantemente son incalculables, pues todo su sistema de sanciones religiosas o
legales, debe ajustarse al que podríamos llamar sentido mágico de la
existencia" .
Ya en el Antiguo
Testamento se ordenaba que a las brujas se les condenase a muerte (Exodo, XXII,
18). Platón sostenía que a las personas que usasen de ella para hacer el mal
se les debería aplicar igual sanción. Desde las más antiguas leyes romanas
hasta las últimas previas a su cristianización se mantiene la condena más enérgica
para estas actividades. Por mencionar tan sólo algunas persecuciones en contra
de las brujas, que datan de entonces, podemos señalar las realizadas en la época
de Constancio, Valente y Valentiniano I. En los primeros siglos del cristianismo
fue muy poco reprimida pero, leyes como las del Codex Iustinianus (libro IX, título
18) sancionan con la pena capital a quienes celebran sacrificios nocturnos en
honor del demonio.
A partir de la Edad
Media la rigurosidad irá en constante aumento hasta llegar a su clímax en los
siglos XVI y XVII. La brujería era sancionada indistintamente por las
autoridades civiles como por las eclesiásticas. La persecución contra las
supuestas o reales brujas fue una de las páginas más negras de la historia de
la humanidad, que solamente en el siglo XVII en Inglaterra anglicana acabó con
más de 50,000 personas quemadas en la hoguera mientras que, en Alemania la
cifra se estima en 100,000. En este marco general cabe resaltar un hecho
indiscutible: si en España y sus colonias no se llegaron a quemar brujas fue básicamente
gracias al Santo Oficio.
Sobre la temática
brujeril tuvo especial importancia la gestión del Inquisidor General Alonso
Manrique, quien, además, había ordenado en 1526 la recopilación de la
normatividad del Tribunal, bajo el título de Instrucciones antiguas, las cuales
correspondían a la época de Torquemada y Deza. Manrique convocó a una
congregación de teólogos y juristas para saber cómo proceder con la brujería:
"A
pesar de esos amables magos (que son tal vez una excepción) la ideología «brujeril»
es más a menudo maléfica que benéfica. A propósito de esto, Cohn ha
incorporado algunos hermosos textos, brotados de la Suiza alemánica en los
siglos XIV y XV. Encontraremos su equivalente más tarde entre los gascones en
los tiempos de Carlos IX y de Enrique IV. Los brujos rurales de esas diversas
zonas son siempre capaces de hacer el mal y el bien, a elección, sobre pedido.
Pero se especializan de mejor gana en la primera rama de la alternativa; montan
ataques, de cabo a rabo, contra el ciclo vital. Impiden el acto sexual por medio
del anudamiento mágico de la aiguillette (rito de castración); luego matan al
feto o al recién nacido (en las acusaciones de Sabbat, cocinadas por los
inquisidores o los jueces laicos, ese crimen de infanticidio degenera en agravio
fantasmático de antropofagia colectiva, la cual es practicada de manera ritual
en contra de los niños pequeños). Los brujos la toman también con la salud de
los adultos a los que gustosos les rompen los brazos o les destruyen la razón.
La ofensiva contra la vida de los individuos se acompaña de un asalto general
contra los bienes de la tierra. El brujo destruye las cosechas por medio del
granizo, y las campanas por medio del rayo. Birla la leche de las vacas del
vecindario para reforzar su propia producción lechera o mantequera. Da muerte
por epizootias a los bueyes y ovejas de los ganaderos. La bruja vista por
quienes la rodean toma pues la figura de una máquina de matar: ama de cría del
bebé de su prójima, su leche se rebela mortal para el niño al que le da la
teta; su aliento, su escupitajo, su mal de ojo aterran a los alrededores; las
granjeras se quejan del deceso de sus perros de guardia, muertos por los
mendrugos de pan que ella reparte en la perrera.
