Libertad al compañero docente de Escobar

Carta abierta a los compañeros docentes

Hace poco, en una asamblea en SUTEBA mis compañeros docentes alli presentes me pidieron que escribiera sobre mi detención y la acusación que sobre mí y otros cuatro luchadores pesa pues había muchos compañeros que no conocían el incidente, y otros que conocían las versiones deformadas que han corrido como reguero de pólvora entre la docencia. Pero creyeron oportuno que fuera yo mismo quien contara cómo fue exactamente que sucedieron las cosas.

Pues bien, esta carta tiene ese sentido, el de intentar que lo que se difunda sea la verdad y no otra cosa.

A mediados del año 2001 los docentes comenzamos una intensa lucha por nuestros salarios y también, entre otros reclamos, por más cupos en los comedores escolares y por un aumento en la capitación que el gobierno giraba por cada chico.

Los compañeros docentes de Escobar fuimos al paro con estos reclamos. Hicimos marchas locales (las más grandes hechas hasta ahora en Escobar), fuimos a La Plata, a la residencia de Olivos, y la Plaza de Mayo. También fuimos a las plazas de cada Localidad del Partido, al Concejo Escolar, al Municipio, a Acción Social y al Consejo Deliberante de Escobar. En este último les hicimos llegar a los señores Ediles un proyecto de Ordenanza en el que proponíamos como solución al tema de los comedores escolares el cobro de un aporte extraordinario de $5 por mes a aquellos contribuyentes cuyas propiedades estuvieran valuadas en más de 200.000 pesos (y en Escobar hay muchas). La respuesta que obtuvimos a este proyecto fué que ellos nunca se "tirarían" contra los habitantes de más dinero del partido. Y el proyecto hasta hoy jamás fue tratado.

Por aquel entonces los cupos de los comedores escolares se habían congelado por decisión del gobierno provincial. Es decir que si algún papá necesitaba enviar a sus chicos al comedor, la respuesta que obtenía era que no había más vacantes.

Un grupo de docentes y estudiantes universitarios consecuentes con estos reclamos, nos reunimos en mi casa y decidimos hacer algo frente a este problema. No podíamos permanecer indiferentes al hambre que estaban pasando muchos de nuestros alumnos, y a la falta de soluciones por parte del gobierno.

Razonamos que era imposible impartir educación a chicos que no comían bien, se desmayaban de hambre o directamente estaban desnutridos. Dijimos que mientras luchábamos y esperábamos que las promesas gubernamentales se cumplieran, nosotros debíamos conseguir la forma de complementar la alimentación que los chicos recibían en la escuela, pero no en un fututo lejano y utópico, sino acá y ahora.

También sabíamos que semejante empresa era de imposible realización sino era encarada de conjunto con todos aquellos que pensaran parecido, sin importar su militancia política, sindical o religiosa. Lanzamos entonces una convocatoria amplia para tratar este tema. Se acercaron partidos de izquierda, delegados docentes, organismos de derechos humanos, y organizaciones de desocupados, y varios compañeros independientes con ganas de luchar por la dignidad.

Seguramente, todos ustedes habrán visto las condiciones en que viven las familias de nuestros alumnos más humildes. A mí por ejemplo, una vez me tocó entrar a una casa de un solo ambiente en el que una mamá yacía en el único colchón que había, embarazada de ocho meses, mientras sus ocho hijos (el mayor de ellos, una niña de 15 años) jugaban descalzos en el barro del piso de tierra.

Por esos días del invierno del 2002 llovía muy seguido y como la familia contaba con solo dos pares de zapatillas, los chicos se turnaban para ir a la escuela. Los dos que iban al comedor escolar debían traer lo que pudieran para compartir con los que se quedaban. Un día los hermanitos se pelearon porque los que fueron no pudieron llevar en los bolsillos el postre de ese día: habían dado flan. Cuando le pregunté a la mamá si comían bien, me dijo que lo hacían "de vez en cuando", pues su marido era desocupado y buscaba comida de la basura y a veces encontraba algo y a veces no.

