Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quiera
Sección Biografías: María Benita Arias
María Benita Arias nació en
La Carlota el 3 de abril de 1822, hija de Rafaela Arias; a poco
de nacer la niña fue confiada a los esposos Manuel Mena y
Florencia Videla: él era zambo y ella india, excelentes padres
adoptivos.
María Benita se dio cuenta en su niñez de su situación de
huérfana, aceptándola con resignación y ponderando a los Mena,
a los que trató con gran cariño y respeto como si fueran sus
verdaderos padres. Se sabe que en aquellos años, ya era una
niña de gran compasión para con los desamparados; no se
avergonzaba de pedir limosnas y de
remolcar por las calles un carrito, con el que iba a los mercados
a
solicitar la colaboración de los puesteros.
Los descendientes de la barbarie esclavista fueron liberados en
la Argentina desde principios del siglo XIX e incorporaron gran
parte de su amplio repertorio musical a la naciente cultura
latinoamericana. Manuel Mena era un buen guitarrista y enseñó a
Benita a tocar y a cantar, enriqueciendo su sensibilidad musical.
Cuando Benita cumplió siete años, sus parientes biológicos
fueron en su búsqueda. La familia prefirió fugarse antes de
entregar a la niña; aprovechando la confusión reinante en
Córdoba en tiempos de guerras civiles y malones de los ranqueles,
se incorporaron a una tropa de carretas que, rumbo a Buenos Aires,
llegó a la región que actualmente es Salto.
Allí, su madre Florencia se dedicó a realizar tareas domésticas, afincándose en la casa de un hacendado apellidado Sierra. Esta familia notó la inteligencia y bondad de Benita y se encargaron de enseñarle a leer y escribir. Poco bastó para iniciar su formación en el catecismo y en tomar la Primera Comunión.
Ya e su infancia y adolescencia, Benita comenzó a volcar todo lo aprendido a niñas menores de edad. Fue a los 17 años cuando tuvo la oportunidad de realizar un primer retiro en la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires; poco bastó para que Benita se convirtiera en colaboradora de esta obra y finalmente ingresó allí para consagrarse a Dios.
Progresivamente comenzó como maestra, encargada de jóvenes asiladas, sacristana, directora de los ejercitantes, ecónoma, maestra de novicias y secretaria de la rectora. Su cultura musical le permitió expresarse en liturgias, poesías, coplas e incluso payadas.
Benita intentó modificar a la comunidad de las Beatas en una
verdadera Congregación de Hermanas con los votos religiosos. Al
resistirse la mayoría de las compañeras, ella dirigió sus
pasos hacia la "fundación de un instituto para mayor gloria
de Dios, salvación de las almas y esplendor de la Iglesia,
mediante la Adoración Eucarística, los ejercicios de san
Ignacio y la asistencia a las niñas pobres y desamparadas".
La idea fue recibida por el entonces Arzobispo Mario José de
Escalada, pero sin fecha de realización. Aconsejada y alentada,
viajó a Roma para exponer a Su Santidad Pío IX sus aspiraciones
(vale recordar que nos referimos al tiempo de la unificación
italiana con la invasión del Papado por parte de las huestes del
rey Víctor Manuel). Pese a todo, el Papa pudo recibirla e le
indicó a Benita la redacción del Reglamento para la futura
Congregación.
A su regreso a Buenos Aires, la madre Benita consiguió la aprobación del arzobispo Federico Aneiros en noviembre de 1872. Comenzó a congregar así a las primeras Siervas de Jesús Sacramentado en la Capilla del Carmen. Tan sólo un año después, funcionaba una Casa Madre con una escuela para niñas, un taller de costura y un orfanato.
Desde entonces, gracias a las numerosas vocaciones surgidas,
María Benita avanzó con la apertura de casas en distintos
rincones de la Argentina, sobre todo donde las carencias eran
mayores. Asimismo, la Congregación trabajó en la Pastoral de la
Salud, sobre todo en el Hospital Fernández (donde se derivaban
en aquel tiempo a las pacientes víctimas de la sífilis), el
Hospital Muñiz (de enfermedades infecciosas), el antiguo
Hospital Vieytes (de salud mental) y el Hospital Tornú, entonces
dedicado exclusivamente a pacientes tuberculosos.
Su prolífica actividad en la tierra concluyó el 25 de
septiembre de 1894, a los 72 años, cuando retornó a la casa del
Padre. Su proceso de beatificación se encuentra avanzado; se
guarda en la memoria su fama de caridad para con los indigentes,
necesitados y huérfanos.
Madre Benita Arias, ruega por nosotros.