El
brujo sin embargo no es sólo una fuerza de muerte: no pierde del todo los
poderes de fecundidad que le asignaba Ginzburg. Como lo han mostrado bien las
investigaciones realizadas en el Boscage normando, el brujo sólo se apodera de
la fuerza del prójimo para acrecentar mejor la propia... hasta que surja un
contra-brujo pagado por la víctima y que a su vez le sacará su fuerza al brujo
para restituírsela a su primer propietario o para aprovecharla personalmente. Y
así sucesivamente" .
En España las
primeras medidas represivas contra la brujería datan al menos de los siglos XIV
o XV. Este tipo de actividades eran consideradas demoníacas. Se creía que las
brujas realizaban en sus sesiones rituales nocturnas sacrificios humanos,
especialmente de niños, invocaciones a los muertos, orgías que incluían la cópula
carnal con el mismo demonio, quien solía ser representado en forma de un chivo.
Parece ser que la peste negra, las epidemias, las sequías, etc., o,
sencillamente, la crudeza de estos tiempos, hizo que se buscaran chivos
expiatorios a los cuales responsabilizar por estos y otros males. Las supuestas
brujas y los judíos resultaron siendo los principales perjudicados:
"No
puede sorprender el que la Iglesia defensora del Dogma tuviese que adoptar una
postura contra los hombres que se dedicaban al estudio o ejercicio de las artes
o ciencias ocultas. Tal estudio podía crear la duda sobre lo que los libros
sagrados indican sobre la historia de la creación; los pensamientos sobre espíritus
astrales y humanos podían conducir a herejías, a buscar el trato con demonios
o seres malignos, como brujos y magos intentaron hacerlo repetidas veces, y dar
lugar a sectas que les rindieran culto".
Sin duda alguna una
de las páginas más vergonzosas de la historia de la humanidad fue la
denominada caza de brujas que estalló con singular fuerza entre los siglos XVI
y XVII. La locura colectiva provocada por aquella fue causa de la muerte de
centenares de miles de víctimas inocentes, sobre todo en las zonas rurales,
donde la ignorancia alimentaba todo tipo de supersticiones. El número total de
las personas condenadas a la hoguera bajo este cargo en el siglo XVII, sólo en
Alemania, ha sido calculado en más de 100,000; mientras en el mismo período
para Inglaterra se estiman en cerca de 50,000. Anteriormente, en diferentes épocas,
también se reprimió violentamente a las supuestas brujas:.
"Pero
en Europa en su conjunto la locura brujeril tuvo su momento, particularmente
después de haber recibido el apoyo de la autoridad de los reformadores
protestantes. Lutero, Melanchton, Bullinger, Calvino y otros dieron su
conformidad a persecuciones desconocidas en la Europa católica"...
"Desde el siglo XIV al siglo XVII una autoridad pretende «que las víctimas...
fueron millones, y se piensa que medio millón es una estimación muy moderada»"
.
El primer brote
brujeril de importancia en España surgió en la zona pirenaica y resultó
decisivo para el accionar posterior del Tribunal. El juez Pierre de Lencre,
consejero y parlamentario de Burdeos, sostuvo que numerosos demonios se habían
refugiado en Labourd y el sur de Francia. Según dicho personaje, en estos
sitios se estaban dedicando a sus oficios conocidos: matanzas de niños,
destrucción de cosechas, celebración de aquelarres, etc. Una ola de pánico
estalló en toda la región y repercutió en las cercanas localidades hispanas,
extendiéndose a Zurragamurdi, el noroeste de Navarra y, seguidamente, a las
Vascongadas y La Rioja. Una bruja arrepentida se presentó ante la Inquisición
de Logroño y denunció a sus cómplices. Entonces el Tribunal comenzó
inmediatamente a realizar las investigaciones que la situación aconsejaba, en
el transcurso de las cuales más de 300 personas fueron inculpadas. De estas se
detuvo y procesó a las que resultaron sospechosas, las que totalizaron 40. La
lectura de las sentencias se realizó en medio de gran expectativa en el auto de
fe efectuado el 7 y el 8 de noviembre de 1610, en que salieron un total de 53
sentenciados: 21 con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas y con una
vela en la mano (6 de los cuales tenían una soga en la garganta, señal de que
serían azotados); 21 con sambenitos con aspas de reconciliados y una vela; 5
estatuas de difuntos; y 6 con sambenitos y corozas de relajados . De estos últimos
al menos una, la bruja Endregoto, lo fue por haber matado a una persona, el
conde de Aguilar. La vieja hechicera le había ofrecido al anciano -figura muy
popular en la zona por sus obras caritativas- hacerle recuperar su perdida
juventud. Lo que en realidad hizo fue darle a beber algunos brebajes, asesinarlo
y hacerlo picadillo. El crimen despertó la indignación del Tribunal y la bruja
fue quemada en la hoguera.
