La verdad de este cuerpo
mi más honda verdad.
Invadirlo,apresarlo,
hasta sentir su carne
prolongada en la mía,
integrada en mi sangre,
y sentir por la suya
esa lava ya fría del ardor del
placer.
Hasta su sexo llego
como aquellos amantes
que ante un cuerpo desnudos
oficiaban con fervor y belleza
sabiéndose partícipes de Pan y
de Afrodita.
Sobre la tierra inhóspita,
bajo el cielo callado y los
dioses ausentes,
avanzo por sus valles, laderas,
promontorios,
y en el instante exacto del
gemido
asalto, rompo, ocupo
la cueva misteriosa,
el cálido refugio
donde morar silente.
Ya rendidos, y fríos, y
exhaustos,
los cuerpos se separan,
sus poderes se anulan:
una tregua se abre sobre los
blancos lienzos.
Hasta que una mano furtiva se
desliza
por la piel tan surcada,
las piernas se entrelazan,
la carne, enmudecida, recupera
sus voces,
y el sexo,
cual un mar saliendo de su
calma,
se levanta y avanza:
hacia el cuerpo que amo
y que a mi lado yace.
Hermosa
realidad que devoro insaciable.
EMILIO
MIRÓ
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