Adoro te devote, latens deitas, quae sub his figuris vere latitas: tibi se cor meum totum subicit, quia te conemplans totum deficit, visus, tactus, gustus in te fallitur. Sed auditu solo tuto creditur, credo quiquid deixit Dei Filius: nil hoc Verbo veritatis verius.
Sección Anecdotario:
la historia de Tobías (contar con la ayuda de Dios)
-por el Padre José Martínez Colín-
(1) Para saber
La Sagrada Escritura
nos presenta en sus páginas múltiples lecciones para nuestra vida. Una de
ellas es el relato sobre la historia del joven Tobías.
El padre de Tobías
era un hombre piadoso que confiaba en Dios y se había quedado ciego. Creyendo
que estaba próxima su muerte le pidió a su hijo que vaya a cobrar una deuda a
un poblado lejano.
El joven Tobías,
quiso cumplir cuanto antes la petición de su padre, pero no sabía cómo llegar
a tal poblado. Y buscando quien pueda ayudarle, se encontró con otro joven
llamado Rafael que estaba dispuesto a acompañarle en su viaje. Ambos emprendieron
el camino.
Durante el viaje
Rafael le aconsejó guardar ciertas sustancias de un pescado para curar a su
padre. Después, le propuso conocer a Sara: una buena mujer, muy hermosa y con
mucha riqueza. Tobías se enamoraría de ella y la pidió como esposa a sus
padres, quienes se la concedieron. Rafael, mientras tanto, fue a cobrar la deuda
pendiente.
Cuando regresaron a
casa del padre de Tobías, siguiendo el consejo de Rafael, Tobías aplicó el
ungüento en los ojos de su padre, quien recuperó la vista. Fue grande la
felicidad de todos: su padre recobró la vista, pudo cobrar la deuda y consiguió
una piadosa y bella esposa.
Todo se lo debió al joven Rafael quien en ese momento les confesaría quien era realmente: “Yo soy el ángel Rafael, uno de los siete, que asistimos delante del Señor” (Tob. 12, 15). Toda la familia dio gracias a Dios por haberlos socorrido en sus necesidades.
(2) Para pensar
En este relato se
nos manifiesta la ayuda que el Señor nos envía en nuestras necesidades. Así
como Rafael guió a Tobías para que su viaje llegara a feliz término, de la
misma manera contamos con la ayuda del Espíritu Santo, quien también nos
aconseja y guía nuestros pasos por los difíciles y complicados caminos de
nuestra vida de tal manera que alcancemos la dicha eterna en la gloria de Dios,
en el Cielo.
El Espíritu Santo
actúa mediante el Don de Consejo para conocer de manera rápida y segura cuál
es la voluntad de Dios y, de esa manera, sabemos cómo actuar. Pero, ¿cómo nos
llegan sus consejos? No habrá que esperar oír una voz física del Espíritu
Santo, pues, aunque lo puede hacer, no suele aconsejarnos así. Más bien, habrá
que preguntarle: “En esta situación, ¿cómo querría Dios que actuara?” La
luz vendrá a nuestras mentes y sabremos actuar conforme al querer de Dios.
Pensemos cómo es nuestra disposición para oírlo.
(3) Para vivir
Además contamos con otra gran ayuda que Dios nos envía: la de sus ángeles.
Es doctrina de la Iglesia que Dios asigna a toda persona un ángel de
la guarda. Jesucristo lo afirma al hablar de los niños, cuando dice que “sus
ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial” (Mateo
18,10). Y San Basilio dice: «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector
y pastor para conducirlo a la vida».
Teniendo tan grandes consejeros hemos de acostumbrarnos a recurrir a
ellos con más frecuencia. Incluso, podemos ponerle un nombre propio que
nosotros mismos escojamos, y llamarle así cuando queramos o lo necesitemos.
En el libro “Camino” de San Josemaría leemos: “Ten confianza con
tu Ángel Custodio. Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y sabrá hacerte
mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día” (n.562).