La Suprema ordenó
revisar las actuaciones del tribunal de Logroño. Con tal fin autorizó al
inquisidor Alonso Salazar y Frías, quien era miembro del mismo tribunal pero se
había mostrado disconforme con la actuación de los otros inquisidores y había
trasmitido sus objeciones a la máxima autoridad inquisitorial. Ya el teólogo
Pedro de Valencia se manifestaba en contra de estas creencias y prácticas, en
las cuales veía una farsa montada con la intención de dar rienda suelta a las
más bajas pasiones. Salazar coincidía con él y rechazaba el supuesto poder de
la brujería como mero producto de la imaginación de mentes desquiciadas o con
intenciones de ganarse algún dinero en base a la ingenuidad del común de las
gentes.
"Baschwitz
ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías sentando la afirmación de que
su informe de más de cinco mil páginas representa un trabajo digno de admiración,
que guarda hoy un real valor científico. Considera que la labor de Salazar fue
imparcial en amplias averiguaciones ante gentes afectadas por el delirio de la
brujería y frecuentemente con el sentimiento de una propia culpabilidad que les
había vuelto locos; llevando en su labor al interrogatorio de 1,812 brujos y
brujas confesas y arrepentidas, y niños de doce a catorce años. Ochenta y dos
se vuelven contra sus anteriores declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose
de la promesa de impunidad que les había sido concedida durante el período en
vigor del decreto de gracia.
También
recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores- de cómo Salazar
controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos nocturnos, aquelarres
y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le hablarán de que deben
asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada, enviará Salazar a dos de
sus secretarios, que atestiguarán que no se había celebrado. Un grupo de jóvenes
confesas de haber tenido relaciones sexuales con el diablo, serán objeto de un
examen médico que determinará lo contrario. Los ungüentos que las brujas decían
ser recetas del diablo, fueron analizados por farmacéuticos y revelándose que
eran incapaces de producir el menor efecto y Salazar terminará su trabajo señalando
que no encontró ningún dato que pueda deducir que el menor caso de brujería
hubiera tenido efectivamente lugar" .
El Inquisidor
General Manrique y los erasmistas creían firmemente, al igual que la mayoría
de las personas de su tiempo, en la existencia de la brujería, sus aquelarres,
ritos satánicos y celebraciones diabólicas. Por su parte, los anti-erasmistas
sostenían que la brujería era fruto de la imaginación o la locura de las
personas acusadas por tal motivo y que existía sólo en sus mentes. En 1526 el
inquisidor general convocó en Granada una reunión especial de inquisidores
para discutir el problema. Los informes del Inquisidor Salazar y Frías pero,
sobre todo, su minucioso estudio de los sucesos de Logroño y la actitud de
muchos ilustres teólogos y autoridades eclesiásticas e inquisitoriales, ánimo
el debate. De tales deliberaciones surgieron algunas conclusiones
significativas. Aunque la mayoría de los reunidos consideró como verdaderas
las confesiones de las brujas, una minoría encabezada por el futuro Inquisidor
General Valdés consideró que las confesiones eran poco más que engaños y,
cuando tuvieron que decidir sobre la acción a emprender, la gran mayoría optó
por una política benigna, incluyendo el envío de predicadores para instruir y
evangelizar a la gente ignorante que era fácil presa de tales supersticiones.