Este es solamente uno de los miles de casos que se ven a diario en las barriadas humildes, y son tan comunes que muchas personas lo toman ya como normal, como natural, como una consecuencia inevitable del destino. Pero para mí y mis compañeros esta situación es una aberración espeluznante propia del Siglo XII que había que combatir dejando de lado la indiferencia.

Un día de mediados de mayo de 2002 organizamos una reunión de padres, alumnos y docentes de la Escuela 17 de Matheu, y a propuesta de una madre votamos comenzar con un comedor comunitario en las cercanías de la escuela. Al principio comían sábados y domingos más o menos 30 chicos. Pero al poco tiempo notamos que el problema del hambre castigaba por igual a toda la familia y no solo a los chicos, así que decidimos que debían comer también los padres.

Muchos vecinos colaboraban donando comida, y muchos comerciantes se solidarizaban. Pero como la crisis económica también castiga al pequeño comerciante, nos era insuficiente la cantidad de comida que conseguíamos.

Decidimos entonces invitar a distintas organizaciones piqueteras para que nos contaran como hacían para hacer funcionar sus comedores de lunes a viernes y dar de comer a tantas personas sin pedir al pequeño comerciante.

No queríamos vinculación alguna con punteros políticos. Por eso optamos por una organización piquetera independiente.

Salimos a la lucha por la dignidad del trabajador (ocupado y desocupado), conseguimos así mercadería suficiente como para dar de comer a 200 personas (chicos y grandes) de lunes a viernes.

Todas nuestras decisiones eran tomadas en asamblea. Una de estas decisiones precisamente fue la de conseguir leña para calentar la olla en la que cocinábamos, y ramas y troncos para levantar nuestro comedor, cosa que no representaba un gran problema pues en Matheu hay muchos lugares en donde conseguir leña y ramas.

El jueves 24 de octubre de 2002 fuimos a un campo abandonado al que los propios vecinos venían pidiéndonos desde hace rato que limpiáramos, pues era usado de escondite por malvivientes que acosaban a los chicos que pasaban por allí rumbo a la escuela (recuérdese que en Escobar hay una ordenanza tan cacareada por Patti que prohíbe tener los baldíos en esas condiciones).

Repito, para nosotros el campo estaba abandonado y parecía no tener dueño. Lleno de basura, era un monte casi impenetrable, con alambrados rotos. A pesar de ello intentamos ubicar infructuosamente a algún eventual dueño, cosa que no conseguimos. No nos hizo falta cortar ninguna rama pues en el suelo había muchas (eucaliptus caídos despues de un temporal). Al rato de estar allí, una persona que nuestros compañeros reconocieron como uno de los padres más violentos y problemáticos de la Escuela 17 (con denuncias reiteradas por maltrato de sus propios hijos), comenzó a insultarnos diciéndonos que éramos los ladrones que habíamos robado a todos los vecinos desde hacía meses a esta parte y que pagaríamos por ello, que él tenía vinculaciones con Patti y Pérez Companc, y que nos haría meter en cana.

¡No podíamos creer lo que escuchábamos!, incluidos los insultos a nuestros compañeros docentes tales como "ustedes no pueden enseñar nada a sus alumnos porque los docentes son vagos y delincuentes".

Cuando los vecinos comenzaron a acercarse, nosotros les explicamos que no éramos delincuentes sino trabajadores, que estabamos buscando leña para dar de comer a muchos chicos, que éramos docentes de sus propios hijos, etc., pero que si consideraban que habíamos hecho algún daño pedíamos disculpas y nos poníamos a su disposición para repararlo.

