Durante milenios, el caballo
no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre
prehistórico. Su velocidad de galope no permitía abatirle
fácilmente con los medios rudimentarios de entonces, pero más
tarde la astucia y las emboscadas permitieron hacerse con algunos ejemplares
que caían bajo los certeros golpes de los cazadores.
Cuando el ser humano se hizo sedentario, se percató de que el
caballo podría convertirse de gran utilidad, y no sólo
como alimento. Desde ese momento empezó a ser su ayudante de
trabajo, llegando a convertirse en un elemento vital en la historia
de la humanidad. Según todos los indicios, este animal no tuvo
su origen en Europa, sino que fue importado desde alguna apartada región
oriental para su utilización doméstica.