Creador y creatura

Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem,

factorem coeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium.

Sección Astronomía y Física:

Neptuno y sus particularidades

Después de la nueva forma de catalogar a los cuerpos celestes, Neptuno pasó a ser el último de los 8 planetas convencionales de nuestro sistema solar (Plutón pertenece a la categoría de planeta enano).

 

Neptuno es un planeta fundamentalmente gaseoso (similar a Júpiter, Saturno y Urano), con una masa 17 veces mayor a la de la Tierra. Está separado del Sol por una distancia de 4500 millones de kilómetros, no es posible divisarlo a simple vista desde nuestros cielos, e incluso los telescopios potentes no logran distinguirlo con claridad. Sin embargo, las imágenes de las sondas Voyager II de la NASA, a partir de 1989, nos permitieron conocer en detalle a este hermoso fruto de la Creación. A partir del análisis de algunas de esas fotografías, se detectaron en la turbulenta atmósfera de Neptuno vientos de más de 2000 kilómetros por hora y tormentas cuyo diámetro se acercaba al de nuestro planeta completo.

Neptuno y sus tormentas (imagen del Voyager II, 1990)

Neptuno (imagen NASA, 1989)

Más aún, a mediados de la última década del siglo XX, el telescopio orbital Hubble demostró que esas tormentas eran dinámicas y cambiantes. Además, al igual que otros planetas gaseosos, Neptuno genera calor e irradia hacia el espacio el equivalente al doble de la energía que le llega del Sol.

 

Estas características hacen que resulte difícil encuadrar a Neptuno en los modelos habituales de origen del sistema solar y los planetas. En una recordada cita de una prestigiosa revista especializada (Birth of Uranus and Neptune, Astronomy 28(4):30, 2000), se afirmó textualmente que “los astrónomos que estudian la formación del sistema solar tienen un secreto oscuro: Urano y Neptuno no existen. O, por lo menos, los modelos de simulación por computadora nunca han explicado como planetas tan grandes como esos gigantes gaseosos pudieron formarse tan lejos del Sol. Los cuerpos orbitaban tan lentamente en las regiones más externas del disco protoplanetario que el proceso de agregación por la gravedad debería necesitar más tiempo que la propia edad del sistema solar para permitir que se formen cuerpos con masas 14.5 y 17.1 veces mayores que las de la Tierra”. (*)

 

Las pobres hipótesis de formación del sistema solar no permiten comprender la grandeza sorprendente de la Creación. Si nuestra ciencia, muchas veces soberbia y ciega, debe concluir que ciertos mundos no existen… ¿acaso no debemos plantearnos que no podemos comprender la realidad de nuestro Universo si no lo hacemos bajo el concepto de que la Creación fue realizada para gloria de Dios y admiración de los hombres?

 

(*) «Astronomers who model the formation of the solar system have kept a dirty little secret: Uranus and Neptune don’t exist. Or at least computer simulations have never explained how planets as big as the two gas giants could form so far from the sun. Bodies orbited so slowly in the outer parts of the sun’s protoplanetary disk that the slow process of gravitational accretion would need more time than the age of the solar system to form bodies with 14.5 and 17.1 times the mass of Earth.», traducción de Revista Digital Fides et Ratio.


Revista Digital Fides et Ratio - Octubre de 2008

 

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