En la práctica la mayor parte de los testimonios de la existencia de tal delito
fue rechazada por considerárseles engaños. Por lo tanto, contrariamente a lo
que se cree, gracias al Tribunal del Santo Oficio, España se salvó de los
furores populares contra las brujas y su quema, en una época en que tal
conducta prevalecía en Europa. Ya Tuberville había señalado certeramente el
significado que tuvo la reunión de inquisidores para el procesamiento de los
casos de brujería por el Tribunal:
"En
el momento en que en otros países de Europa se atribuía a las brujas el poder
de producir la esterilidad y el tener costumbres de vampiros, por las cuales
iniquidades eran quemadas, esta junta decidió que las brujas acusadas de
maquinar la muerte de personas y de chupar la sangre de niños, no debían ser
entregadas al brazo secular como asesinos, puesto que no había nada que probase
en verdad que se hubiese cometido algún asesinato. Acordaron que la Inquisición
era el cuerpo apropiado para conocer de los citados delitos de brujería, pero
considerando que era mejor la prevención que la cura, llegaron a la conclusión
de que el primer paso a seguir era el de enviar predicadores a que instruyesen
al pueblo ignorante" .
Vale la pena
recordar que aún en 1692, en Salem (Massachusetts), la sangrienta persecución
contra las brujas cobraba nuevas víctimas. Indudablemente el puritanismo, con
su remarcado énfasis en el pecado original y en el rol que desempeña el
diablo, sirvió de alimento a las hogueras. Mientras tanto comparemos este
accionar con el del Santo Oficio en estos casos. El procedimiento para los
juicios por brujería difería poco del que se empleaba para los de herejía,
con la sola pero importante diferencia de que la tortura estaba expresamente
prohibida para el primer tipo de casos. Los castigos infligidos por la Inquisición
eran mucho más leves que los que empleaban los tribunales seculares. En las
Cortes de 1598 se acordó que los delitos de maleficios sean casos privativos de
la Inquisición y que las demás autoridades judiciales se abstengan de
intervenir en ellos. Después del famoso auto de fe de Logroño, realizado en
noviembre de 1610, pocos juicios de brujería figuran en los archivos
inquisitoriales peninsulares y no hay ninguno en el siglo XVIII. La conducta del
Santo Oficio hispano frente a la brujería constituye uno de los más honrosos
capítulos de su historia. Así, en el siglo XVIII, mientras...
"Las racionalistas Inglaterra y Escocia (con un total calculado en 300,000
víctimas), e incluso las colonias de América, quemaban brujas alegremente tras
unos preliminares de repugnante crueldad, y Sir William Blackstone dictaba una
ley en el sentido de que «negar la posibilidad, mejor dicho, la existencia real
de la brujería es al mismo tiempo contradecir rotundamente la palabra revelada
de Dios». En España, en cambio, la influencia moderadora del Santo Tribunal
siguió predominando y, aunque ante él comparecieron unos cuantos casos, no se
declaró culpable a ninguna de las acusadas.
Por
este servicio a la causa de la humanidad y la verdad, la Inquisición española
merece la gratitud de todos los hombres civilizados" .
Por estas razones
Gustavo Henningsen sostuvo que...
"La
Inquisición podía haber causado un holocausto de brujos en los países católicos
del Mediterráneo -más la historia nos muestra algo muy diferente- la Inquisición
fue aquí la salvación de miles de personas acusadas de un crimen
imposible" .

OTRAS
FUENTES
En la segunda mitad del siglo XIII, la recién instituida Inquisición Papal
comenzó a ocuparse con cargos de hechicería. Alejandro IV, ordenó (1258) que
los inquisidores deben limitar su intervenciones a casos con alguna clara
presunción de creencias heréticas (manifeste
haeresim saparent). Pero como la brujería, con sus prácticas diabólicas,
está muy ligada a la herejía, la persecución de brujas no se evitó.
