Informe despues de las Elecciones
Ayer hubo elecciones presidenciales en la república argentina, tan bananera y tan patética.
La ciudad de
Buenos Aires nos dió un panorama singular, triste exposición del tiempo político
que nos toca vivir y cambiar. Mientras cientos de miles se acercaban a las
mesas de votación, el centro se encontraba virtualmente militarizado. En
plaza de Mayo, durante la mañana, un grupo de gente que se había convocado
para realizar allí una asamblea, tuvo que abandonar la idea ante la intimación
policial. Lo mismo había pasado en la noche del sábado en Belgrano, donde el
carnaval contra la farsa electoral convocado por las asambleas populares de
Belgrano-Nuñez y Colegiales fue reprimido por la policía federal, que se
hicieron de tres detenidos, bajo los cargos de desacato y lesiones contra la
autoridad. Los principales candidatos a administrar la burocracia estatal
también rompieron la veda, con la salvedad de que ellos habían aceptado explícitamete
dicha veda. Ninguno de esos candidatos fue reprimido por la policía, ni mucho
menos guardan cargos penales.
Hacia el mediodía, los shoppings ya estaban rebosantes de consumismo -más de
desear comprar que de comprar- y el operativo militar-policial seguía
desenvolviéndose sin mayores inconvenientes. Hablaba el gobierno por la
televisión: sin mayores inconvenientes, decían, se estaban desarrollando los
comicios en toda la patria. En plaza de mayo, un camión del ejército; en
congreso, uno de explosivos de gendarmería; en Brukman, empezaba a sumarse
gente al acampe.
De repente y -esperemos- por un día, lo que se vaticinaba como una salida
democrática se mantenía de manera autoritaria: prohibido disentir. Todos
pueden aceptar, participar, votar en blanco, impugnar. Prohibido disentir con
el método, con la profundidad de la discusión.
Alrededor de las 20hs, concluía una clase abierta de la Universidad Popular
de las Madres de Plaza de Mayo donde habían articipado trabajadoras de
Brukman, frente a la fábrica del barrio del Once que pasó del control obrero
al control policial. Una multitud comenzó a marchar. Con las banderas más
diversas (letras A en un círculo; Corrriente Clasista y Combativa; Madres de
Plaza de Mayo; HIJOS sin puntito, entre otras) comenzamos a marchar, cantando.
Brukman es de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode. Brukman
es de las trabajadoras, y al que no le gusta, se joda, se joda. Oh! Que se
vayan todos, que no quede ni uno solo. A volver, a volver, vamos a volver. La
intención de volver a Brukman -a la fábrica- en ese momento nos llevó a dar
una vuelta manzana y continuar la movilización frente al vallado. Seguía
llegando gente. La escasa policía se puso un poco nerviosa al medir la relación
de fuerzas. Imposible no medirla en todo momento, contenerse. La avenida Jujuy
estaba cortada.
Celia, trabajadora de la fábrica, tomó un megáfono para agradecer. Gracias
por estar hoy con nosotras, decía, en la ingenuidad de no tener en cuenta que
estabamos allí por ellas y por todxs, como ellas estaban allí por ellas
mismas, sus familias y por todxs. Todxs por todxs.
Comentó que estaban trabajando en un taller a una cuadra de la fábrica, en
transición hasta que se respete el principio de propiedad obrera. Esto de la
democracia está bueno, pensaba mientras me dirigía a observar qué pasaba en
el obelisco. Allí, un cúmulo de activistas del MIJD y de la Venceremos
realizaba un acto. La cantidad de gente empataba con los presentes frente a
Brukman, pero en cambio no empataba la cantidad de medios corporativos de
comunicación presentes en ambas movilizaciones anti farsa. En el falo de la
nueve de julio, todos los móbiles; en brukman, ¡ninguno!. Eso también nos
habla bastante acerca de esta democracia.
Ahora nos queda el ballotage. Como cantaba Silvio: nos vienen a convidar a
tanta mierda. La desición es una u otra: caos o seguridad, democracia o
dictadura, están con ellos o están con nosotros; control policial o control
obrero.