Exposición y
bendición
Siendo el pan una
comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole,
Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no
solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada
Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse
presente a nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio el
amor que nos tiene.
En toda forma de culto
a este Sacramento hay que tener en cuenta que su intención debe ser una
mayor vivencia de la celebración eucarística. Las visitas al Santísimo,
las exposiciones y bendiciones han de ser un momento para profundizar en
la gracia de la comunión, revisar nuestro compromiso con la vida
cristiana; la verificación de cada uno ante la Palabra del Evangelio,
el asomarse al silencioso misterio del Dios callado... Esta dimensión
individual del tranquilo silencio de la oración, estando ante él en el
amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración, en el
encuentro de los hermanos, aprendiendo también a estar ante ellos en la
comunicación fraternal.
LA EXPOSICIÓN
La exposición
y bendición con el Santísimo Sacramento es un acto comunitario en el
que debe estar presente la celebración de la Palabra de Dios y el
silencio contemplativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer
en ella la maravillosa presencia de Cristo o invita a la unión más
íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión Sacramental.
Habiéndose reunido
el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico,
el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el
altar de la exposición, el ministro, con el paño de hombros lo trae
del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con
velas encendidas.
El copón o la
custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel; mas si la
exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la
custodia, se puede usar el manifestador, colocado en un lugar más
alto, pero teniendo cuidado de que no quede muy elevado ni distante.
Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al
Santísimo; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún
tiempo.
Si la exposición es
solemne y prolongada, se consagrará la hostia para la exposición, en
la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre él altar, en la
custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración
después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes
de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará
la custodia y hará la incensación.
LA ADORACIÓN
Durante el tiempo de la exposición, se dirán oraciones, cantos y
lecturas, de tal suerte que los fieles, recogidos en oración, se
dediquen exclusivamente a Cristo Señor.
Para alimentar una
profunda oración, se deben aprovechar las lecturas de la sagrada
Escritura, con la homilía, o breves exhortaciones, que promuevan un
mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que
los fieles respondan a la palabra de Dios, cantando. Se necesita que
se guarde piadoso silencio en momentos oportunos.
Ante el Santísimo
Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también
alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia
de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las
distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se
tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la
Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo
el mundo.
ORACIÓN
Oh saludable Hostia
Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza,
concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino
se atribuye eterna gloria:
y El, vida sin término
nos otorgue en la Patria.
Amén.
LA BENDICIÓN
Al final de la
adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace
genuflexión, se arrodilla y se incoa este himno u otro cántico eucarístico:
Canta,
lengua, el misterio
del cuerpo glorioso
y de la sangre preciosa
que el Rey de las naciones,
fruto de un vientre generoso,
derramó como rescate del mundo.
Nos fue
dada, nos nació
de una Virgen sin mancilla;
y después de pasar su vida en el mundo,
una vez esparcida la semilla
de su palabra,
terminó el tiempo de su destierro
dando una admirable disposición.
En la
noche de la última cena,
recostado a la mesa con los hermanos,
después de observar
plenamente la ley
sobre la comida legal,
se da con sus propias manos
como alimento para los Doce.
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El Verbo
hecho carne
convierte con su palabra
el pan verdadero con su carne,
y el vino puro se convierte
en la sangre de Cristo.
Y aunque
fallen los sentidos,
baste sólo la fe
para confirmar al corazón
recto en esa verdad.
Veneremos, pues, inclinados
tan gran Sacramento;
y la antigua figura
ceda el puesto al nuevo rito;
la fe supla
la incapacidad de los sentidos.
Al Padre y
al Hijo
sean dadas alabanza y júbilo,
salud, honor, poder
y bendición;
una gloria igual sea dada
al que de uno y de otro
procede. Amen
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Mientras tanto,
arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la
exposición se hizo con la custodia.
V.
Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
R. Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).
Luego se pone en pie
y dice:
Oremos
Oh Dios, que en este
admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te
pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu
Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de
tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R.
Amen.
ALABANZAS DE
DESAGRAVIO
Bendito sea
Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
LA RESERVA
Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición
u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo,
y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno,
puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.
Ver también Adoración
Eucarística de Juan Pablo II
Exposición
y Bendición
Comunión
Espiritual
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