Adoro te devote, latens deitas, quae sub his figuris vere latitas: tibi se cor meum totum subicit, quia te conemplans totum deficit, visus, tactus, gustus in te fallitur. Sed auditu solo tuto creditur, credo quiquid deixit Dei Filius: nil hoc Verbo veritatis verius.
Sección Anecdotario: la importancia del consejo
-por el Padre José Martínez Colín-
(1) Para saber
«Quien no oye consejos, no llega a viejo», dice un dicho popular con
mucha razón. En ocasiones, no son suficientes nuestros conocimientos y
experiencias para decidir acertadamente.
La historia nos lo enseña, por ejemplo, en la conocida Batalla de
Waterloo. Cuando Napoleón regresó de Elba, las principales potencias se le
opusieron. Napoleón sabía que si el ejército inglés y el prusiano se unían,
estaba perdido. Por ello decide atacar antes de verlos juntos. Para evitar que
se ayuden, envía al mariscal Grouchy para que persiga a los prusianos. Después
de varios días de lluvias torrenciales, en cuanto se despeja un poco el cielo,
Napoleón ataca a Wellington, de Inglaterra, en Waterloo. Ambos ejércitos
luchan bravíamente hasta la fatiga. Los generales saben que ganará quien
reciba refuerzos.
Grouchy, sin saberlo, tiene en sus manos el destino de Europa. Está
cerca del campo de batalla. Mientras desayuna oye el ruido de los cañones. Sus
oficiales le aconsejan que regrese para apoyar a Napoleón. Pero Grouchy, aunque
le insisten, no les hace caso. Francia sería salvada si Grouchy oyera los
consejos, pero no lo hace; es tímido e indeciso. En el campo de batalla Napoleón
ve acercarse un ejército y piensa que es Grouchy. Pero no, es el ejército
prusiano que, al fin, se une al inglés. Napoleón es derrotado. Mueren muchísimos
de sus soldados. Ha terminado así el Imperio con su emperador. Grouchy actuó
imprudentemente al no oír los consejos.
La virtud de la prudencia nos lleva a saber cómo actuar en los
diferentes casos de nuestra vida. Si para conseguir metas humanas es importante
saber aconsejarnos, cuánto más lo es para nuestra vida espiritual. Para ello
acude el Espíritu Santo con su ayuda a través del Don de Consejo.
(2) Para pensar
La Sagrada Escritura nos dice que “los pensamientos de los mortales
son tímidos e inciertos”. No basta la virtud humana para conducirnos a las
alturas de la gloria. En cambio, si ese obrar humano está dirigido por los
Dones del Espíritu Santo, tiene un “sello divino”, que lo hace perfecto.
En nuestro actuar diario, si no logramos decidirnos, acudimos a alguna
persona que pueda aconsejarnos al respecto. Dejarnos aconsejar por alguien
competente no es menospreciarnos, al contrario, es ganar en prudencia y
humildad.
(3) Para vivir
El camino de la vida no es fácil. Sobre todo tratándose de acciones
morales, aquellas que nos pueden alejar de nuestra última meta, de la vida
eterna.
Para no extraviarnos, Dios nos proporciona una gran ayuda sobrenatural,
“esa prudencia que es fruto de una moción del Espíritu Santo, es lo que se
llama el Don de Consejo” (Mons. Luis M. Martínez, “El Espíritu Santo y Sus
Dones”, p.90). Importa querer escuchar al Señor, y para lograrlo, procuremos
tener un momento durante el día para ponernos en presencia de Dios, hacer un
rato de oración y pedirle consejo sobre nuestras decisiones.
Importa mucho estar dispuestos a querer hacer siempre la voluntad
divina, aunque a veces sea diferente a la nuestra. Jesucristo nos lo enseña
cuando hizo su oración, antes de su muerte. Al dirigirse a Dios Padre, pidiéndole
que apartara de Él el sufrimiento, termina diciéndole: “pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42).