En
Toulouse, cede de la herejía de los Cátaros, fue donde en 1275 se dio el
primer caso conocido de una bruja llevada a la hoguera por la sentencia jurídica
de un inquisitor (Hugues de Baniol (Cauzons, "La Magic", II, 217). La
mujer, "confesó" haber dado a luz un monstruo, resultado de su relación
carnal con espíritus malignos y haberlo alimentado con carne de infantes la
cual procuraba en expediciones nocturnas. La posibilidad de relaciones carnales
entre seres humanos y demonios era aceptado por algunos grandes teólogos como
Santo Tomas y San Buenaventura, sin embargo, en la Iglesia prevalecía el sentir
contrario. Un testigo poco amistoso a la Iglesia, Riezler (Hexenprozesse en
Bayern, p. 32) reconoce que "entre los representantes oficiales de la
Iglesia, esta tendencia mas saludable prevaleció hasta los umbrales de la
epidemia del juicio de brujas, o sea, hasta avanzado el siglo XVI". En el Sínodo
Provincial de Salzburg de 1569 (Dalham, "Concillia Salisburgensia", p.
372), hay una fuerte tendencia a prevenir la imposición de la pena de muerte en
acusaciones de brujería, insistiendo que estas son ilusiones diabólicas.
Pero
no hay duda de que en el siglo XIV algunas constituciones papales de Juan XXII y
Benedicto XII (cf. Hansen, "Quellen und Untersuchungen", pp. 2-15)
estimularon mucho el enjuiciamiento por brujería y otras prácticas mágicas
por parte de los inquisitores, especialmente en el sur de Francia. En un juicio
a gran escala en Toulouse en 1334, de 63 personas acusadas de ofensas de este
tipo, 8 fueron entregadas al poder secular para ser quemadas. El resto fueron a
prisión de por vida o con largas sentencias. Dos de las condenadas, ambas
mujeres mayores, después de ser torturadas, confesaron haber asistido a un
aquelarre de brujas, haber allí adorado al demonio y ser culpable de
indecencias con el y otras personas presentes y haber comido carne de infantes. (Hansen,
"Zauberwahn", 315; y "Quellen und Untersuchungen", 451). En
1324 Petronilla de Midia fue quemada en Irlanda por recomendación de Richard,
Obispo de Ossory. Durante este período, las cortes seculares acusaban y
enjuiciaban por brujería con igual o mayor severidad que los tribunales eclesiásticos.
Se usaba la tortura y la hoguera.
No
se conoce que enjuiciamientos de este tipo se llevaron a cabo en Alemania por
inquisitores papales durante los siglos XIII y XIV. Alrededor del año 1400
encontramos muchos enjuiciamientos de brujas en Berne, Suiza por manos de Pedro
de Gruyères, que, a pesar de lo que dice Riezler, era sin lugar a dudas un juez
secular (Hansen, "Quellen, etc.", 91 n.). También jueces seculares en
Valais (1428-1434) mataron 200 brujas y en Briancon en 1437 mas de 150. Las víctimas
de los inquisitores, ej. en Heidelberg en 1447; o Savoya en 1462, parecen no
haber sido tan numerosas.
Algunos
escritores han pensado que la Bula, "Summis desiderantes affectibus",
del Papa Inocencio VIII (1484) fue responsable por la fiebre contra las brujas.
Esto no es cierto ya que las campañas anti-brujas preceden a esta Bula la cual
no contiene nada nuevo. Su efecto fue mas bien el de ratificar el poder ya
conferido a los inquisitores Enrique Institoris y Santiago Sprenger para tratar
con crímenes de brujería y herejía y pedir al Obispo de Strasburg que apoye a
los inquisitores. Esta Bula Papal, sin embargo, no pronuncia ninguna decisión
dogmática. Quizás el libro "Malleus Maleficarum" (el martillo de las
brujas), publicado unos dos años después por los mismos inquisitores, fue el
que mas incitó al enjuiciamiento de brujas. Pero los enjuiciamientos de brujas
en los siglos XVI y XVII fueron en su mayoría hechos por el poder secular.
La
Reforma Protestante ante la caza de brujas.
