Credo
in unum Deum, Patrem omnipotentem,
factorem coeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium.
De acuerdo a los modelos
actualmente aceptados, la edad del Sistema Solar en el cual vivimos se
acercaría a los 4500 millones de años, cuando por fruto del azar un cúmulo de
gases (la «nebulosa solar»), por acción de diversas fuerzas (en especial la
de gravedad) empezó a condensarse en los cuerpos sólidos y gaseosos que lo
conforman. Dentro de esos productos de la causalidad se encontrarían nuestro
planeta y todas sus formas de vida, incluyéndonos a usted y a mí, frutos de lo
aleatorio y presuntamente sin sentido y sin fines trascendentes.
Si bien sería muy interesante
abrir un debate filosófico, moral o teológico acerca del origen fortuito de la
especie humana, el objetivo de este artículo es otro: retroceder aún más en
el tiempo y establecer ese mismo debate, pero en relación a nuestro Sistema
Solar completo.
Una forma más que llamativa de
hacerlo es empezar por el benjamín de los planetas: Mercurio. Como un fugaz
recordatorio, detallaremos que Mercurio es el planeta más cercano al Sol, uno
de los más pequeños, careciente de atmósfera y con varias particularidades
que lo hacen, como a todo lo Creado, único.
|
Mercurio |
Tierra |
Diámetro ecuatorial |
4 880 km |
12 756 km |
Atmósfera |
No tiene |
78% nitrógeno; 21% oxígeno |
Satélites naturales |
No tiene |
Uno (la Luna) |
Distancia media al Sol |
58 000 000 km |
150 000 000 km |
Temperatura promedio en la superficie |
450°C (lado expuesto al Sol);
–170°C (lado oscuro) |
18° C en el Ecuador |
Rotación sobre su eje |
58 días terrestres |
Casi 24 horas |
Rotación alrededor del Sol |
88 días terrestres |
365 días, 5 hs, 48 min |
Figura 1.- Mercurio (foto de la sonda estadounidense Mariner 10)
Dentro de los planetas sólidos, Mercurio tiene la inusual particularidad de ser el de mayor densidad, según todas las evidencias recolectadas desde el envío de la sonda Mariner 10 en 1974 hasta entrado el siglo XXI. Sin embargo, sólo podría explicarse esta realidad merced a la existencia de un núcleo planetario constituido fundamentalmente por hierro, ocupando al menos un 75% del diámetro de Mercurio. Sin embargo, esto resulta una abierta contradicción al modelo de nebulosa solar que habría dado origen a los planetas: en un marco de desarrollo gradual de los planetas por acción de la gravedad sobre esa presunta nebulosa, es imposible hacer encajar esta evidencia científica. Por otra parte, si realmente nuestro Sistema Solar tiene miles de millones de años de edad, ese núcleo claramente debe hallarse en estado sólido debido a que, por el pequeño tamaño de Mercurio, el núcleo ha tenido sobrado tiempo para congelarse.
Figura 2.- El interior de Mercurio
A estos «detalles», debemos
agregar uno aún más impactante... y es que Mercurio es uno de los planetas que
poseen campo magnético. Es momento quizás de recordar que en aquellos planetas
con núcleo formado por metal fundido, el movimiento de rotación
es capaz de generar un campo magnético que hace que el planeta se comporte como
un gran imán con polos (fundamento, entre otras cosas, del uso de las brújulas
en la Tierra). Sin embargo, Mercurio posee un campo magnético activo y
detectable, pero con un núcleo metálico francamente denso y sólido.
Una hipótesis ad hoc plantea que
quizás el núcleo de Mercurio esté formado por sulfuro de hierro (una sal de
hierro y azufre), el cual podría haberse conservado en estado líquido a lo
largo de millones de años. El conflicto con esta aseveración es que el azufre
es un elemento fácilmente volátil por lo cual no podría haberse preservado en
el modelo de nebulosa solar que discutíamos líneas arriba.
Aunque parezca increible, existen teorías desde el siglo XVII que intentan explicar los campos magnéticos de los planetas, y la mayor parte de los citados modelos chocan con la idea de un lento desarrollo del Sistema Solar a lo largo de millones de años. Caben a esta altura una serie de especulaciones:
-
Primera posibilidad: los vastos conocimientos actuales de física
cuántica, electricidad y magnetismo son burdamente incapaces de explicar la
cotidiana realidad, incluyendo a nuestras simples brújulas inventadas en el
siglo XI;
-
Segunda posibilidad: Mercurio es un «cuerpo agregado» al
Sistema Solar, procedente por algún mecanismo incierto de otra parte del
Universo e insertado en el Sistema Solar (una hipótesis ad hoc semejante se ha
intentado para explicar la composición química de la Luna y sus diferencias
con la Tierra)
-
Tercera posibilidad: el Sistema Solar es mucho más joven de
lo que se especula, motivo por el cual Mercurio conserva todavía su campo magnético
aún con un núcleo sólido
- Cuarta posibilidad (¿complemento de la anterior?): el Sistema Solar tiene un diseño inteligente, que nuestra diminuta ciencia ateista pretende negar.
«Se revela, en efecto, la
cólera de Dios desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres
que oprimen la verdad con la injusticia. Pues lo que se conoce de Dios se halla
claro en ellos, ya que Dios se los manifestó. Porque los atributos invisibles
de Dios resultan visibles por la creación del mundo, al ser percibidos por la
inteligencia en sus hechuras: tanto su eterna potencia como su divinidad; de
suerte que son inexcusables» (Rom 1; 18- 20)
Revista Digital Fides et Ratio - Julio de 2006
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