Adoro te devote, latens deitas, quae sub his figuris vere latitas: tibi se cor meum totum subicit, quia te conemplans totum deficit, visus, tactus, gustus in te fallitur. Sed auditu solo tuto creditur, credo quiquid deixit Dei Filius: nil hoc Verbo veritatis verius.
Sección Anecdotario: la historia del collar de perlas
¿Sabemos
ser generosos?
María
era una linda niña de siete años de ojos
relucientes y vivos. Un día, mientras ella visitaba una
tienda con su mamá, vio
un collar de perlas de plástico que costaba noventa pesos.
¡Cuánto
le gustó! Quería tener uno y se lo
pidió a su
mamá. Su mamá le contestó que se lo
regalaría el día de su cumpleaños. Ese
día María
estaba feliz con sus perlas. Las llevaba puestas a todos lados, al
colegio,
cuando salía con su mamá a las tiendas, y ni para
dormir se las quitaba. Solo
no las usaba para bañarse pues se podían
despintar.
María
tenía un padre que la quería
muchísimo. Cuando
María iba a la cama, él se levantaba de su sillón
favorito para leerle su
cuento preferido.
Una noche, cuando
terminó el cuento, le dijo:
"¿María, tú me quieres?"
María inmediatamente le respondió: “Sí,
papá,
tú sabes que te quiero mucho”.
"Entonces,
¿me podrías regalar tus perlas?"
María
se quedó sorprendida y triste. "¡Oh
papá!, mis
perlas no. Pero si quieres te doy a Rosita, mi muñeca
favorita ¿la recuerdas?
Tú me la regalaste el año pasado para mi
cumpleaños y te doy su ropa también,
¿está bien, papá?”
"¡Oh no,
hijita!, está bien, no importa", y dándole
un beso en la mejilla se despidió: "Buenas noches,
pequeña".
Una semana
después, nuevamente su papá le
preguntó al
terminar de leerle su cuento: "María,
¿tú me quieres?"
"¡Claro
que sí, papá! ¡Tú sabes que te
quiero!"
"Entonces
regálame tus perlas"
“Pero
papá, ¡mis perlas no! Pero te doy mi caballo de
juguete. Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes
jugar con él y
hacerle trencitas. Tú puedes tenerlo si quieres,
papá”.
"Oh no hijita,
está bien" le dijo su papá
dándole nuevamente un beso en la mejilla: "Dios te bendiga. Buenas noches y
dulces sueños".
Algunos
días después, cuando el papá de
María entró a
su dormitorio para leerle el cuento, María estaba sentada en
su cama muy seria
con un paquete pequeño. Le temblaban los labios, pero
decidida le dijo: "Toma,
papá, te lo regalo" y estiró su mano para darle
el paquete. Su papá lo abrió
y en su interior estaba su tan querido collar, el cual
regaló a su padre.
Con una mano
él tomó las perlas de plástico y con
otra
extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul y se lo dio a su
hija. María
abrió la cajita y dentro había un collar con unas
hermosas perlas genuinas. Él
las había tenido todo ese tiempo, esperando que su hija
renunciara a la
baratija para poderle darle la pieza de gran valor. María no
pudo evitar llorar
de alegría mientras abrazaba a su padre y ver el hermoso
collar con preciosas
perlas que ahora era suyo.
De modo semejante
nos sucede con nuestro Padre
celestial. Él está esperando a que renunciemos a
las cosas sin valor en
nuestras vidas para podernos dar preciosos tesoros. A veces nos
resistimos,
pero no podemos dudar nunca de la bondad de Dios.
Esto nos puede
hacer pensar en las cosas a las cuales nos
aferramos y no queremos dárselas al Señor. Mejor
podríamos preguntarnos, ¿qué
será
lo que Dios me quiere dar en su lugar? Cuando le damos a Él
todas nuestras
inquietudes, Él verá por nosotros.
San
Pablo tuvo una visión del Cielo y nos dejó
escrito
su impresión: "Ningún ojo ha visto,
ningún oído ha escuchado, ninguna
mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo
aman".
(I Cor 2, 9).
Revista Digital Fides et Ratio - Septiembre de 2008