El señor que nos acusaba nos dijo que ya había llamado a sus amigos policías y que vendrían a buscarnos de inmediato, pero como no teníamos nada que ocultar decidimos esperarlos para aclarar todo. A la media hora llegó un patrullero con dos policías que nos dijeron que no le diéramos demasiada importancia al hombre porque era un loco conocido de la zona, y que ellos nos sacarían de allí para evitar más discusiones. Fue así que cinco de nosotros subimos al patrullero y en vez de ser soltados como prometiera la policía, nos llevaron primero al destacamento de Matheu, y después a la comisaría de Escobar.

Nos llamó la atención la celeridad del procedimiento, pues al rato de estar en la comisaría de Escobar INCOMUNICADOS apareció el secretario del Juzgado de Campana para decirnos que estábamos encausados bajo los cargos de "Robo calificado, en descampado y en banda" . cuando le preguntamos qué significaba eso el funcionario nos dijo les corresponde una pena de entre tres y seis de prisión efectiva, pero que hasta que no se realizara el juicio estaríamos detenidos, y que esto podía llevar meses. ¡Estábamos azorados!. No podíamos creer que para detenernos a nosotros, que no hicimos nada fueran tan veloces, y para encontrar a los verdaderos delincuentes tardaran meses (cuando los encuentran).

Esa noche comenzó a llegar a la comisaría muchísima gente reclamando nuestra inmediata libertad. Fueron compañeros docentes, estudiantes, partidos políticos, organizaciones piqueteras, etc. Hasta los propios presos comunes reclamaban por nuestra liberación a los gritos.

Nos verduguearon a más no poder, sobre todo cuando se enteraron que nustros abogados eran de la CORREPI. Nos gritaban cosas tales como "Para los policías muertos en cumplimiento del deber no hay derechos humanos, y para delincuentes como ustedes sí".

Al otro día (viernes 25 de octubre de 2002) nos trasladaron a los tribunales de Campana pues era tanta la gente que venía en reclamo de nuestra liberación que no alcanzaban los milicos de Escobar para custodiarnos (varios de ellos nos decían que por culpa nuestra no podían estar en la calle mangueando), y allí ya nos esperaba una manifestación de cientos de piqueteros, docentes y estudiantes, que cortaban las calles frente al juzgado.

Así las cosas, el juez cambió la carátula a "intento de hurto", una figura legal difusa, y nos liberaron frente a la comisaría de Escobar.

Uno de los días más lindos de mi vida fue ese momento de la liberación. Compañeros desocupados (varios padres de la escuela 17) y varios docentes habían cortado la 25 de Mayo esperando nuestra llegada desde Campana, y habían almorzado allí unos sanguchitos. Cuando fuimos liberados nos acercaron una cajita con cinco sándwiches: uno para cada uno de nosotros.

Al otro día de nuestra liberación se hizo una nueva asamblea en el comedor, y allí se votamos por unanimidad continuar con la construcción de nuestro comedor aunque a Pérez Companc y a Patti no le gustara. En esa asamblea los compañeros recordaban los muchos pedidos que le habíamos hecho llegar a las fundaciones Fleni, Margarita Pérez Companc, y al propio Pérez Companc... y la respuesta de este verdadero delincuente la cárcel de los que luchan contra el hambre en el barrio en el que él tambien vive.

Hace un mes recibí la notificación que nuestra causa será llevada a juicio oral en los tribunales de Campana el día 28 de noviembre. ¡Que justicia la argentina!. ¿Porqué no ponen el mismo empeño en perseguir a los verdaderos delincuentes?. ¿Porqué no ponen la misma celeridad en descubrir a los culpables de las torturas y desapariciones de jóvenes de la zona, sobre todo de los bolivianos?.

Ni Pérez Companc, ni Ruckauf (testigo en la causa), ni ninguno de los responsables de la situación de hambre, miseria, desocupación, y destrucción de la educación pública me harán cambiar de idea. Iré al juicio oral a decir la verdad, y descuento que los compañeros, docentes, estudiantes y desocupados estarán allí manifestando contra tamaña injusticia.

Agosto de 2003

Fraternalmente. Jose Magallanes