Sin
lugar a duda, Lutero y Calvino y sus seguidores aumentaron grandemente la
creencia popular en el poder del demonio en la brujería y otras prácticas mágicas.
Lutero, basado en su interpretación del mandamiento Bíblico, abogó por la
exterminación de las brujas. "La Historia del Pueblo Alemán" de
Janssen argumenta con muchas pruebas (capítulos IV y V, del último volumen
-vol. XVI de la edición inglesa) que una gran responsabilidad por la caza de
brujas recae en los Reformadores.
El
código penal conocido como Carolina (1532) decretó que la hechicería debe ser
tratado como una ofensa criminal en el imperio Alemán y si causó daño a
alguna persona, la bruja debía ser quemada. En general, la mayor actividad de
cacería de brujas ocurrió en los distritos Protestantes de Alemania que en las
provincias católicas. Ejemplos de ello son Osnabruck y Wolfenbuttenl. En
Osnabruck, en 1583, 121 personas fueron quemadas en tres mese. En Wolfenbuttenl,
en 1593 hasta diez brujas fueron quemadas en un día. No fue hasta el 1563 que
se le hizo una resistencia eficaz a la persecución por medio de un protestante
de Cleues, Juan Weyer. Se le unieron las protestas de Ewich y Witekind.
En
el debate sobre las brujas habían católicos y protestantes en ambos lados.
Quizás la protesta mas efectiva contra la caza de brujas fue la del jesuita
Friedrich von Spee, quién en 1631 publicó "Cautio criminalis".
La
persecución ocurrió en muchos países
La
persecución de brujas se extendió por muchos países. En el siglo XVI habían
enjuiciamientos por tribunales seculares en Roma. En Inglaterra y Escocia también
hubo persecuciones pero no hay cifras precisas sobre las ejecuciones. Howell,
escribiendo en 1648, dice que en el período de dos años hubieron casi 300
brujas procesadas y la mayoría ejecutadas en Essex y Suffolk solamente.
El
Papa Gregorio XV, en su constitución "omnipotentis" (1623), recomendó
un procedimiento mas clemente y en 1657 una Instrucción de la Inquisición
amonestó con eficacia la crueldad de las persecuciones. Al final del siglo XVII
la persecución comenzó a reducirse en casi en todo el mundo y al principio de
XVIII prácticamente cesaron. El último juicio por brujería en Alemania fue en
1749 en Wurzburg, pero en Suiza una niña fue ejecutada como bruja en el Cantón
Protestante de Glarus en 1783.
En
los Estados Unidos, Cotton Mather, en su "Maravillas del Mundo
Invisible" (1693), cuenta que 19 ejecuciones de brujas ocurrieron en Nueva
Inglaterra. En la actualidad Estados Unidos celebra Halloween el 31 de octubre
(la víspera del día de todos los santos) en que se recuerdan las historias de
brujas de una forma fantasiosa. Se acostumbra a disfrazarse, preferiblemente de
brujas, duendes, monstruos o cualquier cosa que de miedo, se reviven los cuentos
de brujas. En el ambiente materialista de la actualidad se hace de todo ello una
broma, pero en el fondo opera también un deseo pagano de llenar un vacío
espiritual.
No
hay pruebas para las alegaciones de que algunas mujeres fueron enjuiciadas
formalmente en México a finales del siglo XIX (ver Stimmen aus Maria-Laach,
XXXII, 1887, p. 378).
En
un gran número de enjuiciamientos, las confesiones de haber participado en toda
clase de horrores satánicos, fueron hechas espontáneamente y aparentemente sin
amenaza o miedo de tortura. Además el pleno reconocimiento de culpa parece
constantemente haber sido confirmado justo antes de la ejecución, cuando el
acusado no tenía nada que ganar o perder con la confesión. Esto puede
atribuirse en muchos casos a razones psicológicas.
Datos
de la historia de la brujería tomados de:
Witchcraft,
Catholic Encyclopedia, 1913, Encyclopedia Press, Inc (inglés)
-por Giuseppe FERRARI
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